Al abrigo de la noche, bañado por la oscuridad me acerco al patio de tu casa, veo que has cumplido con dejar la ventana ligeramente abierta. Trepo el árbol y en silencio ingreso a tu dormitorio. la noche es fresca y duermes cubierta solo con tu sábana, me acerco y disfruto verte dormida, respirando con ligereza.
Estás echada de costado, como mirando hacia la ventana, por lo que la luz es suficiente para poder apreciarte. Tienes la cara de un ángel, una piel canela bellísima, tus largas pestañas descansan sobre tus agraciados pómulos. Tus labios están entreabiertos, esos labios carnosos que tanto deseo. Suavemente tiro de la sábana hacia abajo y la tela resbala sin oposición descubriendo tu precioso cuerpo.
Tu pijama es ligera, un polo corto de algodón color rosa con un unicornio bordado, y más abajo, un diminuto short, que apenas y cubre la mitad de tus nalgas.
Bordeo la cama, quiero verte en todos los ángulos. Lentamente, con sumo cuidado, rozo la piel de tus piernas, con una caricia casi imperceptible las recorro, de abajo hacia arriba. Tus largas y carnosas piernas reciben mis toqueteos. Así juego hasta llegar a tus glúteos. Con cuidado jalo de tu prenda y esta se mete entre la carne, dejándome libre el poder palpar tu redondez. Siento que respiras más rápido, siento que te agrada lo que te hago.
Mi mano sigue su camino, subiendo hasta tus senos, que solo necesitan un poco de ayuda para saltar por debajo del pequeño polo. Tus pechos tienen los pezones grandes, que ya están endurecidos. Los acaricio, mientras te froto las tetas no puedo evitar pasar saliva. Con mi mano te tomo uno y, agachándome, lo lamo, lo beso y lo succiono. Liberas un pequeño gemido, pero te dejas hacer. Yo continúo, extasiado beso y lamo también el otro, los junto con ambas manos y beso cuanto puedo. Pareces un poco inquieta, te giras y quedas boca arriba. Yo permanezco quieto, respiras rápido, pero aún pareces dormida, así que continuo. Beso entre los pechos, beso el ombligo. Con cuidado tiro del short y lo hago bajar hasta sacártelo. Tienes afeitada tu entrepierna, y la tersa piel se siente agradable cuando la beso. Entre sueños sientes la necesidad de abrir las piernas, yo lo agradezco, así saco mi lengua y desciendo a darte placer, te lamo y relamo la vagina, tu vulva se abre y deja que entre en ella. Ahora si gimes un tanto fuerte, tienes los ojos cerrados, pero has levantado los brazos a tu cabeza.
Continúo con mis caricias, subo y bajo con mi lengua, hago círculos en tu clítoris y me meto entre tus apetitosas nalgas. Sé lo mucho que te gustan mis caricas, esas sensaciones que solo yo te puedo dar, y que deseo seguir dándote. Tu gimes, gimes sin control mientras acelero los movimientos de mi lengua, te la meto y saco, lamo todo, y la vuelvo a introducir. Cierras tus piernas y me presionas, pero no me detengo, por lo contrario, acelero aún más, hasta sentir que tus músculos se tensan y tienes un exquisito orgasmo.
Mi verga me duele de lo dura que está, así que bajo mi pantalón, liberándola. Tu sigues con los ojos cerrados, aún agitada, con la carita angelical. Veo tus labios, carnosos y húmedos, entreabiertos. Con cuidado me acerco a la cabecera, levanto una pierna y me acomodo cerca a tu carita. Tomo mi verga y, con suavidad te acaricio con ella la cara. No te sobresaltas, sigues dormida, eso me gusta. Lentamente acerco la cabeza de mi falo a tu boca, tus labios ceden y envuelven un poco mi glande. Hago un poco de presión y abres la boca permitiéndome ingresar. Solo meto un poco, no quiero atorarte y que te despiertes. Siento tu lengua, que se mueve un poco, como acomodándose. Saco un poco mi falo y te quedas con la boca abierta, esperándome. Lo vuelvo a introducir, esta vez tu lo aceptas de mejor manera, y succionas un poco. Repito la metida y sacada hasta que, entre sueños, me empiezas a dar una mamada.
Te tomo la mano y la llevo al tronco de mi pedazo, que está todo ensalivado recibiendo las caricias de tu boca golosa, que ahora chupa con intensidad, como desesperada por recibir su premio. Te saco mi verga de la boca y dejo que lamas el tronco en toda su extensión. Luego te vuelvo a ofrecer la cabeza y sin dudarlo vuelves a mamar. Te encanta esa sensación de estar llena, abierta, de ser poseída y tener una gran pinga en tu boca. Te dejo disfrutar mi masculinidad un poco más, mientras cierro los ojos por el placer que me brindas.
Te veo, y me miras, ya no estás dormida, no hay motivo para ser delicado.
Te quito tu juguete y te volteo boca abajo, intentas levantar la cadera, pero no te dejo ponerte en perrito, te estiro las piernas y las junto, meto mi verga entre tus nalgas y te penetro. Aunque estas húmeda sé que soy una bestia, te abro la vagina mientras entra mi falo, empujo con tal fuerza que te muevo hacia adelante en la cama, inmediatamente empiezo un fuerte mete y saca, mete y saca con fuerza, casi con violencia. Tu gimes y juntas las piernas con fuerza, las cruzas y tensas tu cuerpo. Mi verga es dura, muy dura y sigue entrando y saliendo de ti, volteas todo lo que puedes para verme, pidiéndome que no me detenga.
Te nalgueo, y tu trasero se suelta dejándome penetrarse aún más. Me arañas las piernas mientras tu cuerpo de mueve de adelante hacia atrás con cada movimiento que hago, gimes, gritas, lloras, pero te hago mía. Te jalo del cabello y penetro todo cuanto puedo en tu interior. Aprietas mucho y vuelves a tener calambres en todo tu cuerpo, mientas mi verga palpita vertiendo mi semen dentro, muy dentro tuyo. Así nos quedamos, quietos, llenos de sudor. Con mi falo aun palpitando, más húmedo que nunca.
Con cuidado salgo de tu interior, me levanto de la cama y abro del todo la ventana. Es una bella noche, cojo de la mesa de noche un cigarrillo y lo enciendo, fumando un poco. Tú me miras desde la cama, desnuda con el cabello revuelto me hablas:
—Estuvo genial.
—Muy rico —te digo, sonriendo, te ofrezco un cigarrillo, pero niegas con la cabeza.
—¿Crees que los niños se hayan despertado? —me preguntas.
—Gritaste mucho, déjame terminar mi cigarrillo e iré a verlos, no te preocupes, descansa un poco.
—Hay que jugar así más seguido amor… —me dices, mientras te acaricias tus adoloridas nalguitas.
Consumo y voto el humo poco a poco, no hay apuro, es una bella noche después de todo.