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El tipster (Parte 8)
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—Espera, no pensarás entrar sin usar protector solar —me dijo Jimena a modo de regaño.

—Lo olvidé, gracias por… recordármelo —pude articular difícilmente al ver como venían.

Jimena llevaba un sexy bikini brasileño de un color azul como sus ojos, que le daba una apariencia atrevida a la vez que resaltaba sus formas. Quedé estupefacto con el atuendo de Teresa, lucía un bikini muy pequeño, definitivamente era una talla menor a lo que le correspondía, tenía un color amarillo y la tela era muy delgada, debido a esto transparentaba sus partes íntimas, cualquiera que la viera pensaría que estaba rompiendo los cánones de moda baño. No sé qué hizo Jimena para lograr que Teresa se pusiera este singular bikini, pero vaya pedazo de cuerpo que ocultaba, definitivamente era muy atractiva, si bien antes la miraba como una chica guapa pero de mal carácter e ideología equivocada, esto último tal vez lo obtuvo después de que el padre de Jimena haya querido vulnerar su virginidad a la fuerza y mediante amenazas, luego a modo de defensa se recluyó en el feminismo más extremo, pero todo esto eran cavilaciones mías podían ser ciertas o simples hipótesis infundadas.

La sirvienta venía detrás de Jimena, caminando despacio, con la cabeza gacha y el rostro rojo, mostrando evidentes signos de que estar avergonzada.

—Al final no logré convencer a mi madre para que venga, puso como excusa que tenía una reunión de último minuto y se marchó.

Suspiré de alivio, estaría algo cortado con la presencia de Sara.

—Señorita Jimena, sigo pensando que este traje de baño revela demasiado.

—No te preocupes por eso, es por tu bien, con este traje cojeras mejor el sol, no te quedarán muchas marcas, con lo blanquita que estas… —trató de convencerla Jimena.

—Pero… señorita…

—Nada de peros, mira que lo adecuado para tomar el sol sería en topless.

—¿Y eso cómo sería? —preguntó Teresa ingenuamente.

—Pues desnuda de cintura para arriba —explicó rápidamente Jimena.

—Eso sí que no, señorita Jimena —respondió la sirvienta de manera escandalizada cubriéndose los pechos.

—Entonces no te quejes. Además estamos en un entorno privado, la casa tiene muros altos, ningún vecino te mirará.

Teresa levantó la mirada tratando de mirarme y dar a entender que estaba un hombre con ellas, Jimena se dio cuenta y dijo.

—Carlos no es ningún morboso —respondió Jimena defendiéndome—. Me decepcionas, no deberías pensar de él de esa manera, es la mejor persona que conozco. ¿No es cierto amor?

—Claro… yo solo tengo ojos para ti —traté de seguirle la corriente.

Después de decir esto último, Jimena me dio un beso en los labios mientras ponía sus brazos alrededor de mi cuello.

—¡Tu piel está quemando!, ven Teresa ayúdame a ponerle protector.

—Si… señorita…

—Rápido; que ya estuvo mucho tiempo expuesto, le dolerá la piel y no soportaré verlo sufrir de nuevo.

Teresa se acercó a mi lado, se le notaba aún nerviosa, así que al pasarle el bote de crema a Jimena, lo soltó.

—¡Hay!, disculpe señorita.

—Ten más cuidado —Jimena le lanzó una mirada fulminante— tuve una mejor idea, para aprovechar el tiempo mientras yo me pongo la crema, serás tú quien le ponga el bloqueador a Carlos.

—No creo… que sea lo más conveniente…

—¡Que te dije Teresa!

—Como usted desee, señorita Jimena.

La sirvienta tuvo que resignarse, se acercó a mi espalda y empezó a echarme la crema, notaba sus dedos temblar al tocar mi cuerpo, lo hacía lentamente. Yo en mi interior estaba disfrutando, aunque por fuera lo disimulaba y trataba de mostrar un gesto serio. La imagen de tener a una feminista de esta manera era digna de ponerla en un cuadro.

—Échale bien el bloqueador, que no quede ninguna parte desprotegida.

Teresa aumentó la velocidad después de las amenazas de Jimena, siguió sobando mi espalda ahora ya no con tanto recelo como antes, pero sí más rápido, se le notaba que quería terminar lo más pronto posible. Cuando terminó de aplicar el bloqueador a mi espalda, se apartó al instante.

—¡Hey! tienes que esparcirlo bien, sino se saldrá con el agua —agregó Jimena—. Trata de frotar adecuadamente, que penetre en la piel.

Esta vez, lo hizo con cierta saña y fuerza, como vengándose por lo que le estaban obligando a hacer. Incluso me obligó a dar un paso hacia adelante por la potencia en la que tocaba mi espalda, era una chica dura después de todo. Sinceramente sentí cierta molestia porque me causó algo de dolor y tensé mi espalda, estuve a punto de mandarle a la mierda. Tal vez ella se esperaba mi contestación para buscar una querella entre los dos. Pero cuando me di la vuelta, en sus ojos cafés vi algo de arrepentimiento, como que se dejó llevar por sus instintos y no midió las consecuencias.

—Gracias… —fue lo único que pude decir.

Ella quedó algo sorprendida, tal vez no se esperaba que le respondiera de esta manera y estuvo algo contrariada por unos instantes. Sin embargo un sonido retumbó de su rostro.

—Plaf…

Era Jimena que le dio una cachetada, tan fuerte que hasta a mí me provocó escalofríos al pensar si yo sería quien lo recibiera. Estuvo a punto de lanzarse contra la sirvienta, tuve que detenerla agarrándola de los brazos.

—¡Quién te crees que eres! ¡Ingrata, acaso no recuerdas la ayuda que te di cuando tu mamá estaba enferma! —le recriminaba Jimena.

—Disculpa… lo siento.

Teresa estaba de rodillas en el suelo, llorando incansablemente mientras pedía perdón.

—¡Que hice! —se lamentaba la sirvienta llevándose la mano a la cabeza.

—Ahora, te disculpas después de haberle hecho daño. Incluso te atreviste a enfermarlo, maldita loca.

—Te enteraste…

—¿Creíste que no lo sabía?, te lo advertí, eso si que no lo perdonaré.

—Estaba equivocada, no sabía… —repetía Teresa mientras las lágrimas surcaban sus mejillas.

—Te dije que no quería verlo sufrir de nuevo y lo hiciste. Además no te entiendo, no es solo a mí a quien debes pedir perdón —dijo viéndome.

—Lo siento… joven Carlos… te juzgué mal.

—Ya es tarde, en mi puta vida quiero volver a verte, no quiero saber nada sobre ti.

Jimena se dirigió dispuesta a sacar las cosas de Teresa, la seguí para intentar conversar.

—Será mejor que esperemos a tu madre.

—Yo también tengo derecho a decidir sobre quien se queda en esta casa, no te parece. Mi madre tendrá que aceptarlo, después de explicarle lo sucedido no creo que se niegue.

—No nos precipitemos, sabes que será su fin en este trabajo, sin una carta de recomendación no la contratarán en otro lado.

—Ella se lo buscó, tendrá que asumir las consecuencias.

—El plan era agobiarla, además te dije que sería a mi manera pero tu actuaste por tu cuenta sin consultármelo.

—No pude soportarlo, no después de lo que te hizo. Ya no hay vuelta atrás.

—Bien, veré como está. Tengo un mal presentimiento.

Una suave brisa rompió el silencio de la casa, esa misma brisa levantó el cabello de Teresa permitiendo que observe su rostro desolado, sus ojos antes vivaces y profundos ahora reflejaban esperanzas muertas, estaba parada al borde de la piscina cuando de pronto, todo en ella se inundó en una oscura penumbra que la alejaba de todo lo que la rodeaba, al tirarse al agua y no tratar de hacer ningún movimiento para nadar ni para tratar de salir.

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