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En la regadera con Mariel
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Después de un encuentro en el motel no pude ver a Mariel en un par de semanas. Un día estaba leyendo en casa cuando sonó el timbre. ¡Era mi adorada Mariel!

-¡Hola! -me dijo con una sonrisa- estaba por aquí y me dio mucho calor. ¿Me puedo dar un baño rápido? Pero no vayas a entrar, sólo me bañaré, eh?

-Sabes bien que esta es tu casa, pasa y báñate, por favor. ¿Te puedo ofrecer algo de tomar?

-Un vaso con agua estaría bien, respondió.

Pasó a mi casa, le di agua y entró al baño. Espere unos minutos que a mi me parecieron años. Tenía una lucha interna: no sabía si entrar al baño o no. Finalmente decidí que la vida es aquí y ahora por lo que me desnudé y me fui al baño y me metí debajo del agua con Mariel. Cuando me vio se mordió el labio inferior y enseguida se abrazó a mí, por fin después de tantos días notaba su cuerpo desnudo pegado al mío y esa sensación nunca la olvidaré.

—¿sabes? pensé que no te atreverías a entrar, me gusta que no me hayas obedecido

—No aguantaba más Mariel, necesito sentirte.

—Cariño, quiero que me llames puta, zorra o como quieras decirme, me vuelve loca cuando lo escucho de tu boca.

—De acuerdo putita, respondí.

Nos fundimos en un beso largo, lleno de vicio y deseo, nuestras manos no estaban quietas y acariciaban nuestros cuerpos. La piel de Mariel era como la seda, suave y cálida, mis labios se fueron hacia su cuello y empecé a besar lamer y mordisquear esa zona tan sensible. Los gemidos de Mariel se hicieron más profundos, mis dedos jugaban con su anito y su clítoris y mi boca llegó a sus tetas, generosas, con un pezón delicioso que era casi como una fresa que pedía ser chupada y una areola marrón y pequeña. Mis dedos seguían jugando entre sus piernas y mi boca devoraba esas tetas divinas, chupando y mordiendo esos pezones espléndidos mientras que con la mano que me quedaba libre amasaba y acariciaba ambas tetas.

—Oye… me tienes muy excitada, quiero sentir tu boca en mi coño, quiero que me lamas la panocha como lo hiciste el otro día en el motel…

Mariel apoyó la espalda en la pared y puso un pie en la taza del baño y poniendo sus manos en mis hombros me indicó el camino para que mi boca se apoderara de su panocha. Había visto varias panochas en mi vida, pero me enamoré de la de Mariel. Cerradito, pequeño, con unos labios mayores suaves y mullidos y unos labios menores pequeños cubriendo mínimamente el clítoris que se veía rojo y fuera de su capuchón. Mi boca no tardó en apoderarse de él, de lamerlo y mimarlo. Mi lengua jugaba con su coñito y la penetraba hasta que ya no podía más, la postura era algo incomoda así que me limité a su clítoris, y metí dos dedos dentro de su coñito para poder cogerla con ellos.

—Me corro Ramón, anunció Mariel con la respiración acelerada, no pares mi amor… así… asiii… aahhh.

Sus manos se aferraron a mi cabeza para que no dejara de chupar, su cuerpo temblaba y sus muslos aprisionaban mi cara. Noté su corrida cayendo por mi mano y mi brazo, inundando mi boca y mojando mi barbilla y cuello. Eso me volvió loco, su sabor era como la adrenalina, todavía estaba recuperándose de su orgasmo pero yo no aguantaba más, me puse en pie, y con algo de violencia la di la vuelta y ella sabiendo lo que iba a hacer apoyó sus manos y su cara en los azulejos y sacó su culito provocativamente.

Doble un poco las piernas para que la disparidad de estaturas no fuera tan diferente, apunte mi verga a la puerta de su panocha y le dije:

—Te voy a coger Mariel, te voy a coger hasta que te arda la panocha y se te salgan y escurran mis corridas.

—Ahhh… mi vida si, cógeme, vamos hazlooo.

Mi verga buscó la entrada de su coñito y se la clavé hasta los huevos despacio pero sin pausa.

—¡Ahhh! Que gusto por diooos… cogemeee.

Por fin mi deseo se hacía realidad por tercera vez y la sensación de estar cogiéndome a Mariel era increíblemente mejor de lo que me imaginaba. Su coño era estrechito o mi verga demasiado grande, no lo sé, el caso es que su vagina aprisionaba mi pito deliciosamente, notaba la suavidad de su interior, como mi glande la abría sin problemas mientras ella gemía pidiendo más y el calor abrasador que emanaba de esa cueva del placer. Mi orgasmo estaba ya en puertas, muchos años deseando esto y ahora mis cinco sentidos se estaban inundando de ella. Me agarré a sus tetas mientras bombeaba furiosamente su coño y Mariel literalmente se moría de gusto.

—Mariel, me corrooo, no aguanto maaas.

—Dentro mi amor, hazlo dentrooo… diooos me corro… me corro… si… si.

Noté como su vagina exprimía mi verga, como se aferraba a ella y la estrangulaba para sacar toda la leche de mis huevos. Clavé mi polla en lo más hondo de su ser hasta rozar su matriz, Mariel arqueó la espalda y echó su cabeza hacia atrás gimiendo de placer. Creo que en mi vida me he corrido de esa manera tan brutal, mi verga no paraba de soltar leche que golpeaba en el útero de Mariel haciéndola gemir de deseo.

—Mi amor para, paraaa por lo que más quieras. Decía intentando recuperar la respiración.

—Te quiero Mariel, le decía besando su espalda.

Mi verga seguía en su interior, dura como el diamante, sentía las pulsaciones de su orgasmo todavía sobre mi pito eso me mantenía encendido. Eso y el saber que estaba follándome a la mujer de mis sueños. Mis caderas tomaron la iniciativa y empecé un bombeo lento en el coño de Mariel.

—Mi amor que me haces… ummm… sigue.

Quise cambiar de posición, necesitaba ver su cara, besar sus labios. Me Salí de su interior y la di la vuelta estaba preciosa, con su carita arrebolada y sus ojitos brillantes de deseo. Nos abrazamos, levanté una pierna suya pasando mi brazo por la corva de su rodilla y la volví a penetrar de nuevo.

—Dios que rico, gimió Mariel.

Empecé a bombear de nuevo sabiendo que esta vez iba a durar mucho más. No pasó mucho tiempo cuando vi como Mariel hacia su respiración más profunda y me besaba con pasión, mi otra mano estaba aferrada a una nalga suya, notando su dureza y su suavidad, amasándola, atrayéndola hacia mi para hacer la penetración más profunda. Sus caderas empezaron a moverse sin control y pego un grito que se tuvo que escuchar en toda la manzana.

—Me vengo… me vengo.

La abracé contra mí y busqué su boca para acallar sus gritos. Ella se aferró a mi cuello y noté como sus caderas se movían sin control, su cuerpo temblaba y bufaba presa del placer que estaba sintiendo. Yo no dejaba de bombear ese coñito divino, con una cadencia constante, aunque de vez en cuando la follaba salvajemente, creo que no había terminado su orgasmo cuando le sobrevino otro y al poco otro más, yo no aguantaba, mi orgasmo crecía imparable y con un bufido descargue mi corrida dentro del coño de Mariel. Nos costó tranquilizarnos, recuperar la respiración, por suerte seguíamos bajo la ducha, si no creo que estaríamos empapados en sudor, Seguíamos muy abrazados, Mariel con un movimiento de cadera suave sacó mi miembro de su interior, deje que se apoyase con sus dos pies aunque no deshicimos el abrazo, seguíamos besándonos pasionalmente.

—Mi vida ha sido impresionante, me encanta lo que me has hecho sentir, dijo Mariel con mimo, mientras apoyaba su cabeza en mi hombro.

-Mariel hermosa, Mariel de mi vida, eres mi sueño hecho realidad. Te quiero.

—Yo también te quiero mi amor. Anda, vamos a lavarnos y a secarnos y vamos a la cama.

Eso fue música celestial para mis oídos, Mariel y yo nos enjabonamos mutuamente poniendo especial atención en nuestros sexos y fue inevitable que mi verga se volviese a erguir altiva y desafiante, preparada para un nuevo asalto. Mariel la miró hipnotizada y le dio un par de mamadas.

—Bendita juventud, me vas a dejar los huevos totalmente vacíos.

Cerramos la regadera, nos secamos sin dejar de acariciarnos y besarnos. Cuando estuvimos totalmente secos caminamos y subimos a mi cama. Pero esa ya es otra historia.

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