Habían pasado varios meses desde nuestro último encuentro. Por distintas razones no tuvimos ningún tipo de contacto. En fin, lo importante es que pasó. Una de las particularidades es que pienso en ideas sobre coger con ella, las planeo y las ejecuto. Mientras esperaba que saliera del negocio donde trabajaba, aproveché la oscuridad de la calle y tomé el lubricante, y me puse una cantidad generosa en la verga. Salió del local y abordó mi auto, nos besamos calurosamente para después dirigirnos a nuestro centro sexual preferido. Voy a saltarme hasta la escena en la que ya estábamos en la habitación. Le di pocos besos y le quité la ropa, yo sólo me bajé la bragueta del pantalón y me saqué la verga pre-lubricada. Me senté en la esquina de la cama, la tomé de la cintura y la puse de espalda a mí, le dije: -siéntate. Obedeció sin chistar, sólo que apunté mi verga en su culo. En cuánto noté que estaba en el lugar y ella dio un pequeño gemido, con ambas manos jalé su cadera hacia mí, metiendo mi verga de un jalón en su recto, su ano no presentó resistencia.
Ella jadeaba y se retorcía, con sus manos trataba de levantarse para sacar mi carne de la suya, pero no la dejé, le dije al oído que se relajara, que ya iba a pasar el dolor. Aceptó lo que le estaba pasando pero seguía gimiendo de dolor… Comencé a sobar sus tetas, mientras le decía al oído: -Eres mía. Me gusta darte placer mi amor. Voy a vivir siempre en tu mente. Sé que hasta hoy has disfrutado tanto del sexo y soy el primero en cogerte el culo… ¡Ella jadeaba más y más! Poco a poco el dolor se redujo hasta mezclarse con placer, su mente estaba envuelta en sensaciones.
En cuanto sentí que me traicionaba mi verga al querer reventar, la puse de pie y la llevé a la bañera, bajo el agua caliente la masturbé, le chupé la pucha, me la mamó, etcétera…
Esta vez pasó algo extraordinario: nos pusimos lubricante, en las partes a detonar, y tuvimos un delicioso menú de posiciones que permitían bombearle el culo a pedir de boca, estar en la orilla de la cama es una maravilla. Tomé sus piernas, las levanté y las junté, dejando a la vista su pucha empapada y pujante, y su ya relajado y lubricado culo. Eliza estaba completamente entregada, con el toque de mis yemas sabía cómo acomodarse, qué hacer. Toqué sus caderas y se acercó más, subió la cadera, poniendo sus rodillas casi en su frente, separó con sus maduras manos sus nalgas y me dijo: – ya cógeme el culo, mi amor. Y méteme ese trozote… No me hice esperar, escupí copiosamente en mi verga, para hidratar el lubricante, y le metí la verga de un jalón. Le estuve dando un buen rato, con las piernas en mi frente, luego a la derecha y al final a la izquierda… legó mi momento de llenarle el recto de pecaminoso extracto… ¡pff delicia!
No le saqué la verga, me quedé de pie disfrutando las imágenes de una bella y madura mujer, extasiada, rendida ante mi. Le dije: -Qué rico tenerte así, rendida. Con mi verga en tu culo. Y me respondió: -Me encanta sentirme así, como una vulgar cerda. Que ha sido cogida por el culo. Me gusta sentir mi recto lleno de tu leche y tu verga. Esta extraña sensación de placer y dolor. El tener que ir al baño porque tengo la sensación de cagar y sólo es tu lefa la que escurre de mis adentros…
¡Wooow! Eso me puso la verga de nuevo al 100. No se la había sacado siquiera cuando ya estaba de nuevo violentando la naturaleza de su esfínter, bombeándole duro otra vez, los pliegues de su ano se convirtieron en una cresta que se movía al compás de mi falo entrando y saliendo. Haciéndola revolcar y morder las almohadas…
Nos perdimos de vista por largo tiempo. Pero hubo una segunda vuelta…