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Eli. Una deliciosa mujer madura (Parte 1)
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Ella era empleada de una amiga mía. Cuando la conocí, ella tenía 43 años, tenía un carácter alegre y siempre sonriente para con todos, sus amigos y clientes, a quienes brindaba atención en aquella farmacia de ciudad. Al día de hoy (54 años) conserva unas piernas deliciosas, cadera redonda y turgentes nalgas; unas tetas discretas, que al ser descubiertas resplandecen en su belleza y tamaño y se escurren deliciosamente en mis manos…

Todo empezó con mis visitas constantes a otra amiga quien era propietaria del negocio donde ella atendía, fue un coqueteo que poco a poco derivó en algo intenso entre nosotros. Un buen día o una buena tarde, llegué a visitar a mi amiga convaleciente y Liz, como la llamaré desde ahora, me hizo pasar a través de la farmacia para llegar a la casa, ubicada al fondo del terreno, al dejarme en la escalera se acercó para darme un beso de despedida y allí, aprovechando el momento y lugar, nos besamos. No nos inmutamos. Nos abrazamos breve pero intensamente y continué mi camino. Esa noche, yo volvería a la hora que ella cerraría el negocio.

Y así fue, estaba yo allí para cuando terminara de hacer su corte, salió y le pregunté si la llevaba a casa, aunque vivía muy cerca de allí. Abordamos el auto y una vez dentro le pregunté:

-¿tienes tiempo? Para que podamos estar solos. No muy lejos de aquí.

– Sí corazón, vamos.

Busqué una calle oscura y solitaria, me detuve y sin más ni más, comencé a besarla. Unos labios deliciosos, gruesos y suaves. Me besaba jadeando, estremecida con sólo las primeras caricias que mis manos le daban en el cuello y mejillas. Me chupaba la lengua delicioso, nunca le incomodó la diferencia de edad entre nosotros.

Toqué sus tetas sobre la ropa, parece que eso fue la señal que la hizo desabotonarse y aflojarse el sostén… que bella sorpresa me dio. Sus tetas eran una delicia en tamaño y textura, por su edad estaban suaves, grandes, con un par de pezones pequeños y duros. Comencé a besarle las tetas, desde abajo, a los lados. Hice que deseara sentir mi lengua en sus pezones por un par de minutos, cuando la ví excitada, fue cuando me lancé por esos botones de miel, los lamí con fuerza, cómo sumiéndolos en sus bellas tetas, apretaba sus tetas fuertemente y ella brincaba de placer, me detuve hasta dejarle cubiertas de saliva los pezones. Era momento de masturbarla.

La tomé desde mi asiento, por los hombros y la acomodé de tal forma que su espalda quedara contra mi pecho, antes de comerme sus tetas ya había acomodado los asientos, para esta posición poco nos estorbaban los objetos del auto. Con una mano y su ayuda, aflojamos sus jeans, y los bajamos a media cadera… comencé por meter mi mano, sentí sus vellos como un caliente indicador que estaba cerca de su deliciosa vagina. Sentía arder su intimidad, ¡estaba completamente empapada! Era otra cosa, suave y caliente, sus gemidos y gritos moderados me ponían el corazón a mil. Me reventaba la verga por salir. La masturbe suavemente, con mis dedos recorría cada pliegue y esquina de sus labios, froté y masajeé su clítoris una y otra vez, hasta hacerla explotar en un orgasmo tras otro… hasta que me dijo que ya no podía más… por esa noche.

La dejé reacomodarse la ropa, se recargó en el asiento estirando su cuello hacia arriba y entre un resoplido y una sonrisa me dijo que estaba encantada y contenta, que hacía mucho no tenía nada parecido al sexo. Se volteó hacia mí, dirigió sus labios a mi boca y sus dedos directo hacia mi verga dura y ansiosa por asomarse. Me masajeó y optó por botarme el cinturón, el botón y hurgar entre mi ropa hasta encontrar cómo liberar mi mástil.

Disfrutó sentirme duro y caliente, sin más, se lanzó sobre mi glande abriendo la boca como una orca sobre una foca. Me chupó la verga como nadie, con la lengua me recorrió cada milímetro del glande, me chupaba con fuerza, suspiraba y jadeaba, mis manos recorrían su espalda, sus tetas libres, cada vez me calentaba más y más, metí mi mano en su pantalón y comencé a disfrutar de sus nalgas, llegué a la entrada de su vagina con mis dedos y se los hundí tanto como pude, sentí empapados mis dedos de sus calientes jugos, en ese momento le pregunté:

– ¿te gusta la estimulación anal?

– Sí. Me respondió. Uuufffff.

Sin pensarlo más saqué mi dedo índice de su vagina y aprovechando lo mojado, comencé a sobar todo el contorno de su culito, lo frotaba hasta que se secaba mi dedo, lo volvía a mojar en su puchita y continuaba… Cuando comencé a sentir la inminente salida de mi chorro de leche, metí mi dedo cuanto pude en su estrella de chocolate, delicioso agujero caliente y apretado. Gimió delicioso, me dijo:

-¡Qué rico mi amorrr!

Comencé a mover mi dedo como podía, mientras le dije ya me voy a venir, hermosa. Me masturbó con la mano más rápido y con ahínco chupaba mí glande cuando salió disparado mi semen dentro de su boca, desencadenando en ella gemidos y un orgasmo intenso, le metí más dentro mi dedo en el recto, y ella más chupaba mi jugo. No dejó una gota escapar, saboreó mi semen y se lo tragó con una alegría caliente y enloquecedora.

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