En la ciudad de México a la edad de 18 años tuve al gran amor de mi vida, en colegio de bachilleres nuestras miradas se cruzaban en los salones de química, él un joven alto apuesto de ojos color miel, labios gruesos delgado moreno claro, también de 18 años.
A mis 18 años tenía una figura delgada pero bien distribuida de cabello largo, ojos grandes, bajita al lado de aquel chico que llegaba con aroma a Givenchi aquel salón de clases.
Los fines de semana y vacaciones escolares aquel guapo joven trabajaba en una farmacia cerca de la colonia donde vivíamos, entonces un día fui a visitarlo ya que por las vacaciones no nos habíamos visto, pase a la parte de atrás a esperar que se desocupara entonces puse una canción muy bonita que se llama el amor es triste temas prohibidos, lo bueno era que no había gente entonces él fue hacía mi y me abrazo me miraba profundamente y besaba mis labios en un encuentro totalmente erótico nos acariciábamos sin control, llevaba una falda corta de mezclilla con una blusa azul de resortito que bajaba hasta los hombros, él empezó por bajar mis bragas y tocar mi humedad, despojarme del bra enseguida sin desvestirnos en su totalidad mientras la melodía continuaba erotizando el momento, el sin desvestirse solo levantó un poco la camisa y bajando un poco su pantalón sacando su parte viril penetraba lentamente mi hacía mi vulva ya mojada, los movimientos cada vez más envolventes con la música de fondo, nos adentraba al momento más sublime cargados de pasión con sus fuertes brazos me elevó sin problema alguno tomándome de las piernas para cabalgar en ese riquísimo falo que me penetraba dándome los mejores placeres y orgasmos más explosivos, lo más excitante es que la farmacia estaba abierta, pero afortunadamente nadie nos vio ni escuchó.
Esa experiencia de galopar en un rico pene jamás la he vuelto a vivir. Es el lugar más atrevido de hacer el amor.