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En la oficina, sin manos
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Tiempo de lectura: 10 minutos

Era quizá el día más ardiente de mi vida. Mi novio me había dejado realmente excitada al despedirnos con un apasionado beso, caricias y toqueteos incluidos. Aquellas húmedas caricias con nuestros labios en la nuca y el cuello me pusieron al mil. Sentir sus manos agasajando mi cuerpo, estimulando mis nalgas, estrujando mis senos, rodeando mi cintura y rosando mi fogosa vagina. Me dejado realmente con las ganas de follármelo en el estacionamiento antes de tener que despedirme de él para dejarlo ir a su trabajo y yo subir a mi oficina en ese mismo edificio.

Acomodándome el cabello largo para enredarlo tras mi nuca, subía por el ascensor hasta el piso donde estaría mi cubículo. Ahí saludé a mis compañeros, me tomé un café casi tan caliente como yo y me senté en la silla de oficina tras mi escritorio, encendiendo el ordenador donde tendría que realizar las labores del día.

Pero las horas pasaban y el trabajo no aparecía. Todo apuntaba a que sería uno de esos días abrumadores, horriblemente aburridos en el que no habría nada que hacer. Y mi mente volaba, navegando en las fantasías eróticas que me aparecían en el recuerdo, debido a lo susceptible que estaba.

Entonces abrí el chat y lo encontré conectado. Se trataba de ese chico que habría conocido meses atrás en un café lejos de casa, en uno de los viajes que solía hacer con unos amigos, dentro de los días en que había terminado con mi novio por una vieja discusión.

-Hola guapo. –Habría la burbuja de conversación completamente loca por los sentimientos deseosos que mi cuerpo experimentaba ese día, esperando su ansiada respuesta. Segundos tan solo pasaron y me respondió.

No había marcha atrás, la travesura estaba en proceso. Primero iniciamos charlando banalmente, como se habla a cualquier amigo que hace tiempo no sabes de él. Pero poco a poco la conversación subía de tono. Las preguntas pasaban de un simple “¿cómo te ha ido?” a un “¿qué sueles hacer en un día de aburrimiento en el trabajo?”

-Me gusta escribir y leer historias eróticas. –Le respondía, dando apertura al juego de seducción que nos precedería. -¿Por qué no hacer una historia propia? –Me decía confesándome que no había podido olvidar un segundo aquel día en que nos conocimos, rogando cada amanecer por poder repetirlo. Haciéndome recordar al mismo tiempo lo que había sucedido en aquella cafetería en a las afueras del pueblo mágico en el que tanto me divertí, donde me conquistó con su hermosa sonrisa, su amable actitud y ese cuerpo musculoso fuerte y esculpido por los mismo dioses que se cargaba.

-Me gustaría repetirlo. –Escribía con sinceridad, describiéndome una escena ficticia en la que nos encontrábamos de nuevo en la ciudad, nos mirábamos y nos enamorábamos de nuevo. Haciéndome fantasear con la idea de volvernos a unir escondidos en la bodega de su cafetería para follar como bestias hambrientas devorándose una a la otra.

Cuando todas aquellas memorias comenzaban a hacerme sentir aún más caliente y excitada como tierna cervatilla en celo, obligándome a que me tocara la entrepierna a escondidas bajo mi escritorio, mientras mis compañeros conversaban en las cercanías, a merced de que alguno pudiese descubrirme en ese momento íntimo.

Me sentía mal por mi novio, en cierta forma era como serle infiel, aunque fuese solo con palabras. Sin importar que aquel chico con el que coqueteaba textualmente estuviese a cientos de kilómetros de distancia, sabiendo perfectamente que jamás le volvería a ver, y que aquellos escritos no pasarían más allá de la caja de chat.

-¿Qué llevas puesto? –Me preguntaba sabiendo lo que se avecinaba. Respondiendo con toda sinceridad, comencé a describirle mi vestimenta puramente de oficinista clásica; que constaba de una blusa blanca un poco trasparente por lo delgada de su tela. Un saco formal gris de corte que acentuaba mi estrecha cintura y una falda corta haciéndole conjunto. Tacones altos color negros con la suela roja, y finalmente unas gafas de aumento que necesitaba sin remedio para leer en el ordenador.

-Debes estar tan linda como el día que te conocí. Envíame una fotografía de cómo luces ahora mismo. Necesito verte. Como si nos encontráramos de nuevo. –Escribía agónicamente lento, adjuntándome una fotografía de él, en vivo, tomada directamente del chat, desde un pupitre en lo que parecía ser un salón de clases.

-¿Dónde estás? ¿Dónde ha quedado la cafetería? –Le cuestionaba en seguida al ver la escena a su alrededor. –Estoy retomando mi maestría en finanzas. –Me respondía, añadiendo que había comenzado un par de meses, justo después de conocerme. Asegurando que había sido yo la que le había inspirado para terminar su carrera.

El tipo sabía cómo seducirme, y estaba tan guapo como el día que lo conocí, quizá hasta mejor. La madures le sienta bien. Sigue teniendo esos enormes brazos fornidos y ese prominente pecho. Sin dejar de lado esos brillantes ojos claros y su espectacular sonrisa.

Seguro no hacía falta de mucho para sacarme de mi buen juicio por lo caliente que ya de por sí estaba. Pero es que el tipo estaba realmente muy guapo y me estaba haciendo recordar lo bien que me la había pasado en sus brazos, fantaseando con lo bien que la podríamos liar si nos encontrásemos de nuevo.

Con eso mi mente terminaba de aferrarme a la cordura y comenzaría a volar en sus palabras, imaginando ese anhelado recuerdo fantasioso en un lugar ficticio, donde nos entrelazaríamos en un pasional beso como el que me daría mi novio apenas esa misma mañana, cual aún se aferraba a mis labios sintiendo sus manos acariciando todo mi cuerpo sobre mi falda, mi blusa y toda esa ropa estorbando a su paso.

Casi sin saberlo, mi manos ya apretujaba fuerte mente sobre la rígida tela de mi falda, intentando llegar a mi caliente vagina que aclamaba por ser consolada, deseosa de todo ese material erótico que entraba por mis ojos excitándome más y más a cada palabra.

-Déjame ver un poco más. Quiero ver tu corazón palpitar por mí. –Escribía el chico, no conforme con la foto que le había enviado desde la cámara web mostrándole mi cara de completa excitación con un seductor ademan relamiéndome los labios para él.

Levanté un poco la mirada espiando nerviosa desde un costado del monitor frente a mí, buscando identificar a mis compañeros de oficina quienes zapateaban a los alrededores haciendo sus labores o pasando el tiempo desde sus respectivos cubículos.

Me desabotoné un poco la blusa, seguido de un botón más y un tercero para abrir la prenda hasta la altura de mis senos, cubiertos por una trasparente y sensual lencería blanca, cuando pasaba uno de mis compañeros de lado a lado. Muerta de miedo, me cerré la blusa pretendiendo acomodarla con las manos al cuello.

Mi corazón bombeaba con fuerza, estaba realmente aterrada de ser descubierta. Nunca antes había hecho algo así en el trabajo, pero al mismo tiempo ese pánico que me hacía temblar, era igualmente de intenso como para incitar aún más el deseo en mi cuerpo, excitándome a niveles incontenibles.

Rápidamente me abrí la blusa como súper heroína, y tras tomar una hermosa panorámica de mis pechos por la cámara en la pantalla, le piqué en el botón de enviar, para abotonarme de nuevo la ropa.

-Mira como me has puesto con esa foto hermosa. –Me escribía de vuelta adjuntando una fotografía de su entrepierna levantando una magnifica erección de su largo pene bajo su pantalón.

Aquello me había terminado de colmar mi ansiedad. Mirarle tan caliente como yo, me había llenado de ganas por tocarme para satisfacer por fin las necesidades de mi cuerpo que tanto sentía. Entonces me levanté de mi silla fingiendo que me acomodaba la falda, espiando de paso a mi amigo y compañero de mi izquierda perdido en su ordenador, a mi amiga de la derecha escribiendo en su móvil y a mi compañero de enfrente ausente en el trabajo como era su costumbre, para enseguida regresar a mi asiento no sin antes subirme la falda de un fuerte jalón hasta la cadera.

-¿Qué haces? ¿Por qué no me respondes? ¿Ha sido demasiado acaso? –Me preguntaba con insistencia sin saber que en realidad me estaba poniendo más cómoda. –No, para nada. Me ha gustado mucho la foto, también me gusta mucho lo que me escribes. Me encanta saber que puedo ponerte así. –Le respondí esperando respuesta con mi mano masajeando sutilmente mi mojada vagina sobre mis bragas de encaje negras.

Poco tiempo paso cuando me respondía con un corto video de su mano estrujándose el largo paquete estirado bajo su pantalón sin escribir una sola palabra. Al ver aquel atrevido video, mi corazón se aceleró. Lo reproduje un par de veces mirando y recordando ese glorioso pene que algún momento fuse mío, al tiempo que me tocaba mi punzante vagina cada vez más mojada al paso de mis dedos sobre mi lencería.

-Estás loco. ¿Qué no te da miedo hacerlo en tu escuela? –Le reprochaba. –Más loco me tienes tú, princesa. –Me respondía enseguida, asegurándome que nadie le prestaba atención a lo que hacían sus manos bajo su cintura.

Y la conversación seguía. Aquel chico continuaba poniéndome cada vez más caliente con sus palabras sus ocurrencias y con esos videos cortos mostrándome como se estimulaba, dándome al mismo tiempo material visual para hacer lo mismo con mi cuerpo, masturbándome con firmeza todos los labios de mi caliente vagina empapada y mi clítoris erecto aún escondido bajo los telares de encajes mojados.

Entonces no lo soporté más. Hice una pequeña pausa, miré a mi alrededor llena de pánico y con los nervios de punta, para ponerme en pie de nuevo. Mis compañeros continuaban en sus respectivos mundos, casi como si no supiesen que existía. Aun así, estaba muerta de miedo al espiarlos atentamente mientras me bajaba mi falda de nuevo, esta vez deslizándola hasta hacerla caer a mis pies. Enseguida metí mis pulgares bajo el elástico de mis bragas negras trasparentes y al tiempo que me sentaba, me las bajaba hasta los tobillos, todo en el mismo movimiento.

Sin perder tiempo, regresé al chat, ahora estimulándome placenteramente con la mano izquierda en mi desnuda vagina. Al sentir mis dedos sobre la piel descubierta de mis labios vaginales de inmediato supe que terminaría en un fuerte orgasmo. Estaba mojada como nunca, sentía las pulsaciones de mi sexo palpitando al ritmo e intensidad que los latidos de mi corazón a punto de estallarme en el pecho, por el espantoso sentimiento de pánico sabiendo que en cualquier momento podría ser sorprendida tocándome en el trabajo por alguno de mis compañeros, a quienes podía escuchar en las cercanías casi en todo momento.

El sentimiento de sensualidad y extrema excitación desmedida me sobre pasaba, realimente lo necesitaba. Fantaseaba con las palabras de mi hermoso y seductor confidente, masturbadme con los eróticos videos de su duro miembro siendo estrujado con pasión, asomándose un poco fuera de su pantalón, sin importarle que estuviese en medio de una clase. Mientras mis dedos se empeñaban sinuosos en darme placer y no parar hasta hacerme venir, como tanto lo necesitaba, acariciando mis labios con ternura, jugando con mis pegajosos jugos íntimos alrededor, acogiéndolos antes de metérmelos imaginando que serían su falo penetrándome duro y profundo.

Simplemente no podía resistir más, estaba caliente como nunca y ya no podía soportarlo, estaba al borde, estaba a punto de venirme, lo sentía como si estuviese a punto de orinarme. Pero en ese momento apareció mi compañero del cubículo de enfrente, llegando tarde como siempre.

Lo miré de reojo, sin quitarme la mano de mi caliente vagina, segura de estar a nada de hacerme correr de los mil demonios. Pero entonces, aquel sujeto irresponsable, antes frente a mí, aprecia ahora en mi cubículo repentinamente, pidiéndome un viejo oficio de un antiguo proyecto.

Me conmocioné brincando de un sobresalto, asustada y riendo de nervios, mientras sacaba mi húmeda mano de mi entrepierna, sintiendo como si mi corazón se me fuese a la yugular ahorcándome de angustia. –Permíteme. –Le pedía amablemente intentando limpiarme los mojados dedos de mi mano, restregándola en el costado de mi pierna embarrando mis secreciones sexuales en ella.

Enseguida, me apresuré lo más rápido que pude en atender a mi compañero, buscando con desesperación el archivo solicitado entre las carpetas de la computadora, acercándome lo más que podía a mi escritorio para esconder mi desnudez inferior en éste. Cuando una ventana emergente aparecía al pie de la ventana.

Se trataba de un nuevo mensaje del chat minimizado en la barra de tareas. Era un nuevo video de aquel chico que tan caliente me tenía. Estaba tan excitada que no podía esperar un segundo, simplemente no podía concentrarme en mi tarea sin antes terminar con el trabajo que había dejado a medias en la parte más íntima de mi cuerpo.

Quería dejar esperando a mi compañero, ya solo quería ir al baño para terminarme de hacerme venir ese orgasmo que pendía de la punta de mi coño. Sentía mi vagina realmente mojada y dilatada, como si estuviese a punto de hacerme pipi después de aguantarme las ganas por horas.

Pero no lo podía dejar así, no tenía excusa, ya había encontrado su documento. Enseguida lo mandé a imprimir y le dije a mi compañero que lo fuera a recoger a la impresora al fondo del pasillo, pensando que me dejaría sola para poder terminar como tanto lo necesitaba. Pero el muy desgraciado se quedó ahí, me sonrió y me preguntó si tenía trabajo, como intentando iniciar una conversación.

Y para terminar de colmarme los nervios se sentó en la silla frente a mi escritorio, desentendido de lo que sucedía bajo mi cintura, y lo que podía llegar a pasar en los confines íntimos de una dama como yo. Pero no podía ser descortés; una cosa sería mandarle indirectas para que se largara y otra muy distinta era decirle directamente que me dejara masturbar a gusto y que más tarde le atendería.

Seguro que si pensaba en salir corriendo de ahí y atenderle después de haber atendido las necesidades de mi cuerpo, pero no podía, porque mi falda estaba en el suelo y mis bragas con ella. Además de que, aprovechando el momento, al muy inhumano se le había ocurrido pedirme otra copia de otro documento, según él para ya no molestarme más tarde.

Y mis piernas temblaban como escalofríos sexuales insoportables, mi corazón bombeaba fuertemente, sudaba de todas partes, mi respiración se agitaba y mi vagina palpitaba como esos días femeninos de incontinencia urinaria por el frio.

Fue ahí cuando lo sentí, estaba segura que me haría ahí mismo. Aun no sabía si era por la excitación, pero en verdad sentía como si me fuese a orinar de nervios, mientras fingía buscar su tonto archivo en mi ordenador, cuando en realidad lo que hacía era reproducir el recién llegado video de mi amante, quien me trasmitía, ahora desde el baño de su universidad, mostrándome su tremenda polla dura e hinchada como embutido de carne rosado, húmedo y delicioso, blanco y pulcro como para darle una buena chupada antes de encarnármelo hasta lo más profundo de mi cuerpo.

Y sudaba como nunca, se me había secado la garganta y temblaba incontrolablemente intentando mantener la compostura frente a mi compañero, quien no se marchaba, al tiempo que mi vagina se dilataba más y más, relajándome los músculos de mi pelvis que endurecía con fuerza para que no me escurriese el orgasmo que luchaba por contener, y esa endemoniada sensación de querer orinar que me obligaba a apretar más fuertemente cada musculo de mi vagina para evitar hacerme ahí mismo.

Cuando de pronto me llegaba otro video más de mi amante secreto, mostrándome ahora como se masturbaba lánguidamente, estrujándose su dura tranca babosa y sonrojada con extremo placer para mi deleite. Envidia la que sentía. Dichoso él quien se podía tocar a gusto, yo solo podía mirar y aguantar, intentar resistir solo un poco más. Frunciendo los músculos de mi pelvis al mismo tiempo intentando estimularme con los muslos de mis piernas cruzadas frente a mi mojada vagina.

Pero era imposible, ya no podía soportarlo un segundo más, sentía que me hacía pipi y me venía al mismo tiempo.

Entonces cambié de lado el cruce de piernas, haciendo toda la presión que podía con ellas, estrangulando mi vagina con mis duros muslos, mientras trataba de endurecer los músculos de mi suelo pélvico, intentando retener las secreciones pegajosas que se escapaban entre mis labios vaginales. Estaba que me ganaba y no podía hacer nada, ya era demasiado tarde para intentar huir, y mi estúpido compañero no se despegaba de la silla.

Me apresuraba a escribir con mis manos temblorosas los folios y citas pertinentes antes de mandar a impresión, respirando agitadamente titilando de nervios y excitación. Mientras debajo de mi escritorio prensaba y retraía mis piernas, cruzando los tobillos y apretando con fuerza al cerrarlas, sobreponiendo mis rodillas una con la otra, al tiempo que apretaba y contraía los músculos de mi pelvis agónicamente, intentando calmarme la angustia, sin embargo masturbándome a cada contracción. Mirando una y otra vez el vídeo erótico privado que me había enviado mi hermoso confidente a distancia. Fantaseado con su falo siendo sometido de arriba abajo en todo lo largo por su mano, viril frente a la cámara. Recordando sus caricias, y las de mi esposo, todo ese juego de seducción y de palabras, las infidelidades, los secretos, y el estarlo haciendo en la oficina frente a mis amigos y compañeros.

Y no pude más. En ese momento sentía como mi vagina estallaba sin siquiera tocarla con las manos, sintiendo como se llenaba de lubricación empujando todos mis juegos fuera de mi caliente cavidad, escurriéndome a través de mis muslos, manchando la silla hasta caer gota a gota al piso alfombrado que absorbía los acuosos sonidos de toda esa larga eyaculación secretando lentamente y constante aquel liquido de placer espeso y caliente mojándome todas las piernas fluyendo hasta mis pantorrillas.

Tan solo agaché la cabeza sobre el teclado del ordenador, fingiendo que estaba tosiendo, cuando en realidad estaba conteniendo profundos gemidos de placer, sintiendo como mi almejita se dilataba abriendo sus paredes carnales rosadas, liberando así finalmente todo aquel torrente pegajoso y trasparente incontenible que emanaba desde los confines de mi privada intimidad, haciéndome venir como tanto lo aclamaba, por primera vez en mi vida, sin usar las manos para tal fin.

Así, mientras la impresora entintaba las últimas páginas del oficio a la distancia, al fondo del pasillo del piso, finalmente le indicaba a mi compañero que había terminado. Sin él saberlo insinuándole ambos sentidos de la palabra.

-He terminado. –Le decía a mi compañero exhalando agónicamente las palabras completamente satisfecha del tremendo orgasmo que me había regalado. –Me has hecho terminara. –Le escribía a mi amante a distancia en la última línea del chat, antes de relajar mis piernas empapadas hasta los tobillos, abriéndolas en misilla mojada, bajo mi confidente y protector escritorio, relajando mi cuerpo mientras mi camarada de trabajo al fin se largaba a su cubículo sin que se enterase jamás de lo sucedido, habiéndome hecho venir a chorros sin manos.

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Me gustaría mucho saber qué habrías hecho en el lugar de aquel compañero.

O si alguna vez has tenido un orgasmo sin manos, quizá en un lugar público.

Te deseo que tengas felices fantasías.

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