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El triángulo de más de tres lados
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Carmen y Pablo contactaron a Mario y Teresa a través de una página local y quedaron en encontrarse en un boliche del Parque de los Aliados, en Montevideo. Al estacionar en frente al lugar elegido, Mario le abrió la puerta a su esposa y cuando la ayudó a descender, sonriente le dijo: “estás hermosa como siempre, pero en estas pocas circunstancias que ya hemos vivido del juego, tus ojos toman un brillo especial, te hacen cara de puta…”. La nueva personalidad oculta que venía adquiriendo esta prestigiosa abogada, poco a poco había ido transformando la imagen que irradiaba y su marido era el que mejor la apreciaba, porque además, era el único que sabía de inicio a fin, su “antes y después”. “Gracias mi vida, es verdad, me siento muy bien, diría como nunca me había sentido antes, las últimas aventuras me han dejado muy bien conmigo misma y quizás sea lo que represento hasta sin darme cuenta exteriormente”.

Entraron al local y se acomodaron en una mesa cerca de la barra, aún no había mucha gente, la música era suave, pidieron dos etiqueta negra y brindaron para tener suerte con los nuevos amigos.

La charla de coordinación previa había sido entre los caballeros, por lo que cuando Mario divisó a Pablo, lo saludó al verlo ingresar, de la mano de una mujer muy interesante, delgada, cabello rojizo, elegantemente vestida, con muy lindas piernas que mostraba en plenitud la minifalda de cuero y realzaban sus zapatos de tacos bien altos. De inmediato, luego de los besos de saludo, los hombres charlaban entre sí, y por ende, las mujeres quedaron haciendo lo propio, muy animadas, elogiándose mutuamente y con el nerviosismo propio de señoras casadas que en ambos casos, estaban transitando su primera etapa en el mundo swinger.

Carmen: Me dijo Pablo que tienen un par de salida, igual que nosotros.

Teresa: Sí, en realidad fueron tres las nuestras lo que pasa es que la primera fue un fiasco y evidentemente Mario no la contabilizó.

Ambas rieron a carcajadas y prosiguieron.

Carmen: La primera nuestra fue con una pareja mayor que nosotros. No estuvo nada mal. Mucho mejor para mí que para mi marido, él estaba muy bien y rendía mejor, ella más o menos con Pablo, pero conmigo estuvo mucho más atenta ¡y cómo!, en determinado momento, por un leve pero intenso rato, me saboreó entera, fue mi primera vez con una mujer y yo no lo sabía, pero me encantó. Pero la segunda salida fue impresionante, acompañame al toilette y te cuento.

Como dos viejas amigas allá fueron, del brazo, mientras Carmen relataba. “El contacto lo hizo Pablo, no sé de donde lo sacó al tipo, porque inclusive cuando lo vi, en el bar donde nos encontramos no aparentaba en absoluto lo que era”.

Teresa: Aunque no lo creas, en eso ya tengo experiencia. El último era algo así, fuimos a su apartamento y cuando lo vi ya me quería ir. Feo como pegarle a Dios pero tenía cosas ocultas y era una máquina de fifar, no te puedo resumir exactamente con palabras, me enloqueció, a tal punto que iba solita a verlo, mano a mano y me mataba. Por lo tanto, se ve que en esto, también las apariencias suelen engañar.

Carmen: Bueno, en mi caso no era feo. Daniel es un tipo común y corriente en apariencia, profesional, muy correcto, estatura media, más bien delgado. Pero no te puedo decir lo que tiene entre las piernas!! No exagero si te digo que bastante más de 25 centímetros, ¡como 28! y muy gruesa, nunca había visto nada igual. Y cómo la usa!! un genio. A tal punto fue la cosa que yo nunca siquiera sospeché que a Pablo le pudiera gustar un hombre, pero en la cama, en varios momentos lo pajeó y hasta se la puso en la boca, se ve que no sólo a mí me calentó.

Teresa: Bueno, no sé cómo son las reglas en este mundo pero… tal vez nos lo presentas… ¿no?

Esa noche, luego de bailar muy divertidos y tomar unas cuantas copas, decidieron irse a un hotel céntrico, cada pareja tomó una habitación y enseguida, Carmen y Pablo llegaron a la de sus amigos, con una botella de escocés y una caja de Ferrero Rocher.

Carmen se robó la noche. Comenzó a besar a Teresa con mucha ternura, la desvistió, se hizo un festín con su rosados pezones, acariciando los globos hermosos de la rubia, masturbándola unos minutos, para entregársela pronta a su esposo que la esperaba en la cama. Mario agarró de la mano a Carmen y la llevó al baño, sentándola en la mesada, comenzándola a desvestir, mientras le metía una mano entre las piernas y le comía la lengua y se la chupaba.

Mario: Sos una genia. Fuiste la primera para mi esposa y creo que le gustó, te lo agradeceré toda la vida, no sabés a qué grado tenía la fantasía de verla con una mina. Tenés que entrenarla, es muy puta pero ni ella lo sabe, recién lo está averiguando.

Carmen: Es que apenas la vi me encantó. Yo no tenía ni idea que iba a hacer lo que hice, pero me salió así y me calenté mucho, ¡que linda boca, esos labios carnosos! y ¡que linda que es!

Mario: Y no sabés que rico que saben sus otros labios, te quedás a vivir allí si se te da por bajar… le decía Mario antes de enterrarse él entre sus piernas y comerle como un maestro que era, la concha a su nueva amiga.

Se fueron al dormitorio y se colocaron a un lado de la cama king size para, a lo misionero, llegar al primer polvo de esa relación, mientras veían a su lado a Pablo metido de cabeza entre las piernas de Teresa, dándole lengua todo el tiempo.

Esa primera vez no fueron más allá. Era viernes, los cuatro estaban cansados del trabajo semanal y habían bebido bastante, quedaron dormidos. Pablo y Carmen se fueron antes. Apenas habían salido, Teresa se puso encima de su marido y le pidió: ¡cogeme por favor!, anoche me tocó solo lengua otra vez, casi gritaba riéndose a carcajadas.

Me quedo solo, ¿venís?

Carmen llamó a Mario y le pasó el número de Daniel. Teresa ya le había contado de qué se trataba.

Mario: Gracias amiga. ¿Esta noche podés escaparte o le pido permiso a Pablo? Teresa va a salir sola con un nuevo amigo de la página con el que estuvimos la semana pasada los dos y yo voy a estar solo en casa… ¿no te da lástima de mí?

Carmen: Mucha lástima! no lo puedo permitir! ¿a qué hora me recibe señor?

Apenas se había ido su esposa, Mario que ya le había contado que ella vendría, bajó a abrirle la puerta a Carmen. Pudieron terminar lo que habían empezado en el hotel, sin prisa y sin pausa y allí él supo que a Carmen también le gustaba que le hicieran (y mucho) la cola. Pablo le había mandado saludos a Mario y ella le contó que no estaba muy segura, pero que tenía serias sospechas que su marido, se había encontrado a solas con Daniel. “Cuando lo llamé para avisarle que les había pasado sú teléfono a ustedes, Daniel de algún modo lo dejó caer, cuando me dijo mirá que a mí lo que más me gustan son las minas y los tríos”.

Estaban en la cama, en divertida charla cuando se escuchó el ruido de la puerta al abrirse. Teresa había regresado. Se acercó al dormitorio preguntando “¿se puede?” y escuchó la voz de su marido diciéndole “¡no sólo se puede, se debe!, ¡vení!”. Teresa se desvistió y se acomodó en la cama, en el medio, besando por turnos, en la boca y con lengua a cada uno. “Estuvo genial el contador. Otro que tiene flor de aguante y la herramienta ya viste, muy bien proporcionada. Se ve que es medio tímido y que se había quedado con ganas cuando salimos los tres. Si no fuera porque sabía que ustedes estaban en esta, venía derecho a dormir, me cogió como para que tenga y que guarde”.

Por alguna extraña razón, luego de empezar casi naturalmente, la continuación de lo que habían empezado en el hotel, las dos mujeres, aún con mucha pasión, gemidos y susurros en los oídos respectivos, comenzaron a mimarse, a besarse con mucha ternura pero, sólo se quedaron en la línea superior, tetas y bocas, ninguna intención de deslizarse a la planta baja.

El Monstruo

Ese fin de semana Mario y Teresa se fueron a la casa de la playa. Habían coordinado con Daniel que viniera el sábado de noche y así fue. Hacía calor, tenían la puerta ventana abierta, la picada pronta, la cerveza fría, las copas en el freezer y miraban un partido de Uruguay cuando sonó el timbre. Como adelantó Carmen, Daniel era un hombre de unos 1.70, no más de 75 kilos y apareció con una botella de vino chileno bajo el brazo. La charla se dio naturalmente, fútbol, política, viajes e inevitablemente llegaron a Carmen y Pablo.

Daniel: Son muy buena gente, he simpatizado mucho con ellos, Carmen es y está divina, me encanta tener sexo con ella, es fantástica en la cama y me cae muy bien como persona, va de frente, anda sin rodeos y yo soy igual. Pablo se nota que es muy buen tipo, evidentemente está pasando por una etapa rara y anda con la autoestima por el piso. Está teniendo disfuncionalidad y obviamente está preocupado y confundido. Yo soy de mente abierta, toda la vida he sido heterosexual, no se me ocurriría levantarme a un tipo por las mías, pero desde que empecé este juego es como que te das cuenta que hay ciertas licencias, que hay cosas que fuera de este ámbito pueden ser tomadas muy mal y que adentro, pasan a ser casi desapercibidas, por eso me he dado determinados permisos y cuando en un trío o intercambio, el hombre es bi y quiere transgredir un poco. yo con límites también juego.

Teresa: Sí, Carmen algo me dijo, que estando los tres te avanzó de alguna manera.

Daniel: Si, está claro que le debe haber pasado algo, se sintió atraído por mi miembro y quiso jugar un poco y es lo que te digo, yo ahí no tengo dramas, como que ya me he ido acostumbrando y después de todo, es una boca, cerrás los ojos y no tiene género ¡ja ja! No, fuera de broma, tiene su morbo, no me banco a un maricón, pero si un hombre quiere determinadas cosas, como activo, y de vez en cuando, siempre que no se haga rutina, yo también juego. Y a los pocos días del primer encuentro me llamó y me dijo si lo podía ir a ver a su casa, que quería hablar conmigo y fui. Luego de tomar un café y contarme el problema que estaba sufriendo, me dijo que se calentaba viendo mi verga y que me la quería chupar estando solo. Y le di el gusto y a mí también porque la verdad, lo hace de puta madre!

Mario: Ya vengo, tengo que ir al fondo a arreglar unas cuantas cosas que quedaron fuera del galpón y a fumarme un pucho.

Cuando volvió a entrar a la casa, a pesar que ya sabía lo del tamaño, no pudo dejar de asombrarse cuando vio todo lo que estaba mamando su mujer. Era como un pepino de los grandes, como esos salames enormes que hay en las fiambrerías. Teresa con dedicación, los ojos cerrados y mucho esfuerzo, chupaba como si fuera el último día. Se quedó un rato disfrutando el espectáculo y se fue al dormitorio. Acomodó las luces para que estuvieran en su justa medida, encendió el audio, abrió la cama, se quitó la bermuda, la remera y el bóxer y se dispuso a esperar.

Teresa entró despeinada, con las tetas afuera, el short abierto y traía a Daniel atrás agarrándole la descomunal verga. Terminaron de sacarse la ropa y ella se acostó en el centro de la cama boca arriba y abrió las piernas mientras Mario la abrazaba y le besaba las tetas. Daniel preparó el terreno frontal con su lengua y acto seguido, comenzó a coger a la señora de la casa llenándole la concha de carne como nunca lo había hecho nadie, para que de inmediato empezara a gemir y a pedir más, enloquecida.

De pronto Mario lo ve a Daniel hablándole al oído a su mujer y ella sonriente, con un movimiento afirmativo, inclinando varias veces su cabeza. Cuando vio cómo se acomodaban al esposo de la audaz Teresa se le erizó la piel, ella en el centro de la cama se volcó a su lado izquierdo, dándole la espalda (una forma de decir) a Daniel, con una expresión en su rostro en la que se mezclaba el deseo, la ansiedad y un poco, apenas, de susto. Él se aproximó con la enormidad en su mano, guiándola entre las nalgas de la rubia y como si enterrase un cuchillo en la manteca, dejó a Mario incrédulo, viendo como le clavaba la enorme verga en el culo a su mujer y empezaba a cogerla con un ímpetu increíble, tanto, que ella solamente gritaba que se moría. Sin exageraciones, durante bastante más de media hora, Daniel enculó, sodomizó, culeó, a Teresa quien le respondía a su esposo que no, que no le dolía, que le encantaba, que se moría.

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