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En mi ruta de Mountain Bike
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Tiempo de lectura: 11 minutos

Me gusta practicar deporte y especialmente Mountain Bike. Actividad que desarrollo durante los últimos doce años. 

Empecé por casualidad, recuerdo que en el momento que comencé necesitaba una actividad para despejar mi mente. Estaba sometido a gran presión por mi trabajo. Después de años de experiencia y de dirigir delegaciones y departamentos, decidí dar el salto y cree mi propia empresa (estaba hasta los cojones de trabajar para los demás…), comenzando yo solo y a los seis meses incorporé un equipo. Equipo de mujeres en su mayoría (Es una actividad de alta cualificación y que generalmente atrae a más mujeres que a hombres desde la universidad y en el desempeño posterior). Nos cambiamos de oficina, estábamos creciendo. Aquí comenzó a hacerse todo más complejo: la búsqueda de nueva oficina más grande, búsqueda de proveedores, materiales de oficina, incorporación de alguna persona más, etc. Asimismo, la relaciones internas con el equipo se hicieron más complejas al ser mayor éste.

Total, que llevaba al menos un año con un nivel de presión y estrés muy alto.

Como no conocía el mundo de las Mountain Bike, un día me fui al Decathlon en un gran centro comercial y después de mirar un poco me compré una de las mejores que tenían (para los que conozcan ese mundo, sabrán que allí tampoco hay maravillas…). Recuerdo que un hombre que estaba también viendo bicis al ver mi rapidez y decisión al comprar una de las mejores, me comentó que, se ve que no tienes problemas de dinero (me llamó la atención y se me quedó grabado a la vez que pensaba, pero si a este señor no lo conozco de nada…).

Desde entonces hasta hoy, soy asiduo y suelo realizar, al menos, tres salidas cada semana.

He de reconocer que me encanta y además de mantenerme en forma, me despeja y airea la mente. De hecho, dadas las obligaciones familiares y laborales, diría que en esos momentos es cuando soy realmente yo. Fundido con el entorno mientras pedaleo y conectando con la parte más olvidada de mí mismo.

Una de mis rutas preferidas y que me conozco al dedillo es una famosa ruta de mi ciudad que está en la montaña y muy cerca la misma. Atravieso la ciudad y me pongo allí rápidamente.

No suelo ser de los que salen en grupo. Me gusta ir a mi aire y sin depender de los demás. Como dice un colega de profesión soy un “lobo solitario”.

Es una ruta en la que se comparte camino con runners y otros ciclistas.

Durante el recorrido, que suele ser a velocidad alta, puedo apreciar a las personas con las que me cruzo e incluso imaginarme un poco quiénes y cómo son. Solo hay que ser un poco observador durante el breve instante del cruzamiento o avistamiento. Igualmente, algunos que somos habituales ya nos conocemos de “vista”.

Especialmente, me llaman la atención las mujeres y las chicas más jóvenes. Algunas con atuendos deportivos realmente sugerentes y otras más casual.

Es habitual que suelan llevar prendas ajustadas, tanto si son runners como si van en bici. Maillots muy ajustados y culottes, también, totalmente ajustados.

Es un espectáculo visual. Incluso diría que, alguna puede ir a buscar algo más que realizar una actividad deportiva. Recuerdo que vi, hace un mes, a una chica de unos 19 años, aproximadamente, con un culotte claro tan ajustado que se le marcaban totalmente los labios externos de su vagina. Recuerdo que cuando la vi, pensé, coño si esa chica no lleva bragas, y tuve que hacer un esfuerzo para no darme un trastazo con la bici.

Precisamente esta semana, todavía apurando los últimos días de vacaciones, realizando una de mis salidas en esta ruta, que suelen ser por la mañana, temprano, y cuando el sol (si lo hay) es suave, me cruce con una runner, o en este caso diría que era más una paseante, porque no corría, iba caminando.

Era una chica de unos 22 años, piel clara, cabello ligeramente ondulado (por debajo de los hombros), ojos claros, esbelta, 1,70 de estatura, aproximadamente.

Sobre todo, me llamó la atención que vestía con una falda de tubo, un palmo por debajo de la rodilla y con apertura lateral. Con camiseta blanca ceñida, pero no excesivamente. Era un atuendo muy de ciudad para estar caminando por esta ruta.

Como es habitual, yo con mi casco, gafas (en este caso transparentes porque estaba nublado), maillot (un poco llamativo…) y culotte, y por supuesto la bici.

Cuando la vi, primero a unos veinte metros de distancia, me llamó la atención, tanto por su silueta como por su vestimenta. La miré a los ojos y sostuve la mirada cuando estuvimos uno a la altura del otro. Para mi sorpresa, ella también me miró fijamente a los ojos (con una mirada que transmitía curiosidad) y mientras andaba y yo pedaleaba sostuvimos nuestras miradas unos dos o tres segundos, hasta que pasé de largo y la dejé atrás.

Pensé, que chica tan guapa, si podría ser mi hija… Era realmente guapa y tenía una mirada cándida como angelical. Por eso me sorprendió su arrojo al mantener la mirada fija en mí. Esto no suele ser habitual. Las miradas (en este tipo de situaciones), si se dan, a menudo suelen ser fugaces, evitando el compromiso que pueden llegar a implicar si se mantienen.

Llegué a mi casa, me duché, desayuné (suelo salir sin comer nada y en mitad de la ruta como una fruta y una barrita energética) y abrí el ordenador para responder algunos mails y estar al tanto de novedades/incidencias del trabajo. En este caso no tuve que hacer ninguna llamada telefónica. Aunque estaba apurando los últimos días de vacaciones, siempre tengo que estar conectado por lo que pueda pasar.

El resto del día lo pasé haciendo las cosas habituales en estos días de ciudad y habiendo dejado atrás los días de playa y sol: comer con la familia, ver alguna serie de Netflix o HBO (es decir permitiéndome el gusto de holgazanear…) que son las aplicaciones que suelo utilizar, hacer la compra de la semana (es el día de la semana que suelo realizarla), leer y releer algún libro, etc.

A la vez que hacía estas cosas no dejaba de pensar en la chica de la falda de tubo con la que me había cruzado por la mañana. Pensaba si me la volvería a encontrar a la mañana siguiente en mi ruta mañanera. Pensaba, Nando no sé porque piensas en esa chica si no la volverás a ver y además podrías ser su padre… Estás hecho un viejo verde… He de reconocer que estaba inquieto y excitado.

Al día siguiente, me levanto temprano, preparo la bici, la limpio, la engraso y me preparo para salir.

Aunque temprano, es una mañana soleada (abro en la aplicación del tiempo del móvil y observo que será un día caluroso y con sol toda la mañana) por lo que decido utilizar las gafas oscuras.

Salgo y atravieso la ciudad. A estas horas suele haber poco tráfico y más en estos días. Al rato llego a la ruta en la montaña. Como es habitual poca gente ya que es temprano.

Pienso, si la veo como la voy a reconocer… Para mi sorpresa, en mitad de la ruta y yendo a una velocidad rápida veo una silueta de espaldas que era idéntica a la del día anterior, falda de tubo (gris) y camiseta blanca. Lástima, no la puedo ver de frente.

Paso por su lado y aprovecho para realizar una breve mirada hacia mi derecha. Aunque ya lo sabía por la ropa, pienso, si es ella. Pero ella no puede verme. Quizás sí. Me ha visto pero una vez que estoy por delante de ella y por mi espalda (también yo llevo el mismo maillot y culotte que el día anterior).

Continúo unos diez kilómetros, pensando en ella, avanzando en la ruta, con buena temperatura, bastante polvo por el calor (a pesar de ser temprano) y la tierra al levantarse a mi paso.

Decido pararme y aprovechar para beber agua de una fuente, hasta que me sacio totalmente como si hubiera realizado una travesía en el desierto. Me siento y saco mi pieza de fruta mirando el paisaje y saboreando el momento y a continuación me como la barrita energética. Ya vuelvo a estar como nuevo y reanudo, volviendo a la ruta sobre el camino andado.

A la media hora de ruta, y saliendo de una curva diviso a unos veinte metros a la chica con falda de tubo. Ya de frente. Mi corazón se acelera y siento como la sangre palpita en mi sien bajo el casco. En ese momento pienso muy aceleradamente, sobre lo que voy a hacer, ¿paso de largo, la miro y no le digo nada o me paro y le digo algo? No sé qué hacer.

Cuando estoy muy cerca de ella, a unos diez metros. Decido que la miraré y seguiré mi camino, total si puedo ser su padre…

Cuando llego a unos dos metros de ella, de repente me da un impulso alocado y freno la rueda trasera, con un frenazo seco y que hace que ésta se arrastre inmóvil por el camino, con un ruido intenso y levantando gran cantidad de polvo. El frenazo me detiene a su altura, a su lado.

Veo sus ojos abiertos de par en par con una mirada de sorpresa y cara de susto.

A la vez, inmóvil como estoy y fruto del nerviosismo de la situación, que yo mismo he provocado. Me caigo hacia un lado como un peso muerto (como en cámara lenta). Llevo las zapatillas ajustadas a las calas de los pedales e intento quitármelas para poner pie en tierra, no puedo. Tengo una caída suave pero aparatosa. Quedo totalmente tumbado y con los pies ajustados en sus calas.

Pienso, la he cagado. Se va a pensar que estoy loco o que soy un viejo verde violador…

Tal como estaba aprovecho para sacar los pies de las calas e intento reincorporarme como puedo, lleno de polvo y con una rozadura en la rodilla derecha, con la que he amortiguado mi caída.

Mientras intento reincorporarme, ella se dirige hacia mí, agachándose e intentando ayudarme a levantarme. Me coge de un brazo y me ayuda, hasta que estoy de pie.

Ella: ¿Se encuentra bien?

Yo: Sí estoy bien, no te preocupes, ha sido una caída tonta, sin importancia. No sabía qué decir.

Ella: Silencio y mirándome a los ojos y con cara de sorpresa y curiosidad.

Yo: Te pido disculpas, no sé qué me ha pasado, he dado sin darme cuenta al freno y veo que te he asustado, para colmo me he caigo como si fuese un novato con la bici…

Ella: No se preocupe, lo importante es que esté bien (con cara de niña buena y una sonrisilla). Ha sido una buena ostia…, dice.

Yo: No, ha sido poca cosa. En alguna ocasión la he tenido bastante más fuerte. Si yo te contará alguna de las caídas que he tenido…

El sitio dónde habíamos coincidido y se había producido mi “fatal” frenazo y caída, era una breve recta en el camino, entre dos curvas, y al lado nuestro (mi izquierda y su derecha) había como una explanada o recodo, recubierta de árboles. El sitio perfecto dónde poder hacer una meada u otra urgencia, ante un apretón puntual. Allí, también había un tronco grande y grueso, como caído de los árboles de los alrededores y que estaba sin ramas, seco y bastante pelado (supongo que por el paso de los años).

Ella: Si quiere vamos allí y se sienta, mientras se recupera (indicando hacia el tronco horizontal en el suelo).

Yo: Si, es buena idea, gracias. Por cierto me llamo Fernando, Nando para los amigos.

Ella: Yo soy Martina. Tina, para los amigos (con cierta sonrisilla).

Yo: Tina, ¡pero llámame de tú!, que tampoco soy tan mayor… (yo pensando, si podría ser mi hija…).

Tina: ¿Le, bueno…te duele mucho?

Y mientras decía esto, me miró fugazmente, de pasada, mi paquete. Con el culotte y su esponja protectora interior, el tamaño del paquete se hace considerablemente grande y más si lo que esconde también lo es.

Yo: La rodilla y la cadera, algo, pero se va pasando y más aquí sentado contigo.

Ahora que, a su lado, podía verla con todo detalle: su piel es clara, como si no hubiera tomado el sol durante el verano, sus ojos grises, su nariz alargada y recta, su labio superior fino (como a mí me gustan. Me vuelven locos los labios finos. Generalmente-por mi experiencia- suelen indicar que la persona es introvertida/reservada, con carácter y determinación. Incluso con un punto de mala leche) y el inferior normal. Sus tetas, bajo su camiseta blanca, son más bien pequeñas con los pezones sobresaliendo bajo el algodón y de modo desafiante (como buscándome). Sus piernas, también de piel clara, se aprecian por la apertura lateral de su falda y que sube un palmo por encima de la rodilla, son esbeltas y bien definidas, como si practicase mucho deporte (será por gimnasio, seguramente, sino serían más morenas).

Yo: Y cuéntame Tina ¿qué haces sola caminando por esta ruta? Ayer, te vi y también ibas sola.

Tina: Si, yo también te vi (con media sonrisa y desviando la mirada para, pasando por mi paquete, dirigirse hacia el suelo). Hemos venido una semana de vacaciones, con mis padres. Estamos alojados en el hotel X. Está muy cerca de aquí, como escondido en la montaña.

Yo: Si, lo conozco, en estado en alguna convención de empresa. Es un hotel de lujo. Estaréis de fábula en él.

Tina: Si es muy bonito y tiene de todo, pero está un poco alejado de la ciudad y como he venido con mis padres. Aquí no conozco a nadie. Por eso, aprovecho por las mañanas para pasear por aquí. En la recepción del hotel me han comentado que este camino suele ser muy frecuentado por deportistas y que está muy bien para caminar y ver, desde aquí, toda la ciudad. Pues te has pegado una buena leche… ¿Te duele aquí?

Diciéndome esto alarga su mano como si fuese un pajarillo volando y la sitúa en mi rodilla derecha que está ligeramente rozada por la caída, para indicarme el lugar.

Yo: Algo, pero no mucho y menos ahora.

En este momento, mi polla crece dentro de mi culotte, haciendo que mi paquete sobresalga más que antes. Ella, mantiene su mano en la rodilla y desplaza, otra vez, la mirada desde mi rodilla, hacia mis ojos. En el camino, su mirada se para un segundo en mi paquete, segundo en el que sus ojos se abren más.

Me dejo llevar por un calentón repentino y alargo mi mano derecha hacia su pierna, sin decir nada y mirándola a los ojos. Observando su reacción. Siempre estoy a tiempo de retirarla (pienso). Ella no dice nada, me mira a los ojos muy intensamente. Veo que las aletas de su nariz se abren más, como si quisiera tomar más aire.

Desplazo la falda, por la parte de su apertura derecha, y la subo por encima de su pierna, dejándola al descubierto un palmo por debajo de las inglés. Qué belleza de pierna, esbelta, torneada, suave. Desplazo mi mano por su pierna hasta llegar a sus braguitas blancas. Toco, por encima de las mismas, su vagina suavemente con los cuatro dedos de la mano, con suaves movimientos hacia arriba y abajo, tanto verticales como giratorios. Está depilada, por la suavidad del desplazamiento. Introduzco mis dedos índice y anular dentro de su coño. Conforme los introduzco se va empapando y cierra los ojos. Sigo con mis movimientos. Sus piernas se abren y se cierran. Abre los ojos y mira hacia el camino (la ruta de arena). Está nerviosa.

Tina: Nando, vamos hacia allí (señalando a los árboles del fondo) que aquí nos puede ver alguien.

No digo nada, simplemente me levanto junto a ella, cojo mi bici y la sigo.

Llegamos a los árboles, totalmente alejados del camino y de las vista de ciclistas y runners.

Nos introducimos un poco más hacia dentro, dónde no nos da la luz directa del sol, ya que estamos resguardados por los árboles. Dejo caer mi bici (o casi la tiro…).

Cojo a Tina por la cintura, la acerco hacia mí, noto la presión de mi polla sobre su monte de venus. Le doy un beso profundo. Ella me besa, a su vez, profundamente. Nuestras lenguas se frotan y entrelazan con fuerza. Toco con la punta de mi lengua las encías internas de sus dientes y la desplazo para abarcarlas, para volver a chupar su deliciosa lengua. Ella succiona la mía y yo la suya. A la vez con mis manos agarro fuerte su culo, lo aprieto y masajeo. Ella, dirige su mano hacia mi polla, por encima del culotte, la palpa y luego la introduce dentro, tocándola suavemente, primero y con presión, después. Coge mi polla con su mano, cerrándola aunque le queda ligeramente abierta, y comienza a realizar un movimiento de arriba abajo, con ritmo lento. Yo a su vez desplazo mi mano derecha, mientras mi izquierda continúa en su culo, hacia su teta derecha. Se la toco y masajeo en movimientos circulares. Como intuía, no es grande, pero está muy bien, su pezón es duro como una piedra y está erecto. Realizo movimientos circulares en su pezón con mis dedos a pulgar e índice. Su pezón, está todavía más duro. Tiene los ojos cerrados y se arquea ligeramente hacia atrás, mientras sigue pajeándome suavemente.

Tina: Nando, me estás poniendo como una moto. Me encanta tu polla. Quiero que me folles, ¡ya!

Vaya, con Tina, si que es lanzada (pienso).

Yo: Tina, te voy a follar como nunca te han follado.

Diciéndole esto, le subo la camiseta por encima de sus brazos y retiro su falta por los pies. Está en braguitas y se las bajo también por los pies. Totalmente depilada, con la piel clara y esos ojos grises y sus pezones apuntándome agresivamente, parecía una diosa griega, de mármol.

Ella me retira el maillot, abriendo la cremallera y sacándomelo por los brazos. Me baja los tirantes de los hombros y baja el culotte por los pies, hasta que también estoy desnudo (cuando voy en bici nunca llevo calzoncillos).

Me mira fijamente mi polla y se pasa la lengua por los labios. Relamiéndose.

Tina: Nando, para tu edad estás muy bien. Vaya pollón que tienes.

Mi polla está totalmente erecta, en dirección a mi ombligo.

Tina: Antes de follar quiero conocerla más.

Me vuelve a coger la polla con su mano derecha. Acaricia con el pulgar y el índice mi glande con suaves movimientos y como dando cuerda a un reloj. Me realiza suaves masajes con su pulgar sobre la punta de mi capullo. Se agacha y se la introduce entera en la boca, hasta la campanilla. Agarro con mis dos manos su cabeza. Ella succiona mi polla con su boca. Deja caer su saliva y la devora. Sus movimientos empiezan a ser fuertes y de subida y bajada, mientras la acompaño con mis manos.

Yo: ¡Para Tina, que como sigas voy a llegar!

Levanta su mirada de mi polla y me mira a los ojos.

Tina: Pueghh, vamos a follar que la quiero toda dentro (con voz glotona y atragantada).

Vaya con Tina, no tiene pelos en la lengua (y nunca mejor dicho).

La tumbo en el suelo poniendo su falda debajo (para que no le pinchasen los restos de sotobosque). Cojo un preservativo de mi pequeña caja de herramientas de bici-una cámara de repuesto, una bomba de aire, un tronchacadenas y un preservativo- (hay que ser precavido…). Me lo pongo con rapidez, y sin decir más, le meto la polla en su coño con un movimiento profundo, seco y fuerte. Sus ojos abiertos como platos y con las piernas totalmente abiertas en V (al máximo), realiza un fuerte suspiro. Aaagghhh.

Tina: ¡Métemela toda! Paaapiii (con voz desenfrenada y alargada).

Lo de Papi me pone aún más y comienzo con unos movimientos frenéticos y con toda la fuerza que puedo. El interior de su coño, húmedo y humeante. Realizo unas cuantas envestidas con furia e ímpetu. Ella me acompaña empujando hacia arriba y gimiendo: Ahh, así, así, más, más… Se arquea totalmente como poseída, por encima del suelo y se corre con pequeños espasmos continuados de su cuerpo. Ah, Aaggh. Su corrida y espasmos me estimulan y sigo penetrándola con fuertes embestidas, sin querer que frene sus espasmos.

Tina: Sí, sí, sí, así, así, así. Aah

Yo: ¿te gusta?

Tina: Sí, me encanta. Dame más.

Yo que estoy al máximo, realizó un último empujón y me meto un pollazo tremendo con el que me corro también.

Tina: Aaag. Si, si, si… Ah

Tiene otra corrida brutal, ésta a la vez que yo.

Nos quedamos uno encima del otro, tranquilos, relajados. Acerco mi cabeza a su teta derecha. Oigo el palpitar de su corazón. Pom, pom… pom, pom… pom, pom…

Ella está callada y con ligeros suspiros. Más ligera.

Estamos así un rato callados y disfrutando del instante. Oyendo los pájaros y el ruido de fondo de alguna bici que pasa a toda pastilla.

Tina: Nando, ¡cómo follas!…y ¡has aguantado eh! (con un tono de picardía).

Yo: Pues tu no quedas corta, pensaba que tenías menos experiencia. Tienes pinta de angelito, pero ¡eres una tigresa…

Tina: Jajaja. (con una risa abierta, franca y libre).

Comenzamos a vestirnos y a quitarnos los restos de ramitas del suelo y arena.

Salimos del interior de los árboles, acercándonos a la explanada.

Yo: Tina, ¿Mañana nos volvemos a ver por aquí? Me encantaría…

Tina: A mi también, pero no lo sé. Nos quedan dos días en la ciudad y no sé que planes tienen mis padres. Si puedo estaré por aquí hacia la misma hora.

Yo: Por cierto Tina, ayer cuando te vi me llamaste la atención, además de preciosa estás muy buena y me miraste al igual que yo, pero no me hacía muchas esperanzas, porque, sinceramente, pensaba, y sigo pensando que podrías ser mi hija. ¿Por qué te has fijado en mí?

Tina: Nando, a mí me gustan maduros… Los chicos de mi edad son gilipollas y sólo piensan en ellos. Por eso antes te he llamado Papi y además estás muy bueno, por eso me he fijado en ti.

Al día siguiente nos volvimos a ver y también su último día de vacaciones en la ciudad y lo celebramos de forma apoteósica en nuestra ruta. Me hubiera gustado estar más con ella, pero tanto por mí como por ella, no fue posible.

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