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El verano de 1986
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Tiempo de lectura: 14 minutos

El año escolar 1985 finalizaba. Había decidido ir a mochilear para el sur por lo que trabajaría todo diciembre y enero para en febrero irme. Desde pequeño tuve el bichito de los viajes. Esto gracias a que mi padre siempre fue aficionado a viajar y por ello me instó a ello. Ya tenía 18 años y a pesar de mi corta edad había acumulado muchas experiencias, aunque aún no había tenido sexo conocía ya gran parte del continente, pero me faltaba la zona sur de mi país.

Quería algo nuevo por lo que no tomé el trabajo en la fábrica de mi papá y me ubiqué de lavaplatos en un billar fuente de soda en el principal puerto de Chile. No pasaron dos días completos y el dueño, al enterarse que dormía en la playa, me ofreció, por un módico precio descontado de mi paga, una habitación… La última del tercer piso.

Consistía en un cuarto de 4×4 con un ventanal corredizo que abarcaba toda la pared que daba al frontis del local. Por mobiliario contaba con una cama de dos plazas, un velador, una cajonera y una televisión pequeñas. En otras palabras, era perfecto, porque además de todo, no se sentía bulla, por lo que podía dormir tranquilamente a pesar del bullicio nocturno del billar.

Por mi edad y carácter pronto a todos les caí en gracia. Bromeaba y reía todo el día. La verdad me agradaba el trabajo. En especial, la esposa del dueño, Susana… Asumo que rondaba los 40 años, morena, delgada, de 1.65 m, el pelo ondulado, abundante y largo. Tenía unas tetas prodigiosas y un culo pequeño, pero respingón y aún firme. Si bien no era bonita, fea tampoco. Su más bello rasgo era su boca… Carnosa y sensual.

Llevaba siempre vestidos cortos y apretados, calzando siempre zapatos elegantes con un taco muy delgado y largo. Rara vez salía de la oficina. Su esposo, llamado Roberto, era un viejo choro de puerto, apenas más alto que ella, pelado, panzón y fornido. Reía todo el día y nos garabateaba constantemente. Era un patrón simpático y justo.

A la semana, ya conocía todo el lugar o eso creía, yo. Descubrí, por ejemplo, que los dueños vivían también en el edificio. Todo el segundo piso era su hogar. En mi piso había otras dos piezas. Una desocupada. En la otra vivía el guardia, de nombre, Germán. Un tipo lleno de tatuajes y con aspecto de pocos amigos, que resultó ser muy sociable y hablador, don Robert le decía Franki, por Frankeinstein… Contaba chistes con doble sentido todo el día y siempre llevaba consigo una revista con mujeres desnudas doblada y metida en el bolsillo trasero del pantalón.

También trabajaban en el lugar Calixto (cali le decían) un tipo cuarentón, delgado y alto. Tenía cara de ratón. Era el garzón. Juana, la cocinera. Señora de unos 60 años, baja y regordeta. Gritaba todo el día, pero era buena gente y perlita, la cajera. Rubia desaliñada de unos 40 años, sin tetas, pero con un culo gigante. Se pintaba las uñas todo el santo día… Aunque era genial cuando lo hacía con los pies, pues a pesar de usar faldas cortas, levantaba las piernas para alcanzar sus dedos con facilidad, o eso ella afirmaba de modo que mostraba sus calzones, dejándome a mil. Cada vez que lo hacía, yo terminaba masturbándome en el baño o en mi pieza como un loco.

El local era atendido por su dueño tras una larga barra, detrás de la cual en aparadores de vidrio a diferentes alturas se exhibían distintas botellas de alcohol de todos lados del mundo y en medio de ellos, a través de una amplia ventana, podía verse una espaciosa y pulcra cocina. El sector central estaba dividido en dos hileras de mesas de pool con 5 en cada una, separadas entre sí por más de dos metros. Frente al bar, alineados ordenadamente en la pared, se encontraban los tacos.

En las paredes colgaban cuadros con gordas mujeres desnudas y ruborizadas mejillas. Fotos y pinturas de veleros y barcos de vela enmarcaban un traje de buzo de esos muy antiguos con su escafandra, cable y el compresor a su lado.

Al final de la barra, por su lado y en el rincón más alejado de la entrada; a unos 4 metros de la última mesa de pool, podía verse, sobre una plataforma de madera sujeta por dos gruesas escuadras metálicas toscamente atornilladas en la pared, una televisión conectada a un VHS y 5 mesas redondas de 1.20 m de diámetro, con 4 sillas cada una.

En la pared del fondo, ubicada en la esquina opuesta a la barra, había un umbral sin puerta que daba a un pasillo de un metro de ancho, apenas más alto que yo, con dos puertas a la derecha que eran los baños y una al fondo, dos metros, al menos, alejada del baño de hombres. Era distinta a las otras, pues parecía más la entrada principal de una casa que el ingreso a una habitación más dentro de la casa.

Al traspasarla pude ver que conducía a un cuarto que le decían el privado y donde había una mesa de pool, un gigante sofá cuero envuelto con una cubierta de tela, de 4 cuerpos color negro, una televisión más grande que la del salón principal, también con VHS y una mesa igual a las de la fuente de soda y 4 sillas. Todo era fino y elegante, incluso los tacos en la pared… Por lo que encontré extraño que la mesa que arrendaba a su clientela vip, tuviera el paño muy manchado y las barandas casi todas despegadas.

Había sido contratado como ayudante de cocina, pero poco a poco, terminé colaborando donde era necesario. Así, garzoneaba, lavaba los platos, cobraba, preparaba algunos tragos, limpiaba la cocina y salía a los mandados.

Dos días antes de Noche buena, el viejo me llamó a su oficina. Al acercarme escuché que le gritaba a alguien. Por vergüenza me detuve, presto para devolverme hasta que escuché la voz de Susana, llorando y reprochándole a su esposo que por su culpa, ella era así ahora.

Roberto: te estás quejando???

Susana: si… Si… Porque te das el gusto solo tú y a mi nunca me escuchas, solo ordenas y eso me tiene cansada.

Roberto: mmmmm… Ya veo… Sabes querida, te encuentro la razón… Dime… Habla con toda confianza.

Susana: no quiero ver más a los desgraciados de boris, patricio y ese engreído de césar… Si los despachas para siempre, yo sigo sin dramas…

Roberto: Hecho!!! Ahora… Dónde diantres está ese cabro chico. Su… Vé por él, por favor… Pero arréglate antes de salir.

Al escuchar que su señora vendría por mi, no me hice esperar y haciendo ruido entré de golpe a la oficina, encontrando a la señora Susana con las tetas al aire.

Yo: perdón -dije dándome vuelta de inmediato

Roberto: jajaja. Tranquilo cabro, ven. Date vuelta te digo. Eso. Mira con calma. Habías visto unas tetas como estas??

Yo: nunca, don Robert. Son. Impresionantes.

Roberto: si, verdad.

Yo: -sin sacarle los ojos de encima a las tremendas tetas que tenía a menos de dos metros- para qué me llamó, don Robert.

Roberto: ah. Si. Mira. Te necesito para navidad… La hermana del cali está enferma y viajará. Te pago el doble todos esos días. Qué te parece?

Yo: pucha don Robert. Ya tengo los pasajes y me esperan en casa. Que lata no poder ayudarlo.

Roberto: pucha cabro. Que eres difícil. Mucha más plata no te puedo ofrecer, tal vez un bono. Pero de verdad te lo agradecería.

Susana: -aún de la cintura para arriba desnuda, durante la conversación fue moviéndose hasta ubicarse a unos centímetros a mi derecha, entonces, inclinándose sobre mi oído y con eso rozándome el brazo con su pezón, susurró- acepta. Te prometo que no te arrepentirás.

Su aliento caliente en mi cuello me erizó todos los pelos de la nuca… Y mi verga ya media viva, reaccionó de inmediato, produciéndome una erección que no pude ocultar. Llevé, inconscientemente mis manos al bulto para taparlo, evidenciando aún más mi condición.

Roberto: jajaja jajaja. El chico tiene lo suyo, Su. No lo crees.

Su: -apenas rozándome con sus dedos de la mano izquierda- no cabe duda, mi amor.

Roberto: ya po chico. Espero una respuesta. Definitiva.

Yo: está bien don Robert, acepto su última oferta para quedarme.

Roberto: genial. Habla con Germán por tus obligaciones. El 24 en la noche trabajamos de corrido, pero a puerta cerrada con un selecto grupo de clientes. Oye mono me estás escuchando?

Yo: -con la boca media abierta, pegado mirando cómo se vestía la sra Su- si, jefe. Perdón. Me voy. Hasta luego don Robert, adiós sra Susana.

El resto de la tarde, la sra Susana se mostró distante e indiferente. Dos veces entré en su oficina a dejarle algo y ni levantó la vista al darme las gracias. Al siguiente día las cosas se dieron igual. Como una tradición, don Roberto cerraba el local el 23 a las 11 de la noche hasta las 8 de la noche del día 26. Era, junto al cumpleaños de su esposa y el de él, las únicas noches que cerraba hasta pasadas las 8 de la tarde del otro día.

La celebración interna consistió en unos tragos y buena conversa por un par de horas. Cuando don Roberto se despidió, yo también me apresté para marchar, ya que la siguiente noche prometía ser larga y agotadora… En cuanto el viejo con su despampanante mujer dejaron el local, me puse de pie. En eso, Germán me habla.

Germán: ya te vas, mono?

Yo: si. Estoy cansado.

Germán: -cacareando como una gallina- oh, vamos, mono. Juega con este viejo unas mesas antes de irte.

Yo: chuta franki. Está bien. Pero solo una partida de 3. Vale?

Germán: excelente. Espera, voy por unas cervezas.

Yo: ordeno la mesa mientras. Y yo no quiero cerveza. Me da sueño. Prefiero un whisky, si se puede, claro.

Germán: jajajaja. Veré qué puedo hacer.

La tercera mesa estaba en disputa. Germán abría la segunda botella de borbón. Las únicas luces encendidas eran la de nuestra mesa y la de la última mesa que siempre estaba así.

Germán: necesito ir al baño.

Yo: -dejando el taco sobre la mesa- ya anda, pero no te demores. Al menos, no tanto, po…

Germán: jaja. Dame 10 minutos. Ni uno más.

Yo: ya anda, gusano asqueroso. Apura. Jejeje

Acababa de acomodar dos bolas en la mesa de al lado cuando escuché un ruido. Estaba seguro había sido cerca de las puertas de los baños para público. Germán había ido a su baño por la falta de papel higiénico en los de abajo, por lo que con el taco en la mano a modo de bate, caminé con lentitud hacia el origen del sonido.

Una vez en el umbral, noté que la puerta del privado estaba junta. Desde el interior no emanaba luz, pero sí un leve sonido. Tras empujarla con suavidad, lentamente la puerta se abrió no sin hacer más de un ruido. Me detuve en la entrada para acostumbrar la vista a la repentina falta de luz.

Su: entra y cierra, por favor. -De inmediato reconocí la voz de la sra. Su… Avancé un paso y delicadamente cerré la puerta. La oscuridad era total.

Su: necesito me ayudes. Puedes???

Yo: por supuesto sra Su. Usted mande.

Su: son tres cosas. La primera. Cuando estemos solos dime Su o Susana.

Yo: entendido. Su.

Su: la segunda. Quiero que des 5 pasos hacia adelante. Ya po… Eso. Ahora quiero que con tus manos busques el interruptor de la luz que está colgando justo frente a ti y cuando lo tengas en tu mano me avises antes de presionarlo.

Yo: ya.

Su: y tercero. Escucha todo antes, ok.

Yo: si, Su.

Su: dime la verdad. Con cuántas mujeres has estado?

Yo: con ninguna, Su.

Su: Entonces, quiero que enciendas la luz y hagas lo que te venga en gana. Enciéndela.

Ahí estaba esa mujer, que pensaba era una señora cuando en realidad su esposo la había convertido en una puta ninfómana, tal como llegó al mundo, ofreciéndome su coño con las piernas abiertas de par en par. Apoyada en sus codos, levantaba las caderas mostrando una hermosa y depilada vagina exudando líquidos generosamente.

Quedé petrificado. Estaba excitado, pero también muy avergonzado y con algo de temor que el viejo nos descubriera y me echara. Le tenía cariño al dueño, pues siempre había sido generoso conmigo. Pero no creía que llegara a tanto.

Su: qué esperas, chico?

Yo: es que. Y. Don Robert?

Su: -sonriendo- ya veo. Por Roberto no te preocupes. Sabe que estoy aquí.

Tomó mi mano, llevándola a su húmedo coño. Comenzó a moverla en círculos alrededor de una especie de protuberancia rosada, primero con lentitud, para luego ir aumentando el ritmo. Movía sus caderas espasmódicamente mientras la frotaba. De pronto, entre jadeos, me pidió que le metiera dos dedos en su concha y los metiera y sacara rápido. Lo hice. Su comenzó a gritar y pedirme que no parara, que siguiera más fuerte. Hasta que de pronto tuvo su orgasmo.

Con una cara que no le conocía, Susana me miró fijamente y me pidió que le chupara su coño. Ella iba dirigiéndome qué le gustaba. Entonces, de pronto sujetó mi cabeza tomándome el pelo y comenzó ella a mover sus caderas contra mi boca cada vez más rápido hasta un nuevo orgasmo. Su sabor era exquisito. La miraba desde esa posición y podía notar sus hermosas y aún perfectas tetas y su cara desencajada por el placer. Así se veía verdaderamente mucho más bella y entendí al viejo. Nunca antes había estado así con una mujer y daba las gracias al universo por estar allí con esa tremenda mujer que además de todo quería que le hiciera de todo.

Su: desnúdate. Ahora ven que te la voy a chupar. Eso.

Yo: ahhh… Uuuu… Espera… Ahhh… Ahh… Para… Para porfa… Ohhh… Que rico… Sigue… Ohh…

Tomó mi verga y se la introdujo en la boca todo lo que pudo. La sensación fue exquisita, pero cuando comenzó a succionar metiéndola y sacándola rápidamente, me hizo acabar antes de los tres minutos. Con el chorro de semen se atragantó, pero no se sacó la verga de la boca. Por la comisura de sus labios se escapan más que hilos de esperma que bajaban por su cuello hasta sus tetas. Nunca masturbándome había eyaculado tanto semen.

Comenzaba a sentir incomodidad, pues Su seguía chupándola como a un loly, empero el malestar no fue más duradero que 20 segundos. Al cabo el placer volvió y mi polla empezó a revivir. Cuando la verga la tuve a punto se la sacó de la boca y acomodándose de manera de quedar acostada de boca apoyada en la mesa hasta la cadera, apoyando los pies en el suelo de modo de dejar su culo a mi entera disposición. Le acerqué mi polla y tomándola comenzó a jugar con ella en su vagina. Así estuvo medio minuto hasta que dejándola en la entrada de su coño me pidió que se la metiera lentamente. Entonces comencé un cansino mete y saca, pero solo del glande. Así estuve por casi un minuto hasta.

Su: ahh… Ahh… Ya po' mono, métela hasta el fondo de una vez… Me tienes enferma… Ahhh… No… Sigue… Me voy de nuevo… Ahhh… Que ricooo… Me voy… Ahhh… Ay!!! Para, para… Ayyy… Ahhh… Sigue… Ahhh…

Disfrutaba de un nuevo orgasmo con la cabeza de la polla dentro de su coño cuando se la enterré de una sola estocada hasta el fondo, dejándola ahí unos segundos, solo para comenzar a follármela como si quisiera reventarle su coño. Eso, me había contado mi compañero de curso, Iván Donowsky, las dejaba locas y parece que funcionaba.

Al cabo de unos minutos así, le besé la espalda y luego de sacarle la polla, le di la vuelta y, apoyándole apenas los cachetes del culo en la mesa, le abrí sus piernas y seguí follándomela como un salvaje mirándola a los ojos. Nunca antes había visto el rostro de la lujuria. Al mismo tiempo me turbó, pero también me excitó. Seguí follándomela como si quisiera llegar con mi polla hasta su estómago.

Estábamos sobre la mesa. Ella gritaba que le diera más duro mientras me la follaba apoyando sus piernas en mis hombros, de modo que sentía sus carnes en mis bolas en cada estocada. Al acabar dentro de ella quedamos los dos abrazados sobre el paño. Ahora entendía el por qué la mesa de pool estaba en esas condiciones. Pensaba en ello cuando la voz del negro me trajo a la realidad.

Germán: -aplaudiendo lentamente- jajaja jajaja. Manerita de perder la virginidad. Jajaja. Excelente espectáculo, chico… Jajaja

Yo: qué diablos haces ahí, franki. Mira nada más que lo que estamos haciendo es privado…

Germán: debiste cerrar la puerta entonces.

Yo: eh… Ok. Ahora que viste todo. Puedes dejarnos solos, por favor… -Su, mientras hablaban, se levantó y salió del cuarto por la puerta de la izquierda…- viste, desgraciado. Me cagaste la noche.

Germán: jajaja. Eres un novato. Te fijaste acaso por cual de las puertas se fue la sra Su?

Yo: y eso importa acaso. Igual se fue.

Germán: novato. La puerta de la izquierda va una pieza con una cama de tres plazas. Creo, te está esperando.

Yo: me estás tomando el pelo como siempre, cierto?

Germán: ven, vamos. Yo también quiero follar. Además ya estabas listo en el pool.

Hasta esa noche nunca había estado con una mujer y ahora me había follado a la esposa del jefe y luego le dimos con el franki hasta que las gaviotas recibieron al sol, hambrientas. Jamás había penetrado a una mujer y ahora a la sra Su le metí la polla por todos sus agujeros, acabando en cada uno de ellos más de una vez Esa mujer nos dejó secos. Era realmente brava.

El 24 me desperté después de las 4 de la tarde. Recordando la noche anterior mi verga comenzó a reaccionar nuevamente. En eso estaba cuando entra la sra Su.

Su: ah Menos mal que ya despertaste. Anda. Ven a ayudar. Hoy no abrimos, pero en la noche damos una cena privada y hay mucho todavía por hacer. Ya, pues.

Yo: ok. Voy. Me deja para vestirme, por favor.

Su: jajaja. Te levantaste tímido hoy? Anda, hombre. Wow. Ya veo. Eso lo podemos arreglar.

-Tomó mi verga y sacudiéndola rápidamente dentro de su boca y a la vez succionándola para sacarle lo que ya no tenía, me masturbó hasta acabar en su garganta.

Su: ya. Anda a bañarte y come algo antes de ir con Germán.

Yo: si, Su. Gracias.

Esa tarde estuve ayudando al franki corriendo mesas y sillas, poniendo manteles finos y cubiertos que hasta ese momento no conocía. Eran relucientes y muy elegantes. A la hora indicada comenzaron a llegar los invitados. 60 en total distribuidos en 10 mesas con tres parejas en cada una. Una hora antes había visto a la Sra Su conversar con una mujer más joven, de unos 25 años. Germán al verla se acercó dándole un apretado abrazo y tres besos. Uno en cada mejilla y el último en la boca.

En eso me llamó a gritos. Era un par de centímetros más baja que yo, trigueña, de pelo castaño claro con vetas color miel, largo y semi ondulado, atlética, de medidas 70-55-85. Sus piernas eran largas y bien delineadas y su culo era perfectamente redondo. Por detrás era ver una guitarra. Sus ojos de un color esmeralda, me mataron.

Germán: oye monín, te presento a Claudia. Girasol, este chiquillo se llama Javier. Viene de la capital y trabaja con nosotros desde principios de mes. Despierta hombre y ven a saludar.

Yo: -acercándome hasta estrechar su mano estirada y besarle la mejilla- mucho gusto señorita Claudia.

Claudia: jajja. Solo Claudia. Igualmente Javier.

Su: ya, ya, ya. A cambiarse. Luego tendrán tiempo para conocerse.

Sobre mi cama estaba estirado un traje de gabardina negro compuesto por pantalón, chaleco y chaqueta, una camisa de impecable blanco, un par de zapatos negros también muy elegantes y una humita y pañuelo, ambos color rojo italiano. Nunca había estado tan elegante, ni siquiera para el matrimonio de mi tía Carolina.

Germán estaba ataviado como yo. Claudia, en tanto, llevaba puesto un disfraz de sirvienta sexy. Debajo de él tenía unas pantaletas negras y un peto del mismo color. Calzaba sandalias con plataforma con los dedos expuestos. Las uñas de sus dedos eran iguales a las de la sra Su. Era la fotocopia de su madre, pero mejorada, pues definitivamente, si bien no era una barbie, era mucho más bella que ella, principalmente gracias a esos notables ojos.

La sra Su estaba despampanante. Vestía un ajustado vestido de lycra y lentejuelas color negro el cual apenas llegaba 10 cm por debajo de donde su culo empezaba. Sus zapatos eran de taco alto aguja de elegante charol negro.

Ya eran las 4 am. Los invitados habían, cenado, bebido, recibido regalos y bailado durante toda la jornada. Quedaban 4 pajeras dispersas en el salón y dos señoritas amigas de Claudia. En la mesa 1, la mujer dormía, totalmente borracha, mientras su acompañante miraba hacia las dos chicas como un perro a una carnicería. Las dos amigas, lo habían notado y cuchicheaban y reían por lo bajo. Ambas bastante tocadas por el alcohol también.

En la mesa 2 la pareja discutía acaloradamente, en cambio, en la última mesa, la pareja se besaba con pasión contenida. La mujer que discutía de pronto se paró de la mesa y se dirigió hacia el baño. Noté que Germán la siguió. Me olvidé de todo cuando vi que también entraba al baño la sra Su. Iba a ver qué pasaba cuando me detuvo Claudia.

Claudia: déjala. Quiere divertirse.

Yo: eso creo yo también. -ambos nos reímos

Claudia: ya no nos necesitan acá. Vamos a jugar unas mesas?

Yo: vamos.

Quedaban sobre el paño cinco bolas.

Yo: y tus amigas?

Claudia: se fueron a dormir. Mañana será un día largo. Jaja. Tranquilo. No para nosotros. A quién le toca. A ver. Córrete de ahí para ver… Mmmm. Ok. La 13 al fondo a la izquierda.

Yo: sé que mañana don Robert le dará un almuerzo a sus más íntimos amigos. Hay una mesa de pool en esa pieza preparada para cenar sobre ella con 5 sillas a su alrededor. Oye Claudia. Y si no seremos nosotros quienes sirvan. Quién lo hará?

Claudia: mi mamá y mis dos amigas. -tiraba distraídamente metiendo dos bolas en carambola como si nada-. Quieres ver los trajes que usarán? -miré el tablero. No tenía por dónde siquiera empatarle y para evitar la humillación total, aunque de verdad no me importaba el vestido famoso, accedí de inmediato…- espera aquí. Voy a buscarlo.

Yo: ok. Pero no te demores o me dormiré.

Su: -ni 2 minutos habían pasado- ya. Cierra los ojos.

Yo: pero para qué.

Su: ya po o no te muestro el vestido.

Yo: ok. -cerré los ojos y me di vuelta.

Su: -se escuchó una exhalación y luego…- ya. Mira.

El “vestido” consistía en una humita igual a la mía, un par de medias hasta medio muslo y unos finos zapatos de charol taco alto tipo aguja. La sonrisa de Claudia solo pudo ser motivada por la cara de imbécil que debía haber tenido en ese momento. Pero es que si la mamá era rica. La hija era una diosa. Sus hermosas tetas estaban coronadas por dos rosados y bien formados pezones, los que en ese momento me gritaban, cómeme.

Claudia: te gusta el vestido que usarán?

Yo: mucho y de verdad no creo que a ellas se le vea mejor que a ti

Claudia: jajaja. Eso crees? -afirmé con la cabeza sin sacarle los ojos de encima- mi mamá me dijo que sabes usar lo que tienes. Y si ella lo dice, bueno. Digamos que es certera y por ello confío plenamente en sus palabras, al menos en lo relacionado a esto. Javi. Me gusta cómo me estás mirando. Quiero que me toques, beses, lamas y manosees entera.

No fueron necesarias más palabras. En el camino hacia ella me saqué la ropa y tomándola de la mano la llevé hasta una mesa de pool. Ella, redirigiendo la marcha, se encaminó hacia la mesa con la luz encendida.

Claudia: te contaron como le dicen a esta mesa?

Yo: no sabía que tenía nombre.

Claudia: jejeje. Se llama el estadio.

Estirada sobre el paño mirando el cielo le acaricié, besé y lamí todo el cuerpo, solo para terminar en sus tetas y finalmente en su clítoris. Cuando llegué a él, su vagina estaba totalmente mojada y de ella salían sus fluidos abundantemente. No aguanté más y comencé a comerle el coño ávidamente. Noté que llegaba a su primer orgasmo, pues el flujo que salía de su concha aumentó de pronto al tiempo que espasmos reflejos la obligaban a arquear la espalda levantando sus caderas para exponer, aún más, su excitado coño.

Al cabo de un minuto refregando mi cara en su entrepierna, me tomó del pelo, jalándome hacia arriba. Cuando estuve frente a su rostro, me pidió que se la metiera y eso hice. Las primeras arremetidas fueron lentas y tiernas. Acompañadas de besos y caricias en su cara. Luego, aumenté el ritmo, pues sentía que ya no podía aguantar más.

Estaba tan caliente que duré menos de tres minutos. Justo antes de acabar, Clau, me susurra que quiere que le acabe en la boca por lo que saqué mi verga de golpe solo para seguir follándomela duro, pero ahora por su boca. Estaba a punto por lo que hice el amago de sacársela, empero ella, tomándome por las caderas, mantuvo el ritmo, tratando de tragársela toda, hasta atragantarse con todo el semen que me salió. No me la soltó hasta dejarla completamente limpia, sin embargo, aún media erecta.

Clau: quieres más?

Yo: -dándola vuelta con gentileza hasta dejarla en cuatro patas…- si, Claudita, mijita rica. Quiero más de ti. En realidad, lo quiero todo. -ubicando y ejerciendo una pequeña presión con la punta de la verga en la entrada de su culo- puedo?

Clau: Despacito hasta tenerla toda dentro. Después hazlo como quieras. Hoy me quiero sentir como una puta. Te gusta eso??? Quieres tratarme como a una puta, mocoso agrandado.

Yo: -mirándola con lujuria y pensando en qué bueno había hecho para merecer lo que me estaba pasando- Clau. Eres maravillosa. Y me encanta eso de puta. -mientras hablaba, iba poco a poco introduciéndole la verga por el culo.

Clau: -contoneándose. Ya se la tenía hasta la mitad…- ay que rico, cabro chico. Eso. Ay. Despacio te dije, bruto!!!

Yo: cállate, puta barata y cómetelo todo.

Y le metí el resto de la verga de una sola estocada, dejándosela ahí unos segundos para luego sacársela de golpe y de nuevo. Unas 6 o 7 veces repetí la dosis. Verga hasta el fondo de su culo de una y sin verga de una, también. Las tres primeras se quejó de dolor, pero luego se escucharon gemidos y quejidos de placer. Cuando ya solo gozaba comencé un mete y saca tupido y parejo.

Al poco su cuerpo se sacudía, ofreciéndome aún más su culo para que llegara, si se podía, aún más adentro. Eso fue demasiado para mi y me corrí segundos después de ella. Ahí nos quedamos varios minutos. Entonces, tomándome de la mano fuimos a su pieza. Ahí vimos el amanecer juntos. Dormimos hasta casi la 1 de la tarde. El almuerzo de don Robert estaba por comenzar.

Clau: quieres ver lo que pasa en vivo en el almuerzo y no ser visto?

Yo: en serio se puede?

Clau: ven. Así no más.

Salimos desnudos de su pieza al pasillo. Llegamos hasta el final de unas escaleras. A la derecha estaba una puerta que me parecía, no haber abierto aún. Entramos a una habitación oscura. En el medio una cama de 2 plazas mirando de frente hacia una pared que era desde el suelo hasta el techo y de lado a lado un ventanal ligeramente ahumado. A su través era posible ver todo lo que pasaba en la sala donde se llevaría a cabo el almuerzo.

En efecto, ahí estaban las amigas “vestidas” ya para la ocasión, ajustando los últimos detalles de la gran mesa. Se veían las tres espectaculares. Tanto así que mi verga no tardó en tratar de despertar.

Claudia rio por lo bajo y tomándola la llevó a su boca. Chupaba con ganas mientras yo hipnotizado no podía dejar de ver lo que pasaba en la “televisión”.

Hasta aquí llega la primera parte. Si me piden seguir, en el siguiente podría narrar lo que pasó en aquél almuerzo y el resto de ese inolvidable verano de 1986. Espero sus comentarios.

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