Luismi entró en el portal empujando su bicicleta. Como cada día había cubierto una ruta mixta de unos 50 km. A sus 46 años su físico no aparentaba la edad. Se mantenía en buena forma. La fecha, finales de agosto, no permitía aún recorridos más largos. Las temperaturas eran altas todavía. El ruido de los piñones era lo único que se oía en aquel bloque de pisos, y es que la mayoría eran segundas residencias veraniegas.
Al pasar por delante del bajo B se abrió la puerta. El ciclista se sorprendió antes de reconocer a los vecinos que salían:
-¿Qué de vuelta a casa ya? -preguntó Luismi al hombre que salía con un equipaje seguido por su mujer y su hija.
-Hombre, Luismi, -saludó el veraneante -sí la mujer y yo nos vamos ya. Pero Ana, mi hija, se queda una semana más.
-Ah! ¿Ha venido tu hija? -preguntó extrañado Luismi mirando a la hija, Ana, que levantó una de sus cejas en señal de sorpresa.
-Sí, ha venido de Madrid unos días a descansar. Está estudiando medicina y lo va a terminar en septiembre. -Respondía orgulloso el padre.
Luismi se acercó a la chica para saludarla con dos besos. Sus miradas se engancharon, con media sonrisa él, con algo de asombro ella. Se besaron muy cerca de la comisura de los labios. Más lascivo que amistoso.
-Se te ve muy bien… -comentó Luismi escrutándola de arriba a abajo.
La frase de halago hizo que la futura doctora de 26 años se ruborizase mientras el ciclista se alejaba ya de ellos tras despedirse de sus vecinos.
Ana seguía todavía dándole vueltas a la frasecita…"se te ve muy bien…". Y es que su vecino le había mentido a sus padres. Él sabía que ella había llegado varios días antes. De hecho habían mantenido un pequeño pero excitante contacto visual.
Había sido en su segundo día cuando salió a tomar el sol a su terraza. Sin pensarlo demasiado, comenzó a tocarse hasta conseguir un orgasmo que se aceleró, sin dudas, cuando descubrió que su vecino la observaba. En un principio ella se asustó pero luego se excitó. Masturbarse en su terraza, a la vista de un vecino maduro, hizo que su libido se disparase. La sensación de excitación era indescriptible por desconocida. Estaba calentando a un vecino maduro mientras se masturbaba ante él.
Ana repitió la experiencia un par de veces más. Su vecino ciclista, cerveza en mano, le ofreció un brindis la última vez a lo que ella contestó sacándole la lengua a modo de burla y sonriéndole antes de mostrarle el dedo corazón de su mano derecha extendido de forma obscena. Pero nunca imaginó vivir la situación que se acababa de producir. Sus braguitas se humedecieron de nuevo, ahora en el coche donde transporta a sus padres de vuelta a casa.
Dos días después, Ana entraba sudorosa en el portal después de hacer su carrera habitual. Justo a la altura de su casa se cruzó con Luismi y su mujer Silvia. Ésta saludó a su joven vecina de manera agradable. Durante unos minutos conversaron sobre los estudios de la chica y quedaron en verse en los días siguientes. Luego se despidieron, Silvia acudía a una cena con amigas y Luismi, su marido la acercaría en coche:
-Es que con estos tacones no puedo andar durante tanto trayecto. -Aclaró Silvia a Ana.
Luismi, justo detrás de su mujer que ya se dirigía hacia la calle, guiñó un ojo a su joven vecina. Ésta, con media sonrisa lasciva, asintió levemente antes de morderse el labio en una declaración de intenciones.
Diez minutos después Luismi estaba frente a la puerta del bajo B. Dudaba si llamar o seguir su camino hacia su casa. Inspiró fuerte y tocó el timbre. La puerta se abrió de inmediato. Él entró sin pensar. Tras ella se encontraba Ana, recién duchada, con su melena aún mojada. Cubría su menudo cuerpo con una toalla que tapaba lo justo de sus pequeñas tetas y su precioso culo. Se besaron apasionadamente. El hombre introducía sus manos por debajo de la toalla hasta acariciar sus suaves glúteos. La chica buscaba el cinturón de su pantalón para quitárselo. Él se liberó de su camiseta dejando a la vista un cuerpo normal. No estaba musculado ni era un adonis griego. Se mantenía en forma solamente. Ella se arrodilló y tiró de su pantalón vaquero arrastrando también el bóxer negro. Ante ella quedó una bonita polla de tamaño estándar y grosor considerable.
Ana miraba lasciva a su vecino maduro mientras acariciaba aquel miembro erecto que la apuntaba directamente a la cara. Luismi, mirándola desde arriba introdujo el dedo pulgar de su mano derecha en la boca de Ana. Ella lo chupó con ganas.
Tiró de la piel hacia atrás liberando un glande gordo en forma de bola, de color rojo intenso. La piel tirante y tersa había comenzado a lubricarse con el líquido preseminal. La joven doctora lamió la polla de su vecino antes de introducírsela poco a poco en su boca de dentadura perfecta.
Luismi suspiró al sentir como su polla se derretía en la ardiente boca de la hija de sus vecinos. Ella se la sacó y escupió en el capullo antes de metérsela muy despacio hasta su campanilla:
-Guarra. -La definió él.
Esa fue la señal para que Ana comenzara a mover su cabeza delante y atrás a lo largo de la polla. Se sentía la boca ocupada. Notaba como el capullo intentaba encajarse en su garganta y ella la acomodaba como una experta comepollas. De su coño manaba gran cantidad de flujo vaginal. El movimiento había hecho que la toalla cayese dejándola completamente desnuda de rodillas ante su vecino, 20 años mayor.
El hombre comenzó a tensarse y su polla comenzó a palpitar dentro de la boca de Ana, señal inequívoca de lo que se avecinaba. El primer chorro se produjo en el interior de la boca. Muy adentro. La mujer sintió como el semen resbalaba por su esófago hacia su estómago. Ella tragó sin problemas. El segundo, Luismi lo dirigió hacia el esbelto cuello de su vecina. Esta parte de la corrida descendía desde la parte baja de su mentón hacia sus tetas. Y el último lo dirigió hacia uno de sus pezones marrón oscuro, gordo, erecto. Quedó totalmente cubierto por aquel líquido viscoso y blanco. Cuando se relajaron la mujer utilizó la toalla para limpiarse:
-Joder tío, cómo me has puesto. Estoy recién duchada. -Se quejaba ella fingiendo enfado.
Luismi la ayudó a levantarse. Le besó la boca sin importarle que sabía a polla y lefa. Dirigió su mano derecha a su coño rasurado y separando los labios con dos dedos. Se los introdujo muy profundos. Ella gimió:
-Vamos a tu cama que te voy a comer el coño.
La chica obedeció y se dirigió a su habitación. Se tumbó sobre la cama, boca arriba, mirando el cuerpo desnudo de su vecino maduro. Le gustó. Más aún cuando el hombre se arrodilló ante su entrepierna y comenzó a deleitarse con aquel coñito de labios finos. Emanaba un embriagador aroma mezcla de gel y sexo. Ella sentía como su clítoris palpitaba de excitación ante la mirada de aquel hombre.
Luismi pasó su lengua por la rajita y Ana suspiró. Levantó sus piernas ofreciéndole una mejor visión de su coño y su culo. El hombre repitió la acción pero ahora empezando por el ano y muy lentamente fue subiendo con su lengua hasta el clítoris. Otro suspiro de Ana delataba su estado de excitación. Luismi volvió a repetir. Intentaba penetrar el ano con la punta de su lengua para seguir hacia arriba, introduciéndola entre los labios vaginales, saboreando el intenso sabor a sexo de aquel manjar rasurado.
Ana movía la cadera a cada pasada de Luismi:
-Joder cabrón, qué bien…
Ella le agarró la cabeza por los pelos y le pidió que dejara la lengua quieta. Luego comenzó a mover la cadera haciendo pasar su clítoris por ella. Lo estaba utilizando como masturbador oral. Ana jadeaba, suspiraba, imploraba sintiendo el placer de aquella lengua ardiente de su vecino mucho mayor que ella. El hombre por fin la sujetó y succionó el clítoris con sus labios haciendo pasar la lengua, muy rápido, sobre él que estaba totalmente hinchado por la excitación. La mujer dio un grito cuando notó dos dedos de Luismi en su vagina.
El hombre, los utilizó a modo de gancho para alcanzar la cara interna de la vagina más cercana al Monte de Venus. Allí palpó hasta encontrar esa zona rugosa que hizo que Mar se corriese de manera escandalosa:
-Ahhh. Siii. Joderr. Que comida de coño… cabrón…
Aún con la pipa de ella en la boca y su mentón totalmente manchado de flujo del coño, el hombre introdujo dos dedos por el ojo del culo de su vecina. Aquel ano estrecho, totalmente arrugado, de color marrón oscuro se tragó los dedos manchados de flujo sin problemas. Luismi comenzó a moverlos dentro de aquel estrecho hueco comprobando su flexibilidad. Aunque no tenía un pollón de película porno si era gruesa. Por experiencia sabía que al inicio, de no esté dilatado, podría hacerle daño. No sería la primera vez que desgarrase un ano. El de Silvia, su mujer lo había petado un par de veces:
-Qué haces cabrón… para joder… -Las súplicas de ellas eran poco convincentes.
Luismi se incorporó. Levantó las piernas de Ana y dirigió su polla hacia su culo:
-Por el culo no, por favor… -Ana decía esto con voz lastimera y poco creíble.
-Venga putita, si lo estás deseando…
Y sin previo aviso comenzó a hacer fuerza con su glande contra el esfínter anal de la joven médico. No sin esfuerzo el anillo anal cedió a la presión y el capullo enrojecido de Luismi profano el culo de Ana:
-Aayyy… -gritó la mujer antes de que el hombre diera un golpe de cadera y la empotrara contra el colchón metiendo toda la polla en el ano.
La respiración de ambos era forzada cuando se miraron a los ojos. Ella buscó sus labios para besarle. Sabían a sus propios fluidos, a su propio coño, a sexo y a morbo:
-Dame fuerte cabrón…
El hombre comenzó un mete-saca que fue incrementando con cada embestida. Ella gritaba y gemía entregada al placer anal. El dolor inicial que le parecía insoportable se había pasado a una especie de picor para terminar en un a excitación incontrolable. Ella llevó sus dedos a su coño y empezó a hacerse una paja mientras su vecino la sodomizaba con fuerza.
Unos minutos después estaban a punto de llegar al orgasmo los dos. Luismi arqueo la espalda haciendo que su polla llegara más profundo aún y gritó cuando su esperma comenzó a brotar a chorros inundando las entrañas de su joven vecina de leche caliente. Ana, al sentirse llena, también llegó al orgasmo. El morbo de que un vecino casado, 20 años mayor que ella, ante quién se había exhibido le hubiese partido el culo en su propia casa era de un nivel superior a cualquier otra situación vivida por ella.
Transcurridos unos segundos de relajación, Luismi le pidió poderse duchar. Ambos estaban completamente sudados. Ana dejó que fuera él el primero en utilizar la ducha. Sin saber en qué momento, ella totalmente desnuda observaba el cuerpo de aquel vecino maduro bajo la ducha y se le volvió a mojar el coñito. Aquella buena polla que se acababa de comer y que la había sodomizado sin compasión pendía ahora, moviéndose de lado a lado, morcillona.
Luismi le pidió una toalla a su espectadora. Ana le dio la misma que había utilizado ella misma. A él le resultó muy morboso. Una vez vestido y ya en la puerta para salir se volvieron a besar. Ella, dada la diferencia de altura, se puso de puntillas. Ya con la puerta abierta ella le llamó la atención:
-Me debes un polvo
Luismi la miró extrañado:
-Sí, por el coño… -y sonriendo le mostró su dedo corazón de la mano derecha extendido y cerró.