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El vecino del pequeño coche amarillo
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Volvíamos a casa en coche después de pasar una muy buena noche de fiesta en una concurrida discoteca cercana.

Habíamos bebido y bailado toda la noche refregándonos entre morreo y morreo. Yo llevaba un minivestido rojo brillante con tacones altos y un fino tanga negro, me sentía deslumbrante y así me lo confirmaban las miradas de la gente. También notaba el orgullo de mi chico paseándome de la mano por la discoteca como si fuera su mejor trofeo.

Durante todo el trayecto desde la discoteca hasta nuestra casa, que vivíamos en una zona tranquila y rural, se la tocaba y rechupeteaba entre curva y curva… no entiendo cómo podía conducir así… pero si, lo hacía y a todo gas! A mí… Aún me excitaba más. Era el chico perfecto: ojos verdes, moreno, musculado, con una cara perfecta… chico duro, pero tierno a la vez y un crack al volante… ¿qué más podía pedir a mis veintipico años? un sueño hecho realidad! El novio que todas mis amigas querían tener y era para mí. Todo enterito para mí.

Llegamos en casa y no pudimos ni entrar el coche en el garaje… Paró el coche en medio de la calle y me invitó a salir. No podía aguantar más las ganas de follarme. La excitación era máxima.

Me tumbó encima del coche, apartó un poco el hilo de mi tanga y empezó a penetrarme con fuerza desde atrás. Estaba mojada y aún con algún efecto del alcohol me temblaban las piernas.

Mientras me follaba intensamente yo me sentía en las nubes en aquella noche de verano follada delante de mi casa durante la salida del sol.

Estábamos en el punto más álgido del polvo cuando se presentó un coche que quería pasar por aquella calle unidireccional y estrecha. No podíamos parar, él estaba a tope y yo si la saca en aquel momento lo mato! Así que, aun sintiéndonos observados, mi chico dio unos últimos empujones y se corrió dentro de mí.

Me aparté rápidamente y noté como parte de su leche caliente goteaba por mis piernas.

Ante la mirada de deseo y alucine de mi vecino también joven y guapo dentro de su pequeño coche amarillo, me sentí aún más excitada con mi vestido rojo, mis tacones altos que resaltaban aún más mis bonitas piernas tersas, musculosas y mojadas por la corrida de mi chico que bajaba por ellas.

Abrí la puerta de mi casa y subí rápidamente por las escaleras mientras mi chico guardaba el coche en el garaje y volvía para continuar la fiesta que solo había hecho más que empezar.

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