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Tiempo de lectura: 3 minutos

Él siempre enciende mi libido, tal vez sea lo poco que me come o lo rico que lo hace pero, solo verlo me excita.  Hace un tiempo, presentó la opción del swinger y unos meses después acepté. Entramos a la discoteca para esperar el show de las 12 “Sexo en vivo” y acordamos de manera previa no interactuar con otras personas. La presentación fue insulsa, el chico carecía de pasión. Pero, ella era alegre, ni el mejor cuerpo, ni el mejor rostro solo una vibra arrolladora.

Viéndome absorta en el show, atinó a decir “yo haré exactamente lo que digas pero quiero que tú hagas todo lo que quieras” sonreí, e interiormente no sé bien porque, sentí ganas de mamárselo, llevarlo hasta mi sexo y tomarlo ahí sin pudor alguno, alebrestada y empotrada por esa verga que tanto me domina. El actor se acercó a la mesa bailó y agradecí distancia, pero cuando llego la chica él intento decirle que NO, en tanto yo continué instándola a bailarle. Me excito mucho verla jugar con él.

Hicimos el recorrido y realizamos un alto para ver y comernos. Solo él sabe besarme para humedecerme, ni otros labios ni otras vergas me han hecho sentir así y aunque intento disimular; siempre sabe cuando me tiene lista para ser puta, sedienta de su semen y anhelante de sus embestidas. Bajó con suavidad y sus labios en mi clítoris me sometían por completo, sentí mi cuerpo desvanecer, introdujo sus dedos con movimientos torpes y la magia acabó. Me penetró y ni esa verga perfecta logró recuperar la concentración.

Caminamos desde la terraza con dirección al salón voyerista vimos tres mujeres y dos hombres (grupo) teniendo sexo. Nos dedicamos a mirar. No se como, en un instante quise verlo allá, penetrando a la chica del lado que se beso con la actriz y lamía con tanta pasión sus tetas. Ella tenia unos senos preciosos y me gusto como él la miro. Me asustó ese pensamiento y quise irme.

La noche finalizó sin orgasmo alguno, él se molesto y ni siquiera dormimos juntos. Fue un amanecer lento. Al despertar, decidí que borraría eso de mi cabeza y me ocupe con intensidad todo el día. En la noche, tan regular como siempre, una lectura, una aromática, agradecer y dormir. Pero los sueños, los recuerdos de ese lugar, el anhelo de verlo jugar con la stripper y comerse a la vecina de asiento, me despertaron. Respire lento, me relaje, leí un poco más y traté de dormir de nuevo sin éxito.

La segunda noche igual y la tercera decidí no levantarme. Nos vi en la escalera mirando y luego a la vecina invitándonos. Le dije que fuera, desde su pene lo giré suavemente en dirección a ella. Agradeció, lo beso en señal de bienvenida y lo bajó lentamente con su teta en la boca, él me miró y sonreí. Se le veía el morbo con las tetas de ella sin dejar de mirarme.

Ella lo sentó, se lo saco, lo mamo y tras un par de minutos se perdió, sus sentidos empezaban a envolverlo y ella lucia en extremo dedicada. Mamaba con suavidad y buen ritmo, él empezó a tocarle la cabeza -conozco esa mirada y como sus ojos se blanquean- amo cuando se arquea así y con cada succión la arrechera lo hace más autoritario.

La retiró y contra la pared empezó a embestirla, sin compasión y con una fuerza desconocida para mí. Ella gemía indescriptiblemente y mis líquidos alcanzaban la entrepierna -bajé, necesitaba verlo así siendo otro y de otra, cerca- Ella gimió con lo último que le quedaba de fuerza y volteándose se arqueo y aferro a él con una pierna mientras sus espasmos se calmaban. Él me miró, toco mi vagina, chupo sus dedos y guiñó un ojo.

Cuando estuvo más serena la tomo por el pelo y la llevo hasta su verga; Con un rostro feliz a velocidad constante se dedico a complacerlo. Lo oímos resoplar y una mirada cómplice me invito a recibirlo, retiré el condón y bebí extasiada un coctel desbordante de semen. Al percatarse de que era yo, me abrazo y beso como nunca lo ha hecho y se recostó sin soltarme.

Ella se acercó tomando el pene de él, me dio un beso en la comisura de los labios y dijo “disfrútalo”, mientras enlazaba una nueva mano. Justo allí, sentí mi orgasmo con toda su biología, y me revolqué en mi cama. Solo existía el aquí y el ahora, sin comunicación ni intercambio de fluidos, únicamente energía y sosiego.

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