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En mi auto con mi novia y nuestro amante radiólogo (parte 4)
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Subimos a mi auto para ir al departamento de nuestro amante, pero mi novia quiso ser pasajera detrás, con Fede, por supuesto. Y yo hice de chofer. No quedaba tan cerca, los vidrios del auto eran polarizados y de afuera no se veía casi nada.

Apenas arranqué, Fede y Luli se prendieron en un morreo apasionado que derivó en lujurioso, él metiéndole mano entre sus pechos generosos y ella manoseando su bulto como queriéndolo arrancar de su pantalón, que no tardó en desabrochar y bajárselo, mientras él levantaba sus caderas para que se lo sacara. No me perdía detalle de lo que pasaba en el asiento trasero e iba muy despacio por calles laterales, para no usar avenidas iluminadas.

Rápidamente Luli se apoderó de la pija de Fede y se la empezó a lamer desde el glande hasta los huevos en un sube y baja exasperante, que puso a gemir y bufar a nuestro macho como un potro. Mi novia lo miraba a los ojos mientras se comía su glande con glotonería y cada tanto desviaba la mirada al espejo retrovisor para verme a los ojos y lanzarme besitos, para luego seguir con su espectacular mamada.

Varias veces se la tragó toda, despacio y con mucha delicadeza, la dejaba juguetear en su garganta unos segundos y se la iba sacando tan lentamente que me ponía como un burro. Fede era muy aguantador y no se corría, pero su miembro hacía rato que chorreaba líquido seminal casi cristalino que Luli se tragaba con avidez. Dejó de chuparle la pija, para empezar a lamer sus abdominales, sus pectorales, chuparle los pezones duros, lamerle las aureolas y su cuello, hasta llegar a su boca para prenderse en un chuponeo fenomenal de lengüetazos, succiones y gemidos.

-¿Te lo vas a coger acá en el auto?, no pude evitar de preguntarle.

Respondió asintiendo y gimiendo sin dejar de besarlo y sobarle la pija enhiesta que la esperaba. Simplemente levantó algo su minifalda, mostrándome su concha empapada y de un salto se montó a horcadas en nuestro semental, metiéndose su poronga de un saque en la vagina ansiosa y estremeciéndose en un aullido de placer.

Se quedó quieta unos instantes, lo miró a los ojos, mientras Fede le bajaba los breteles de su camiseta para después chuparle y estrujarle los pechos. Luli se arqueó hacia atrás loca de deseo y empezó a menearse en un vaivén de campeonato, tomándolo de la cabeza y mirándolo como perra en celo.

-Más, más, dame más, le pedía y Fede le correspondía alzando sus caderas para metérsela bien a fondo en su concha desesperada. Más se alzaba el macho, más se meneaba ella, hasta que tuvo uno de los orgasmos más largos y ruidosos que yo le haya visto y escuchado, desplomándose agotada sobre el hombro de su amante.

Él muy despacio la tomó de la cara, la miró a los ojos y la besó con desenfreno, retomando sus embestidas hacia arriba y atrayendo sus nalgas hacia su cuerpo para que le entrara más y más su poronga incansable. Eso la hizo calentar de nuevo y mi Luli acompañó las acometidas con meneos y contracciones, gimiendo, resoplando y aullando con voz ahogada, siempre pidiendo más y más, cógeme más, métemela más adentro, no pares nunca, decía enloquecida de placer y deseo.

Él le tragaba la boca, le chuponeaba las tetas y le decía que se la cogería toda la noche, todo el día y todo el fin de semana. Ella gritó:

-¡Siií! Dame con todo, soy toda tuya, dame más, tu pija me vuelve loca, la quiero toda para mí, cógeme, no dejes de cogerme, y se volvió a correr, estremeciéndose como una yegua alzada, provocando que Fede acabara dentro de su vagina varios chorros de semen:

-¡Ah, ah, ah, ah, ah, aaah!, gritó el potro cerrando los ojos y atrayéndola hacia su cuerpo.

Yo estaba agitadísimo, pajeándome con la mano izquierda encima del pantalón, sin soltar el volante y sin saber ya qué hacer. Pude contenerme, aún no sé cómo, y manotear un manojo de toallas de papel que llevaba en la guantera para dárselos y que se pudieran limpiar y secar.

-Estacioná donde puedas en esta cuadra, me pidió Fede, mientras Luli lo desmontaba, muy a desgano.

Él se dedicó con esmero, prolijidad y delicadeza a limpiar y secarle las piernas y la vagina chorreante con una mano, mientras con la otra hacía lo mismo con su pija, increíblemente aún parada, sus huevos y sus muslos, además del asiento. Se subió y abrochó el pantalón y le acomodó la remera y la pollerita a mi novia, que estaba exhausta recostada en su hombro y mirándome a los ojos por el retrovisor.

Estuvimos más de cinco minutos dentro del auto estacionado, hasta que nos calmamos los tres, bajamos y entramos al edificio. Por suerte, no había nadie en la entrada y entramos al ascensor para subir al piso 12, donde vivía Fede.

En el ascensor Luli me acarició, me miró a los ojos, me susurró te quiero mucho al oído y me besó con mucha dulzura, mientras Fede apoyaba su bulto entre mis glúteos, yo me apretaba a él tomándolo de una nalga y con la otra mano le tocaba el culo a mi novia. Justo cuando paró el ascensor en el piso 12, Luli me hizo girar la cabeza para que besara a Fede en la boca, cosa que hice con mucha pasión, mientras él trababa la puerta del elevador para que no se cerrara.

Así, apretados y franeleando entre los tres, entramos a su palier privado, y nos quedamos varios minutos besándonos, sobándonos y gimiendo, con un placer interminable, intercambiando nuestra posición varias veces, hasta que Fede pudo abrir la puerta y entramos, casi cayéndonos, a su pent-house, donde nos recostó contra la puerta del lado interior y nos fue morreando y sobando de a uno, mientras lo besábamos, abrazábamos y acariciábamos.

-Pónganse cómodos que voy a encender el jacuzzi así nos lavamos bien y nos relajamos, nos dijo. La casa y yo estamos a disposición.

Ponernos cómodos fue desnudarnos entre los dos con Luli y volver a besarnos y franelear, porque yo estaba por estallar de la calentura.

-No te la voy a tocar ni a chupar porque vas a acabar enseguida, me dijo la muy turra.

Puso mi camisa en un amplio sofá, me recostó sobre la camisa y me montó en pelo. No duré ni dos minutos con sus meneos y acabé varios chorros en su concha jugosa y ávida. Se recostó sobre mi pecho, me besó varias veces con pasión, me dijo te quiero varias veces y me preguntó si estaba enojado.

-Para nada, le contesté, estoy re caliente.

-Se te nota, me respondió, porque no se te bajo la pija.

-Él me gusta mucho, me lo quiero coger todo el día, vos sabés que te quiero, pero Fede me recalienta, no lo puedo evitar y no puedo parar.

-A mí también me gusta un montón, le dije mirándola a los ojos, quiero coger con él y con vos por todos lados, me tiene muy caliente y tampoco puedo parar. Vamos a disfrutarlo y no nos preocupemos, le dije estampándole un beso muy apasionado.

-Así los quería ver a los tortolitos, dijo Fede apareciendo sólo cubierto con un bóxer de seda transparente que dejaba todo a la vista.

Luli me susurró: Está cada vez más fuerte, ya me estoy mojando de nuevo.

-¿Nos los comemos juntos?

-¡Claro que sí!

Y se alzó sobre sus rodillas para pedirle a nuestro anfitrión que se acercara. Lo tomó de la cintura y directamente le empezó a sobar la poronga parada por encima de la delicada tela.

-¡Qué lindo que es este bóxer! ¡Qué suave! Te lo comería, pero más me quiero comer lo que tenés adentro, le dijo con picardía.

-No me dejen afuera, exclamé yo relamiéndome.

Fede besó con mucha lengua a mi novia y se arrodilló a nuestro lado para comerle los pechos y dejar su delicioso miembro a la altura de mi boca. No dudé ni un segundo y empecé a lamerlo golosamente y acariciarle los glúteos sobre la suave tela.

-Es como si no tuvieras nada puesto, le dije y seguí lamiendo y acariciando.

-La llaman seda fría y se siente muy rica.

-Es casi tan rica como tu pija y tu culo, le dijo Luli y le fue bajando el bóxer lenta y delicadamente por detrás, mientras yo me dedicaba a la parte delantera.

-¡Qué hermoso culo tenés!, le dijo mi novia.

-¿Viste? Es casi tan lindo como el tuyo, respondí yo y empecé a chuparle el glande rosado y brillante, el tronco y los huevos, alternadamente, mientras él morreaba y magreaba a mi novia.

Habíamos cogido tanto y acabado tantas veces que el trío se hizo más prolongado que intenso, lo pudimos disfrutar con deleite por más tiempo, sin acabar de nuevo, pese a la gran calentura que teníamos los tres.

Con más temple, Fede nos detuvo con suavidad y nos invitó a meternos en el jacuzzi, hasta dónde lo acompañamos sin dejar de acariciarnos, besarnos, sobarnos y hurgar en nuestros agujeros sexuales.

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