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Jutta era una mujer elegante que había nacido en Alemania de padres españoles. En su juventud se había introducido en ambientes bedesemeros y ambiente liberal. Se había introducido en círculos reducidos donde le habían enseñado a Dominar y junto con su carácter se había convertido en una Dómina dura, fría y calculadora, pero cuando sesionaba en alguien muy cálido.

Se había mudado a un gran piso, muy luminoso en el mismo bloque que Ane. Aparte, en las afueras de la ciudad, pero cerca del barrio donde iba a residir había adquirido una planta de un pabellón donde iba a instalar su taller donde hacer sus esculturas tanto de madera como de hierro. Luego se había introducido hacía poco en el cuero también.

Un día que entró al portal vio a Ane esperar el ascensor. Fue un flechazo a primera vista. Observó sus formas desde atrás y cuando la vio girarse y observó su angelical cara se decidió que tenía que convertirla en su sumisa. La saludó educada, pero fríamente. Ya estaba tramando como hacerlo y decidió que le daría tiempo y poco a poco ir hablando con ella etc.

Varias veces coincidieron en el portal y siempre la dejaba pasar. Le gustaba observar sus formas y esa cara angelical. Lo que no sabía era si la chica era sumisa en lo que a ella le interesaba y si más concretamente le gustaban las mujeres. Y un día decidió actuar. Escribió una nota y uno de los días que la chica pasó a su lado se la introdujo en el bolso sin que ella se apercibiera.

Si ella estaba, aunque solo fuera un poco interesada llamaría. Si no, pasaría del tema. La duda que tenía era que igual no interpretaba que era ella la que se lo había metido así que cuando se despidió de ella al salir del ascensor le dijo:

He metido una nota en tu bolso, léelo cuando llegues a casa.

Lo hizo justo cuando se cerró la puerta del ascensor con lo que a la chica le pilló de improviso. Ane llegó a casa y cogió la nota. Era un número de móvil y una palabra:

LLAMAME!

Era como una orden que la conminaba a llamarla. Esa mujer siempre la había puesto nerviosa. No sabía por qué. Siempre sentía una sensación extraña, por una parte, un escalofrío le recorría la columna y por otra no sabía si era excitación, pero su sexo se humedecía a la vez que su piel se erizaba. Nunca le habían gustado las mujeres, aunque alguna vez sí que había fantaseado con hacerlo con alguna pero nunca se decidió.

Pero llamó. Marcó el número. Al otro lado cogió Jutta que se lanzó un farol.

-Hola Anne, veo que te decidiste a llamar. Te puede la curiosidad de porque quería que llamases. Pues lo que quiero de ti es enseñarte mi taller. ¿Cuándo puedes venir a verme?

Ane no sabía si estaba decepcionada o como sentirse con aquellas palabras, pero balbuceando aceptó y concretó que esa misma tarde acudiría.

Esa tarde se vistió con un vestido veraniego con vuelo que le caía por medio muslo y un bolso tipo capazo. Fue caminando hasta el loft. Allí pulsó el botón del portero automático y la mujer le abrió. Subió luego en el montacargas y llegó un espacio diáfano donde pudo ver esculturas terminadas y otras a medio terminar y allí apoyada sobre una mesa estaba Jutta,

-Pasa y ponte cómoda. Como verás aquí tengo toda mi obra.

Ane fue pasando por todas las esculturas y admirando su trabajo. Se sentía observada por la mujer. En una de las obras se paró la chica. Jutta se acercó por detrás y se acercó a tan corta distancia que Ane podía sentir su respiración. La mujer cogió un mechón de su cabello y jugó con él a la vez que soplaba su nuca. Con el dedo índice de la mano derecha bajó por su hombro y su brazo luego por el lateral de su torso hasta llegar a su cadera y continuar hasta el fin de su vestido, entonces subió con la mano hacia su pubis y allí metió la mano entre las piernas de la chica y sintió su humedad. Introdujo el dedo corazón exhalando Ane un prolongado suspiro. El dedo lo acercó a la boca de la chica dibujando sus labios con el mismo e introduciéndolo en su boca.

Ane que había permanecido cuasi inmóvil chupó el dedo con ganas. Jutta la tenía donde quería. Espontáneamente había reaccionado a sus caricias ahora debía lanzar el cebo y ver si aceptaba el reto.

-Si quieres continuar acércate a la mesa y siéntate en el borde. También si aceptas me obedecerás en todo y yo seré quien mande. Cuando te diga vez vendrás, evidentemente cuando puedas. También sabrás que me gusta azotar y realizar otro tipo de juegos que entran en el BDSM, la Dominación, el Sadomasoquismo. No sé cómo lo conocerás si lo conoces. Si no sabes que es pregunta, si lo conoces y aceptas siéntate en la mesa y si no aceptas, vete y lo que ha ocurrido hasta ahora quedará entre nosotras.

Ane caminaba hacia la salida, pero de tal forma que pasaría al lado de la mesa y cuando estuvo a su altura se sentó en el borde mirándola retadoramente a Jutta. Esta se acercó y cuando estuvo a su altura la dio un tortazo para luego besarla. Ane al comienzo se dejaba hacer para luego abrir las piernas y aceptar sus besos. De repente, Jutta paró. Introdujo la mano en un cajón y recogió unas esposas que había hecho ella de forma artesanal y se las colocó a la espalda a la chica.

Cuando Ane se vio inmovilizada se sintió indefensa y algo temerosa pero una terrible excitación la invadió. Miró a Jutta buscando comprender, pero al ver la expresión severa de la mujer se excitó todavía más. Sujetó las esposas a la mesa y los tobillos tras abrir las piernas a las patas de la mesa. Entonces cogió un pequeño bisturí. Con él fue dibujando el perfil de su cara. La pasó por la frente, la nariz, sobre los labios. Dibujó los labios con él. Seguido la barbilla para bajar al cuello. Allí se recreó para luego cortar el tirante izquierdo.

Ane quiso protestar, pero Jutta la dijo que tranquila que luego se daría uno igual pero que ahora iban a jugar. Ane se iba a levantar e irse, pero quiso continuar más bien lo deseaba. Ahora cortó el otro tirante. El vestido se desprendió descubriendo sus pechos. Jutta se inclinó sobre ellos. Blandos como flanes, aspiró su aroma y probó la dulzura de los pezones, suaves como terciopelo.

Ahora cambió el bisturí por unas tijeras y rasgó el vestido hasta romperlo del todo. Luego con la chica solo con el tanga puesto metió su mano entre sus piernas y acarició su sexo. La chica comenzó a suspirar. Con las tijeras cortó un trozo del tanga en la zona del pubis. Otro en un lado para por último romperlo en varios trozos. Cuando la tuvo completamente desnuda observó la belleza de la joven universitaria que allí atada en su mesa la observaba con su belleza retadora.

Ahora la soltó y cogiéndola del pelo la condujo hasta el tótem de madera que presidía en un extremo la estancia. Un gran tótem con un relieve de hierro con la forma de una cara de un monstruo y allí dándola la espalda la ató e inmovilizó.

Cogió el látigo largo y cortando el aire con él azotó sus nalgas. Las zonas acariciadas con el cuero se inflamaron. Los azotes no eran muy fuertes. Ane estaba excitadísima. En otro momento se hubiera negado a todo aquello, pero hoy estaba muy, muy cachonda. Tras varias series de azotes con varios instrumentos tapó su cabeza con una máscara.

-Tranquila, confía en mí. Además, si quieres parar da con la palma de la mano en el tótem y pararé.

Jutta se apartó y se colocó un strapon. Untó bastante lubricante en él y se acercó a la chica. El aparato tenía un pequeño dildo vibrador que la penetraba a ella también. Luego introdujo un huevo en un condón y lo untó en lubricante introduciéndoselo a Ane en su coño. Ane estaba descolocada, pensaba que la había metido unas bolas chinas. Entonces se acercó donde la chica y cogiéndola de las caderas la sodomizó comenzando a follarla y a la vez activar el huevo con el mando a distancia. Los ritmos los fue acompasando a sus embestidas. Primero más suave para cada vez más ir más rápido. A su vez, de vez en cuando apretaba los jóvenes pechos de la mujer. Ane no pudo aguantar más y tuvo un gran orgasmo. Fue tan potente que se orinó encima. Además, emitió un gran suspiro culminado en un grito que hizo que Jutta no pudiera aguantar más y estallara en otro orgasmo quedando derrumbada sobre Ane y levantando parte dela máscara besándola en la boca.

La soltó y dio un vestido como el de la chica. Dejó que se vistiera, pero le ordenó ir sin tanga.

-Esto que has encontrado hoy es lo que vas a encontrar a partir de ahora. Si aceptas, vuelve mañana a las 17 y si no como he dicho antes, aquí se termina todo y tan amigas. Pero si vuelves me tratarás de Usted y obedecerás.

¿Volvió? Por supuesto, no lo dudó.

Este relato es imaginario, me encantaría que me contarais vuestras impresiones. Hacerlo a:

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