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El tipster (Parte 9)
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Rápidamente corrí y me zambullí en la piscina,  afortunadamente estaba cerca de la orilla y la saqué a tiempo, tenía pulso y respiraba con algo de normalidad, tosió unas cuantas veces sacando agua de sus pulmones, me miró y me dijo.

—¿Por qué… me salvaste? —pronunció con dificultad.

—Porque te equivocaste al tomar esa decisión, no puedes huir de tus problemas de esa manera.

—No pensarás hacerme respiración boca a boca —mencionó al ver que estaba muy cerca de ella.

—Claro que no, tonta, respiras con normalidad, no es necesario. A menos que lo estés deseando.

—Cómo se te ocurre —respondió escandalizada.

—Solo es una broma.

—Todo se ha terminado para mí…— dijo con seriedad mientras siguió tosiendo.

—Te equivocas, aún hay gente que te quiere, por ejemplo tu madre y tu hermana.

—Por dios, no sé en qué estaba pensando, se me juntaron muchos sentimientos, mi mente estaba vacía, que sería de ellas sin mí. Pude haber cometido el peor error de mi vida, decirte gracias es poco, no sé cómo compensarlo. Puedes pedirme lo que quieras.

En ese instante la vi mejor y me pareció una chica muy guapa, tenía unas pequeñas pecas en las mejillas que le daban un aire sensual, casi transparentes pero al estar cerca de ella pude distinguirlas con claridad, con un gesto involuntario porque en ese momento me pareció simpática le acaricié las mejillas mientras le decía.

—Con un gracias es suficiente.

Ella se sonrojó por mi intromisión pero no me dijo nada, más bien sonrió un poco como señal de aceptación, en ese instante una voz rompió el ambiente.

—¿Qué está pasando?

Era Jimena que al ver que no regresaba salió buscándome, además traía unas maletas que debían ser de Teresa.

—¿Por qué están mojados, cuando aprendiste a nadar Teresa?

—Yo te explico, pero primero déjame ocuparme de algo —le respondí.

Fui por unas toallas y le pasé a la sirvienta para que se cubra, ella solo me respondió con un gracias, y se quedó pensativa viendo las maletas y no dijo nada, al parecer seguía avergonzada.

—Les he defraudado…

—Espera, veré que hago —le dije mientras me dirigía a hablar con Jimena.

Al llegar con Jimena, me miró algo molesta y con un gesto serio.

—Veo que estas muy atento con la sirvienta, acaso ya te gustó el masaje o le vas al más te pego más te quiero —me soltó.

—No es lo que piensas.

Le expliqué lo que sucedió, y le pedí que le diera otra oportunidad. Ella se mostró algo reacia.

—No lo veo tan claro, ya tengo sus maletas aquí.

—Recuerda que tú actuaste por tu cuenta, así que también tienes algo de culpa.

—¿Culpa yo?, tal vez tengas razón pero todo lo hice por ti.

—Bueno ya dejemos eso atrás, no creo que se comporte así de nuevo.

—Está bien, se quedará, pero solo lo hago porque tú me lo pides y no quiero un cadáver en la piscina.

—Gracias mi amor.

Le iba a dar un beso pero me cortó diciéndome.

—No quiero verte tan cariñoso con ella.

—¿Estás celosa?

—No

—¿Segura?

—Bueno, sí, lo estoy, a ti no puedo mentirte.

—A sí está mejor, y porque te hiciste ideas raras en la cabeza.

—Pues, ella es atractiva y bueno al verte tan cerca pensé que me dejarías.

—¿Dejarte?, no ves que estuve a tu lado y me quedé aquí incluso después de lo que pasó con Alejandro.

—Ni lo menciones, lo odio, se aprovechó de mí, y pienso vengarme, sabes cuanto te amo y lo mucho que me arrepiento.

—Además ella tiene gustos diferentes, ya sabes le gustan las mujeres, y se encaprichó de una chica guapa que estoy viendo ahora.

Jimena se sonrojó, y bajo la cabeza en señal de arrepentimiento.

—Yo debería estar celoso no crees, pero tú eres mía verdad.

—Por siempre.

Ella aún estaba en bikini, y no sé si fue porque se puso celosa o por su sugerente ropa de baño que resaltaba unos senos muy bien formados y un muy buen trasero algo que me volvía loco, me excité en ese momento y empecé a frotar sus senos, incluso sentí que su corazón empezó a latir más rápido al igual que el mío, con mi otra mano comencé a rozar lentamente su vagina por encima del bikini.

—Ahh… mmm —soltó de golpe.

Su respiración empezaba a hacerse más difícil, ella no se contuvo y empezó meter su mano a mi traje de baño y comenzó a masturbarme, como diciendo que esto era solo de ella, estaba extasiado mientras sentía como sus pezones se hacían cada vez más duros y tenía muchas ganas de hacerlo con ella en este momento.

—Estamos cerca de la piscina, nos escuchará si seguimos… —dijo en un atisbo de cordura.

—Trata de no hacer ruido —mencioné ignorando sus advertencias.

—No sé, si podré… me pones mucho… ahh —gimió cuando le metí un dedo en su vagina, que ya empezaba a humedecerse.

Ella apretó los labios, y yo me estaba poniendo cada vez más caliente mientras me miraba con cara de deseo, la puse de espaldas contra la pared y pegué mi miembro a su trasero, la vista era magnífica, la braguita ceñida le daba un aspecto sexi, la visión de esas maravillosas piernas y muslos a mi disposición hizo que se me pusiera dura, sentir su trasero en mi entrepierna de esta manera hizo que no aguantara más y saqué a un lado su tanga permitiendo que penetre el coño de Jimena.

—Mmm… —trató de no gritar tapándose la boca.

Era la primera vez que lo hacíamos en esta posición y en estas circunstancias, así que ambos fuimos invadidos por la lujuria.

—Ahh… ahh —ya no pudo sostenerse por las arremetidas que recibía y puso las dos manos a la pared tratando de sostenerse.

—Que buena estás…

—Si… amor… fóllame, cielo.

Ya no se contuvo y empezó a gritar como loca mientras se corría, yo seguí dándole sin importarme que se recupere. Ella se puso a tono de nuevo, pero me quede quieto por un momento al percatarme que Teresa nos miraba desde una esquina, se dio cuente de que la miraba y se retiró rápidamente.

—Que pasa… —se quejó Jimena moviendo el culo, tratando de penetrarse por sí misma.

—Nos vio, Teresa nos vio.

—No importa, sigue… que sepa como disfrutas conmigo, que eres mío y yo soy tuya…

La idea me excito y le empecé a follar más fuerte, ella por su parte perdió el juicio y gritó más alto que antes, ya no pude contenerme y me corrí dentro de ella mientras le llegaba el orgasmo. Estuvo recuperándose un rato, incluso tuve que sostenerla porque veía que perdía fuerzas, estuvimos un rato recuperando la respiración.

—Cómo lo disfrute… —confesó suspirando.

—Fue una pasada, se nos fue de control.

—Tenemos que hablar con ella, ya sabes para darle la buena noticia.

—Qué vergüenza… —se quejó Jimena.

—No te preocupes, yo me encargo.

—Al parecer se tendrá que acostumbrar a vernos así…

—Jajaja… —estallamos en risa.

Respiré profundamente tratando de calmarme mientras me dirigía para reunirme con Teresa, estaba inquieto con los últimos acontecimientos primero la mamá de Jimena y ahora Teresa, pero alguien tenía que hablar con ella, al menos serían buenas noticias.

—Joven Carlos… —no me percaté de que estaba a mi lado.

—Hola…Teresa —dije algo nervioso, me agarró desprevenido.

—¿Me buscabas?, podrías ayudarme con las maletas, dentro de 20 minutos llegará un taxi para recogerme.

—Si, pero te estas apresurando quería hablarte de otra cosa…

—No te preocupes por lo que vi, son pareja después de todo, más bien yo debería disculparme por interrumpir su intimidad, sigo decepcionando a la gente como siempre.

—Bueno, no es exactamente eso —me puse nervioso al recordarlo—. Quería decirte que puedes seguir trabajando, Jimena te dará otra oportunidad.

—¿En serio? —me dijo algo desconcertada, pero luego se le empezaron a iluminar los ojos.

—Si, logré convencerla…

No me dejó terminar, se abalanzó hacia mí, y se puso a llorar de alegría.

—Gracias, de verdad muchas gracias…hiciste mucho, te traté mal y me respondiste de esta manera…me salvaste de la muerte y me vuelves a salvar de nuevo, eres para mí un héroe.

—¿Algo así como Robin Hood? —lo dije con cierta broma.

—Si es lo que quieres, serás Robin Hood para mí.

Recordé que la atracción de Robin Hood se desprende de nuestro deseo fundamental de justicia y equidad, aunque su origen sea medieval, es una fantasía profunda y lo suficientemente generalizada como para captar la imaginación de la gente en cualquier época y en cualquier lugar.

—Entonces soy un forajido del folclore inglés medieval.

—Yo le recuerdo más como un defensor de los pobres y oprimidos.

Teresa era de esas chicas que se ven más hermosas cuando sonríen y en este momento lo estaba haciendo, tuve que apartarme para no ponerme más nervioso.

—Pero no deja de ser un forajido.

—Bueno la época de aquel entonces lo requería, no crees.

Si pudieras leer mi mente y supieras lo que estoy pensando hacer posiblemente no tendrías ese concepto de mí.

—Si, tal vez tengas razón, pero me identifico con lo forajido.

—No importa, yo me quedo con el otro concepto y eso serás para mí.

Me miraba con cierta admiración, incluso se ruborizaba un poco cuando conversábamos, si no supiera que le gustan las mujeres quizá pensaría que sentía cierta atracción por mí, a lo mejor me estaba queriendo a su manera. Recordé que ella estaba perdidamente enamorada de Jimena y después de todo lo que pasó tal vez sonreía por fuera pero estaba destrozada por dentro, fue rechazada y sus sueños quedaron destruidos, sentí cierta lastima, así que le propuse lo siguiente.

—Veo que tienes problemas con el agua. ¿Qué tal si te enseño a nadar?

—¿A nadar?

—Si, así no tendrás que ahogarte cuando te quieras ir de este mundo —respondí con cierta ironía.

—Ya te dije que mi mente estaba en otro lado, no estaba bien. Pero harías eso por mí.

—Por qué no, aún hay buen sol.

—Estoy emocionada, siempre quise aprender a nadar.

—Pues a que estamos esperando.

—Es que… solo tengo el bikini que me prestó Jimena.

—Pero estamos en confianza, ¿Cierto?

—Claro, de todas maneras ya me viste hace rato.

Ella se puso el bikini, pero la note algo avergonzada así que no traté de mirarla mucho para que se sintiera segura, me sorprendió cuando me dijo.

—Podrías ayudarme con el bloqueador.

Teresa me mostraba su espalda mientras me miraba de reojo, estaba terriblemente sexy, tenía un buen cuerpo de eso no había dudas, me di cuenta de que se me estaba poniendo morcillona incluso después de follar con Jimena y solo pude decir.

—No hay problema, a fin de cuentas tú hiciste lo mismo conmigo.

Ella recogió su cabello a un lado ofreciéndome su cuerpo, cogí el bote de crema y empecé a esparcirlo por su espalda, sentí que suspiró cuando le toqué, y su rostro estaba enrojecido, yo estaba disfrutando de su piel, tenía la visión de sus pechos que parecían querer romper el diminuto bikini, me di cuenta de que sus pezones estaba erizados. ¿Estaba excitada?, a Jimena también se le ponían duros los pezones cuando lo estaba, supongo que a una lesbiana también le pasa lo mismo. ¿Pero con un hombre?, tal vez es la reacción natural del cuerpo a los estímulos o podría ser por otra cosa, sé que eso también le ocurre a las mujeres por el frio ¿Sin embargo había un sol intenso? No podría ser esto, con las mujeres nunca se sabe y mejor no darle vueltas o me generarán más preguntas que respuestas pensé.

Tenía los brazos pegados al cuerpo, cuando estuve sobando por esa zona quise meter mis dedos por ahí, ella se tensó más pero para mi sorpresa fui abriendo los brazos permitiendo que mi mano llegué hasta la zona cerca de sus turgentes senos, estuve rozando casi el borde de los pechos, ella soltó un pequeño gemido, recuperé la cordura y retiré la mano, la mire al rostro para saber si estaba enfadada pero no, más bien seguía sonrojada y se mordía el labio inferior.

Me fijé en mi entrepierna, estaba excitado y se me marcaba el pene perfectamente, maldije por no haber renovado el short ya que este me quedaba pequeño sin darme oportunidad para disimular el estado en el que me encontraba.

—Vamos a meternos —le dije mientras me zambullía con un clavado en la piscina.

Espero que el agua enfríe mi calentura, pensé.

—Si, ya voy —respondió secamente.

Creo que está molesta, tal vez me dejo acariciarla de más porque aún se sentía culpable. La ayude a entrar en la piscina, se podía tocar el fondo fácilmente ya que no era muy profunda. Empecé a enseñarle algunas técnicas de natación, ella ya sabía algunas, pero aún tenía cierto miedo al momento de nadar por lo que tenía que sujetarla de las manos.

—Ahora te soltaré, es importante que lo intentes tu misma.

—Es que… no sé.

—Mírame a los ojos, confías en mí cierto.

—Si.

Ella se soltó y comenzó a nadar, llego a una esquina y regresó a mi lado con una sonrisa en los labios.

—Lo hice.

—Ves que no era muy difícil, solo tenías que quitarte el miedo al agua.

—Contigo me sentía segura, ya te dije eres mi héroe.

—Pero tendrás que estar por tu cuenta no siempre estaré a tu lado, ya pareces la chica que siempre está en problemas y el héroe tiene que salvarla. Eso quieres ¿Ser esa chica?

Teresa estuvo a punto de contestar pero se contuvo cuando vio que Jimena se acercaba.

—Vaya. ¿Por qué no me llamaron?

Entre la calentura y lo que paso me había olvidado completamente de Jimena.

—Acabamos de entrar, ven únete —respondí rápidamente.

Al ver que me miraba seria y no se movía, tuve que salir del agua, me acerqué y le dije.

—Vamos, no te enfades.

—Es que siento que me estas dejando de lado.

—Te lo imaginas, no seas celosa —dije acariciándole la mejilla.

Se calmó un poco pero aún seguía cortante, así que trate de cambiarle de idea.

—Para que veas que me preocupo por ti, ponte de lado te echaré crema a tu espalda.

—Bien, al menos te acordaste de que me faltaba crema en esa zona.

Mientras le sobaba la espalda no pude evitar compararlas, Jimena tenía un aire más elegante y refinado, como su madre, en cambio Teresa rebosaba sensualidad y provocación.

—Se siente bien, ¿Me darías un masaje? —me pidió mientras se estiraba en la tumbona.

—Lo que tú digas preciosa.

Le fui dando un masaje haciendo movimientos circulares pequeños de un lado de la columna vertebral y, luego, del otro lado.

—Que relajante… eres bueno en esto.

Seguí con movimientos ascendentes, pero esta vez desde las nalgas hacia el cuello.

—Seguiría todo el día si pudiese, ahh… —soltó un ligero quejido cuando toqué casualmente en medio de las nalgas— será mejor que paremos.

Me di cuenta de que se estaba excitando, así que le dije para meternos al agua, ella aceptó, se le notaba más tranquila, aunque en la piscina no permitía que me acercase tanto a Teresa, claramente estaba marcando territorio, seguro que en su mente se estaría arrepintiendo de haberle dado ese bikini a su sirvienta, yo trataba de no mirarla tanto, pero se me iba los ojos a la zona de sus pechos, tal vez porque era mayor que Jimena, Teresa tenía más volumen en los senos, lo que provocaba que Jimena la mirase con cierta envidia. Así pasó la mañana, después de almorzar me dirigí a la reunión con el abogado.

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