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En sus redes
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Tiempo de lectura: 5 minutos

¿Ella se alegra de no haberte perdido, o de lograr tenerte comiendo de la palma de su mano? ¿Qué se siente haber caído en sus redes como el resto? Esa telaraña invisible que la rodea, creada por ella misma desde hace años. Asegura que no fue su intención generarla, pero en el fondo se lo pregunta, si acaso se miente y es en verdad una persona frívola, venenosa y mortífera, si de verdad al final no cae como todos en la toxicidad típica. Si acaso creó una pantalla que oculta su verdadera naturaleza, incluso para ella.

¿Qué se siente enamorarse de una persona que ni siquiera sabe si es amor puro o una viuda negra acechando a sus presas? O quizás sea ambas, y haya una lucha constante de poderes, por ver cuál sale a la luz por más tiempo. Te atrae con sus hilos, te observa con unos ojos llenos de misterio y profundidad, su mirada tiende a hipnotizarte. Te comienzas a sentir intrigado. Después habla. Su visión del mundo, su actitud ante la vida te zambulle en la admiración y avidez por saber más. ¿Es un juego? Te habla con convicción y te atraviesa con esa mirada, y comienzas a sentirte expuesto e indefenso; sin poder ni querer evitarlo, bajas todas las armas y escudos, y con gestos y palabras comienzas el camino de la perdición. Te analiza, tiene una habilidad particular para reconocer tus sentimientos. Tus debilidades, miedos, esperanzas, deseos y fortalezas; las descubre y con un arrullo en tus oídos te explica cosas que pocos ven de ti, o que ni sospechabas de ti mismo. Comienza el movimiento, ese baile en tu interior. Te encuentras recordándola, pensando en ella, repitiendo sus palabras en tu cabeza, excitándote con partes de su cuerpo que ella se encargó sutilmente de mostrarte para que lo grabes en tu mente. Sus caderas prominentes, sus grandes muslos, sus labios carnosos, su trasero bien formado y hasta la caída de su pelo. Lo hace naturalmente, ¿pero significa eso que no está planeado? Como quien realiza una operación monótonamente tantas veces que ni debe pensarla.

Caíste. Tu corazón se acelera. Quieres verla, sentir su perfume natural, escucharla reír, observar su sonrisa radiante, y necesitas que esos ojos te desnuden el alma una vez más, como vicioso desesperado por su droga. Te encuentras fantaseando con la sensación que debe provocar tocar su piel, y la imaginas de una suavidad incalculable. Deseas probar esos labios que cada vez que se abren te provocan, aún si no dicen nada. Tus mente se esfuerza por recrear su imagen pero sin ropa, y deleitándote con la pregunta de qué tan lejos de la realidad estarás. Hasta de sus pechos que nada de atractivo significante tienen, te generan el deseo compulsivo de querer acariciarlos, medirlos con tus manos y pasar tu lengua por sus dulces pezones.

Te preguntas qué tan rápido podrías lograr humedecer su entrepierna con tus dedos, si acaso le gustaría o lo harías de manera incorrecta, y un escalofrío de placer te recorre el cuerpo al imaginarla enseñándote lo que le gusta. Y te hace tener que alejarte de la gente para que no vean tu gigantesca erección. Manejas tu vehículo con prisas hasta una zona desierta de compañía humana y te detienes súbitamente, porque ya no puedes soportarlo. Desabrochas tu pantalón; pensar en tocar esa zona que tanto deseas y que sabes que es inalcanzable hizo que derrames algunas gotas, que generaron una mancha en tu ropa interior, y lo que es peor, verlo aumentó el fuego de la necesidad que tienes en tu cuerpo.

Te reclinas un poco y sin bajarte la ropa metes tu mano izquierda mientras cierras los ojos e imaginas que es ella quién palpa con sus dedos a esa extensión de tu cuerpo que parece un animal violento enjaulado, latiendo para que lo liberen. Te imaginas unos dedos temblorosos y te deleita la duda y la incertidumbre, el rol de virgen, contraria a la anterior de maestra. Todos tus sentidos se encienden con mayor intensidad cuando imaginas su mano extensa con lentos movimientos ascendentes y descendentes, generándote una descarga de deseo e impaciencia. La ves mirarte y sonreír con malicia, y comienzas a descubrir la verdad de su frívolo hechizo, pero nada te importa, sólo quieres que continúe. Se frena y al instante siguiente sientes su aliento tan cerca de la zona que los pelos de tu nuca se erizan.

Y en tu imaginación tienes los ojos cerrados y esperas. Un segundo, dos segundos. No sucede más nada, no puedes soportarlo más. Cuando empiezas a abrirlos sientes con violenta rapidez que lo llevó por completo a su boca, y eso te obligó a cerrar los ojos nuevamente con fuerza y arquear un poco tu espalda, acompañado de un gemido del indiscutible placer que estás sintiendo.

En la realidad alejas tu mano izquierda, bajas tu ropa y continúas con la derecha, se acerca tu clímax.

Sus labios y su lengua juegan con el contorno y la circunferencia de tu miembro en el interior de su boca, y eso te excita tanto que no puedes evitar gemir con ganas. Se acerca tu momento y la frenas; de ninguna manera las cosas pueden terminar así, ni en tu cabeza. La acuestas mientras miras su cara divertida, de saber que te tiene justo donde te quiere, y quieres luchar por desplazar ese poder hacia ti, así que besas su cuello con besos profundos pero suaves y comienzas a sentir que su respiración se va acelerando, aunque ella esté intentando disimularlo. Lleno de confianza, agregas la punta de tu lengua a la maniobra, sólo un instante, y un poco de tu aliento en el final de cada uno de ellos, a medida que con la yema de tus dedos recorres su estómago. Ella comienza a arquearse y a entrecortar su respiración. Comienzas a bajar. A sus hombros, a sus omóplatos sobresalientes; te detienes en el espacio de sus senos, tratando de decidir por cuál comenzar.

Te acercas al izquierdo, embebes de saliva el pezón con apenas un roce e inmediatamente te dedicas al derecho, de manera que el anterior esté lubricado cuando tus dedos comiencen a frotarlos y tirar de ellos suavemente. Ella pierde el control y comienza a gemir, la combinación de tu mano con tu boca parece gustarle. Pero no te detienes mucho, unos minutos después sigues bajando hasta su vientre y se retuerce, no puede evitar poner su mano en su boca para que nadie escuche el nivel de placer que le estás generando.

Tienes que frenar de tocarte, estás por terminar, y aún tienes mucho que imaginar.

Tus besos llegan a donde más deseabas, y descubres complacido que la zona se encuentra totalmente húmeda. Comienzas exhalando, tal y como ella lo hizo contigo y la contorsión de su cuerpo te indica que es un buen comienzo. Luego la punta de tu lengua, rozando apenas la preciosa forma de su clítoris. Ella tira de tus cabellos, ordenándote con ese gesto que continúes. Pero te mantienes impasible; al fin consigues doblegarla y que sucumba ante ti. Te suelta con frustración y continúas. Movimientos circulares, movimientos ascendentes y descendentes. Succión, apenas un mordisco suave en esos labios. Luego metes toda tu cabeza y a la carga. La estás desesperando, y no se espera para nada que uno de tus dedos comience a rodear la circunferencia de su vagina. Sientes sus manos agarrando con violencia las sábanas de éxtasis, así que mientras tu lengua continúa introduces la punta de tu dedo con lentitud y lo mueves como si intentaras llamar a alguien. Sientes su cuerpo tensarse por un instante, su vagina contraerse alrededor de tu dedo y a continuación de sus fuertes gemidos los espasmos propios de un excelente orgasmo. Te apresuras a llevar tu boca para beber todo ese placer que le provocaste. Esta vez vuelve a tirar de tu cabello con las dos manos, y se lo permites gustoso, pero ya no puedes aguantarlo más.

Comienzas a maniobrar tu miembro nuevamente, que se siente tan erguido que parece a punto de estallar.

Casi sin previo aviso te incorporas y la penetras con violencia, la sensación de su interior es indescriptible. Ella te abraza con sus piernas y rasguña tu espalda, y comienzas las estocadas para sentirla lo más profundo que te es posible, acelerando casi de inmediato, puesto que la urgencia prevalece, y la necesidad de sentirla a cada instante.

Y en ese segundo triunfal

Abres los ojos y ves tu mano derecha desbordada por la cantidad del líquido espeso que derramaste en tu orgasmo. Te limpias rápidamente y te acomodas la ropa aún sentado en tu vehículo. Prendes el motor y continúas camino rápidamente, preguntándote si habiendo tenido un placer tan grande sólo con la imaginación, su cuerpo real podría darte algo más increíble aún.

Te sientes contrariado de haber perdido el control para realizar semejante acción en un lugar tan peligrosamente público. Y sobre todo, imaginas ese final que la culminación de tu propio éxtasis no te permitió.

La miras y ella, con sus grandes ojos brillantes y una sonrisa perversa, se prende a tu cuello con sus brazos y dice con malicia "Te atrapé"; antes de que puedas comprender del todo, sella ese capullo de seda malévolo en el que te envolvió con un beso que termina de engatusarte.

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