Mi nombre es Santiago, tengo 24 años y estoy enamorado de Isabella mi compañera de aula en la universidad, pero ella siempre me había rechazado, sin embargo yo seguía detrás de ella hasta que en una ocasión me invitó a su fiesta de cumpleaños en su casa, yo me hice ideas locas en mi cabeza pero las cosas no salieron como yo esperaba pues anunció que ya tenía un novio.
Yo estaba molesto y para matar las penas decidí ponerme ebrio en una esquina apartado de los demás, hasta que de pronto Eliza la madre de Isabella se acercó a mí y comenzamos a charlar, no sé si fue el alcohol o que cosa pero vi que estaba mejor que su hija y no lo digo por despecho.
Ese día Eliza no se veía como una viuda que trabajaba para darle lo mejor a su hija, ella llevaba puesto un vestidito negro escotado que aparte dibujaba su figura y unos tacones rojos que la hacían lucir más alta.
–¿Se puede saber qué haces aquí tan solito?
–¡Tomo para matar las penas!
–Pero qué penas puede tener alguien como tú…
–Penas de amor.
–Entonces tómate unas cervezas conmigo…
–¡Adelante!…
Eliza me invitó un vaso de cerveza y gustoso brindamos, tomando podía ver sus piernas torneadas cuando las cruzaba y con el paso del tiempo ella ya estaba muy ebria, disfrutando de la fiesta me olvidé de Isabella y me concentré en Eliza, acariciando sus piernas mientras ella me abrazaba pasamos el rato juntos hasta que simplemente me dio un beso en la mejilla antes de susurrarme al oído.
–Te espero en mi habitación…
–…
Dejándome sin palabras solo la vi alejarse contoneando sus caderas y esperando un par de minutos con el pretexto de usar el baño camine por el pasillo y cuando todos se habían puesto a bailar entre en la habitación de Eliza que me esperaba.
Alejados de la multitud ambos reímos y al ir sobre ella caímos en la cama, comenzando a besarnos apasionadamente Eliza enredó sus piernas en mi cintura, mientras yo llevaba una de mis manos sobre su muslo queriendo apretar sus nalgas.
Teniendo una actitud desesperada Eliza era una mujer de baja estatura que se acopló y me susurró una vez más al oído.
–Veo que tiene un buen tamaño…
–¿Y podrá entrar por aquí?
–Ya lo veremos…
Mientras decía esto mi mano se deslizaba por debajo del vestido de Eliza y buscaba palpar su vagina, fue como meter mis dedos dentro de una torta suave y esponjosa al hacer aún lado su tanga acaricié sus paredes y ya no hubo vuelta atrás.
La experiencia estaba del lado de Eliza que se excitaba al sentir mi pene y yo me perdía al ver su expresión cuando su vagina se mojaba cada vez más y se hacían notorios sus pezones por debajo de su vestido.
Por lo que no pudimos resistirnos y comenzamos a desnudarnos de forma rápida y atolondrada debido al alcohol, apretando sus senos sentí como su piel se erizó igual que sus pezones, para que luego ella misma se arrodillara y yo apoyará mis manos sobre su cabeza.
–Pero mira que tenemos aquí…
–¡Es todo tuyo!
Estando de rodillas frente a mi pene parecía que se le hacía agua la boca y cuando abrió sus labios y se lo empezó a comer yo estaba fascinado, Eliza se comió mi trozo de carne el cual estaba rígido y se lo metió tan adentro como podía.
Movía su cabeza hacia atrás y hacia adelante como si no lo hubiese hecho durante mucho tiempo, mostrando su experiencia disfrutaba del sabor a hombre y jugaba al apretar sus labios solo para succionar mi pene cuando salía, tomándose su tiempo para respirar solía lamerlo desde la base hasta la punta.
–¡Qué buena… resultaste para esto!
–¡Gracias!…
Disfrutando el ver como ella lamía mi pene, sus estímulos eran perfectos, rozando mi glande con sus labios pasaba a ser tocado por su lengua mientras llegaba al fondo de su garganta dejando que entrará libremente.
Estaba fascinado al compartir mi pene con Eliza y pronto comprendí que ella era una mujer de carácter dominante, pues parecía que se haría todo a su antojo.
–Es hora de cambiar y que tú me des placer…
–¡Si es lo que deseas!
Llegando la hora de cambiar Eliza me empujó sobre la cama, terminando yo recostado ella vino sobre mí y sentándose sobre mi rostro empecé a lamer su húmeda vagina.
Escuchando sus gemidos al disfrutar de como chupaba su vagina también devoraba su hinchado clítoris y estirando mis manos apreté sus pezones, mientras ella movía sus caderas en perfectas cadencias al disfrutar de la situación, mi lengua tocaba su mojado y caliente interior aparte de su clítoris.
Hasta que de repente quise sorprenderla y girando hacia un lado hice que ella terminará acostada y al someterla por la fuerza quise demostrarle quien era el hombre, aunque solo era una excusa porque en realidad quería metérsela ya mismo, pero sabía que debía ser paciente.
Y al estar en roles invertidos pude demostrarle lo que yo sabía, enterrando mi rostro en su jugosa vagina pasé mi lengua una y otra vez saboreando de su exquisito sabor y llegue a succionar su clítoris tanto como pude.
–¡Siii!…
Su clítoris estaba siendo estimulado por mi lengua y mientras ella gemía trataba de ahogar un grito de placer provocado por un gran orgasmo, lo cual demostraba que yo en verdad sabía lo que hacía al darle placer.
Cuando decidí que ya era suficiente y besando la parte baja de su abdomen fui subiendo, para luego hacer una parada en sus senos los cuales tomé entre mis manos y apreté suavemente antes de rozarlos con mis labios.
De uno en uno incluso llegue a juntar ambos senos y devore sus dos pezones al mismo tiempo, incluso los bese y tomándome mi tiempo disfrute de su suavidad y olor a lavanda que me gustaba.
Provocando que tuviera una sensación incomparable para mí fue como disfrutar de un exquisito manjar, antes de terminar cara a cara besándonos mientras mi pene rozaba su vagina giramos una vez más y terminó ella sobre mi.
Apoyando mis labios contra los suyos metía la lengua dentro de su boca y de pronto mi pene se deslizó hasta el fondo de golpe y vi su expresión al sentir aquella punzada.
–¿Esto te gusta?…
–¡Si… no pares!
Ahora acoplados se levantó lo suficiente para mostrarme como mi pene entraba y salía de su vagina, disfrutando de todo su cuerpo me mostró lo experta que era montando y como gozaba, mientras que yo solo la tomé por la cintura al ver como la cadencia de sus movimientos eran fuertes y constantes.
–¡Ahhh! Que rico pene que tienes….
–Y es todo tuyo… así que cometelo todo…
Ella gritaba ya que mi pene le fascinaba, y de no ser por la música que había afuera seguro que nos hubieran escuchado, su forma en la que se movía me encandilaba y más cuando sus senos rebotaban.
Esperando mi turno para arremeter guardaba energías para cogermela tanto como quisiera, después de todo lo que no quería era bajar está intensidad la cual nunca había sentido y cuando ella se inclinó fue como si tirará y quisiera arrancarme el pene
–¡Eres la mejor!…
–¡Ahhh! ¡Si!… que rico!…
Teniendo un orgasmo en ese momento sentí como su vagina se ponía más estrecha y eso me calentó más, así que decidí cambiarla de posición al poner sus piernas sobre mis hombros, golpeando con fuerza disfrutaba el escuchar sus gemidos y palabras entrecortadas.
–¡Qué rico!… ¡Aghh! ¡Me la metes cabrón, cógeme así!…
–¿Esto te gusta verdad?
–¡Aghh! Si me encanta…
Mi pene entraba y salía, yo gozaba ella gozaba y esa fricción que nacía en los movimientos de mi cadera la estaban partiendo, sin duda fue algo sin igual y el hecho de tenerla así me gustaba, por eso hice que cerrara las piernas para que disfrutará aún más. Golpeando con fuerza decidí que la pondría en cuatro y se lo hice saber.
–Venga Eliza quiero ver ese trasero en cuatro…
–Está bien… vamos a hacerlo…
Poniéndose de perrito admire su trasero y me puse detrás de ella antes de darle un par de nalgadas y acariciando sus nalgas roce mi pene en su vagina una vez más.
–Venga, mueve ese trasero…
–¿Así?…
Eliza empezó a golpear mientras se movía hacia atrás en un ritmo constante del cual ambos disfrutamos, agarrándola por la cintura sentía como su vagina masticaba mi pene y tal vez por eso dijo algo que yo no esperaba que saliera de su boca.
–¡Aghh!… Ahora quiero que… me rompas el culo…
–¡Bueno!
Cumpliendo su petición no hice que lo pidiera dos veces y empecé a estirar su ano el cual ofreció nula resistencia cuando lo escupí y empecé por enterrar mi dedo medio e índice.
Dilatando su esfínter al ir introduciendo mi pene que estaba lubricado con sus fluidos vaginales alcanzó para ingresar poco a poco, deleitándome viendo cómo salía y volvía a meterlo, disfrutando de cómo se quejaba aprovechaba para azotar sus nalgas.
–¡Estas… partiendo mi culo en dos!…
–De eso se trata
Sus gritos de placer eran otra cosa y ella misma aprovechaba para masturbarse, sintiendo como mi pene entraba en su orificio podía sentir que podía arrancarlo desde la base y eso me hacía estremecer.
–¿Esto te gusta?…
–¡Si!… ¡Aghh!
–Que bueno porque… voy a aumentar la velocidad…
Volviendo a penetrarla está vez la sujete por la cintura y sin importar nada más empecé a embestirla, fue como si un taladro buscará atravesar una piedra que oponía resistencia.
–¡Aghh! Dame más… rompeme… parteme en dos…
–¡Entonces toma… esto!
Empezó a gemir más y más al tiempo que se sujetaba de la cabecera de la cama, yo golpeaba sus nalgas con mi pelvis, resistiendo los impactos Eliza enloquecía al sentir mi brutalidad.
–¡Ahhh! Eres un maldito…
–¡Resiste! Solo un poco más…
Interminables embestidas que entraban en lo más profundo de su ser hasta decir basta y unos segundos después temblé, me aferré a sus nalgas clavando mis uñas y empecé a sentir como su esfínter se puso más estrecho cuando recibió una oleada de mi semen que empezó a fluir dentro de ella.
Teniendo que soportar mi peso me había dejado seco y cuando me retiré descansamos juntos mientras tratábamos de recuperar el aliento.
–¡Eres un animal!
–Lo… se.
Con la respiración más que agitada Eliza tuvo su placer y la noche para mi había resultado mejor de lo esperado.
Descansando un rato mientras todos seguían en la fiesta al estar tan cansados nos quedamos dormidos hasta la mañana siguiente y cuando menos acordamos Isabella estaba golpeando la puerta de la habitación de Eliza.
–Ya me voy a la universidad…
–… ¡Está bien ten cuidado!
Respondió Eliza que al igual que yo estaba desnuda y al ver mi erección solo sonrió y cuando escuchó que su hija se había marchado simplemente posó sus manos en mi pene para volver hacerlo.