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En la consulta con mi sobrino
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Este es mi primer relato. Espero hacerlo bien y que os guste. En todo caso estaré encantada de recibir todos vuestros comentarios y correos con sugerencias y mejoras que me podáis aportar a mis historias. Mi objetivo aquí es compartir mis experiencias con vosotros. He visto que escribiéndolas es una manera de revivirlas. Y si de paso os hago pasar un buen rato, estaré feliz.

Mi nombre es Mercedes. Soy una mujer ya madurita, de 45 años y bastante tradicional. Me gusta vestir discreta, algunos dirían que más bien recatada: casi siempre uso faldita por debajo de las rodillas y alguna blusa con rebequita por encima y zapato discreto. Soy morena y voy con media melena y perlitas. Estoy casada desde hace muchos años y tengo un hijo. El problema es que mi marido es un soso. En general, pero sobre todo en la cama. Hace un tiempo me di cuenta de que no podía seguir así, con esa falta de sexo y he aprendido a buscar diversión fuera de casa. Al principio me costó. Yo apenas sabía nada del sexo y todo lo poco que había hecho, había sido con mi marido.

Mi primera experiencia fuera del matrimonio la tuve ni más ni menos con una compañera de trabajo y con mi sobrino. Dios mío, cada vez que lo recuerdo me pongo roja y me excito a partes iguales.

Mi sobrino vino a mi consulta. Se me olvidó mencionar que soy médico y trabajo en un hospital. Cuando estoy en la consulta visto con la típica bata blanca por encima de la ropa que lleve ese día. Pues ese día, ya fuera del horario habitual de consultas, vino a visitarse mi sobrino. Siempre hemos tenido una buena relación y bastante confianza. Días atrás me llamó para explicarme que se había hecho daño en el codo y que en el ambulatorio le habían hecho una resonancia magnética y le habían sugerido operarse. A mí no me hacía gracia lo de la operación. Siempre que pueda evitarse, prefiero ser conservadora en este aspecto. Así que le sugerí que se pasara por mi consulta para verlo y decidir qué era lo mejor para su caso.

Cuando mi sobrino llegó a la consulta debían ser las ocho de la tarde, más o menos, y el servicio estaba vacío, ya que la gente suele irse sobre las 5. Yo ese día me quedé a acabar unos informes que tenía pendientes. Así hacía tiempo mientras esperaba a mi sobrino que no podía venir antes debido a su trabajo.

—Hola, Mercedes —me saludó mi sobrino con dos besos.

Mi sobrino era un chico joven, de unos 25 años. Era alto y delgadito y muy guapo.

—Gracias por hacerme un hueco en tu agenda —dijo él

—Faltaría más —dije— para eso está la familia, ¿no? —dije con una sonrisa— además me quedé preocupada cuando me contaste lo de la operación

—Sí. A mí tampoco me hace ninguna gracia.

—Pues vamos a examinar ese codo. ¿Te puedes quitar la camisa?

Mi sobrino se desabrochó la camisa y me quedé embobada. Lo había visto alguna vez de adolescente en la piscina. Lo típico. Pero había crecido bastante y la verdad es que estaba bastante fuerte.

—Vaya! —me salió decir— estás muy en forma

Mi sobrino se puso colorado.

—Bueno, estoy preparando ironman y entre el nadar y la dieta, pues sí, estoy bastante en forma.

Para quitarme malos pensamientos de la cabeza intenté centrarme en el propósito de la visita.

—A ver ese codo —le dije mientras lo examinaba— El movimiento parece normal. ¿Te duele?

—Un poco. En el ambulatorio me dijeron que había afectación en el ligamento. Te he traído la resonancia magnética y el informe que me han hecho.

—A ver… —revisé el informe— por lo que dice aquí hay afectación en el ligamento colateral cubital y habla de posible rotura, pero no lo asegura. El problema es que yo no soy experta en trauma… ¿Te parece que avise a una compañera para que nos dé su opinión?

—Sí, claro, pero me sabe mal molestar.

—No seas bobo! Tú no molestas. Ahora la llamo, que creo que hoy está en urgencias.

Cogí mi busca y llamé a María. Ella es la traumatóloga y nos podría ayudar a decidirnos. Hablé con ella y me pidió unos minutos para acabar con un paciente que tenía en un box de urgencias antes de poder subir. En ese rato estuvimos hablando con mi sobrino de aquello y lo otro, nada del otro mundo. Cuando llegó María pude ver como a mi sobrino se le iluminaban los ojos. María es una mujer encantadora y preciosa: es de mi misma edad, pero bastante más alta, rubia, de ojos azules y con una melena que lleva siempre suelta y que es la envidia de medio servicio. Y además está siempre contenta y sonriente. Es un encanto de persona. A María, a diferencia de mí, le gusta vestir un poco más moderna: casi siempre usa vestidos, a veces cortos, a veces con algo de escote, pero siempre elegante y con clase.

—Hola Mercedes —dijo al entrar— disculpa que no haya podido subir antes, ya sabes como estamos abajo.

—No te preocupes. Mira, este es Sergio, mi sobrino

—Hola, Sergio —dijo con una sonrisa y voz dulzona— tu tía me ha dicho que te has hecho daño en el codo. ¿Puedo verlo?

—Claro

María estuvo examinando a mi sobrino con delicada dedicación. Se miró el informe y la resonancia y al final llegó a la conclusión que con una inmovilización y reposo, la cosa debía mejorar.

—Yo, como tu tía, no soy partidaria de operar. De momento lo pondría en reposo y en unas semanas vemos como ha evolucionado. ¿Qué te parece?

—¡Me parece perfecto! Estoy muy agradecido por vuestra implicación. Ahora estoy mucho más tranquilo. No sé como os lo puedo agradecer.

—No te preocupes. Eso no ha sido nada. Yo estoy encantada de poder ayudar a mi compañera de trabajo y a su sobrino. Y seguro que tu tía también, ¿a que sí? Qué suerte tener un sobrino tan guapo…

—Claro. Yo encantada de poder ayudarte, Sergio. Ya lo sabes.

—Muchas gracias —dijo mi sobrino que nos miraba a las dos de una manera un tanto extraña— qué suerte tengo de poder contar con vosotras dos. Pero de verdad que me gustaría hacer algo para poderos agradecer lo que habéis hecho por mi.

Mi sobrino se puso de pie y pude observar como se le había formado un gran bulto en la entrepierna. Era visible y además se estaba pasando la mano por encima para hacerlo más evidente. Yo me quedé helada. ¿Qué pretendía? Me quedé tan sorprendida que no supe reaccionar. Pero María sí que tomó la iniciativa y rápidamente se puso a su lado y le puso la mano encima de la suya.

—Vaya vaya con el sobrinito… parece que tiene algo para nosotras.

—Si queréis, yo os lo puedo agradecer muy bien —dijo mi sobrino desabrochándose el pantalón y dejando salir el mayor pene que haya visto en mi vida!

Era enormemente perfecto. Era realmente grande y muy muy grueso. Esa visión provocó en mí un cosquilleo. No estaba acostumbrada a ver penes (fuera del de mi marido) ¡y menos el de mi sobrino! Y nunca veía porno ni nada por el estilo. Y ahora me encontraba con esa escena, que lejos de disgustarme, provocó en mí sensaciones hasta entonces desconocidas.

—Pero eso… esto no está bien… guárdate el pene, Sergio! —dije intentando reconducir esa situación. Quería y no quería. Estaba hecha un lío.

—Por favor, Mercedes! —dijo María— no digas pene!, no seas tan beata! Esto es una buena polla! Un pollón. Y si el chico quiere agradecernos nuestro trato así, no le podemos hacer un feo.

—¡Vamos, tía! Tú siempre me has parecido una mujer bellísima. Y cuando he visto a tu compañera María he pensado que qué mejor manera de devolveros el favor que me habéis hecho que esta.

Yo estaba muy confundida. ¿En serio le parecía atractiva? ¡Pero si casi le doblaba la edad! Además, era muy guapo y fuerte, seguro que podía estar con mujeres mucho más jóvenes y guapas que su tía la recatada.

—No digas bobadas, Sergio! Como te voy a parecer atractiva. ¡Si soy tu tía!

—Precisamente por eso. Siempre me has parecido muy guapa. Seguro que debajo de esa ropa tan recatada se esconde una mujer con deseos. Y el hecho que seas mi tía hace que la situación tenga un morbo brutal.

—Qué tonterías. Tú eres un chico joven y guapo. Yo ya estoy vieja…

—Como vas a estar vieja! Eres muy guapa y te estás perdiendo un montón de cosas buenas. Vamos, lo pasaremos bien.

María estaba expectante y observando nuestra discusión. Y yo tenía sentimientos encontrados: por una parte, me parecía escandalosa la escena de mi sobrino y mi compañera de trabajo. Chocaba con, hasta entonces, mis valores más conservadores y cristianos. Sabía que no estaba bien. Además, era una mujer casada. Pero, por otro lado, sentía ese cosquilleo interno. Había algo, quizá lo que mi sobrino denominó "morbo" que me decía que quizá no estaba tan mal. Además, tampoco es que mi marido me tuviera demasiado en cuenta. ¡Al contrario! Me tenía sexualmente abandonada. ¿Era esta la oportunidad que se me estaba brindando para darle una vuelta a mi vida de mujer recatada y modosita y experimentar cosas nuevas?

—Mira, Mercedes —dijo María— tú te puedes quedar aquí mirando un poco… a ver qué te parece.

María se abrió la bata, se recogió el pelo en una coleta y se desabrochó un vestido precioso marrón de cuadros formado por líneas negras y blancas de Burberry, dejando ver un sujetador blanco. Nunca me había fijado que María tuviera los pechos tan grandes.

—Ven aquí, guapo… A ver que tienes para nosotras

María se puso de rodillas y cogió con su mano aquella polla, como dijo antes ella. A mí todavía se me hacía raro pensar en estos términos… empezó a menear aquel trozo de carne. Y sin más se lo puso en la boca. Empezó a chupar arriba y abajo como si fuera un chupa-chups. Yo me los miraba: mi sobrino con los ojos en blanco, gimiendo de placer. Y mi compañera de trabajo tragando polla como si no hubiera mañana.

—Ohhh… sí… qué buena mamada me estás haciendo… ahhhgmmm.

—¿Sí? ¿Te gusta? ¿Te gusta cómo te lo hago? Menuda polla tiene el sobrinito… me encanta.

—Joder, me gusta mucho… menuda boquita tienes… déjame ver tus tetas, anda

Sergio sacó los pechos de María por fuera de los sujetadores, pero sin quitárselos. Para mi todo eso era nuevo. Yo el poco sexo que tenía con mi marido era de estar en la cama, con la luz apagada y sin casi hablar. Esto era otra cosa. Y me estaba gustando.

—Joder, que tetazas traes. Me encantan.

—¿Sí? ¿Te gustan? ¿Te gustan mis tetas? Dales un besito, anda

—Me gustan mucho. Me gustan tus pezoncitos… ahgmmm… están duros… ahmmm.

Mi sobrino se amorró a sus pechos. Los chupaba y besaba a María. Yo me lo estaba mirando como quien mira una película. Noté un cosquilleo en mis bragas y cuando me llevé la mano para ver qué pasaba pude notar que estaba completamente empapada. ¿Me estaba gustando todo esto? ¡Me estaba gustando mucho!

—Que te parece tu sobrino, Mercedes? ¡Menudo está hecho!

—Sí. No sé…

—¿Por qué no vienes? Ven con nosotros…

¿Cómo? ¿Ir a participar? ¿Eso quería decir que se la debía chupar? Me estaba gustando, pero no estaba preparada para cruzar esa línea.

—No sé… no me veo preparada… ¿Os importa que me quede mirando? Me quedaré aquí sentada.

—Claro que no! —dijo mi sobrino— a mí me está dando un morbo increíble… ver como mi tía me mira mientras su compañera de trabajo me está comiendo la polla, es algo que ni en mi mejor fantasía hubiera podido imaginar.

—Así que te está gustando como te la como? Pero no me vas a dejar así, ¿no? Recuerda que me debes un favor. ¡Ahora tienes que follarme!

"Follarme" dijo María. Yo estaba que no estaba…

—Claro, ven aquí.

Mi sobrino cogió a María por la cintura y le dio la vuelta sobre la camilla. Mi sobrino se puso detrás de ella y le levantó el vestido y ambos nos quedamos estupefactos.

—No llevas bragas! —dijo mi sobrino— esto sí que no me lo esperaba.

—Me encanta ir sin bragas por el hospital. Me pone bien perra.

—¡Pues ahora vas a ver lo que es ser una buna perrita!

Y mi sobrino enterró aquel mástil en la vagina de mi compañera de trabajo. Estuvo un buen rato empujando. Los dos jadeaban y gritaban. Él no paraba de moverse y le cogía los pechos con las dos manos. Lo estaban pasando en grande, y yo también. Pasado un buen rato María tuvo un orgasmo brutal.

—ahhh… ¡¡me matas!! ¡¡¡Me corro!!! ¡¡Joder, qué polla tienes!! Dame tu leche, vamos… ¿te vas a correr?

—Espera… creo que sí que me voy a correr.

—¡¡¡Eso es!!! ¡¡quiero que te corras!! ¡¡¡quiero toda tu leche!!!

—No… espera…

Mi sobrino sacó su enorme polla de María y la dejó recostada sobre la camilla. Se giró hacia mí y me dijo:

—Me voy a correr en tu cara

Me lo quedé mirando. Yo continuaba sentada en mi silla. Estaba empapadísima. Y mi sobrino estaba excitadísimo. Se lo veía en la cara. Yo no estaba segura de nada. Todo eso era nuevo para mí. Me daba cosa que se corriera en mi cara. Todo eran inseguridades. ¿Me iba a gustar? De entrada lo encontraba bastante desagradable, pero a ellos se les veía tan seguros y excitados… yo los miraba y veía que mi sobrino, en ese momento solo tenía como objetivo llenar de leche caliente la cara de su tía.

Mi sobrino ya estaba delante de mí. Me había puesto su enorme polla a escasos centímetros de mi boca. Podía ver como brillaba y en lo que había crecido… tenía miedo y excitación a la vez.

No me dio tiempo a más.

—Quiero que abras bien la boca, tía. Quiero que la abras bien para recibir mi leche.

—Así? —dije yo mientras abría todo lo que podía mi boquita.

—Eso es —decía María— te vas a correr en la cara de tu tía. Menudo morbazo. ¡Vamos córrete!! ¡Vamos échale toda tu leche!!

Y tras unos pocos meneos, la polla de Sergio empezó a escupir esperma como si no hubiera mañana.

—Ahhh… ¡Me corro! ¡Me corro! ¡¡¡Toma toda la leche, Merceditas, toma!!! ahhhggg… sobre todo no cierres la boca ni tragues… ahhhh… quiero verla toda.

Yo intenté hacer lo que me decían. Abrí bien la boca para recibir todo lo que mi sobrino me iba a echar.

—¡Ya me sube la leche! ¡¡¡Ya estoy!!! ¡¡¡Me corro!!! ¡¡¡ahhh me corrooo!!!

Yo mantenía mi boca bien abierta y pude ver como mi sobrino empezaba a escupir leche. Primero un gran chorro que atravesó mi cara, pasando por mi nariz y mi ojo derecho hasta llegar a mi frete e incluso manchándome el pelo. Los siguientes chorros, ya más controlados, acabaron dentro de mi boca, pero era mucha cantidad y parte se me escurría por la comisura.

—ahhh… sí que bien… toma toda la leche… así… toma toda mi lechita Mercedes —mi sobrino estaba totalmente fuera de sí.

—eso es, Merceditas guapa —me decía María que se había colocado a mi lado— eso es… mantén la boca abierta… enséñanos todo lo que tienes.

—sí, eso es… todo mi semen en tu cara y en tu boca… mira que cara de vicio que pones… la beata recatada se nos ha llenado de leche… mira que guapa estás así. Me encanta verte llena de mi leche caliente. estás preciosa —Sergio estaba encantado con lo que acababa de hacer.

—ya lo creo que estás guapa, Merceditas. Mira como te ha dejado tu sobrinito… mmmm.

Era una sensación muy extraña. En parte un poco desagradable por ser la primera vez que probaba el esperma y me estaban dando pequeñas arcadas, pero por otra era excitante recibir toda esa leche calentita en mi boca.

—Mira qué montón de leche le has dejado en la boca —le dijo María a mi sobrino— ahora que la hemos visto te la tienes que tragar.

Yo no estaba nada convencida, pero hice lo que me dijeron y tragué todo aquel esperma. Estaba caliente y en verdad me estaba gustando bastante. Me costó un poco, pero lo hice. Una vez acabé de tragar volví a abrir la boca para demostrar que lo había hecho.

—Así? —dije— ya no queda nada. Estaba muy rica, mira, ya no queda nada. Me lo he tragado todo.

—Espera, te ha quedado un poco en la cara —dijo María.

Me pasó un dedo por la nariz y el ojo, recogiendo parte del semen que me había quedado y se lo puso en la boca. Me pasó la lengua por la frente, recogiendo todo el esperma del primer chorro. Después me besó. A mí todavía me quedaban restos de la leche de Sergio en la boca. Y María también tenía de la que me acababa de recoger. Entrelazamos nuestras lenguas, compartimos la corrida de Sergio y nos la tragamos toda. Fue extraño, ya que nunca había besado antes a una mujer. Pero me gustó.

—Mira qué guapas estáis las dos —decía mi sobrino— estáis preciosas. Gracias por este servicio tan personalizado. He quedado muy contento.

—Y nosotras, ¿a que sí, Merceditas?

—Mucho —dije— hehe.

Esa fue una experiencia totalmente nueva para mí y el inicio de muchas más que vendrían. Mantuve mi apariencia discreta y recatada, pero por dentro me había convertido en una auténtica guarrilla, capaz de deslechar a su sobrino y de compartirlo con su compañera de trabajo. Me encantó la idea de mantener este aspecto y apariencia de mujer beata y modosita, ya que así evitaría levantar sospechas en mi entorno. De hecho, este estilo de vida digamos oculto y alternativo que he adoptado ni se lo pueden llegar a imaginar nadie que me conozca. Bueno, nadie quitando a los que han participado en hacerme un poquito más feliz.

Espero que os haya gustado y que hayáis pasado un buen rato. Os dejo mi correo [email protected] por si me queréis escribir. Yo estaré encantada que lo hagáis y de responderos.

Besitos.

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