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En trío con mamá y su amante
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Siempre supe que mamá le ponía los cuernos a papá. Me dolía y molestaba pues papá era y es un hombre genial. Hasta hoy, con más de 70 años, mi papá sigue trabajando y cumpliendo todos sus caprichos. No intervenía pues a pesar de ser joven sabía que meterme era peor. Ellos se llevaban super bien y mi papá se veía siempre feliz con ella. Supongo que hasta ahora nunca supo, ni siquiera sospechó, de los enormes cuernos que le montaba mamá.

Cuando yo tenía 19 años, mi papá (que es ingeniero) empezó a trabajar en una mina. Estaba 21 días en la mina y 10 en casa con nosotras en casa. En poco tiempo, con descaro, mamá empezó a meter a su amante a la casa. Se quedaba a dormir con ella, aunque eran noches enteras de gemidos y suspiros.

Con la mayor frescura, mamá me dijo cuando la enfrente, “amo a tu papá, pero tengo necesidades”. Me pidió que sea discreta y que por favor no le cuente nada a papá. Ya iban varios años que sabía de sus aventuras, pero nunca había llegado tan lejos. Igual, para no disgustar a papá, decidí seguir quedándome callada. Igual él cuando venía de la mina era dichoso y feliz con mamá, que lo atendía como rey. Aunque, para ser sincera, jamás escuché entre ellos los gemidos y suspiros de cada noche entre ella y su amante.

Como una se acostumbra a todo, con los meses se hizo rutina el verlos entrar, escucharlos coger y verlos desayunar juntos. Nunca les acepté desayunar con ellos, ni cenar, ni hacer nada juntos. Amaba y amo mucho a papá, y me apenaba que sea el tercero “feliz sin saber”.

Pero, como dice la canción “la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida”. Y, sin querer, participé de un trío con mi madre y su amante.

Un viernes a la noche salí de fiesta con unas amigas. Cómo estaba algo cansada, regresé temprano a casa. No eran ni las 12 de la noche. Al ingresar encontré a mamá arrodillada en la sala, chupándole la verga a su amante. Estaban tan distraídos en su acto sexual que ni se percataron que yo había entrado. Mamá estaba sólo en tanga, ya se había sacado todo lo demás. Él vestido todavía, solo con el pantalón desabrochado y con la verga afuera.

La escena me sorprendió. Los había escuchado coger ya por muchos meses, pero nunca había visto nada. Cuando se dieron cuenta que estaba allí mamá se levantó y me dijo “hija, pensé que llegarías tarde”. No le presté atención. Estaba concentrada en el enorme pene de su amante. A mis 19 años ya había cogido con varios chicos, pero ninguno, ni en mi mejor sueño, había tenido un pene así de enorme. Sólo había visto de esos en las porno que veía entre copas con mis amigas.

Él y mamá se dieron cuenta del como me quedé sorprendida. Por mi mente pasaron mil cosas. Entendí la locura de mamá con el tipo ese. Entendí su desvergüenza de traerlo a casa, arriesgando su matrimonio. Entendí, sobre todo, esas noches llenas de gemidos y suspiros. Todo en un instante.

Ellos se miraron y antes que pudiera yo decir algo, él me dijo “la quieres gozar”. Mamá lo quedó mirando como desubicada. Yo me quedé lela, sin reacción.

Él insistió y mamá seguía desubicada. Me daba cuenta en su rostro con expresión estupefacta. Yo tenía unos tragos encima. La atracción de ese pene me venció y le dije “ok, pero sólo si mamá no se molesta”. La miré y ella volvió en sí. Nunca supe que pasó por su cabeza pues nunca hablamos de ese tema. Sólo sé que respondió que sí, que lo haga.

Me arrodillé y comencé a chuparla. Definitivamente no era una experta, lo había hecho, pero jamás a un pene tan grande y obviamente más allá del morbo de estar con la hija de su amante, mi chupada no era la gran cosa para él. Mamá se dio cuenta y se arrodilló a mi lado y sin mediar palabras comenzó a chuparla e intercalábamos ambas. Me di cuenta el como ella la recorría con su lengua, la acariciaba con sus labios y fui aprendiendo. Pronto las dos estábamos articuladas en una mega chupada.

Él se iba sacando la ropa. Me pidió que lo hiciera. Pronto estuvimos los tres desnudos, pues mamá también se sacó la tanga, que era lo único que tenía encima. Yo a mis 19 años estaba peludita, ella a sus 38 (me tuvo muy joven) completamente depilada.

Mamá dijo “vamos a la cama” y los tres nos movimos hacia su habitación. La de ella y papá. Me sentía algo aturdida, pero vencida por el deseo y el morbo. Todos nos dejamos llevar por la lujuria. Mamá tenía mejor cuerpo que yo. Eso ni dudarlo. Nalgas firmes y grandes, de mucho gym, senos más grandes que los míos y también muy firmes. Yo era una chica delgada y desgarbada. Mi única ventaja eran mis 19 años, mi juventud y para ser sincera, mi poca experiencia comparada con la de mamá.

Él se acostó y ambas seguimos chupándosela. Yo quería ser penetrada ya, pero tenía vergüenza de pedirlo. Nunca supe si mamá se dio cuenta o simplemente fue casualidad. Ella me dijo “ponte como perra”. Me puse como sabía, como lo hacía con mis novios. Ella me acomodó distinto. Con la cabeza sobre la cama y la cintura muy quebrada, con el culo levantado al máximo. Él se puso detrás de mi. Se colocó un condón y antes que pudiera reaccionar tenía todo su enorme pene dentro.

Me dolió. Nunca había tenido un pene tan grande dentro y menos así de golpe, hasta con violencia. Comencé a gozar tan rápido como se iba yendo el dolor. De pronto tuve un orgasmo intenso, brutal. Temblaba.

Mamá me dijo, “ya listo, vete a tu cuarto”. Sentí rabia en sus palabras. Estaba tan satisfecha que fui a mi habitación y me quedé dormida casi al instante, así desnuda. Desperté luego de las 10am. No estaban ni mamá ni su amante. Ella volvió al caer la noche. No me habló. A él nunca más lo vi.

Nunca más llevó un amante a casa. Nunca hablamos del tema.

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