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El tipster (Parte I)
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“Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!

Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,

la resaca de todo lo sufrido

se empozara en el alma… ¡Yo no sé!”

— César Vallejo —

¿Acaso la vida es esto que vivimos? ¿Acaso hay algo más tras la puerta de la Parca?, pienso en estas palabras mientras miro la tumba de mi padre. Sus últimas palabras fueron. “Hijo, no cometas los mismos errores”.

Mi padre se enfermó, luego de las deudas que contrajo producto de los cuantiosos préstamos a diferentes entidades bancarias, que no pudo pagar. Lo cual produjo que nos quitaran la casa, debido a que ésta estaba de garante. ¿Cómo pudimos malgastar el dinero de esa manera?, pues no necesariamente fuimos mi padre y yo quienes causamos esta tremenda irresponsabilidad. Exactamente fue aquella señora, que un día fue mi madrastra, cabe señalar que mi madre verdadera murió por un aneurisma cuando yo era muy pequeño, así que no tengo muchos recuerdos de ella.

Quedó enamorado de aquella mujer, no lo culpo, ya que tenía una belleza que impactaba, pronto contrajo con ella su segundo matrimonio. Pero lo que le sobraba por fuera, carecía por dentro, miraba a los demás con una altanería impresionante, se creía la última cosa del mundo. Pronto se convirtió en una mujer florero a quien mi padre tenía que complacer con joyas y viajes caros. Le pasó una cuenta en la que despilfarraba el dinero comprando ropas y vestidos de diseñador.

Incluso con todo esto, no afectaba demasiado a la economía que mi padre manejaba, puesto que tenía una empresa que nos daba una buena ganancia y nos permitía llevar una vida acomodada con un chalet, en una zona residencial. Todo cambió con la caída de la bolsa de valores, las acciones de la empresa se desplomaron y posteriormente se tuvo que vender a un costo bajo ya que quebraría. Y con eso vinieron los problemas, las deudas, problemas de salud y el divorcio con mi madrastra. Esto afectó a mi padre y se llevó sus deudas y penurias al más allá. Es así como me quedé sin familia y hogar.

Morir es dormir… y tal vez soñar. ¿Y por un sueño, diremos, las aflicciones se acabaron y los dolores sin número, patrimonio de nuestra débil naturaleza?…

Reflexioné, mientras con el poco dinero que me quedaba, que provenía de la cuenta que separó mi padre para la universidad, alquilé un departamento. Me propuse visitar a mi novia, una linda pelirroja, que siempre estuvo conmigo en los momentos más difíciles. Me dirigía a su casa cuando pasé cerca de una casa de apuestas, había más gente de lo habitual, decidí acercarme y ver qué pasaba.

Recordé que ese día empezaban los octavos de final de la Champions League jugarían el Benfica vs Dortmund y PSG vs Barcelona. Tuve la extraña sensación de que sabía lo que iba a pasar, presentía quién ganaría el partido, mientras me llenaba de una sensación de seguridad y firmeza. Decidí jugármela y aposté 10 dólares por la victoria del Benfica y por una victoria con más de tres goles del PSG, con lo cual la cuota aumentó, a pesar de que mi instinto me decía que ganaría por cuatro goles de diferencia, no le hice caso porque me parecía irrisorio.

Pasé la tarde con mi enamorada, fuimos al cine y pasé un buen rato con ella. Me dije, si solo mi madrastra hubiera sido igual de afectuosa como mi novia.

—Jimena, hoy es un buen día, para acercarnos mucho más —le propuse con una mirada de deseo.

—Sé que quieres dar el siguiente paso, pero siento que aún no estoy preparada, sabes que te amo. Prometo que cuando me sienta segura, es más será el día de tu cumpleaños, quiero que sea una ocasión especial para ambos, te recompensaré merecidamente —me respondió dándome un beso.

No dudaba que me amara, me lo demostró en varias ocasiones, pero respecto al sexo era un poco ingenua y le tenía miedo. No insistí, pensando que no era tan importante y que no tardaría el día que me entregaría su virginidad.

Al día siguiente cuando vi el resultado del partido, me percaté que gané la apuesta y más importante aún que el partido PSG – Barcelona quedó (4-0), arrollaron a los catalanes en el Parque de los Príncipes tal como me decía mi instinto el día de ayer. Nunca me pasó esto, y era la primera vez que sentí esa extraña sensación de saber cómo acabarían los partidos.

Fui a cobrar mi ganancia a la casa de apuestas, hoy al igual que ayer se darían dos partidos Real Madrid – Napoli y Bayer Múnich – Arsenal.

Esta vez haría caso a esa especie de instinto que me decía que sucedería en los partidos. Aposté 50 dólares, la mayor parte de mi ganancia de la apuesta anterior, a marcador exacto y multiplicador de ambos partidos, (3-1) en el primer partido y (5-1) en el segundo. Esta apuesta me ofrecía una cuota de “x40” y me quedé a ver el partido. Festejé los goles del Madrid y Bayer a la vez se daba el resultado esperado. Había ganado 2000 dólares, extasiado y emocionado por ese vaticinio que tenía, me dije a mí mismo que lo aprovecharía para salir de la situación en la que me encontraba, ya que deje la universidad por no poder pagar la matrícula.

Entonces me dirigí a la casa de Lucía, la amiga de mi novia, para buscar a Jimena, quería contarle lo sucedido, mencionarle de esa especie de fortuna que el destino había puesto en mí, tal vez después de todo la vida me sonreía dándome ese extraño don.

Hace una semana me dijo que hoy celebrarían una fiesta, por motivo de fin de ciclo en la casa de Lucía, le dije que no iría porque estaría ocupado con la mudanza y porque me daba mala espina Lucía, desde que escuché una conversación entre ella y mi novia.

—¿No entiendo como sigues con Carlos, habiendo mejores propuestas? —le preguntó Lucía.

—No sigas con esto, ya te dije que lo amo, y no lo cambiaría con otro —le respondió mi novia.

—Viene de una familia fracasada, tampoco es un adonis y tú eres una diva, están en estatus diferentes. Hasta dejó la universidad, tal vez termine de obrero, para mí no tiene futuro —replicó Lucía—. Lo que pasa es que no conoces a muchos hombres y te metiste con el primero que encontraste. Recuerda que mi hermano sigue pensando en ti.

—Aun así es muy buena persona y yo le quiero, además no es su culpa el haber dejado la universidad —respondió con seguridad Jimena.

—El tiempo me dará la razón Jimena. Pero vamos, seguimos siendo amigas a pesar de que elegiste mal —concluyó Lucía.

Después de escuchar aquellas palabras de desprecio hacia mi persona, advertí que Lucía era una mala influencia para mi novia. Pero no podía separarla de ella ya que eran muy amigas desde el colegio. Y el que haya mencionado a su hermano me pareció muy raro.

Llegué a la casa de Lucía, me abrió una amiga de ellas que estaba muy mareada. Entré a su sala y observé muchas botellas de whisky, vodka y cerveza. Al parecer festejaron muy bien. Pero no encontré a mi novia por ningún lado.

—¡Carlos! ¿Qué haces aquí? —exclamó Lucía con una mirada de extrañeza.

—Vine buscando a Jimena, me preocupé por ella ya que no me respondía el celular—. Respondí advirtiendo que algo pasaba, ya que Lucía se veía nerviosa y miraba de forma disimulada al segundo piso.

—¿Dónde está Jimena? —pregunté. Sin esperar que me contestara fui al segundo piso.

Lucía trató de detenerme, pero la esquivé. Nada más acercarme escuché gemidos y alarmado pensé que mi novia se había caído y se había hecho daño, así que subí rápidamente a la segunda planta de la casa y fui en dirección a los dormitorios, de donde provenían aquellos gemidos.

Atiné que una puerta estaba entreabierta y me fijé en el interior. Mi novia estaba tendida en la cama con el cuerpo desnudo, sus enormes pechos al aire reclinada hacia atrás. Con sus carnosos muslos abiertos y encima de ella un joven que enseguida identifiqué como Sebastián, ¡el hermano de Lucía!

Este también desnudo, penetraba a mi novia, mientras ella decía: ¡Así, sigue, que bueno! ¡Ya no me duele, que rico! ¡Más… más!

Sebastián le hizo caso, mientras le sujetaba de las caderas, bombeaba rítmicamente su concha, haciéndola jadear vigorosamente cada vez que le hundía toda la tranca en su vagina ahora desflorada.

—¡Seguro que el cornudo de tu novio no te hacía sentir así! —sugirió Sebastián, mientras seguía follando— ¡Ahora estás con un hombre de verdad!

—¡Uhm… Uhm! —Jimena no respondió, mientras se notaba que disfrutaba, estando los ojos cerrados, como concentrándose en el placer.

¡Qué ingenuo fui al pensar que aquellos gemidos eran de dolor!

Me quedé allí en la puerta, viendo la tórrida escena, sin ser capaz de entrar ni de salir corriendo, tan pasmado como un tonto, con la boca abierta y la cara desencajada.

No podía creer lo que estaba observando. ¡Mi novia y Sebastián follando en directo!, pero era toda una verdad.

Sentí un retorcijón en la panza. Sebastián tenía fama de ser mujeriego y también era arrogante como Lucía.

El cabrón era el típico chulito y presuntuoso, que se sabía atractivo y se aprovechaba de ello para conseguir lo que quería. Gustaba de presumir sus gustos caros, de vestir siempre a la moda, era esa clase de tipos que suele colgar en Instagram todas las estupideces que hace durante el día.

Es el tipo de persona que más odiaba, en lo personal evitaba tener contacto con estas personas.

Ni siquiera la muerte de mi padre, que me dolió en lo más profundo de mi alma, me laceró por dentro como lo que acababa de hacer mi novia. Al dolor se unía la incomprensión, de injusticia, de haber sido traicionado. Mi novia estaba en este momento en brazos de otro hombre, desnuda y entregando su virginidad a otro. Me entraban arcadas de vómito y se me aceleraba el pulso hasta límites casi dolorosos.

Regularicé mi respiración, me calmé todo lo que puede y me puse a pensar en lo que iba hacer a continuación.

¿Matarlos por la traición? No, nada de eso, me habían matado junto con todo mi amor y ahora serían ellos los que murieran para mí.

Me puse en pie con las piernas templando. Abrí la puerta y fingiendo una aparente tranquilidad entré a la habitación. Al darse cuenta de mi presencia, dieron un salto que desacopló sus sexos por completo. Su rostro de asombro, miedo, angustia me hizo ver que al menos tenía la decencia de saber que lo que había hecho no estaba bien, no en el caso de Sebastián, que todo tranquilo se sentó en el sillón tratando de ponerse con rapidez los pantalones, seguramente no sería la primera vez que le ocurría esta situación y por tanto estaba muy acostumbrado.

—Carlos, esto no es lo que parece… puedo explicarlo…

—¿No es lo que parece?, a mí me ha parecido muy claro que estabas follando y entregando tu virginidad a otro —le increpé.

—Carlos, mi amor, perdóname, no sé qué me ha pasado… —susurró Jimena con lágrimas brotando de sus ojos.

—Cállate, maldita zorra —la interrumpí— estás muerta para mí, me has engañado y destrozado toda la confianza que tenía en nuestro amor. Me mentiste dándome falsas ilusiones y promesas de amor —le dije sin mirarla y dirigiéndome a Sebastián continué— Que bueno que fue este idiota y no yo el que te quito la virginidad, me habría arrepentido tarde o temprano de haberme acostado con una puta como tú.

—A mí no me metas… —dijo el hijo de perra, ya puesto el pantalón y ganando confianza— Y cuidado con lo que haces… que ella no está sola y no permitiré que te sobrepases con ella…

—Cállate Sebastián… no empeores las cosas —intervino Jimena tratando de apaciguar las aguas.

—Veo que ya tienes quien te defienda… Y no tienes nada que explicarme, aquí el que sobra soy yo… —espeté finalmente y salí por la puerta.

—Carlos, por favor…—lloraba Jimena con lágrimas que inundaban su cara—, escúchame, he sido una hija de puta, no tengo perdón, he cometido el mayor error de mi vida, haz lo que quieras conmigo, pero no me dejes, te amo con locura, no podré vivir sin ti…

—No te escucho —le solté con la voz más fría que era capaz de articular—  los muertos no hablan y ya te dije que tú has muerto para mí.

Después de concluir con estas palabras, salí de la casa sin decir nada más. Ahora las lágrimas descendían por mis mejillas y era incapaz de detenerlas.

Mientras caminaba por la calle, arrastrando los pies mecánicamente, pensando cómo superaría este dolor que me corroía por dentro. Aunque quería negarlo, la amaba a pesar de que era una traidora. Pero sabía que ya no podía seguir a su lado, mi orgullo me lo impediría.

Desde las profundidades de mi torturada alma, tenía que sacar fuerzas y dar vuelta a la página. Una de las frases más emblemáticas de Rocky Balboa dice:

Nadie golpea más fuerte que la vida… pero hay que saber levantarse tras cada golpe.

Estaba inmerso en mis pensamientos, así que no me percaté que no estaba en el paso peatonal, y un auto me arrolló, y perdí la conciencia.

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