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En el hotel pagado por Pedro
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Unos días después de la fiesta en casa de Pedro, sonó mi celular, no sabía quién era, ya que no reconocía el número. Contesté y me di con la sorpresa que era Mariela.

-Hola Gonzalo –dijo– Soy Mariela, quería ver si estabas libre mañana en la noche.

-Hola ¿Cómo estás? –respondí– claro que sí, para ti estoy libre siempre.

-Que bien, mira, le saqué plata a Pedro –dijo– ¿Qué te parece si nos vemos en el hotel? ¿te parece bien a las 10?

-Está bien, justo tengo unas cosas que hacer en la tarde, pero a las 10 ya estaré libre –dije, para sonar ocupado– igual si se demora, lo dejo y voy a verte. Te tengo unas ganas.

-Yo también –respondió contenta –con decirte que, al día siguiente de la fiesta, Pedro quiso coger y ni siquiera me mojé y ya se había venido.

-Jajaja –reí– que tal imbécil. Pero no te preocupes, que mañana te vas a correr por lo que no te corriste ese día.

Al día siguiente, nos encontramos cerca del hotel, entramos de la mano, nos registramos, pagó la noche y nos fuimos a la habitación. Al entrar, rápidamente se fue al baño con su bolso, dijo que se pondría cómoda. En la habitación había una cama Queen, una mesa redonda con dos sillas y un jacuzzi. Me desnude, hasta quedar en bóxer. Tenía un bóxer negro, muy pegado, me pene estaba a media erección, pero ya se notaba un buen bulto en el bóxer. Esperé unos minutos hasta que salió Mariela. Vestía un babydoll blanco medio transparente, que dejaba ver que en la parte de arriba no llevaba sostén.

Se veían sus hermosas tetas, con unos pezones duros. En la parte de abajo, llevaba un hilo negro, con un pequeño triangulo que tapaba su vagina, pero dejaba ver sus vellos púbicos. Por la parte de atrás, el hilo se metía entre sus nalgas y dejaba ver ese hermoso culo.

-¿Cómo me veo? –preguntó, mientras modelaba– ¿te gusta?

-Me encanta –respondí sentándome en la cama– te ves riquísima.

-Lo acabo de comprar –dijo– con la plata que me dio Pedro, lo estrenare contigo y después, manchado con tu semen, lo usaré con él.

-Jajaja –reí– te lo dejaré bien manchado entonces, jajaja.

Se acercó a mí y nos besamos muy apasionadamente. Comencé a masajear sus nalgas, levantando ligeramente el babydoll. Ella sobaba mi pene por encima del bóxer, que ya estaba bien duro. Los besos se hicieron más calientes. Le saqué el babydoll, sus tetas quedaron frente a mí. Las comencé a besar, le lamia los pezones. Luego, ella se arrodilló frente a mí, comenzó a besar mi peen por encima del bóxer, pasaba su lengua por el tronco. Con los dientes, comenzó a bajar mi bóxer, hasta que mi pene saltó. Se lo metió en la boca rápidamente, mientras me terminaba de sacar el bóxer.

Mientras me chupaba el pene, yo masajeaba sus tetas. Una vez más, su mamada dejaba mucho que desear, pero cumplió con el objetivo, mi pene estaba muy duro y lubricado. La levanté, la recosté al borde de la cama. Me agaché y comencé a lamerle la vagina. Estaba muy húmeda, así que no demoré mucho ahí. Tenía muchas ganas de metérsela. Me acomodé frente a ella, abrí sus piernas, corrí el hilo a un lado y se la metí sin compasión hasta el fondo.

-¡ahhh! Que rica pinga tienes –dijo, soltando un pequeño gemido– métemela hasta el fondo.

-Te gusta duro ¿no, perrita? –dije, mientras aceleraba las embestidas– te voy a coger tan duro que cuando te coja Pedro, ni lo vas a sentir.

Comencé a meterla fuerte, su vagina se sentía muy húmeda y caliente. Le besaba las tetas, le mordía los pezones. Mariela gritaba de placer. Levanté sus piernas, las puse en mis hombros, le agarré de las nalgas y comencé a embestirla fuertemente. Le apretaba las tetas fuertemente mientras la penetraba.

-¡me corro! ¡no pares por favor! ¡sigue así! ¡Ahhh! –comenzó a gritar Mariela mientras se venía– ¡que rico! ¡si! ¡ahhh!

-¡si! ¡córrete! Mójame la pinga con tu corrida, zorra –dije– te gusta que te cojan duro como a una perra ¿verdad? ¡puta!

-¡si! Hazme tu perra. Dame como a una puta –dijo, aun gimiendo– soy tu perra, tu puta. Cógeme duro.

Mariela se estaba volviendo loca, le encantaba que le diga perra, que la coja duro como a una puta. Le pedí que se ponga en cuatro patas. Me puse detrás de ella y se la volví a meter. Volvió a gritar muy fuerte. Se la metía con fuerza, mientras le daba nalgadas. después de unos minutos, me quería venir, así que se la saqué de la vagina y la recosté boca arriba en la cama.

-Te voy a tirar toda la leche encima y lo que no te tragues, lo limpiaras con el babydoll –dije, mientras me masturbaba frente a ella, apuntando a su cara y sus tetas– ¡Ahhh! –grité lanzando un gran chorro en su cara y tetas.

-¡que rico! Cuanta leche. Esta calientita –dijo, mientras saboreaba el semen que cayó en su cara y su boca.

Le pasé el babydoll y se limpió las tetas con él, para luego chupar el semen que quedó manchado. Fui hacia el jacuzzi y lo prendí. Comenzó a llenar y me acosté a su lado para besarnos mientras le sacaba el hilo, manchado por sus jugos. Nos besamos unos minutos, mientras nos manoseábamos. Nos comenzamos a masturbar mutuamente. Su vagina estaba muy mojada y mi pene se puso duro rápidamente. Se subió encima mío, se ensartó mi pene de un sentón y comenzó a moverse deliciosamente. Saltaba encima de mi pene, mojándolo todito, se resbalaba fácilmente.

Cuando se llenó el jacuzzi, nos metimos. Una vez dentro, se recostó encima mío, dándome la espalda. Sus nalgas encima de mi pene. nos quedamos un rato así, mientras amasaba sus tetas, ella frotaba sus nalgas en mi pene y se masturbaba metiendo dos dedos en su vagina. Le comencé a besar el cuello. Giró su cabeza hacia mí y nos besamos. Su lengua jugaba dentro de mi boca, la mía hacia lo mismo en la suya.

De repente, se levantó, acomodó mi pene en la entrada de su vagina y de un sentón se lo metió todo. Podía ver sus nalgas rebotar encima del agua, mientras hacía desaparecer mi pene dentro de su caliente vagina. La comencé a nalguear y ella seguía moviéndose. Le apretaba las nalgas. Se sentía muy rico mientras se movía y sonaba el chapoteo en el agua. Mariela estuvo unos minutos sentándose encima de mi pene, hasta que me levanté, la puse en cuatro patas y la comencé a embestir yo. Le daba unas embestidas fuertes y rápidas, el agua salpicaba por todos lados, cada vez que mi cuerpo chocaba contra sus nalgas.

Lo embestía rápidamente, todo el cuerpo de Mariela se movía con fuerza, mientras la embestía. Sus tetas chocaban contra el agua y salpicaba el agua. Luego, me salí de dentro de ella, puse mi cara entre sus nalgas y comencé a chuparle la vagina, pasaba mi lengua desde su vagina y llegaba a su ano, lo ensalivé bastante. Y metí dos dedos de golpe.

-¡si! ¡así! Ábreme el culo, pero métemela en la concha –dijo Mariela– quiero tu pinga en la concha, de ahí me la metes por el culo.

-Tómala entonces –dije, mientras se la metía de golpe, nuevamente en la vagina– Me encanta tu culo, te lo quiero partir en dos –dije, mientras metía dos dedos rápidamente en su ano.

-¡si! ¡Ahhh! Yo también quiero que me lo partas –dijo gimiendo– ese cabrón no quiere cogerme el culo.

-Yo te lo voy a dejar bien abierto, no te preocupes –dije.

-¡si! ¡por favor! ¡sigue! ¡así! ¡no pares! –gritó.

Después de unas buenas embestidas en su vagina, y con su ano bien dilatado. La saqué de su vagina y se la metí de golpe en el ano. Lo había dejado bien abierto con los dedos, además los fluidos de su vagina, habían embarrado mi pene, lubricándolo, así que entró de golpe. Comencé a moverme rápido, realmente quería romperle el culo. Estuvimos un buen rato en esa pose, hasta que me dieron ganas de cambiar de posición.

La levanté, salimos del jacuzzi, la arrodillé en la alfombra, pegué su cara al piso, y así, con el culo levantado, me acomodé encima de ella, y se la metí de golpe por el ano. Me coloqué de tal manera que le daba la espalda a su cabeza. Al entrar en su culo, nuestras nalgas chocaban unas con otras.

-¡ah! ¡que rico! Extrañaba sentir una buena pinga en el culo –gemía ella– ¡sigue! ¡por favor! Rómpeme el culo.

-No sabe lo que se pierde Pedro –dije, sin dejar de penetrarla– que rico ano tienes. ¿Te gusta cómo te cojo? ¿mejor que Pedro?

-¡si! Mucho mejor. Igual, con la pinguita que tiene el cabrón, casi ni la siento –dijo.

No sabía si era verdad todo lo que decía de Pedro, pero me alegraba. Después de unos minutos, de culearla, me dijo que le dolía, que quería que le llene la vagina de leche. Así que la recosté boca arriba y se la metí de golpe en la vagina. Su vagina estaba muy mojada, se debió haber corrido varias veces, mientras la cogía por el culo. No tardé mucho en venirme.

-Ahí viene –dije, sin parar de moverme– pídeme que te de leche, suplica perra.

-Por favor, dame tu leche caliente, lléname de leche la concha –suplicaba– por favor, quiero tu leche. Dámela toda que me corro contigo.

-¡si! ¡Ahhh! Toma tu leche, zorra –dije mientras me corría dentro de ella– ¡Ahhh! ¡Ahhh!

-¡Ahhh! Yo también me corro ¡Ahhh! ¡si! ¡Ahhh! –gritó ella.

Caí encima de ella, agotado. Caí directo a chuparle las tetas, se las lamia, las besaba, le mordía los pezones. Por más cansado que estaba, quería seguir cogiéndomela. Quería dejarla más que satisfecha, solo con la intención de joder a Pedro. Nos quedamos unos minutos en la alfombra, desnudos, abrazados.

Después de unos minutos, nos levantamos y nos fuimos a la cama, nos comenzamos a besar, le metí dos dedos en la vagina, la cual ya estaba húmeda. Comencé a mover rápido mis dedos dentro de ella. Ella gemía y su vagina se mojaba cada vez más. La besaba desesperadamente en la boca, nuestras lenguas jugaban entre sí. Pasé a chuparle las tetas, lamia y chupaba sus pezones, que ya estaban bien duros. Mi pene ya estaba completamente erecto nuevamente. comenzó a temblar y mis dedos chapoteaban dentro de su vagina.

-Me vas a hacer correr de nuevo maldito –gritó– ¡Ahhh! ¡sigue así! ¡Ahhh! –se corrió fuertemente, con mis dedos en su vagina.

-Me encanta como te corres –dije– eres una putaza. Me encantas.

-Dame tu pinga, te la quiero chupar –dijo, acostándose encima mío, poniendo su vagina en mi cara– pero bésame la concha.

Se metió mi pene a la boca mientras frotaba su vagina en mi cara. Sus jugos me mojaban la cara. Pasaba mi lengua por su vagina, sorbiendo sus jugos. Que rico sabia su vagina. Estuvimos así un buen rato, mi pene estaba durísimo. Se levantó y se sentó encima de mi pene, metiéndoselo de golpe. Sus nalgas rebotaban en mi abdomen, mientras ella saltaba encima mío, haciendo desaparecer mi pene. la nalgueé muy fuerte. Ella seguía saltando encima mío, se movía delicioso.

Después de unos minutos, fue girando, lentamente, quedando primero de costado, moviéndose rápidamente, de adelante para atrás. Luego volvió a girar, para quedar frente a mí, sus tetas saltaban con cada movimiento. Las agarré y las comencé a masajear, le di unas cuantas palmadas en las tetas, pareció gustarle, así que seguí. Me pedía que le dé más fuerte, así que golpeaba sus tetas con fuerza.

-Así dame duro, golpéame las tetas –dijo, gimiendo– me gusta que me golpees.

-¿si? Te gusta que te trate como puta ¿no? –dije, mientras la golpeaba en las tetas.

-¡si! Me encanta que me golpees –dijo– dame en la cara, quiero que me trates como a una puta barata.

-Será mi puta entonces –dije, mientras le daba bofetadas suaves en las mejillas– toma perra.

-¡si! ¡así! Mas fuerte –suplicaba ella mientras saltaba encima de mi pene.

La di dos bofetadas fuertes en las mejillas. Ella gemía, le gustaban las bofetadas. Seguimos así unos minutos más, hasta que me pidió que le dé en misionero. La cargué, con mi pene aun dentro y la lancé en la cama, tirándola como si fuera un paquete. Apenas cayó abrió las piernas estirándolas hacia los lados. Me tiré encima de ella y la penetré fuertemente hasta el fondo. Lanzó un pequeño quejido, pero me agarró rápidamente de la cintura y comenzó a mover sus caderas para frotar su clítoris con mi pelvis. Me comencé a mover rápidamente, mientras le daba bofetadas fuertes en las mejillas, las cuales comenzaron a ponerse rojas.

-¡si! Así me gusta –gritaba– cachetéame fuerte que me voy a venir. Vente conmigo por favor.

-Toma zorra –dije moviéndome cada vez más rápido– te gusta duro ¿no zorra? Me voy a correr y llenarte de leche puta.

-¡si! ¡así! No pares ¡Ahhh! Me corro otra vez puto de mierda ¡Ahhh! –gritó mientras se corría temblando y convulsionando.

-Ahí va tu leche zorra –dije, corriéndome dentro de ella– ¡Ahhh! Que rico. ¡Ahhh!

-Que rica se siente tu leche dentro –dijo.

-Que rico coges, me encanta lo puta que eres –dije, dándole un beso muy ardiente en la boca– quiero cogerte siempre. Deja a ese imbécil y se mi puta.

-No puedo dejarlo –dijo– será un imbécil, pero ahora necesito que me mantenga.

-Entonces quiero ser tu amante a tiempo completo –dije– quiero que cuando te llame vengas corriendo y me cojas.

-Eso sí me encantaría. Yo también quiero que me cojas siempre –dijo.

Después de eso, nos vestimos, y nos fuimos cada uno a sus casas. Después de eso, nos vimos muchas veces más. Cogíamos casi todos los dias, nos habíamos vuelto adictos el uno del otro.

Un día, se organizó una feria en la universidad, las diferentes especialidades exponían sobre lo que realizaban en sus diferentes carreras. Pedro llevó a Mariela. mientras estábamos ahí, ellos estaban dando vueltas solos, yo paraba en grupo con mis amigos. De vez en cuando nos mirábamos, cómplices. Decidí mandarle un mensaje, me la quería coger ahí.

-Te ves deliciosa, quiero cogerte ahorita mismo –escribí.

-Ahorita no puedo, esta Pedro acá –respondió.

-La vez pasada prometiste que cuando te quiera coger, dejas todo y me coges –dije.

-Pero, ¿Cómo hacemos? –respondió.

-Voy a mandar a un amigo a distraer a Pedro, cuando llegue, le dices que iras al baño. Ahí nos encontramos.

-Ok, pero ¿Qué baño?

-Me sigues –dije.

Hablé con Carlos, le pedí que vaya a preguntarle cualquier cosa a Pedro y que lo distraiga un rato. El aceptó. Me separé de mi grupo y me fui a camino a uno de los baños. La esperé. Un rato después, apareció Mariela, la tomé de la mano y la llevé a un salón un poco alejado. Entramos, cerré la puerta y la apoyé en una carpeta. Felizmente iba con un vestido de verano, suelto. Así que le subí el vestido a la cintura, bajé su calzón, hasta las rodillas. Me bajé el pantalón y se la metí de golpe. Comencé a embestirla rápidamente, se la metía con fuerza, con una mano le jalaba el cabello con fuerza y con la otra le daba nalgadas muy fuertes. Mariela no paraba de gemir.

-¡así! ¡no pares! Sigue así –dijo gimiendo fuertemente– me encanta como me coges.

-¿te gusta perrita? Te gusta que te coja con tu novio tan cerca ¿no? –dije, embistiéndola más fuerte.

-¡si! Que se joda ese cabrón.

La cargué y la recosté boca arriba encima del escritorio. Le saqué los tirantes del vestido, sus tetas salieron a la vista, ya que no llevaba sostén. Puse sus piernas en mis hombros y la penetré fuertemente. Estaba en la gloria, dándole con mucha fuerza. Mariela se corrió, gritando.

-¡Ahhh! Que rico. Me corro –dijo– apúrate que se va a preocupar.

-Te voy a llenar la concha de leche, hasta que se escurra en tu calzón, y así vas a ir con el imbécil de tu novio –dije sin parar de embestirla.

-¡si! Quiero que te huela –dijo la muy perra.

La volví a apoyar en el escritorio, dándome la espalda. Se la metí de golpe y me moví lo más rápido que pude, para poder venirme rápido. Mis embestidas eran muy rápidas. Mariela seguía gimiendo, creo que se corrió una vez más. Seguí, hasta que ya no aguanté más y me vine dentro de ella. lance varios chorros dentro de ella. me estaba viniendo con mucha fuerza. Mariela gemía fuertemente. Saqué mi pene de su vagina y rápidamente subí su calzón. Al instante pude notar como se humedecía con mi corrida que salía de su vagina.

-Así quiero que te vayas, oliendo a mi leche –dije.

-Quiero probar tu pinga, y con ese delicioso sabor, besa a Pedro –dijo burlonamente.

Se agachó, se metió todo mi pene a la boca, lo lamia, lo saboreaba, chupaba cada resto de corrida que quedaba. Yo aprovechaba para sobarle las tetas, que aún estaban al aire. Cuando termino de limpiarme el pene, se levantó se acomodó el vestido y el cabello. Salí primero yo, para ver que no haya nadie y le dije que salga. Cuando salía por la puerta, la retuve un momento, metí mi mano entre sus nalgas y metí un dedo en su ano.

-Este te lo rompo en la noche –dije– estaré solo en casa hoy.

-Pero temprano tiene que ser, que me ha invitado a cenar con sus papás –dijo sonriendo.

-No te preocupes, te reviento el culo rápido y te vas a cenar con tus suegros, oliendo a mí –dije burlándome.

Se fue y un minuto después salí yo, fui donde estaban mis amigos. Al verme Carlos se rio. Nadie más entendía por qué. Busqué donde estaban Pedro y Mariela, cuando los encontré, Mariela me miró, sonriendo, y le dio un beso en la boca a Pedro. Me reí.

Ese día en la noche, Mariela fue a mi casa, bien vestida, imagino que la cena seria elegante. Cogimos un par de veces, le rompí el culo, me vine una vez más en su vagina y una en su boca. Así se fue a su cena familiar.

Al día siguiente me contó que Pedro le había pedido matrimonio y ella había aceptado. Sabía que, así, tendría la vida asegurada. Lo malo fue que al estar comprometida, quería serle fiel a Pedro. Ese fue el último día que cogimos. Después de un tiempo, se casaron. Su matrimonio duró unos 5 años, hasta que se separaron y Mariela se quedó con su dinero. Nunca más los volví a ver.

Fin

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