Eli o Liz…
Una noche de mensajes de texto candentes terminó en hacerla masturbarse en su casa, pero yo y mi calentura se guardaron para ella a la siguiente mañana. Ella tenía el turno de la farmacia a las 8:00 a.m.
Obviamente llegué a las 7:20 a.m. a su nuevo empleo. Abrimos la puerta de la cortina metálica y entramos. No perdimos mucho tiempo. Apenas entramos nos besamos intensamente, sobé su cuerpo sobre la ropa. La senté en una silla muy incómoda de plástico, ya le había bajado el pantalón y su delicioso bikini, jalé su cadera a la orilla del mueblecillo, le separé las piernas y como pude me agaché para chuparle ansiosamente el clítoris, lamerle los labios y saborear sus jugos, su manjar entero. La impactó un orgasmo muy rápido, pero seguí lamiendo y chupando hasta llevarla al segundo, cuándo estaba por llegar me rodeo la cabeza con las piernas y me regaló un orgasmo apretado en mi boca.
Le dejé muy poco tiempo para disfrutar su orgasmo. La levanté y la coloqué con la frente a un estante, me saqué la verga y le unté lubricante, como siempre una cantidad ligera, nos gusta sentir cierta resistencia por parte de su culo. Le besé el cuello mientras la masturbaba, ella gemía. Sobaba sus tetas mientras acomodaba mi verga entre sus nalgas y le dije:
—póntela tú mi amor. Sin dudarlo un poco, agarró mi verga con firmeza y apuntó mi glande en su ardiente hueco. Puse mis manos en sus caderas y le dije:— Te la voy a meter duro, ¿sí?
Ella movió su cabeza de manera afirmativa y apenas levantó la cara, jalé su cadera y empujé la mía para darle una estocada infame. Mi verga se fue completa, ella sólo gimió de dolor y decía:
—¡ay mi amor! ay… —yo no saqué ni un milímetro de mi verga, seguía haciendo fuerza contra su hermoso culo, contra sus turgentes nalgas. Penosamente su ano presionaba mi verga, era un intruso.
—¿ya pasó el dolor, amor?
—Si.
Comencé a bombear su culo, dos o tres estocadas fueron lentas, después le sacaba la verga hasta la punta y de nuevo hasta el fondo, tres veces fueron muchas y me invadió esa sensación previa a venirme. Entonces aumenté el ritmo, ella se dio cuenta y sacó más las nalgas, para facilitarme el cogerla por el culo. Gemía más y más, sintió cómo mi verga se engrosó dentro de su recto y al final… los chorros de leche que la invadían.
Escuchó mi gemido y cómo dejé de moverme al salir mi leche, ella por su cuenta y con la idea de darme placer, empezó a moverse, como exprimiendo mi verga para sacarle más semen caliente y espeso. Mi verga se salió de su culo. Nos acomodamos la ropa, la besé y le pregunté dónde estaba el baño. Entré a limpiarme, y pasó algo, para mí, divertido. Saqué mi verga y tenía pegado en el glande un trozo de chile de árbol. Jajajaja. Tenía en la verga un trozo de lo que ella había cenado el día anterior. Se lo conté al salir y ella se apenó. Pero le dije que no pasaba nada, que me excitaba que me dejara manchado con su mierda.
Otro día, pasé a verla a la farmacia, a la hora que la clientela deja de acudir, así tendríamos tiempo a solas. Comencé a besarla intensamente, a fajarla, a tocar sus turgencias por encima de la ropa. La jalé detrás de un estante de medicamentos, y la tomé por detrás. La masturbé sin quitarle el pantalón, sólo solté su cinturón y el botón de sus jeans. La hice venir un par de veces. Acomodé una silla en un lugar a medio iluminar al entre los estantes y le ordené que se desabotonara la ropa, dejando sus tetas expuestas y se removiera la mitad del pantalón. Le dije:
—Quiero ver cómo te masturbas.
Y me respondió:
—¡No! Pueden llegar clientes.
—No te preocupes. —Dije— yo cuido el mostrador.
Podía verla masturbándose a unos metros de mi, nos mirábamos a los ojos mientras ella alcanzaba deliciosos orgasmos. Se vistió mientras yo le ayudaba a cerrar las cortinas metálicas.
Nos quedamos unos minutos más, era mi turno. Después de un par de mamadas de verga que volvieron a excitarla, la acomodé sobre un banquillo que justamente dejaba su ojete a la altura de mi verga… Me acomodé detrás de ella, separé sus grandes nalgas y ella tomó mi verga, apuntándola al centro de su culo.
—Te la voy a meter duro, amor. Le susurré en el oído y de inmediato me respondió que sí.
No tardé nada en sumirle mi verga lubricada, de un solo tirón dilaté su esfínter e invadí su recto. Dio un grito de dolor y excitación indescriptible. Me dijo que no me moviera, mientras el dolor se convertía en placer. En cuánto me dijo que ya estaba lista, comencé a sacársela despacio y tomar vuelo para metérsela duro de nuevo y comenzar a bombearle esa parte de sus intestinos que me daba tanto placer. Podía besarla en los labios y el cuello, sobaba sus tetas, su clítoris y acariciaba su cintura, le decía palabras que la excitaban. Le hacía más placentero el alojar mi verga en el culo. Cuando llegó el momento aceleré mi vaivén, ella gritaba por esa mezcla de dolor y placer, en el momento que sintió los chorros de mi semen invadiendo sus entrañas disfrutó de un orgasmo que la mareó, se dejó caer en una silla cercana y cerró los ojos, cubiertos por su mano izquierda dijo:
—ufff, me he mareado. Delicioso, guapo.