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Ella era casada
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Tiempo de lectura: 19 minutos

Jorge era un hombre maduro, casado, exitoso jefe de ventas de la compañía representante del área de ventas de un parque funerario en el sur de los Estados Unidos, a sus órdenes trabajaban no menos de 40 personas a quienes adoctrinaba cada mañana en reuniones de motivación y asesoría para poder vender un producto que normalmente ponía los pelos de punta a los potenciales clientes a quienes desagradaba la idea de pensar en la muerte.

Con cuarenta y cinco años de edad, peinaba algunas canas en las sienes, dándole un aire interesante en su madurez, cuerpo regular, y siempre aseado y detallista en cuanto a su apariencia, siendo esta vital debido al difícil giro comercial al cual se dedicaba.

El reto era importante, y a él le gustaba, como también disfrutaba el hecho de que la mayoría de sus subordinadas fueran del sexo femenino, la mayoría, mujeres divorciadas, o madres solteras, algunas de ellas casadas, en edad madura que buscaban un ingreso extra para paliar la difícil situación económica de estos tiempos.

Entre sus empleadas, había varias que le llamaban la atención, algunas de ellas muy guapas, de todos tipos, nacionalidades, y edades, y estaba plenamente consciente de que las mujeres se fijaban en el más allá de ser su jefe, varias le coqueteaban abiertamente, acariciando su ego masculino, sintiéndose el sultán de un amplio harem femenino, que, la sabia, podía usar cuando se presentaran las oportunidades correctas.

Su oficina estaba situada al fondo de un amplio galerón comercial, y los escritorios de las vendedoras se ubicaban frente al amplio ventanal de su recinto de trabajo, desde dentro, podía ver a sus subordinadas sin que ellas lo vieran a él, y estar al pendiente de lo que pasaba en su piso de trabajo, siendo un jefe demandante, y aplicado.

Tres de sus trabajadoras le llamaban particularmente la atención, Giovanna, madre soltera de cincuenta años, argentina igual que él, de figura espigada, rubia decolorada, algo desaliñada, pero llamativa, de sonrisa amplia, con una cara bonita que empezaba a mostrar signos de la edad, senos medianos muy erguidos, abdomen plano, caderas escurridas pero amplias, un trasero pequeño y respingado que era una delicia para la vista, así como piernas largas y delgadas que completaban su alargada figura de casi un metro y setenta y cinco centímetros de estatura, una mujer que prometía cosas interesantes en los terrenos sexuales

Remedios era salvadoreña, de poco más de cuarenta años, divorciada y madre de dos, uno sesenta y cinco de estatura, cara tosca, pero atractiva por exótica, grandes senos rebotones que fácilmente eran copa doble D, acinturada, y muy caderona, con unas nalgas enormes y piernas robustas y fuertes, siempre coqueta y vivaz, la candidata perfecta para una sesión de sexo rápida y satisfactoria.

Finalmente, Guadalupe, mexicana también arriba de los cincuenta años, casada cuatro veces, y ya había sido hasta viuda, madre de cinco hijos con dos hombres diferentes muy elegante y con porte, siempre vestida impecablemente con trajes sastre o vestidos muy femeninos, de risa fácil, coqueta, ya con arrugas en una cara que no era bonita, pero si atractiva, dos grandes pechos atraían miradas hacia su figura, con cintura regular, cadera en perfecta simetría con el resto de su humanidad, piernas largas y delgadas, y una actitud de soy la mujer más bella y buena del mundo que le daban un atractivo especial por su altivez y actitud.

Más de una vez, Jorge había pensado en cuál de sus tres favoritas llegaría a su cama primero, Giovanna no tenía a nadie, lo que facilitaría las cosas, Remedios era divorciada, y aparentemente, la más fácil de las tres, y Guadalupe era la única casada, y eso, la hacía aún más atractiva para el pampero que tomaba dicha particularidad como un desafío, seria delicioso cogerse a esa señora casada un poco arrogante y presumida.

La junta del día sirvió para ofrecer reconocimientos a la labor de ventas del periodo anterior, y sus tres elegidas encabezaban la lista de ventas, Remedios era el tercer lugar, Giovanna se había quedado con el segundo sitio, siendo superada por Guadalupe por un margen muy corto, a las tres se les entrego un trofeo de cristal y pasaron al frente de la sala de juntas para recibir un aplauso y el modesto trofeo por sus logros, a cada una, Jorge personalmente les hacía entrega del galardón, un cheque con un bono por rendimiento, y un efusivo abrazo.

Al terminar la asamblea, Jorge se acercó a sus tres ganadoras y las llamo a su oficina, Giovanna traía una blusa de algodón, al parecer sin sujetador ya que se traslucían dos erectos pezones, pantalones de mezclilla de diseñador, y unas alpargatas, Remedios vestía una blusa color negro de seda, una falda muy estrecha que mostraba sus grandes caderas y su enorme trasero, sin medias y con zapatos de tacón de aguja de considerable altitud para ganar algo de estatura, luciendo unas piernas gruesas y poderosas, mientras que Guadalupe usaba un vestido camisero, muy femenino con botonadura al frente y con diseño leopardado, un collar dorado que colgaba sobre sus poderosos senos, al parecer pantimedias color natural, y unos sexys zapatos de tacón de mediana altitud.

El las invito a ir adelante, y reviso sus traseros, al caminar rumbo a su despacho, Remedios se contoneaba descaradamente, quería ganar la competencia, las otras dos mujeres sonreían a su jefe, a ninguna les era indiferente, a las tres les gustaba, y el juego estaba dado, él tendría que hacer la elección.

-Señoras, dijo el, ¡muchas felicidades! Estoy muy orgulloso de cada una de ustedes, no solo son eficientes, sino también mujeres muy guapas, modernas y dedicadas, siéntense por favor -indicó, Giovanna y Mercedes estaban adelante, y tomaron los asientos frente al amplio escritorio del ejecutivo, Guadalupe quedó de pie, a lo que el hombre respondió poniendo su mano en su cintura, y señalándole su asiento detrás del escritorio- mi número uno se sentara en mi lugar Lupita -sonrió abiertamente al hombre, se contoneo al caminar rumbo al asiento señalado sin despegar la mirada de su jefe, mientras las otras dos féminas rumiaban su coraje.

Jorge hablaba pausadamente, refiriendo a la importancia del esfuerzo de estas tres mujeres como ejemplo para el resto de los vendedores, afirmando que sus cualidades eran exactamente lo que la compañía necesitaba en tiempos difíciles, y que su esfuerzo seria gratificado con jugosas recompensas, cada una, dentro de su cerebro pensaron en la jugosa cabeza del pene del argentino entrando y saliendo de sus bocas, las tres lo deseaban, y la competencia estaba abierta, como seguramente lo estarían las piernas de la que se ganara el derecho de acostarse con su jefe.

-Díganme señoras, ¿hasta dónde estarían dispuestas a llegar con tal de obtener el éxito? Imagínense el mundo de posibilidades para ustedes, bellas, maduras, ¡y con muchísima vida por delante para alcanzar sus sueños!

El ejecutivo manoteaba al tiempo de ofrecer su rutina motivacional, ellas lo veían con interés, y casi seguramente con deseo, su acento las hipnotizaba, su pelo entrecano, su elegancia para vestir, los zapatos lustrosos y la seguridad que proyectaba.

Remedios, la más atrevida de las tres maduras interrumpió a su jefe y dijo con cierta doble intención:

–¡Yo haría lo que fuera necesario! lo que me pidieran, con tal de alcanzar lo que quiero.

Él sonrió, y dirigiendo su mirada a Giovanna, con cierto aire de expectación espero la respuesta de su compatriota.

-Jorge, con su apoyo y motivación, yo también estoy dispuesta a todo para conseguir lo que deseo.

Sus palabras fueron quedas, misteriosas, ofreciendo una mirada enigmática y relamiéndose los labios al terminar de pronunciarlas, él, lo notó, y bajó la cabeza pensando “¡vaya, vaya!”. Giró su cuerpo hacia la silla detrás del escritorio, fijo sus ojos acerados en la mexicana del vestido que semejaba la piel de un leopardo.

-Y usted Lupita, ¿hasta dónde llegaría?

Guadalupe no bajo la mirada, fijo sus ojos en los de su interlocutor, mojo sus labios sacando la punta de la lengua para humedecerlos bien, y con firmeza y musicalidad respondió.

-Hasta donde usted quiera Jorge, lo haría sin pensarlo dos veces.

Wow, la respuesta había sido directa, casi sexual, sin implicaciones dobles, ni laborales, era más bien como un reto, como una invitación, esta señora no se guardaba, y esa actitud hizo que dentro de su cabeza, Jorge tomara la decisión final, y quien sería objeto de su ataque, esperando la respuesta física correcta una vez llegado el momento.

El ejecutivo argentino asevero:

-¡Eso es! tres decididas mujeres de hoy, seguras de lo que quieren, y dispuestas a pagar el precio por alcanzar sus metas, son ustedes extraordinarias, y debo decir, y espero disculpen mi atrevimiento, no solo eficientes y profesionales en sus labores de ventas, sino, además, mujeres bellas en la flor de la edad que engalanan esta compañía, y mi oficina.

Jorge giró en dirección a la puerta, llegó al umbral, tomó el pomo y lo giró para abrirla, y dijo:

-Giovanna y Remedios, regresen a sus estaciones de trabajo, y que tengan una jornada llena de éxito y cierre de ventas para mantenerse en la pelea, muchas gracias por haberme escuchado, estoy muy agradecido con las dos, usted Lupita, quédese, necesito puntualizar ciertas cosas con usted ¡a solas!

La argentina y la salvadoreña se incorporaron, no gesticularon ni ofrecieron una reacción visible, pero dentro de ellas sabían que la mexicana de pelo decolorado les había ganado la partida, al menos por el momento, sin ponerse de acuerdo, las dos dijeron al unisonó “Gracias Jorge” y se encaminaron hacia el área de cubículos donde ya había un frenético movimiento de sus compañeros tecleando, contestando llamadas, y generando el sonido propio de una oficina a todo tres de producción.

Guadalupe se había levantado cuando su jefe despidió a sus compañeras, salió de detrás del escritorio del ejecutivo, y se paró a un lado del mueble de caoba, el cerro la puerta, y noto que él ponía el seguro, camino hacia donde ella estaba esperando, rumbo a su lugar detrás del escritorio, pero se detuvo frente a la mujer, y quedando muy cerca, en lo que parecería una invasión de su espacio vital, su rostro muy cerca del de ella, le dijo:

-Sabía que usted era la mejor vendedora de mi piso, desde que llego a trabajar, no sabe cuanta fe tengo en usted.

Tomó las manos de la vendedora entre las suyas, y las acarició con los pulgares, las levantó y las llevó a la altura de su cara, las besó y no las soltó. Ella temblaba como colegiala, a pesar de su edad y experiencia en el trato con muchos hombres a lo largo de su vida, con tres matrimonios previos y viviendo el cuarto, y muchos “novios” e inclusive varios amantes ocasionales o de planta, ese argentino era el tipo de hombre que la entusiasmaba, que la hacía sentir joven una vez más, que la excitaba con solo verlo, que la hacía vibrar en la distancia y quien, por cierto, era objeto de muchas de las fantasías sexuales que pasaban por su mente, y quien protagonizaba en su cabeza muchas historias románticas y sexuales cuando se masturbaba en la quietud y soledad de su recamara o en la ducha.

El prosiguió sin soltar las manos de la madura ejecutiva de ventas.

-Me gusta mucho su actitud Lupita, las mujeres decididas son un tesoro en este tiempo.

Ella seguía sintiendo la piel del macho en sus manos, y sonriendo le respondió:

-Jorge, con un jefe tan atento y caballeroso como usted, es imposible no darnos al cien por ciento, su apoyo decidido, guía y protección nos hace sentirnos seguras, queridas, y empoderadas.

El soltó las manos de la mujer y poso las suyas suavemente en sus hombros, el no retrocedía un ápice, seguía muy cerca, ella sentía su aliento en el rostro, la distancia hacia un beso era mínima y sentía sus grandes pezones endurecerse, y esa rara sensación casi eléctrica y la humedad entre sus piernas, estaba excitada, ¡no podía creerlo!

-Con una mujer tan atractiva como usted señora, ¡acentuó dicha palabra! Es imposible no ser un caballero, y sentirse como un hombre.

Rodeó el cuello de la vendedora y la besó. Dentro de ella existía esa sensación de que no debía ser tan fácil, debía oponer cierta resistencia, no quería lucir como la presa indefensa, pero la sensación de su lengua entrando en su boca la derritió y respondió a la caricia por puro instinto, entrelazando su lengua con la del hombre que sabía que la tenía exactamente donde él quería.

Las manos del hombre bajaron hacia los enormes pechos de la mujer, los apretó por encima de la delgada tela y a pesar del sujetador de copa amplia que cubría sus grandes senos la sensación de dos pezones erectos al máximo, duros y desafiantes se sintieron en las palmas de sus manos, un ligero gemido escapo de los labios de la fémina que se estremeció una vez más ante el contacto, pero no despego sus labios de la boca del hombre que continuaba acariciando el interior de su boca con su lengua, el olor de su loción llenaba el ambiente, ese aroma la enervaba, la hacía desearlo, y ahí estaba, siendo tocada en la oficina cerrada con llave de su jefe, quien bajo una mano para meterla entre sus piernas, el vestido seguía ahí, pero sus manos ahora recorrían sus pechos y tocaban su feminidad por encima de su ropa interior haciéndola temblar, y sintiéndose impotente para frenarlo.

Con voz temblorosa, ojos vidriosos, separo sus labios de los de hombre, y dijo:

-Jorge, por favor, ¡aquí no!, nos van a descubrir, además, ¡soy una mujer casada!

Estas palabras salieron al momento en que los dedos del jefe hacían a un lado el frente de sus pantaletas de “Victoria secret”, y sentían la humedad que emanaba de su experimentada vagina como si fuera una chiquilla, a pesar de que ya tenía varios años en la etapa de la menopausia, el efecto del hombre siendo tan atrevido, y mostrando tanto deseo por ella, la llenaban de un calor inusual para una hembra de su madurez física, sin embargo, en lo emocional estaba emocionada y excitada ¡como si tuviera veinte años!

El simplemente siguió con sus toqueteos cada vez más atrevidos e impúdicos, toco la labia vaginal de su trabajadora, la abrió con la punta de su dedo índice y alcanzo el clítoris erguido que salía de su capuchón con un color rojo que contrastaba con la blancura de la piel de Guadalupe, y sintió el nuevo estremecimiento de la parte baja de su cuerpo, acallo su protesta besándola una vez más fuertemente, invadiendo la oquedad de su boca con su lengua que serpenteaba dentro de ella, anticipando el buen manejo que, seguramente el hombre tendría para usarla en otro sitio aún más sensible de la anatomía femenina que gozaba trémula las caricias de las que era objeto.

Empujo a la mujer contra el elegante escritorio sin dejar de tocarla íntimamente, y mientras hacía esto, la otra mano se movía para abrir el elegante vestido camisero con botonadura al frente empezando arriba de sus grandes senos y que terminaba más o menos a la mitad de sus delgados y largos muslos, ella volvió a romper el beso y suplico por segunda vez.

-¡Por favor, aquí no, todos se van a dar cuenta, piense en mí reputación, soy casada!

Sin embargo, la protesta era queda, ahogada por los labios apasionados y esa lengua que la hacía sentir delicioso, al besarla, y, especialmente esa mano que hurgaba en su sexo y que ahora estaba penetrándola con dos dedos, respondiendo involuntariamente abriendo más las piernas al sentir la invasión de sus pliegues vaginales.

Los botones superiores del vestido se abrieron hasta la cintura, sus senos cubiertos por un sujetador color negro, rematados en las copas DD con delicado encaje estaban a la vista, su suave piel a la altura del abdomen estaba expuesta, respiraba entrecortadamente, el asalto amatorio del argentino había logrado romper cualquier tipo de resistencia, y sus jugos manaban incesantemente de su vulva, el hombre volvió a usar su mano izquierda, dirigiéndola a los pechos turgentes de su empleada, metió la mano en el brassiere, extrayendo el seno en su totalidad, por primera vez, el veía el pezón erecto color café, y la aureola de un marrón más claro rematando su blanca piel, haciéndola más llamativa, dejo de besarla y bajo la cabeza para lamer el pezón liberado, le paso la lengua por encima, de abajo hacia arriba, se entretuvo lengüeteándolo con mayor atención, mientras Guadalupe arqueaba la espalda exponiéndose aún más a su maniobra, estiro la tela del sujetador, y saco el otro pecho, quedando ambos desplegados para su placer.

La mano en su vagina acariciaba su clítoris, después recorría la raja con la palma de la mano completa bañándose de sus jugos, y remataba metiendo uno o dos dedos haciéndola delirar, y la presencia de su ropa interior hecha a un lado no ofrecía estorbo alguno las maniobras del varón que se regodeaba provocándole toda clase de sensaciones en el cuerpo maduro de la mujer que estaba a punto de estallar en su primer orgasmo, ¡hacía tiempo que no sentía esa clase de deseo! y aun cuando su vida sexual con su marido era activa, el grado de excitación ante lo prohibido, y, sobre todo, del lugar y la forma de este escarceo sexual, ¡lo hacían extremadamente excitante!

Por primera vez, Guadalupe se atrevió a romper su actitud pasiva, y bajo la mano hasta la parte frontal del pantalón de su jefe, paso la palma de la mano por enfrente de la bragueta del fino pantalón de casimir, y sintió ese cilindro de carne, duro como una roca, de muy buen tamaño y cargado hacia la zona derecha del cuerpo de su dueño, como aprisionado por la trusa que lo mantenía bajo control, para sus adentros, la mujer pensó  “está más grande que la de mi marido” y al palpar su falo de placer, con voz melosa dijo:

-¡Ay qué ricooo! -estirando la última silaba y relamiéndose los labios, el prosiguió masturbándola y sonrió, al ordenarle quedamente:

-Dese vuelta Lupita, ¿no quiere sentirla adentro de usted?

Ella reasumió su posición defensiva, sabía que haciéndose la difícil exaltaría más el interés del macho por poseerla, era experimentada en calentar a sus candidatos a poseerla.

-Entiéndame Jorge -acotó la madura mujer- usted me gusta muchísimo, pero yo soy una mujer decente, soy casada, y soy su más fiel empleada, no abuse de su posición -pero meneaba la cadera con gusto al sentir los largos dedos del argentino hurgando su panocha, totalmente mojada y rezumando jugos, y sus erectos pezones café obscuro delataban su estado de franca excitación.

El hombre desesperado le dijo:

-Para nada, Guadalupe, lo que menos quiero hacer es abusar de usted, sé que me desea, lo supe desde el principio y quiero darle lo que usted ha querido desde que llego a trabajar a la empresa, créame, la voy a hacer gozar.

Al escuchar estas palabras la mujer hizo caso, y giro sobre su propio eje, quedo de espaldas al hombre, y de frente al fino mueble de escritorio, el, levanto la falda del vestido que semejaba a una piel de leopardo, y vio esas nalgas blancas, algo caídas debido a la edad, pero que al contrastar con su cadera les daba una apariencia deseable y curvilínea, su pantaleta color negro, era de licra completa, asegurando sus carnes, el tomo los calzones por ambos lados de la cintura y agachándose completamente,, las bajo hasta los tobillos, ella sacudió primero un pie, y después el otro para deshacerse de la prenda que estaba totalmente empapada en el puente de algodón en medio de las piernas.

La cara del hombre quedo a la altura de la raja de sus nalgas, el beso los glúteos, y con las dos manos abrió la hendidura, metiendo su lengua por en medio de esas nalgas que pronto serian suyas, ella gimió quedamente al sentir la invasión de la lengua del hombre, que toco primero su ano, lamiéndolo y estirándose para meter la punta en su corrugado ojete, y seguir su viaje hacia abajo, donde la raja de Lupita estaba lista para ser comida, el tomo la posición en cuclillas, y sujetando las nalgas de ella, procedió a darse un festín en medio de sus nalgas, lamia su ano y la panocha alternadamente y ella se ponía de puntitas, y meneaba la cadera ante las acometidas de su amante:

-Estás empapada, estas caliente, sabía que eras una putita a la que le encanta la verga, pero se hace la remilgosa.

-huuumm, ahhh, si, si me encanta -gimió la mujer- que bueno eres Jorge -lo tuteaba debido al deseo, siempre le hablaba de usted, y ni siquiera se percató que él ya la había llamado puta mientras insertaba su lengua en su ano.

Guadalupe era asaltada por una serie de sensaciones que la hacían respirar con dificultad, sus extremidades inferiores temblaban, estaba a punto de tener un orgasmo sin haber sido penetrada propiamente, pero la cara de su jefe en medio de sus blancas nalgas, y esa lengua rugosa que entraba y salía de sus oquedades con maestría, la tenían al borde de una corrida brutal, había perdido la noción del tiempo, para sus adentros pensaba en ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que este cabronazo se la estaba fajando en plena oficina?, ¿Qué estarían pensando quienes estaban afuera de la oficina y vieron al jefe cerrar la puerta con ella adentro?, ¿Cuándo se iba a decidir a metérsela, ya que estaba al borde?

Jorge soltó el agarre en las caderas de su subordinada, extrajo la lengua del ano de la mujer, se incorporó, y desabrocho el cinturón, abrió el botón que sujetaba el pantalón y dejo caer sus pantalones hasta la rodilla, Guadalupe, poso sus manos en el escritorio, y respingo el culo para darle una agradable vista de lo que pronto ese hombre estaría usando para su placer.

Bajo los boxers igualmente hasta la rodilla, y por primera vez en la sesión, su pene estaba libre y al aire, Guadalupe volteo a verlo girando el rostro, pero manteniendo la posición de recibirla, y al otear el instrumento sexual de su jefe no pudo evitar el pensamiento “huuuum, que rica, ¡ve nomas lo que me voy a comer!”. Sin despegar la mirada del pene de su amante le dijo:

-Qué bueno estas Jorge, me gusta mucho tu pene.

 -¡Y te va a gustar más cuando lo tengas hasta adentro putita, ya verás!

¡La había llamado puta otra vez! Sin embargo, y viendo la posición en la que estaba, con el vestido abierto al frente con sus tetas expuestas por encima del brassiere, inclinada hacia el escritorio y apoyada en sus finas manos, el vestido remangado arriba de su cintura, con el trasero respingado y las piernas semiabiertas, ¡sin duda lo parecía!

-Si Jorge, soy tu puta casada, no aguanto más, ¡métemela por favor!

El varón sonrió, la tenía a punto, exactamente donde la quería, anticipando y deseando, el hombre acerco su pene a la raja de la mujer, los labios vaginales estaban algo sueltos y caídos debido a la edad, los muchos amantes que, está seguro, habían gozado de ese agujero, y cinco partos esperaban la embestida.

Paso la cabeza del glande por la labia abierta de Guadalupe, quien ronroneo como gatita al sentir ese enhiesto miembro a la entrada de su cueva de placer, fijo la cabeza en forma de hongo, justo a la entrada del deseado hueco, y comenzó a empujar las caderas para forzar la penetración, sin embargo, la humedad provocada por sus saliva, y los jugos amatorios naturales de ella hicieron que su pene recorriera sin detenerse todo el camino hasta que su pubis topo con las nalgas de la mujer madura que, al sentir la penetración gimió de placer, como dándole su aprobación a aquello que la invadía y la hacía sentir delicioso.

-Ay papacito, que bueno estas, dame duro, dámela toda, así, no me la saques, ¡quiero venirme para ti!

Esas palabras aguijonearon el ego del hombre que comenzó a mover las caderas hacia adelante y hacia atrás, penetrándola completa en cada estocada, sus dieciocho centímetros de verga se iban hasta adentro de la mujer quien se dejó caer sobre los codos en el escritorio, levantando más las nalgas y abriendo más las piernas, la sensación era indescriptible, y, curiosamente ambos pensaban algo similar, ella que finalmente sus finas artes de seducción y estrategia, habían conseguido el objetivo de encamarse a su jefe, mientras él pensaba al seguir en su incesante mete y saca en que, finalmente, la presumida y arrogante mujer casada, la creída de la oficina estaba empinada en su oficina ¡dándole las nalgas!

El argentino aceleraba las penetraciones por momentos, y después, frenaba casi completamente dejando su miembro erecto totalmente dentro de la mujer, ella, al sentir esas pausas, y cuando él se quedaba quieto, meneaba las caderas hacia arriba y abajo, y de lado a lado, dándole a él una sensación deliciosa, su vagina había dejado de estar realmente cerrada o estrecha, pero su abundante humedad y calidez hacía que el falo quedara cubierto de un abrazo delicado y caliente dentro de su cuerpo, no era la estrechez, sino la sola sensación lo que la hacía verdaderamente placentera, y la fricción se intensificaba cuando el quedaba totalmente dentro y ella movía sus caderas.

-Eres una experta mamacita, que rico te meneas, hummm, si dime que te gusta reina, dime que te gusta mi verga.

Ella asintió, moviendo su cabeza hacia arriba y hacia abajo, volteo sobre su hombro y le dedico su cara más sexy, una combinación de aprobación y desafío, boca entreabierta, mirada fija, labios mojados y un gemido que semejaba a un ronroneo constante al sentir su cuerpo invadido por aquel extraño objeto de placer.

Jorge sabía que el tiempo se agotaba, por primera vez pensó en el reloj, y aunque su masculinidad estaba en pleno deleite amatorio, sabía que no era conveniente que desde su posición se comenzara a rumorar, era jefe de una gran cantidad de empleados, muchas mujeres, y además, era casado, y su esposa tenía contacto directo con muchas de sus empleadas y una de ellas era precisamente aquella a quien tenía empinada en su escritorio metiéndole la verga.

Acelero el mete y saca, Guadalupe ya no aguanto más, aplanando los pies sobre el suelo dejo de estar de puntillas, la tensión sexual y física en sus piernas resultaba ya insostenible, apretó su musculatura abriendo un poco más las piernas y se mordió un labio para ahogar sus ya de por si leves gemidos de placer cuidándose de que no se fuera a escuchar nada a través de la puerta que estaba a solo cinco metros de distancia, el esfuerzo del varón se vio recompensado cuando ella metió la cara en medio de sus brazos y comenzó a temblar incontrolablemente, un poderoso orgasmo sacudía la humanidad de la mexicana quien se mordió una mano para refrenar el grito que quería escapar de su boca al sentir como una descarga de placer recorría todo su cuerpo, sudaba, y un pequeño chorro de un líquido blanquecino escapo de su vagina, bañando la ya de por si empapada espada del hombre, y resbalando por el interior de sus blancos muslos, gotas de su venida caían al piso alfombrado de la oficina de su jefe, quien sin detenerse a contemplar cuan poderoso había sido el orgasmo de su amante continuaba ensimismado su tarea de taladrarle la panocha fuertemente.

La cabeza del pene de Jorge estaba casi violácea, sus movimientos fuertes seguían enviando oleadas de placer a su amante, a quien peguntó:

-¿Quieres leche mamacita? ¡Dime que querés leche!

Guadalupe bajando del séptimo cielo le dijo, casi le suplicó:

-Siiii, si, dame lechita calientita papacito, dame leche papi!

-¿Decime donde la querés putona? -Al tiempo que amasaba las blancas nalgas de la mujer con sus dos poderosas manos, y seguía penetrándola.

-Dámelos en mi boca Jorge, por las prisas no he tenido tiempo de saborearte, y me muero de ganas de tenerte en mi boca.

Él no podía creer lo afortunado que era ¡le estaba pidiendo que le echara el semen en la boca! Sacó su verga empapada del coño de la mujer, y al hacerlo, un chorro de líquido cayó en la alfombra.

-Vaya Lupita, ¡te venís a chorros!

Ella se ruborizo un poco, esos orgasmos con squirt a veces la avergonzaban, sin embargo, su cuerpo era presa de las sensaciones y desde muy temprana edad siempre que tenía un orgasmo fuerte, o varios ligados, no podía controlar ese acto reflejo de venirse expeliendo un torrente de jugos.

En un principio pensó que se meaba, lo que la hacía avergonzarse aún más, pero con el paso del tiempo y la experiencia entendió que el fluido no era propiamente orines, algunos hombres enloquecían al verla venirse así, otros se desconcertaban, pero a final de cuentas había entendido que no podía remediarlo, y aprendió a vivir con sus líquidos orgasmos.

Guadalupe se incorporó, dio la vuelta confrontándose con su macho, su vestido cayó sobre sus usadas nalgas, y bajo poniéndose en cuclillas para poner la erecta verga de su amante frente a sus ojos, la tenía así, por primera vez en la tarde, blanca, circundada, cabezona, adelanto su mano izquierda y la sujeto desde la base, su vello púbico estaba empapado por sus propios jugos vaginales, y dichos efluvios bajaban hasta los repletos testículos del argentino que colgaban goteando frente a la cara de la mujer.

La mano derecha tomo con suavidad la bolsa escrotal y acaricio con suavidad su rugosa superficie, mientras seguía apretando la base con la mano izquierda, abrió los labios agrietados en las comisuras por el paso de la edad, relamió los mismos y procedió a meterse el glande de su amante, ofreciéndole una succión delicada y usando la lengua sobre el orificio de la uretra que goteaba mezcla de los efluvios de su propia vagina y el líquido pre seminal que manaba del miembro en erección.

A Guadalupe le agrado el sabor, el aroma era una extraña combinación de su vagina, con sudor y orines, cosa que no le incomodo en lo absoluto para mamar con avidez, chupaba fuerte, y usaba la lengua con maestría, ¡cuántas vergas se había metido en la boca en sus poco más de 50 años! las rodillas de Jorge se doblaron un poco hacia adelante, tomo a la mujer que se prodigaba mamándole el tolete, y empezó a acariciarle el pelo con ambas manos, tomo la cabeza de lupita, como a veces la llamaba cariñosamente y la empujo más hacia la base de su herramienta, moviendo la cadera en un vaivén hacia adelante y hacia atrás, cogiéndose la cara de su vendedora estrella quien no mostro asco alguno y se dejó penetrar por la boca casi hasta la base, le estaba haciendo una garganta profunda, agradeciendo los orgasmos monumentales que había disfrutado gracias a esa verga.

Ella cerro un poco más la boca, y concentro más sus lamidas y chupetones en el escroto de su amante sudamericano, quien comenzó a emitir un gruñido quedo, pero constante, ella sabía que estaba cerca de recibir su recompensa, ahí, justo en su boca, y redoblo esfuerzos, se sacó la herramienta de su boca y le dijo:

-Papi, dame leche, quiero tu lechita calientita, dame tu semen, me lo quiero tragar y que me veas.

El hombre gruñó, y tensó sus muslos y apretó las nalgas, estallando en un torrente de lefa que mano libre dentro de la boca de la madura mujer casada que cerro sus labios alrededor del hongo cabezón que la alimentaba, procurando tragar lo más posible de ese viscoso liquido banco para evitar que le rociara la cara, o alcanzara su pelo y ropas, la venida del argentino era copiosa, y a pesar de sus esfuerzos, un hilillo de baba y semen cayó sobre su vestido, y escapo por las comisuras de sus labios, manchándole la barbilla de aquel liquido blanquecino, baboso y espeso.

-¡Cuánta leche Jorge, hmmm, es deliciosa, me encanta, me fascina comerme tu semen, es una delicia!

Él siguió gruñendo, tomando a la mujer por la cabeza con ambas manos, las rodillas dobladas y sus músculos con pequeños espasmos tras una explosión orgásmica que disfrutó intensamente.

Guadalupe se levantó de la posición en cuclillas, y busco una caja de pañuelos sanitarios que su jefe siempre tenía encima del escritorio, se limpió la barbilla que sostenía un largo hilillo de baba y mecos, colgando, se tragó los residuos que aun rondaban en su boca, y volteando a ver a su amante, paso una vez más la lengua por sus labios emitiendo un sonido de gusto que motivo que el jefe sonriera satisfecho, acotando:

-Lupita, ¡sos una amante formidable, que delicia de hoyo, y magistral para mamarme la pinga, es usted un diez de mujer!

Ella regresó la sonrisa, y dijo:

-Disfruté mi premio como la mejor vendedora intensamente Jorge, pero, ¿me pegunto si siempre da estos premios a sus vendedoras cada fin de mes?, porque si es así, ¡me esforzaré para ser siempre la numero uno y repetir esta premiación muchas veces!

La infiel mujer metió las manos para ajustarse las pantaletas tras pasar más de cinco pañuelos sanitarios por la extensión de su raja totalmente empapada, ajusto el puente sobre su usada vagina, se cerró el vestido abotonando hasta la parte superior de sus pechos que previamente había regresado a las copas de su sujetador y tomo su bolsa para darse una mano de maquillaje que en ese momento estaba totalmente fuera de sitio, entretanto él se limpió la verga con un par de pañuelos desechables, se subió el bóxer y los pantalones, ajusto su fina camisa de vestir fajándola dentro del pantalón de casimir, acomodo el nudo de su corbata, y se puso el saco, caminando rumbo a su cómoda silla detrás del escritorio.

-¡No se preocupe Lupita! –dijo- después de esto, creo que usted y yo podemos tener más sesiones de este tipo, al margen de si usted gana el primer lugar en ventas o no, es una hembra caliente y extraordinaria y es más, me gustaría que agendáramos una cita formal para el próximo viernes por la tarde, vamos a comer, y de ahí a un lugar más privado para hacer esto nuevamente sin preocuparnos que haya alguien detrás de la puerta o pensando y suponiendo cosas, ¿le parece?

Ella asintió con la cabeza y le dijo:

-¡Claro que sí, lo que usted diga jefe!

Él esbozó una nueva sonrisa, esa que a ella le parecía irresistible, tomo su bolsa de la superficie del escritorio de caoba, dio la vuelta, lanzado un beso al aire al hombre que acababa de hacerla temblar, llego a la puerta, quito el seguro, y salió al área común de la oficina, donde había mucho movimiento y nadie parecía poner atención a su salida del recinto privado del jefe, camino unos metros y sentadas a su izquierda, Giovanna y Remedios la veían inquisitivamente, apoltronadas en el escritorio que Remedios usaba regularmente.

-¿Cómo te fue? -inquirió la salvadoreña.

-¡Tardó bastante la felicitación Lupita! -aseveró la argentina con un tono irónico en su voz.

Ella dijo con voz calmada y sin mostrar emoción:

-¡Todo bien! se la pasó diciéndome de los planes de la compañía, y lo que quería que hiciera para tener más ventas -dijo convencida.

Giovanna se levantó de su asiento y dio un par de pasos hacia la mexicana, y pregunto:

-¿Te ofreció una bebida exótica mientras te hablaba de sus planes profesionales Guadalupe? -La salvadoreña Remedios rio abiertamente desconcertando momentáneamente a la vendedora azteca, quien no supo que contestar, mientras que Giovanna señalaba con sus dedos una clara mancha blanca de semen en el vestido de Guadalupe que aparecía con toda claridad, con todos sus grumos y consistencia abajo del seno derecho de la tela que semejaba piel de leopardo.

La pampera fue más allá, con su dedo índice retiró el viscoso liquido del vestido, dio la vuelta y lamió un poco de la superficie de su piel, le ofreció el dedo a la salvadoreña quien también lengüeteo el residuo emitiendo un sonido de agrado notable “hmmmm” y regresando sobre sus talones metió el dedo en la boca de la acusada para que también apreciara el semen que ya había tragado en una buena cantidad hacía unos minutos en el privado de su jefe.

Remedios dijo: -¡ándale mosca muerta! dinos como le diste las nalgas, ¿la tiene grande?

Giovanna asevero: -su lefa sabe rico, se vacío en tu boca verdad, ¿te los tragaste todos?

No había modo de negarlo, el esperma de su amante en la ropa, era prueba inobjetable de su infidelidad y desliz con su jefe, para envidia de sus compañeras, quienes inclusive habían probado la leche de su vestido para no dejar dudas de su autenticidad.

Guadalupe sonrió hacia las mujeres que seguían fijas en su persona con miradas inquisidoras:

-Pues si compañeras, Jorge me hizo el amor, lo hace muy rico, está bien dotado, y como ya probaron tiene una leche deliciosa, ¿es eso lo que querían saber?

Tras su respuesta, Guadalupe dejo atrás a sus compañeras de trabajo, con los ojos desmesuradamente abiertos y más dudas, y se dirigió a la salida del área de oficinas, al llegar al elevador, sonreía una vez más, ¡que mañana estaba viviendo! apretó el botón para llamar el ascensor, y reviso una vez más su vestido buscando otro residuo seminal que pudiera incriminarla, la puerta del ascensor se abrió, y Lourdes, la esposa de su jefe salió del elevador cruzándose en su camino, la mujer saludo a Guadalupe en forma seca, y se dirigió a buscar a su marido, la puerta del elevador se cerró detrás de ella, y Guadalupe volvió a sonreír.

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