Sintió calor, abrió los ojos y trató de ubicarse. Era la habitación de su hotel. La luz que entraba por la ventana le impedía abrir bien los ojos. Se había quedado dormida sin desvestirse. Ni siquiera había cerrado las cortinas. No lograba recordar como había llegado a la habitación.
Lo primero que hizo fue encender el aire acondicionado, luego buscó el móvil para ver la hora. Todo esto lo hacía sin levantarse. Se removía en la cama. Las 13.30 h. Ahora estaba mirando al techo, el aire acondicionado empezaba a refrescar la habitación y ella, con un dolor de cabeza y sonidos de tambores por la resaca, empezaba a organizar su mente. Recordó pasajes de la noche anterior. La reunión del bar, como había ido sucediendo todo. Los recuerdos de las canciones la transportaban a cada momento de la noche, que parecían haber sucedido hacía mucho y le producía cierta sensación de nostalgia. Recordó, con One de U2 la puerta del baño de aquel primer bar con la imagen de los dos gays morreándose. Andrés. No podía ser de otra manera, era demasiado perfecto para ser hetero.
Luego Kyle Minogue, Robert Ramírez, Nelly Furtado le hicieron recordar varios bailes con Carlos, con Sam e incluso con Reme. Esta chica era demasiado atrevida, cómo le había entrado a aquel pobre guiri… Bueno, –pensó reprochándose aquel razonamiento –demasiado atrevida ¿por qué? ¿Porque siendo una mujer de casi cuarenta años le había entrado a saco a un hombre más joven? Entonces ella era igual. ¿Cómo le había entrado ella al socorrista?
Pero ¿por qué la sociedad seguía pensando así? ¿Por qué ella pensaba así? Era la educación machista en la que había crecido. Porque si un hombre de esa edad, reconocido profesional y con un físico envidiable ligaba con una chica más joven se le consideraba un triunfador. En cambio ese comportamiento en una mujer estaba “mal visto” por no decir lo que opinaban la mayoría de las mujeres. Pues ella no estaba dispuesta a pensar así. Había quemado una etapa junto a un hombre con quién había sido feliz, pero aquello terminó y en la última etapa la monotonía la había aburrido bastante. Ahora estaba dispuesta a empezar otra etapa. Se sentía joven, ¡NO! Era joven. La juventud no era solo una cuestión física. También era una cuestión mental.
Es cuestión de querer seguir haciendo y disfrutando de cosas. Y a ella le había gustado siempre el sexo y había disfrutado mucho de él. Recordó los primeros besos en aquellas fiestas de instituto en las que tenía hora de llegada a casa. Aquel viaje de fin de curso. Fueron a Mallorca, que eran donde iba siempre su instituto. En esa excursión lo hizo por primera vez. Luego la facultad, otro mundo, libertad absoluta, pisos compartidos, catas, gentes de todos los lugares. Era la época del desenfreno. Después su matrimonio con Pedro, todo perfecto hasta que el paso de los años arruinó aquella relación. Y ahora estaba soltera, sin compromiso y con ganas de pasarlo bien. Así que decidió que iría a comer con Carlos.
Se desnudó y pasó a la ducha. Abrió el grifo y consiguió la temperatura ideal. Se metió debajo y dejó que el agua tibia la empapase. Echó la cabeza hacia atrás para que su melena mojada cayese por su espalda. Abrió los ojos y vio que estaba frente al espejo. El agua recorría todo su precioso cuerpo. Una cortina de agua caía por su cuello y bajaba utilizando sus tetas como trampolín, saltaban algunas gotitas al pasar por sus extraordinarios pezones rosados. El agua seguía hacia abajo buscando ahora sus maravillosas piernas y a la altura de su sexo giraba introduciéndose en su raja como si quisiera penetrarla.
Se dio la vuelta y giró la cabeza para verse el culo. Al estar mojada brillaba y se veía realmente apetecible, se lo acarició con su mano derecha. Poco a poco fue separando los glúteos. Vio como cambiaba el color de la piel haciéndose más oscura cuanto más cerca del ano. Dejó que el chorro entrase por su raja del culo notando un cosquilleo muy agradable. Volvió a su mente su fantasía de la sodomía. Tenía miedo que su ano se rompiese, así que no había pasado de la introducción de los dedos. Por supuesto, de inmediato desecho cualquier posibilidad de hacerlo con Carlos. Aquella polla la abriría como a una caña. Todo era cuestión de esperar. En la vida todo llega…
Empezó a enjabonarse lentamente disfrutando de la suavidad de su cuerpo, de las caricias de sus propios dedos. Pasando las manos por sus tetas, recorriendo todo su cuerpo, acariciándose la vagina rasurada y pasándose los dedos por la raja del culo sin entrar en su agujero. Bajó por sus piernas hasta sus pies. Para luego dejar que el agua se llevase toda la espuma de su cuerpo, notando como el chorro caía sobre ella.
Bajó al hall del hotel, para esperar a Carlos. Se sentó en un sillón alto y se puso a ojear la prensa. Trataba de camuflarse por si el socorrista andaba por allí y se veían forzados a entablar una embarazosa conversación. Aquello solo había sido un polvo con un desconocido. Tan desconocido que no sabía ni como se llamaba. Pero entonces localizó a “su hombre”. Se puso de pie y se dirigió hacia él:
-Sabía que aceptarías mi invitación. –Dijo él con seguridad.
-¿Ah, sí? ¿Y eso por qué? –preguntó ella.
-Bueno creo que anoche lo pasamos bien, conectamos…
-¿Dónde me vas a llevar?
-Hay una playa por aquí cerca, con un chiringuito donde se come un arroz de marisco de escándalo.
-Mmm… que bien suena.
Se metieron en el coche y tras unos escasos veinte minutos llegaron a lo alto de un pequeño monte lleno de pinos. Aparcaron en una explanada donde había otros coches. Al bajar del coche pudo notar la diferencia de temperatura. De los veintitrés con el que habían hecho el viaje a los treinta y seis que caían sobre aquel pinar, agravados por el intenso chirriar de las cigarras. Por un estrecho camino entre los árboles llegaron a un chiringuito de madera que estaba sobre un acantilado que descansaba sobre una preciosa playa de arena casi blanca, muy ancha.
Las vistas sobre el mar eran increíbles, el sol se reflejaba en la inmensidad del agua:
-¿Te gusta? –demandó Carlos orgulloso.
-Es impresionante. Siempre me ha fascinado el mar, soy mediterránea. –Comentó ella orgullosa a su vez de sus orígenes –La playa es perfecta.
-No. Luego iremos a una playa perfecta. –Corrigió el hombre la afirmación de la presentadora.
Se sentaron a comer. Él había encargado el arroz de marisco y se dispusieron a disfrutar de la abundante ración que les sirvieron. Durante la comida Carlos le comentó que aquella zona de la costa era la mejor para practicar el kite-suf. Y que las playas cuanto más al oeste se hacían más rocosa. Habiendo multitud de calitas bajo los acantilados de una belleza salvaje y casi virgen.
Tras más de una hora de riquísimo almuerzo y agradable conversación. Se disponían a ir a la playa. En una mochila Quick Silver de él metieron dos toallas y bajaron:
-¿Has montado alguna vez en moto acuática? –Preguntó él sorprendiéndola.
-¿Qué…? ¿Pero dónde vamos? –Ella estaba un poco desconcertada.
-Es una sorpresa. Vamos a una playa perfecta.
El hombre alquiló una moto a un chico con quién parecía tener bastante confianza. Se saludaron de manera efusiva dándose un abrazo y un beso en ambas mejillas. Acomodados, Carlos conduciendo, ella agarrada a él y después de cinco minutos de una fantástica travesía marítima desde la que se podía ver las preciosas calitas llegaron a un lugar solitario. Era una pequeña playita entre dos gigantescas rocas a la que solo se podía acceder desde el mar. La orilla estaba llena de gaviotas que empezaron a volar cuando ellos se acercaron. Antes de llegar a la orilla, ella se tiró al agua. Era cristalina podía verse los pies. Comenzó a nadar hacia la orilla, el camarero que había avanzado con la “embarcación” la esperaba:
-¿Qué te parece? –preguntó Carlos mientras aseguraba la moto de agua en la orilla.
-Es un lugar fantástico. –Contestó ella maravillada con el paradisíaco lugar.
-Es un pequeño refugio donde venimos a practicar surf. Solo se puede llegar desde el mar. Y ahí bajo esa roca hay una gruta que sirve de refugio para pasar la noche. –Mostraba el camarero los encantos del lugar.
-Joder que delicia de sitio. Bueno, pero vendrá más gente, ¿no?
-Hay un pacto no escrito por el cual si llegas y hay gente te vas…
-Curioso…
-¿Qué? ¿Nos damos un baño?
-Sí, claro.
-Pero… desnudos por supuesto… –propuso divertido el anfitrión.
-¿Pero…? ¿Cómo que desnudos…? ¿Y si nos ve alguien…? –No estaba muy segura de que fuera buena idea.
-Ya te he comentado lo del pacto ¿no?
-Si, pero…
-Además la sensación de bañarse en el mar sin nada es genial…
-No sé yo…
Carlos se quitó el bañador y se quedó desnudo ante ella. Quién durante unos segundos observó el maravilloso cuerpo de surfista de “su” camarero antes de empezar a quitarse el bikini y quedarse desnuda también. El hombre le tendió la mano y fueron cogidos andando hasta el agua. La verdad es que la imagen de dos cuerpos desnudos y preciosos en una playa idílica era irresistible. Hacía mucho calor, el agua era cristalina y estaba a una temperatura ideal con lo que se metieron sin pensárselo. Se sumergieron, se salpicaron, se abrazaron, se besaron, nadaron, jugaron, saltaron… así durante un largo rato. Ella estaba disfrutando de unas verdaderas vacaciones. Se sentía feliz con la decisión de haberse tomado este fin de semana sola que nunca pensó que le saliera tan bien y tan divertido. En apenas un día había cambiado por completo el chip y sentía que la peor etapa desde su ruptura había quedado definitivamente atrás.
Cuando tenían la piel de las manos arrugadas decidieron salir a tomar el sol. En el camino la periodista miró de reojo a Carlos y pudo ver como el tremendo pene de él se balanceaba de un lado a otro al andar. Al contraste de temperatura sus pezones habían respondido poniéndose duros y erguidos. Y una ligera brisa hizo que su piel se erizase.
Llegaron a las toallas y se tumbaron. El sol calentaba aquellos dos maravillosos cuerpos que fueron dando vueltas sobre sí mismos para broncearse cada rincón de piel. De vez en cuando, ella observaba y admiraba el cuerpo de su anfitrión. Le miraba su culo redondo y duro al final de su ancha espalda. Sus poderosos brazos, su torso con los bien definidos abdominales. Su potente polla ahora en reposo. Aun así era de unas dimensiones considerables. Era preciosa, recta, morena, de piel tersa, suave. Todavía ahora se le marcaban las venas. Sus piernas fuertes y musculosas. De repente Carlos estiró todo su cuerpo. Se incorporó y alcanzó su mochila. La miró y le sonrió. La mujer se la devolvió. Empezó a liarse un cigarro de “maría”. Lo encendió y le dio un par de caladas antes de ofrecérselo. Ella se incorporó. Se giró hacia él y cruzó las piernas. Pese a estar desnuda en la playa ante un desconocido no se sentía para nada incomoda. Tomó el porro y le dio una fuerte calada. Le miró con cierta admiración:
-Que buena vida te pegas.
-No me quejo. Soy joven y la vida hay que vivirla.
-Ya. Pero no siempre se puede. Hay obligaciones y responsabilidades. –Cuestionaba ella la forma de vida de Carlos.
-Siempre he hecho lo que he querido. Desde muy temprano tenía claro que no quería ataduras ni responsabilidades.
-Pero alguna responsabilidad habrá por ahí, ¿no? –volvía la presentadora a poner en duda la filosofía del camarero.
-Están todas cubiertas. Trabajo para vivir. Solo necesito dinero para pagar mis diversiones.
Disfruto de mis amigos y mi surf. Venimos aquí lo pasamos bien…
Seguían intercambiándose el cigarro. Ella se encontraba cada vez más a gusto y relajada:
-Así que venís aquí todos. ¿Y acabáis todos desnudos? ¿Tíos y tías? –preguntó morbosa la mujer.
-Sí, aquí practicamos nudismo todos.
-Por eso conocían ellas tu secreto… –y dio una carcajada.
-Bueno, la naturaleza ha sido generosa conmigo.
-Joder, generosa dices… –dijo la mujer como si él se hubiera pasado de humilde –Reme dice que follasteis. Las otras dos ¿también? –Le delataba su ego femenino y no podía disimular ciertos celos hacia las amigas de él.
-No. Con Reme fue diferente. Salía de una relación, estaba despechada y acabamos echando un polvo.
-Es una morenaza impresionante. Tiene que follar como Dios.
-La verdad es que Reme es genial en todo. Y también en la cama, claro. Es una tía que no tiene complejos y sabe lo que quiere.
-Y como conseguirlo. Vaya como le entró al guiri anoche.
-Uf, pobre guiri… Con Reme hay que estar a la altura.
Carlos empezaba a empalmarse.
-Te pone cachondo hablar de Reme, ¿eh? –dijo ella sonriéndole.
-Me da morbo que una tía que está tan buena como tú, profesional, famosa y encima desnuda, me pregunte como folla otra…
Ella se ruborizó pero aguantó el ataque:
-Las mujeres somos competitivas entre nosotras y quiero saber como tengo que hacer para superarla…
El hombre le dio la última calada al porro y se puso de pie. Tenía una erección espectacular. La mujer se puso de rodillas, se acercó a él y sin dejar de mirarle comenzó a meterse la polla en la boca. Poco a poco, con un leve movimiento de cabeza. Tenía esa cara de comepollas que se le ponía cuando disfruta de una buena mamada. Y ésta era para disfrutarla bien. Le oía respirar fuerte. Al imaginar la escena se excitaba más, parecía de película porno. Una calita solitaria, atardeciendo y una periodista arrodillada ante un desconocido chupándole su enorme polla.
Él le cogió la cabeza con ambas manos y empezó a follarle la boca. Ella engullía como podía al tiempo que comenzó a acariciarse el coño. Carlos suspiró y paró:
-Ven túmbate.
El hombre se tumbó boca arriba y le pidió que se pusiera sobre él. De manera que su coño quedaba a la altura de su boca. Se lo empezó a comer a lengüetazos. Apoyada sobre su abdomen cerró los ojos y suspiró fuerte. Cada vez que le pasaba la lengua por su clítoris le hacía jadear. Se notaba húmeda y ardiendo. Comenzó a moverse en círculos sobre su boca. Se notaba que iba a estallar de placer, se inclinó sobre él y le empezó a comer la polla. Se la agarró fuerte con la mano. Le escupió en la punta del capullo y volvió a metérsela en la boca mientras seguía pajeándole. El movimiento de su cabeza iba a más. Mientras él se estaba dedicando ya por completo a su clítoris. Ya el placer de la mujer se concentraba en ese punto. Quería pedirle que se la mordiera pero tenía la boca ocupada así que siguió con la mamada. Ella no podía más, un escalofrío recorrió su columna. Se sacó la polla de la boca y gritó de placer:
-Aaahhh…. –sin dejar de meneársela hasta que con otro grito él también anunció su corrida.
-Aahh, no pares… dale más fuerte. –Lanzó un impresionante chorro de semen que fue a parar a sus tetas.
Le gustó notar el semen caliente resbalando por su pecho y dio un par de meneos más para que terminara de descargar. Al tiempo que sus flujos vaginales caían de su coño y eran recogidos por la lengua de él. Miró hacia Carlos sonriendo que ya estaba relajado después de su brutal corrida:
-Uf, que comida más rica.
-Pues vaya la mamada que me has pegado.
Tumbándose junto a él:
-Qué corridas echas, joder. Es imposible tragárselas entera.
-Te gusta tragar leche, ¿eh? –dijo el hombre con los ojos cerrados.
-Es que soy muy viciosa…
Después de un rato, decidieron empezar la vuelta a casa. Volvieron a hacer la travesía a bordo de la moto de agua desde la calita hasta la playa. El sol se ponía a sus espaldas dejando tonalidades naranjas cuando Carlos aún desde la moto hizo señas a su colega. Este le indicó que eran los últimos clientes en entregar la embarcación. Durante el viaje escuchaban una emisora de música, donde sonaron las que serían las canciones del verano. Para la presentadora esas canciones siempre le recordarían el principio de esta nueva etapa en su vida:
-Bueno pues esto es la despedida. Mañana me voy. –En su voz se notaba cierto malestar por el poco tiempo que habían tenido.
-Ha sido un placer conocerte. Eres fantástica. –Alabó el camarero.
Ella le miró a los ojos:
-No te olvidaré. Conocerte ha sido un regalo. –Apuntó la mujer convencida que esto supondría un punto de inflexión en su vida.
-Si vuelves… ya sabes donde estoy.
-Como dice Sabina “…al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver…” –y le besó en los labios.
Al día siguiente cogió el coche de alquiler y se dirigió a la estación donde tomaría un tren hasta casa.
Durante el viaje pensó en lo rápido que había ido todo. En todo lo que se le presentaba por delante. Al fin y al cabo solo habían pasado dos días de vacaciones. En una semana saldría para Grecia con su amiga Eva. No sabía lo que le esperaba allí. Pero lo que fuera lo disfrutaría. Si algo le había enseñado Carlos es que la vida hay que vivirla y disfrutarla…