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En mi casa con mi amante
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Parecía que aquella tarde fuera a ser como cualquier otra.

Sentada frente a mi computador miraba la pantalla sin verla, los números y las letras bailaban en ella, no me decían nada… definitivamente el trabajo no me rendiría si seguía así, no estaba al cien.

Por eso decidí envolverme en un grueso abrigo y salir a caminar sin rumbo fijo bajo las negras nubes que amenazaban romperse en cualquier momento.

No había caminado más de veinte cuadras cuando comenzó a lloviznar y no llevaba paraguas así que decidí entrar en un café para resguardarme.

Pedí un café grande, me quité los guantes y me calenté las manos con la taza, después de un par de sorbos me dediqué a mirar la gente en el lugar.

Desde donde estaba sentada no alcanzaba a ver mucho, solo unas cuantas parejas aquí y allá…

De repente escuché detrás de mí una voz bastante conocida pero que en un primer momento no logré ubicar, la cual me decía hola.

Mi cabeza giró 180 grados y mi mirada comenzó a recorrer a esta persona de abajo hacia arriba; parecía una de esas escenas de película romántica en las cuales los personajes se encuentran frente a frente después de haber tenido un encuentro.

Era Valente, protagonista de mi relato anterior y por consiguiente de buenos momentos placenteros de un pasado no muy lejano.

Por unos minutos no atiné a contestarle el saludo, solo lo miré a los ojos completamente incrédula, ya que pensé que aquel acostón de la fiesta se había quedado ahí, ¡en solo un acostón!

V: ¿No vas a saludarme?

K: Si, Valente, lo siento, es que me tomas por sorpresa. ¿Cómo has estado?

V: ¿Bien y tú?

K: Bien, bien, pero por favor siéntate, ¿quieres tomar algo? ¿Estas con alguien?

V: No, estoy solo al parecer igual que tú… que coincidencia encontrarnos en este lugar.

K: No creo en coincidencias, pero esta es una de las buenas, ¡me alegro mucho de volver a verte después de ese día de fiesta jajá!

Yo solo de acordándome de ese día me sonrojé a pesar del frío y fue inevitable bajar la mirada.

La verdad Valente me había cogido muy rico y aunque ese día no planeaba nada, ¡un buen ratito con el me caería muy bien!

V: Como olvidar ese día, ¡no puedo creer que haya sido capaz de tenerte en una cama!

K: Si, ¡y disculpa por no responder el teléfono la verdad pensé que todo quedaría ahí!

V: No pasa nada, sé que eres casada, acabo de regresar hace unos días y me estoy quedando en casa de un hermano antes de regresar a mi ciudad.

K: ¿Y qué haces justo por este sector el día de hoy?

V: La casa de mi hermano queda allí al frente.

K: Tan cerca y no lo sabíamos, yo vivo desde hace un año cerca de acá.

La conversación se quedó en uno de esos incómodos silencios por unos segundos los cuales fueron suficientes para que nuestros ojos se cruzaran y se dijeran mil cosas.

Estaba supremamente guapo, tal vez más que la última vez que lo había visto, sus dedos jugaban en el borde de la taza… admiré sus manos fuertes y deseé que se posaran sobre mí para darme calor.

En mi mente solo venía a la cabeza la imagen siendo penetrada por él y de su grande y rico pene.

V: ¿En qué piensas nena?

K: ¡La verdad en lo rico que la pasamos en la fiesta!

V: ¡Supongo que tu marido aun no es pieza para ti!

K: No digas eso, él no es tema ahorita

Decidí que lo mejor era regresar a mi casa, mi marido llegaría tarde y los niños estaban con mis padres, así que quería relajarme un poco, me despedí de Valente, ¡pero él se ofreció a acompañarme a mi casa!

Dejé de sentir frío cuando comenzamos a caminar uno al lado del otro, dentro de mí un fuego muy poderoso me quemaba, el fuego de un deseo que creía olvidado pero que resurgía con más fuerza.

Abrí la puerta y lo invité a pasar, nos sentamos en la alfombra junto a la ventana y continuamos con nuestra trivial conversación sobre el clima y lo que habíamos hecho aquella fiesta de ex compañeros.

De un momento a otro me besó en la mejilla y yo sin demora giré mi rostro hacia el suyo y nuestros labios quedaron pegados varios minutos.

Nos miramos fijamente y cual, si estuviéramos conectados, empezamos a besarnos con más deseo a pasar nuestras manos por el cuerpo del otro, no importaba que estuviéramos en mi casa, ¡ahora mi deseo era incontenible!

Comenzamos a despojarnos de nuestra ropa rápidamente, acariciándonos sin demora, ¡como para recuperar el tiempo perdido!

V: ¡Mmm!!… como extrañaba tu piel, tu aroma…

K: ¡te deseo tanto!

Y diciendo esto me coloco en cuatro patas como una perrita deseosa de sentirlo de inmediato y levanto mi trasero hacia su cara, hizo mis bragas húmedas las cuales son la única prenda que aún conservo puesta y separando mis nalgas comienza a pasar sus dedos por la vagina primero y por el culo después impregnándolo por completo con mis flujos para así introducir un dedito suavemente por allí.

El siguiente paso, la lengua, tanteando apenas con la punta para comprobar el efecto que producía en mí, la pasa tímidamente de la conchita hasta el ano, tan delicadamente que me sentí morir.

Me baja las bragas por completo dejándolas a la altura de mis rodillas, el termina de desnudarse también, yo lo observo por encima del hombro.

V: Como me gusta tu espalda, ¡y ese culo tan rico, que banquete tan inesperado voy a darme!

K: ¡Cómetelo entero… que esperas…!

El ni corto ni perezoso arremete contra mis nalgas lamiéndolas, mordisqueándolas y separándolas con sus grandes manos, masajeándolas en círculos, encendiéndome aún más, haciéndome gemir y jadear de manera incontrolable para lo cual él es un completo experto.

Mi culo está completamente dilatado por sus caricias y lametones.

Estoy tan excitada que mi vagina parece a punto de explotar de tan hinchada y húmeda que se encuentra, gotas de sudor descienden por todo mi cuerpo y siento que el momento del orgasmo se aproxima, pero él se detiene y se separa un poco de mi cuerpo, ¿que espera? me pregunto y pego mi trasero a su verga para frotarme contra ella.

V: ¡Quieres que te al clave en el culo!

K: ¡Si!! ¡Ya la quiero!

V: ¡Prepárate entonces para una nueva embestida!

Me da escalofríos recordar lo doloroso que es al principio, ¡pero el deseo le puede al miedo y me coloco en posición de recibir su verga curva de nuevo dentro de mí!

Comienza a introducir la punta poco a poco y luego el resto, ¡siento que todo da vueltas y quedo apoyada en los codos debido al dolor a pesar que él ha sido tan cuidadoso!

Empiezo a gemir, pero poco a poco me voy acostumbrando de nuevo a este intruso tan bien conocido y querido hasta el punto que yo misma comienzo a moverme hacia delante y atrás pegando mis nalgas contra la parte baja de su abdomen.

Siento sus bolas chocar contra mi vagina y el dolor se torna poco a poco en placer, me apoyo en mis manos nuevamente para darle más firmeza a mis movimientos, ¡moviendo mis caderas en círculos y de vez en cuando acariciando sus testículos para agradecerle por todo lo que me está haciendo gozar!

V: ¡Que rico culo, uhm!

K: Ah, si, ah, mas, ¡dame más!

Jamás pensé en estar en mi casa con otro hombre y haciendo anal, que rico sentía sus embestidas, me tenía toda empalada y jadeante.

Se sentó en la cama y me pido subiera, yo subí de frente ensartándome sola y dejándome caer en su verga grande, me dolía, ¡pero con el paso de los movimientos me acostumbre a todo y ahora lo cabalgaba con mucha fiereza!

V: ¡Si, así que rico te mueves nena!

K: ¡Ah, si nene, uhm, que rico, ah!

Sus gemidos se van haciendo más y más fuertes, me apretaba las nalgas moviéndome más rápido, nos besábamos me mordía las tetas, ¡la verdad me culeaba riquísimo!

Me acostó boca arriba y levanto mis piernas, ¡yo las abrace dejando mi culo abierto para el!

Tomo vuelo y me la metió haciéndome sacar un grito de loca, sentía que no podía respiras, me dolía muchísimo, sentía que me sacaría la comida, pero no quería que me la sacara.

K: Que rico, uhm, ah, si así, me duele, ¡uhm!

V: Nena, eres la mejor, uhm, ¡que rico culo!

El me embestía muy fuerte, yo escurría de mi vagina, ¡sus gemidos eran fenomenales anunciándome que él está a punto de correrse!

Así fue, me inundó los intestinos por completo con chorros de espesa leche que parecía que no fueran a terminar, que sensación más deliciosa, sentí una oleada de calor como no había sentido en mucho tiempo.

Supliqué en silencio por sentirlo unos segundos más y como a buen entendedor pocas palabras apretaron aún más mis caderas pegándose más a mi sin dejar de moverse hasta hacerme estallar.

K: Que rico, uhm, ¡que rica leche!

V: ¡Ah!! Nena que rica, uhm, ¡que rico culo!

Desde ese memorable día nos encontramos el primer viernes de cada mes en su casa o en la mía para repetir y probar cosas nuevas.

Kai

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