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Ella: El viaje a Grecia
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Tiempo de lectura: 19 minutos

Atenas. 

“Última llamada para los pasajeros con destino Atenas. Pasen por la puerta número 8”

-Corre Eva que no llegamos.

Así comenzaban las dos amigas sus vacaciones griegas. Corrieron por todo el aeropuerto hasta llegar a la puerta número ocho cuando ya tan solo quedaba en el mostrador una jovencísima azafata. Entregaron la tarjeta de embarque y pasaron por el pasillo hasta el avión. Localizaron sus butacas 12E y 12F:

-Menos mal que facturamos ayer, si no, no llegamos –le comentó a Eva que se había sentado junto a la ventanilla.

-Pues sí, yo no pude recogerte antes. –Se disculpaba su compañera de viaje.

Eva era su mejor amiga. Se habían conocido hacía ya algunos años cuando entraron a trabajar en la misma cadena de televisión. Era la directora del informativo que ella presentaba. Tenía un par de años menos pero conectaron desde el principio. Se lo contaban todo, trabajo, aventuras, familia… Había sido su gran apoyo, junto con Pablo, su maquillador, durante su ruptura con Pedro. Y fue ésta quién la había “liado” para hacer este viaje.

Eva estaba soltera y hacía cinco años había terminado una relación de dos años. Desde entonces, nada de compromisos serios. Algún que otro folla-amigo pero nada que le atrajese.

Estaba volcada en su trabajo, donde estaba considerada una de las mejores profesionales. Era muy segura de sí misma y con una fuerte personalidad. Físicamente era una preciosidad. Estatura media, delgada, unas buenas tetas quizás no tan grandes como las suyas. Una cara guapísima. De piel morena, nariz perfecta, ojos grandes, castaños claros, pelo negro. Boca grande con labios carnoso y una espectacular sonrisa con dientes blancos y perfectos. Tenía algo en su personalidad que atraía a todo el mundo. Con una gracia natural para contar sus aventuras que sin proponérselo acababa siendo el centro de atención. Además como se suele decir “todo le pasaba a ella”.

Sin darse cuenta se había dormido y Eva tuvo que despertarla y avisarla que iban a tomar tierra el aeropuerto Eleftherios Venizelos de Atenas:

-Bueno y ahora ¿Cómo llegamos al barco? –preguntó impaciente ella.

-Un autobús nos lleva al puerto.

-¿Qué hora es?

-Las siete de la tarde.

Efectivamente, en media hora estaban en un autobús de la compañía marítima que les llevaba al puerto de El Pireo. En hora y media cruzaron desde el aeropuerto hasta su destino. Al llegar vieron que se dirigían al puerto deportivo donde había barcos particulares impresionantes. Ella pensó que las fortunas de los propietarios de aquellos barcos podrían saldar la deuda externa de Grecia y sacar al país heleno de la profunda crisis en que se hallaba metido.

Junto a los puntos de amarres, los coches no le iban a la zaga, Aston Martin DB-9, Ferraris de casi toda la gama, un impresionante Bugati Veyron azul. Siempre le habían gustado los coches y sabía que si algo denotaba la exclusividad y el buen gusto de alguien eso era un coche. Mientras pensaba en esto el autobús se detuvo en un aparcamiento reservado justo delante de un precioso barco blanco con una franja azul justo hacia la mitad. La imagen era realmente espectacular, todo el barco iluminado en la ya noche ateniense. Al comenzar a subir por la rampa de acceso acertó a ver el nombre “BLUE SHADOW”. Sombra azul se dijo para sí al tratar de traducir el nombre. Inmediatamente un marinero les tomó los equipajes y les condujo hasta su camarote:

-235B cabina exterior.

Las dos mujeres le siguieron por un pasillo con moqueta azul marino muy elegante. De repente pararon frente a una puerta. El marinero la abrió y les cedió el paso. Entraron en lo que era la habitación de un hotel con un baño, un armario metálico y dos camas de un cuerpo y medio separadas por una mesita de noche. Al fondo un televisor y frente a la puerta dos pequeñas ventanitas desde las que se podía ver la inmensidad del Mediterráneo:

-A las veintidós se servirá la cena en el salón. A las veinticuatro zarparemos hacia la isla de Milos donde empezaremos las maniobras de atraque hacia las siete en punto de la mañana. A partir de las nueve se podrá desembarcar y desde las ocho de la mañana desayunar a bordo. Buenas noches y feliz travesía. –Les informó de manera protocolaria el marinero-botones.

-Buenas noches. Muchas gracias. –Se despidió amablemente ella.

-¿Qué plan tenemos mañana, Eva?

-Mira. A las diez una excursión por la isla de Milos hasta las dos de la tarde. Luego almorzamos y nos vamos a la playa. Y a las nueve de la noche volvemos a embarcar. –Su compañera leía un díptico informativo que le habían facilitado en el autobús.

-Vale. Yo me voy a quedar aquí esta noche. Estoy muy cansada.

-Yo voy a cenar y dar una vuelta.

Ella estaba tirada en la cama viendo la televisión por satélite cuando Eva se despidió antes de salir. Siguió zapeando sin mucho interés y mirando por la ventanilla se quedó dormida.

Milos

Un ruido lejano y monótono le hizo abrir los ojos poco a poco. Trataba de identificar el ruido y donde estaba. Por su cabeza pasó rápido el calendario y por fin se ubicó.

Era el ruido de las máquinas del barco que las llevaba a la isla de Milos. Se dio la vuelta para localizar a Eva que dormía en la otra cama. Miró el reloj. 8:30 h:

-¿Eva? ¿Estás despierta?

-Mmm… –murmuró su amiga.

Viendo que su amiga aún dormitaba se levantó y pasó al baño. Ducha, aseo y en pocos minutos estaba lista. Salió con un bikini negro buscando un vestido ligero. Su amiga ya estaba esperando para usar el baño:

-Buenos días. ¿Qué tal anoche? No te oí llegar. –Comentaba ella mientras removía su equipaje en busca de la prenda.

-Ya vi que dormías como un lirón con la tele puesta. –Contestó su amiga al tiempo que se estiraba antes de levantarse.

Eva se metió en el baño mientras ella esperaba sentada en la cama. Eran las nueve y media cuando bajaron al salón a desayunar:

-Anoche ¿qué? –preguntó con interés a su amiga.

-Pues bien. No había mucha gente cenando. Yo ocupé una mesa con un par de parejas de recién casados. Luego me tomé una copa y salí a pasear por la cubierta.

Tomaron sus bolsos y sus pamelas y se dispusieron a subir al autobús que les llevaría a hacer la ruta turística por la isla. Se sentaron justo delante de una de las parejas con las que Eva había cenando la noche anterior. Estos le saludaron e identificaron a ella, a quién también saludaron de manera efusiva. La presentadora les agradeció amablemente con una sonrisa antes de colocarse sus gafas de sol.

El viaje duró unas cuatro horas. Visitaron el lugar donde fue encontrada la Venus de Milos. Los distintos pueblecitos con fachadas encaladas y zócalos azul añil. Desde el mirador más alto de la isla había unas vistas increíbles del Mediterráneo… El autobús no es que fuera muy moderno. Una SETRA SEIDA que tenía que estar a punto de jubilarse. Le costaba subir algunas cuestas y para colmo ya al final del viaje se le estropeó el aire acondicionado. Con lo que la última media hora fue un infierno. Cuando llegaron al final de la excursión decidieron que tomarían un par de bocatas y se irían directas a la playa. Para evitar quedar con el resto de los excursionistas, pidieron indicaciones al guía y este les aconsejó una pequeña cala que aunque estaba más lejos si era más tranquila.

Cogieron un taxi que en cinco minutos les dejó en una pequeña calita a las afueras del núcleo urbano. Efectivamente no había aglomeraciones como en la playa más grande, donde fueron a parar todos los demás turistas.

La arena era muy fina y casi blanca. El agua azul intenso y clara como en una bañera. Tendieron las toallas y echaron un vistazo a su alrededor. Había muy poca gente, pero tenían algo en común. Todas estaban por parejas. Se dieron cuenta que el guía había confundido su relación de amistad con algo más. Indudablemente aquello era una playa homosexual:

-¿Pero… Eva qué coño le preguntaste al guía? –Preguntó riéndose ella.

-Por una playa más íntima. Pero su inglés debe ser muy básico. –Justificó Eva el malentendido.

-Espero que no nos entre ninguna de aquellas dos, Eva… –señalando a una pareja de lesbianas bastantes gordas.

-Bueno no te quejes. No nos comeremos nada, pero nos alegraremos la vista –señalando a su vez a una pareja de tíos que salían del agua con cuerpos atléticos.

-Te he dicho que he empezado a hacer topless. –Anunció ella al tiempo que se quitaba la parte superior de su bikini.

-Sí –mirándola con cierto asombro. –Qué bien te ha sentado tu fin de semana sola, ¿no?

-Te tengo que contar mucho. Allí me he soltado el pelo y te he hecho caso en lo de las manchas de moras. Y la verdad es que me ha sentado muy bien. –La presentadora comenzó a untarse crema protectora.

-Te lo he dicho siempre. Disfruta, tía, que la vida es corta.

Se tumbaron en las toallas al sol. Eva también se había quitado el sujetador y había dejado al aire dos tetas riquísimas, morenitas, con un pequeño pezón algo más oscuro.

Al cabo de un rato, Eva llamó su atención:

-Mira, mira, mira… por Dios… –dijo con exagerado asombro.

Ella se incorporó y vio a un tío alto, moreno, de rasgos angulosos, barba de varios días, ojos claros y un cuerpo musculado:

-Está buenísimo el tío… –comentó ella mientras el hombre se acercaba hacia otro rubito con aspecto aniñado y se daban un apasionado morreo.

-¿Buenísimo? ¿Tú has visto el paquetón de ese tío? Si va a matar al rubito ese. –Se reía nerviosa Eva.

-No le he visto.

-Ahora se va a girar.

-JODER… Qué tiene ese hombre ahí.

-Uf… quién cogiera algo así para hacerle un favor.

-Eva… estuve con un tío… –decía esto con cierta vergüenza –que la tenía… –Se mordió el labio inferior y negó con la cabeza como si aún hoy le pareciera increíble.

-Cuenta, cuenta… –se interesó su amiga.

-Era un camarero del hotel. Empezamos a hablar en la barra del bar y acabamos saliendo de copas con sus amigos.

-¿Y qué? ¿Cómo la tenía?

La presentadora separó las manos a modo de medida, miró a su amiga:

-Eva, era enorme, descomunal… –Comentaba con cierto orgullo de su conquista.

-Joder, tía. Tengo ganas de enganchar una polla de esas.

-Vamos, tú no te puedes quejar de tu curriculum… –Reprochó a su amiga.

-Ya, pero hace mucho. Desde que estuve en París con aquel tío de la CNN. ¿Te acuerdas? –Eva decía esto mientras buscaba algo en su bolso.

-Que menos mal que la tenía grande porque era feo de cojones, ¿eh?

-No estaba tan mal… ¿no?

-Habías bebido, Eva. Por eso no le veías tan mal. –Poniendo en evidencia su apreciación de la belleza.

-Bueno pero tenía un pollón, ¿no? –justificándose y dando por buena su elección.

-No sé. Tú me dijiste que sí.

-¿Y tu camarero? Además de bien dotado ¿Qué más?

-Uf… era atractivo, surfista… y sabía divertirse. –Lo decía casi embelesada por el recuerdo.

-Uy, uy, uy… que te gustó mucho… –le dijo Eva insinuando un enamoramiento juvenil de la presentadora de informativos.

-NO. A esta edad quiero libertad. Como tú. Y aquel tío fue eso. Un buen polvo. Bueno o dos… y fueron polvazos… –Ella decía todo esto con la mirada perdida en la inmensidad del mar donde el sol se reflejaba como en un espejo obligándola a entornar los ojos. Sentada y apoyada sobre las palmas de las manos sentía como una cálida brisa acariciaba sus senos desnudos y recordaba la pequeña calita a la que le llevó Carlos la última tarde. Notaba una sensación de satisfacción al pensar en su fin de semana sola.

Terminaron con la tarde de playa hablando y comentando el desfile de cuerpazos que les rodeaban por todas partes. Eso si todos gay. Sobre las seis de la tarde volvieron al puerto de la isla en taxi y allí embarcaron de nuevo. A las diez de la noche bajaron al salón del barco a cenar. Como en la noche anterior Eva, se sentaron en una mesa con tres parejas de recién casados. Lógicamente todos la conocieron y estuvieron muy simpáticos con las dos amigas. Pero acabada la cena prefirieron estar solas. Aprovecharon la buena temperatura para salir a pasear por la cubierta y así ponerse al día de sus cosas. Eva le contó lo estresada que había llegado a las vacaciones por culpa del trabajo. Que seguía sin pareja y que tampoco se veía en un futuro próximo con nadie. Eso sí, mantenía el contacto con un par de folla-amigos que de vez en cuando venía bien para el estrés. Después estaba Sergio, el del tiempo. Que sí, que estaba muy bien y todas en la redacción estaban locas por él. Pero ella no lo veía:

-Hombre. Sergio no está nada mal. A mi me da morbillo. –Dijo ella con cierto interés.

-¿Ah sí? Pero como has estado tan agobiada desde enero… parecía que no te gustara ningún tío.

-Bueno, sí. Lo he pasado mal, pero he comprendido que tengo que abrir una nueva etapa en mi vida.

-Yo te he dicho eso hace tiempo.

-Ya lo sé… Pero no me sentía preparada hasta ahora. Y he empezado ya con ese cambio…

-Si, ya… con el camarero y su manguera. –Las dos amigas rieron mientras seguían paseando por la cubierta del barco. La noche estrellada en medio del Mediterráneo era el escenario perfecto para que las dos amigas se pusieran al día a cerca de sus intimidades.

-Me he propuesto hacer realidad mis fantasías… –dijo esto con cierto misterio.

-¿Y que has hecho ya? –le preguntó Eva con curiosidad, mientras encendía un cigarro.

-Me he tirado a un camarero desconocido en una noche loca en un pueblo perdido.

-¿Qué más?

-Ya te iré contando. –Guardó silencio con respecto al joven socorrista, como si fuera un secreto inconfesable, ni siquiera a su mejor amiga –oye, Eva, una pregunta, ¿tú has practicado sexo anal?

-¿Te han dado por culo? –preguntó casi gritando a la cara de su amiga.

-Calla, tía que te van a oír. –Se detuvo la presentadora agarrando a su amiga por un brazo. –No, pero quiero hacerlo, pero me asusta el dolor.

-Bueno. La primera vez te va a doler mucho. El tío te tiene que dilatar y lubricar bien. Y la tiene que meter con cuidado para que no se te rompa el agujero. –Explicaba de manera académicamente experta Eva.

-¿Pero…? ¿Te gusta…?

-A mí me gusta mucho. –Sentenció su amiga apurando el cigarro.

-¿Cuál es la mejor postura? –preguntaba intrigada ella.

-La mejor es a cuatro patas. Con el culo en pompa. A mí es la que más me gusta. Y que me den por culo bien fuerte. Aunque también puedes ponerte tú encima y controlar más la penetración.

-¿Y si el tío la tiene grande?

-Mira, yo me tiré a un negro con una buena tranca que me destrozó el culo. Casi me muero de gusto, pero me llevé dos días dolorida. –Enumeró Eva los pros y los contras de su elección.

Eran casi las doce de la noche y decidieron volver a su camarote. El barco navegaría toda la noche rumbo a la isla de Mykonos donde harían la misma ruta que el día anterior. Autobús para recorrer la isla y luego la tarde libre para estar en la playa. Además harían noche en la isla.

Mykonos

Después de una excursión por todos los restos que la civilización griega había dejado esparcidos por toda la isla el autobús les dejó en la playa. Ésta vez decidieron ir a la que fueran todos los demás y una vez allí se tumbaron al sol. Por supuesto, el desfile de cuerpos aquí no tenía nada que ver con el del día anterior, así que prefirieron tumbarse en sus toallas durante horas. El barco, atracado en el puerto, haría noche en Mykonos ya que era la isla más turística y con más marcha. Las dos amigas decidieron que esa noche saldrían a cenar y a divertirse en las muchas terrazas que poblaban la playa, y que tenían tanta fama.

Después de pasar por el camarote, salieron a cenar, perfectamente arregladas. Ella pensó que estaban con la “ropa de matar”. En su caso, un vestido negro entallado perfectamente a su cuerpo con generoso escote. Eva llevaba un pantalón pirata conjuntado con un top floreado que dejaba al aire una barriguita totalmente plana. Tras cenar en la terraza de un típico restaurante griego, salieron a buscar una terraza de copas. Se metieron en una que estaba repleta de gente. Sonaba una de Kyle Minogue y ella recordó aquella última noche con Carlos en al discoteca de aquel pueblecito del sur que había cambiado su forma de vida. Al llegar a la barra para pedir se les acercó un joven camarero. Era moreno, alto, ojos verdes. A ella se le dio un aire al socorrista del hotel. Se dio cuenta que aquel viaje sola le había marcado. Decidió que esta podría ser otra gran noche. Miró a Eva que se había quedado prendada del camarero:

-Vamos, Eva, que está trabajando. –Reprochó en tono de broma la actitud de “tonteo” de su amiga.

-Joder, como está. ¿Tú lo has visto? –Se justificaba, ésta.

-Sí, es mono. Pero es un niño.

-¿Un niño? Déjamelo y lo convierto en un hombre del tirón. Tiene una sonrisa para comerle toda la polla. –El alcohol sacaba a la Eva más transgresora.

Cuando sonó Stereo Love ya llevaban un buen rato bailando y habían ido a pedir varias caipirinhas que les habían sentado muy bien. Entonces llegó Gio. Un griego de casi dos metros, moreno de profundos ojos negros y sonrisa de anuncio. Tras presentarse en un perfecto inglés le entró a saco a Eva quién se dejó querer.

Continuaron bailando y Eva le hizo señas para que les dejara a los dos solos. Así que la periodista decidió acercarse a la barra a pedir un Cutty Sark con 7 Up. En el momento de sacar un cigarro, una mano le brindó un Zippo plateado. Ella miró y descubrió a un tipo tremendamente atractivo, escasamente superaba el metro ochenta, era delgado y con el pelo gris. Era muy guapo:

-Thank you –contestó la periodista.

-Soy español –corrigió el hombre –Veo que tu amiga a encontrado compañía. –Señalando a una Eva bailando desenfrenada con el griego.

-Si… bueno… está por ahí… bailando.

-Perdona. Soy Santi. –Se presentó el hombre.

-Yo… bueno… me llamo… –un poco perdida.

-Sí. Te conozco, veo los telediarios. –dijo él con aplomo.

-Sí, claro. Eres español ya me has dicho. –Ella no terminaba de centrarse para controlar la situación.

-Sí. Trabajo para una empresa multinacional. Y viajo a menudo a Grecia.

-Nosotras estamos de vacaciones. El típico crucero por las islas griegas.

-Pues sí. Suena típico, pero merece la pena. Aunque lo mejor y más autóctono no lo muestran.

Santi se adelantó a ella y pagó la consumición de ésta pese a sus protestas. En ese momento llegaron Eva y Gio. Él venía con su irresistible sonrisa y ella con una cara de loba que lo decía todo:

-Hola soy Santi.

-Hola. Yo soy Gio.

-Vaya triunfazo, ¿no?

-No veas como está la tía.

Este pequeño dialogo se produjo en griego con lo que las dos chicas no entendían nada:

-Perdona soy Santi. –Se volvió a presentar esta vez a Eva.

-Yo soy Eva y a Gio ya le conoces.

-Sí domino el griego. –Dijo el hombre antes de dar un sorbo a su gin tónic poniéndole el chiste en bandeja.

-Mmm… que bien suena eso. –Replicó la mujer con la incontinencia verbal de los primeros efectos del alcohol.

-Eva, por favor. –Intervino ella un poco avergonzada por la actitud descarada de su amiga.

-No te preocupes. Domino todo el griego –y la miró con unos ojos lascivos.

-Bueno nosotros nos vamos. A ver si me dan clases de griego… –Eva se acercó a su oído y le dijo –se la he comido en el baño y me lo voy a tirar. No te preocupes si no vuelvo esta noche al camarote. Ah y suerte con este tío.

Ella miró a Santi que con estilo sofisticado bebía su gin tonic en vaso de tubo al tiempo que sostenía su cigarro entre los dedos. Le pareció tremendamente atractivo. Se preguntó como tendría la polla. Y sintió unas ganas enormes de hacérselo con él:

-Así que dominas el griego… –preguntó ella con media sonrisa.

-Sí. Lo hablo muy bien. Ya me has oído. –Justificó el hombre su contestación con falsa inocencia.

-Pero has dicho que dominas todo el griego… –y rio. La periodista empezaba a no controlar sus comentarios debido al alcohol. Él se acercó a su oído.

-Si quieres puedo darte algunas clases. –Y descendió para besarle el cuello al tiempo que ella tiraba la cabeza hacia atrás.

-Deben ser clases básicas –y arrimó su pierna a la entrepierna de él notando como su paquete comenzaba a crecer bajo su pantalón vaquero.

-¿Nos tomamos la última en un sitio más íntimo?

La mujer asintió besándole los labios y fueron hacia la salida. Pidió las llaves de su coche y le trajeron un 911 Carrera cabrio del 2008 rojo con tapicería de cuero negro. Ella pensó que, aunque con buen gusto, era poco original. Incluso en su interior se sintió un poco defraudada. Lo había idealizado menos conservador. Aunque no hizo ningún comentario al respecto. El viaje apenas duró unos cinco minutos. El hombre conducía con la capota bajada, lo que permitía disfrutar de la magnifica noche y unas buenas vistas desde la carretera que corría cerca de la playa. Ella inspiró fuerte y sus pulmones se llenaron con el aroma salado de la brisa marina. Durante el trayecto, la periodista se enteró que su anfitrión tenía cuarenta y tres años, estaba divorciado hacía cinco y era padre de un adolescente de quince que vivía en Barcelona con su madre. Llevaba diez años trabajando en un puesto directivo de una multinacional energética alemana.

Llegaron a una urbanización privada de apartamentos de estilo mediterráneo pintada de blanco. Con un mando a distancia, Santi, abrió la verja y aparcó junto a un pequeño bloque de tres plantas. Subieron una escalera y llegaron a una puerta de madera. El hombre la abrió y pasaron al interior.

Tras dejar las llaves en un mueble del recibidor accedieron a un impresionante salón desde donde se accedía a una terraza con unas increíbles vistas al mar. El hombre encendió la luz y la dosificó hasta una baja intensidad que hacia la estancia más acogedora. Luego puso un hilo musical con temas de los ochenta y los noventa. Tras preguntarle, le sirvió un vaso ancho de un típico licor griego. Ella, pensando que no debía seguir bebiendo salió a la terraza con el vaso en la mano. Fuera se oía suavemente las olas chocar contra las rocas, era la una de la madrugada y la temperatura era ideal. Salió el hombre bebiendo un whisky sólo con hielo:

-¿Qué te parece? –preguntó Santi junto a ella mirando al mar.

-Impresionante. ¿Tuyo o de la empresa? –preguntó interesada la periodista.

-Mio, igual que el coche. La empresa me paga muy bien. –Justificó su patrimonio en un momento económico tan difícil para un país como Grecia.

-Vives muy bien.

-Bueno trabajo muy duro. La empresa es muy exigente. Tú tampoco debes vivir mal. Eres famosa.

-No te creas, solo presento un telediario. Pero el tiempo que me queda trato de disfrutarlo a tope. Y aprender cosas nuevas… –y le miró sonriéndole.

-Ah, sí. ¿Cómo qué? –y le volvió a besar el cuello. Ella tiró la cabeza hacia atrás.

-Bueno… quizás… –mientras le iba quitando los botones de la camisa –…sea la hora de aprender nuevos idiomas… –ya había empezado a desabrocharle el pantalón.

-¿Y qué idiomas dominas? –preguntó él con lascivia.

La mujer le miró a los ojos, le besó y se arrodilló ante él. Le terminó de bajar el pantalón. Vio que no estaba depilado. Retiró su ropa interior y saltó su polla. No era grande aunque sí tenía una gran erección. Tampoco era bonita, la tenía un poco torcida a la derecha. Se la agarró fuerte y tiró hacía atrás para liberar un capullo al rojo vivo que parecía a punto de estallar. Le miró con ojos de guarra y acercó la cabeza hasta aquel trozo de carne caliente. Al contacto de sus labios oyó que el hombre dio un gemido de placer. Se entretuvo con el glande, haciendo su trabajo con un vaivén de cabeza. Mientras, él apoyado en la baranda de la terraza con la camisa totalmente abierta y desnudo de cintura a pies, suspiraba de placer. Se la acomodó en la boca para evitar arcadas y se la metió entera, para luego ir sacándola poco a poco para terminar pasando la lengua de abajo a arriba:

-Uf… que bien se te da el francés. –Adulaba irónico el hombre.

-Siempre he obtenido muy buena nota. –Replicaba la mujer siguiéndole el juego.

Y volvió al vaivén de cabeza esta vez acompañando de una paja con la mano derecha mientras que con la izquierda le acariciaba el culo:

-Sigue, sigue. Más rápido. –Le pedía Santi con los ojos cerrados.

Ella aumentó el ritmo de la mamada. En el hilo musical empezaba a sonar Out of control de los Rolling cuando notó que el hombre tensaba las piernas:

-Aaahhh, ahora, ahora… aaahhh.

La mujer notó la corrida caliente en su boca. No fue muy grande así que pudo tragársela toda:

-Joder como la chupas. –Comentó él con los ojos entornados.

-Se me dan bien los idiomas… –replicó la periodista mientras terminaba de tragar el espeso esperma.

Se levantó y se fue al baño. Tenía que eliminar tanto alcohol. Antes de salir se enjuagó la boca y salió desnuda al salón. Había dejado su sensual vestido negro en el baño. Santi estaba sentado en el sofá fumando un pitillo de marihuana. La mujer avanzaba con un paso lento pero seguro, notaba el frío suelo bajo sus pies. Distinguió en la tenue luz del salón el cabello plateado y perfectamente recortado a la altura de su nuca, le acarició los torneados brazos que tenía extendido a lo ancho del respaldo. Le cogió el cigarro y le dio una honda calada. Después se colocó delante de él:

-Eres preciosa… –Alabó Santi su físico.

-Que buena está esta “maría” –Dijo ella sin prestarle mucha atención.

-…además de ser una viciosa. –Continuó el hombre.

-Me gustan las sensaciones intensas.

Santi la arrimó hacia él y comenzó a besarle la barriga. La periodista dio otra larga calada para rematar el porro. Levantó la pierna derecha y la apoyó en el asiento. Con una mano acercó la cabeza de él a su entrepierna. Quien entendiendo las intenciones y comenzó a comerle el coño. Recorrió toda la raja con su lengua. La tenía caliente. Subía despacio hasta su clítoris y parecía no llegar nunca. El hombre se reclinó sobre el respaldo y la periodista, que ya había tirado la colilla del porro al suelo de mármol blanco, se subió de pie al sofá de cuero color “camel”. Apoyada en el respaldo colocó su precioso sexo totalmente rasurado en la cara de su amante quién comenzó de nuevo una comida tremenda, al tiempo que le acariciaba el culo:

-Qué rico sabe tu coño…

-Mmm… sigue con la lengua… aaahhh

Santi buscaba su ano con el dedo de la mano derecha:

-Aahhh… sííí joder… la pipa, muérdeme la pipa… vamos no pares. –La mujer se excitaba cada vez más al notar el dedo de su amante acercarse a su ano.

Él empezó a darle pequeños mordiscos en el clítoris que hicieron que ella se estremeciera de placer. Introdujo un dedo en su vagina y palpó esa parte rugosa que la volvía loca:

-Mmm… come cabrón, come. –Decía trinchando los dientes.

Santi movía la lengua sobre su clítoris y la presentadora estaba a punto de estallar. Con el dedo corazón lubricado con el jugo de su vagina empezó a presionar su agujero trasero hasta introducírselo:

-Métemela. Quiero que me folles –exigió la mujer.

Fue descendiendo hasta ir clavándose la polla por el coño. Echó la cabeza hacia atrás y suspiró fuerte cuando la notó dentro. Comenzó a botar lentamente al tiempo que él le comía sus preciosas tetas:

-Que bien… –suspiraba extasiada.

-Que bien follas, tía. –Santi continuaba adulándola.

-Dame tú. Fóllame tú. –Ella no perdía el tiempo.

La periodista se levantó y se tumbó boca arriba en el sofá con las piernas abiertas. Él la miró. La escena era muy excitante. Una famosa presentadora de informativos que estaba buenísima esperaba abierta de piernas a ser penetrada por su polla. La recordó en el frío plató de televisión, seria con el rigor necesario para informar y ahora la tenía a su merced. Excitada y pidiendo ser penetrada.

Fue acercándole la polla poco a poco a la raja caliente y húmeda de su vagina. Ella le miró, era guapo pero no tenía el cuerpo del socorrista y su polla era normal, nada que ver con la impresionante verga del camarero. Al recordar a Carlos cerró los ojos y su excitación aumentó de inmediato. Deseaba ser penetrada por aquel tío.

Le agarró la polla y la fue dirigiendo hacia su coño. La tenía muy dura. Pese a haberle pegado una buena mamada se había recuperado pronto:

-Aaahhh, sííí.

-¿Te gusta? –Preguntaba morboso él mientras le tenía sujeta por las piernas.

-Hasta el fondo. Métemela hasta el fondo. –Pedía ella al tiempo que miraba como el falo de Santi se perdía en su sexo.

Sin aumentar el ritmo se la metió hasta que sus cojones hicieron de tope. Santi se arrimó mucho a su cuerpo y ella le abrazó con sus larguísimas piernas. Sin tenerla muy grande la notaba muy adentro y le daba mucho placer. Él se acomodó para iniciar un mete-saca que fue en aumento:

-Dale, dale, más fuerte –pedía la mujer presa de una excitación desmesurada.

-Qué coño más rico tienes. –Respondía Santi notando como su miembro se derretía en la ardiente vagina.

La periodista se cogía las tetas con una mano y con la otra se hacía una paja al tiempo que el hombre seguía clavándosela muy fuerte. Cuando estuvo a punto de correrse se la sacó del coño y se pajeó encima de ella que seguía masturbándose:

-Córrete en mis tetas –pedía la periodista mirándole a los ojos.

Con un fuerte grito acabó sobre su bello cuerpo. El semen caliente cayó, primero, sobre su teta izquierda inundando su pezón, erguido por la excitación. Luego cruzando su vientre, dejando una línea blanca y caliente. Esto la llevó al máximo de su excitación y acabó corriéndose con gran cantidad de flujo:

-Oh, aaggg… que polvazo. –Era lo único que acertaba a decir la mujer cerrando fuerte las piernas entrono a su mano apoyada en su sexo. Santi se deleitaba con la visión del orgasmo de su amante.

El hombre acercó su polla a la boca de la periodista para que le limpiara los restos de la corrida cosa que hizo gustosa:

-Eres una puta viciosa –la definió él con cara de lascivo.

-Lo sé y me encanta –sentenció ella con cierto orgullo.

Se levantó y volvió a ir al baño. Se metió en la ducha y se remojó para limpiarse la corrida que Santi había esparcido por su cuerpo. Al salir vio que el hombre la esperaba de pie apoyado en el sofá. Para sorpresa de la mujer otra vez estaba empalmado. Cosa que aparte de asombrarle le alegró ya que seguía muy caliente:

-Mmmm… otra vez la tienes dura… –se acercó a él y le empezó a acariciar.

-Te tengo que aprovechar bien –la arrimó hacia él– quiero hacerte una cosa –acariciándole el culo.

-¿…y que me quieres hacer? –Apretándole la polla fuerte –¿Darme por culo? Soy virgen. –Le dijo con cierto reparo.

Subieron a la planta superior donde se encontraba el dormitorio principal. Tenía una gran ventana que daba al mar. Estaba abierta de par en par y se oían las olas. En el centro de la estancia una cama de matrimonio dos por dos donde la mujer se tumbó de manera sensual mientras observaba como su anfitrión se movía con soltura por la habitación. Santi tomó un bote de vaselina de un mueble bajo y se dirigió hacia su “victima”. Levantó las piernas de ella por encima de su cabeza accediendo perfectamente a su ano. Era un agujero oscuro y arrugado. Comenzó a masajearlo con dos dedos al tiempo que untaba el lubricante. A la mujer se le escapaban algunos quejidos cuando introducía los dedos. Una vez que lo tuvo bien lubricado le pidió que se pusiera a cuatro patas con la cabeza apoyada en el colchón y la espalda arqueada hacia abajo de manera que su culo quedara a su merced. La presentadora sintió algo de miedo viendo lo que era ya inevitable:

-Nunca lo he hecho por el culo, de verdad. Soy virgen. –En una petición de clemencia por un arrepentimiento de última hora que ya no tenía mucho sentido.

-Siempre hay una primera vez… –Sentenció Santi.

Miró a su izquierda y se pudo ver reflejada en el gran espejo de la puerta del vestidor. Posiblemente colocado allí para tal propósito. Santi se tomó su tiempo para untarse la polla de vaselina. Luego se colocó detrás de ella, entre sus piernas. Era indudable que no era la primera vez que el hombre hacía esto, así que pensó que estaba “en buenas manos”. Se dispuso a ser sodomizada por primera vez.

Agarrándose fuertemente la polla, Santi puso el capullo en la entrada de aquel hermoso culo virgen. Haciendo fuerza, su polla luchó contra la resistencia y se fue abriendo camino por el recto de aquella tía. Ella se quejaba por el dolor:

-No me cabe. Me duele.

-Relájate. No aprietes el culo –le aconsejaba él.

El hombre, sin importarle las suplicas le dio un buen empujón y se la metió entera, hasta que los huevos chocaron con los gordos labios vaginales. Ella, gritaba y hacía tiempo que se retorcía de dolor mientras el hombre la agarraba con fuerza por la cintura evitando que se pudiera escapar. La periodista se aferraba a las sabanas con las manos y hundía la cabeza en la almohada para ahogar los gritos que le producía el castigo que estaba recibiendo.

Durante unos segundos, Santi se la dejó dentro para que su interior se fuese acostumbrando a aquel intruso. La mujer empezaba a notar algo de placer en aquel terrible dolor. Dejaba de retorcerse para buscar un movimiento más cómodo. Cuando él empezó a moverse lentamente, ella tomó aire y lo fue soltando poco a poco, mientras jadeaba entrecortado:

-Te empieza a gustar, ¿no?

-Sííí. Pero despacio que me duele mucho.

-Tranquila, quiero disfrutar de tu culo.

-Ayyy, uf… me lo abres. –Notaba que su culo le ardía.

Santi empezó a aumentar el ritmo de sus embestidas:

-Mi culo, cabrón. –Decía ella con un hilo de voz.

-Si te va a gustar…

-Sííí, mi culo… joder, sí me gusta –la voz apenas le salía.

Se miró en el espejo y se excitó aún más al contemplar como aquel tío, que acababa de conocer, le desvirgaba el culo. Su polla le ardía dentro y tenía la sensación que le quemaba todo sus intestinos. Entonces pidió más:

-Ahora, sííí, dame más. –Empezaba a disfrutar del castigo anal.

-¿Quieres fuerte? Puta. Pues toma polla.

-Aaaggg, párteme el culo. Dame fuerte, cabrón.

Santi aceleró todo lo que pudo. La iba a reventar. El pensar que le estaba dando por culo a una presentadora famosa le producía un morbo y una excitación que no podía controlar:

-Toma guarra. Te parto el culo- le decía fuera de sí.

-Aaaggg, aaaggg, aaay…

Cerró los ojos y cuando pensó que ya no tendría más aguante y que aquel tío la iba a atravesar, notó como se le llenaba el culo de leche caliente:

-Dios, me corro –aulló Santi.

-Sííí, échamelo dentro, cabrón. Aaahhh.

El hombre descargó un buen chorro de semen dentro del culo y cayeron sudando uno sobre la otra. Él seguía dentro de ella y los dos respiraban fuerte. La mujer soportaba todo el peso de Santi sobre su espalda y trato de moverse. El hombre le entendió y sacó su polla con cuidado. La periodista se quejó y tenía el culo ardiendo. Aquella brutal penetración anal le había producido desgarros. Su ano latía tratando de volver a su tamaño natural y le era imposible contener la mezcla de heces, semen y sangre que le salía de dentro. Decidió ir al baño a limpiarse mientras su “verdugo” reposaba tumbado en la cama mirando al techo con la polla al rojo vivo.

La presentadora se metió en la ducha y se limpió bien el agujero del culo. Al pasar la mano pudo ver cómo le dejaba restos de sangre en los dedos. Le dolía muchísimo, realmente se sentía toda dolorida. Cogió un espejo de mano y se tumbó en la bañera. Levantó las piernas y colocó el espejo entre ellas para poder ver su particular “zona cero”. Lo tenía todo abierto, se palpó y se introdujo dos dedos. Pensó que aquél cabrón le acababa de reventar el culo. Empezó a sentirse excitada de nuevo. Cogió la alcachofa de la ducha y la dirigió hacia su clítoris. El chorro de agua le masajeaba y ella comenzaba a jadear. Soltó el espejo y con la mano derecha empezó a hacerse una paja al tiempo que seguía dirigiendo el chorro de agua a su botón. Recordando cómo había sido brutalmente sodomizada se corrió en un riquísimo orgasmo.

Sobre las seis y media de la mañana entró en el camarote donde descansaba Eva:

-¡Hombre! ¿Qué tal? ¿Folla bien? –Fue el recibimiento que le dio Eva que la esperaba despierta tumbada en su cama.

-Calla tía. Me ha roto el culo. –Anunció ella con cara de dolor.

-Jajaja. –rio su amiga –Bienvenida al club. ¿Y qué?

-Uf, me ha gustado. Pero ahora no me puedo ni mover. ¿Y tú qué?

-Buah, lo hicimos en la playa. En la arena y en el agua. La tenía enorme.

-Bueno pues se nos acaba el viaje. Nos llevamos un buen botín, ¿no?

-Tú sobre todo, que ya no te queda nada por estrenar…

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