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El tipster (Parte 4)
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Tiempo de lectura: 10 minutos

Al día siguiente, cuando me desperté, mientras observaba el hermoso rostro de Jimena que descansaba plácidamente. Me pregunté ¿Qué pasará cuando se libere de ese sentimiento tan poderoso y complejo como es la culpa? ¿Tal vez, cuando su arrepentimiento desaparezca me engañe nuevamente? Pero de una cosa estoy seguro y es que solo el tiempo me dará la respuesta.

La dejé descansar, tomé una ducha rápida y bajé a la cocina, por lo visto no había nadie, miré el reloj que marcaba las 6:00 a.m. Tuve unas ganas tremendas de practicar mis habilidades culinarias. Me llevé un sombro al ver el refrigerador, estaba lleno y con todo tipo de variedad de alimentos. ¡Se ve que no escatiman gastos en esta casa! ¡Después de todo, el dinero no es un problema para esta familia!

Preparé algo rápido, tres sándwiches de verduras a la plancha. Cuando terminé de cocinarlo, apareció en la cocina la mamá de Jimena.

—Buenos días.

Me percaté, en su vestimenta. Llevaba puesta un camisón que dejaba ver las formas de sus magníficas tetas, y si eras más agudo podrías darte cuenta de las bragas bastante atrevidas que adornaban su trasero grande pero firme.

—Buenos días… —contestó ella—. No te hubieras molestado con la comida. La sirvienta llegará dentro de unos minutos.

—No es molestia, aprendí a cocinar cuando vivía solo. Es más… preparé unos sándwiches, para usted y para Jimena.

—Qué considerado eres, ya no quedan muchos hombres como tú. Estoy segura de que mi hija será feliz a tu lado.

—Sara, quiero ser sincero. Aún es muy temprano para estar juntos de nuevo, al igual que a tu hija, a mí también me afectó bastante.

—Bueno, anoche… estuvieron muy apasionados.

Esto confirmó mis sospechas, después de todos los gritos de Jimena fueron muy fuertes. No voy a negar que sus palabras me dejaron anonadado, ¿Me reprocharía por esto? Estuve a punto de disculparme cuando apareció Jimena.

—¡Carlos!… ¡Carlos!… —dijo, mientras corría hacia mí, un poco alterada—. Al despertarme, no te encontré… —me abrazó con fuerza, sentí que su cuerpo temblaba en tanto lágrimas salían de sus ojos—. Pensé que te habías ido… que me dejabas.

—Cómo podría irme sin avisarte, tranquila… sigo aquí—le respondí.

Ella se apretó contra mi cuerpo, y yo le correspondí llevando mis manos a su espalda, dejando que sus miedos se vayan, mientras se calmaba poco a poco.

—Carlos es un chico responsable, no te haría eso —comentó Sara, para tranquilizar a su hija—. Mira, hasta hizo el desayuno para nosotras.

—Es verdad… —dijo al ver los sándwiches—. ¡Soy tonta! ¿Cómo pude pensar eso?, discúlpame, mi amor.

Entonces imprevistamente me dio un beso, más bien un morreo intenso.

—Parejita. ¿Qué les parece si desayunamos? —planteó Sara con un tono alegre.

—Me muero de ganas por probar tu comida —aseguró Jimena, mientras me jalo de la mano, llevándome hacia el comedor.

Nos sentamos dispuestos a disfrutar el desayuno.

—Está muy bueno. Me tienes que enseñar a prepararlo. —calificó Jimena.

—Sí, fue una buena elección que usaras las rodajas finas de manzana. Hace más exquisito el sándwich —agregó Sara.

—Me alegro de que les haya gustado…

En ese instante el timbre de la casa empozó a sonar. Sara se apresuró a la puerta y la abrió.

—Buenos días, madam.

—Buenos días, Teresa, aunque llegaste tarde.

—Disculpe madam, el auto demoró en la carretera, no volverá a suceder.

—Que no se repita, te presento a Carlos, es el novio de Jimena, se quedará en la casa. Recuerda atenderle debidamente.

Quise replicar al apelativo que me proporciono, pero me abstuve, sería extraño para Sara decir que yo no era el novio de su hija a otras personas, cuando Jimena se comportaba cariñosamente conmigo. En cuanto a Teresa, era una mujer a la que calcularía unos 25 años. Sorprendentemente era una chica hermosa, seguro que atraía las miradas de los hombres. En las pocas ocasiones que vine a esta casa nunca la vi, por lo que me pareció extraño. Le pregunté a Jimena acerca de esto.

—Recientemente empezó a trabajar de nuevo para nosotros, le tengo cariño ya que siempre estuvo conmigo y es una de mis mejores amigas. Como te darás cuenta es hermosa, y eso no pasó desapercibido para mi padre, ella me contó que mi padre siempre la acechaba, al inicio le decía cosas bonitas para acostarse con ella, pero Teresa se negó ya que él era un hombre casado, entonces mi padre quiso aprovecharse a la fuerza, ella se escapó con las justas y le contó a mi madre lo ocurrido, al principio no la creyó y la despidió. Después se enteró de la infidelidad de mi padre con su secretaria, y ahí intercedí para que la contratase de nuevo ya que Teresa no conseguía trabajo y no tenía dinero para ayudar a su madre que estaba enferma y necesitaba urgentemente dinero para la operación. Así que un día la encontré llorando, me dijo que no sabía qué hacer. Viéndola de esa manera comprendí que no era justo lo que le estaba pasando así que le presté dinero y le hablé con mi madre para que trabajase con nosotros de nuevo. Ella quedó eternamente agradecida conmigo.

—Bueno, yo me retiro. Tengo una junta más tarde —dijo Sara, despidiéndose—. Teresa te encargas de la cocina.

—Si madam.

—Señorita Jimena —exclamó Teresa, mientras le daba un abrazo—. Qué bueno verte de nuevo.

—Yo también te extrañe —respondió Jimena—. Por cierto, ¿Cómo está tu madre?

—Gracias a usted, está recuperándose. Los médicos dijeron que dentro de dos días ya estaría como nueva.

—Es una buena noticia. Te presento a Carlos, mi novio.

Yo respondí con una ligera sonrisa. Al parecer sería conocido como el novio oficial de Jimena, aunque en el fondo yo no me sentía como tal, aún me venía a la mente los recuerdos de su traición.

—Joven Carlos, cuente conmigo para lo que necesite —lo expuso de una manera formal. Pero me percaté de cierto resquemor en sus ojos, tal vez de desilusión Creo que esperaba que el novio de Jimena sea alguien más guapo y de su mismo estatus social.

—¿Qué te parece, si salimos un rato? —Me preguntó Jimena—. Los dos solos…estaremos de vuelta para la tarde.

—Pues me parece bien, no tengo mucho que hacer.

—Bueno, alístate. No perdamos más tiempo —me dijo saliendo de la cocina—. Me arreglaré rápidamente…

Me vestí y esperé en la sala a que Jimena esté lista. Me sorprendí al verla bajar las escaleras. Tenía puesto un corto vestido veraniego de tirantes, que dejaba buena parte de sus sensuales y contorneadas piernas al descubierto. Resaltaban también sus pechos, que se agitaban al dar un paso delante del otro.

—¡Qué hermosa estas, señorita Jimena! —exclamó Teresa.

—Gracias —luego me miró expectante, esperando mi opinión.

Me quedé callado, y no le dije nada. Quería confirmar algo. El rostro de Jimena reflejó primero confusión y luego dio signos de tristeza.

—Veo que el joven Carlos, se quedó mudo. No sé si la señorita Jimena se merezca esto —dijo Teresa con ironía.

—¡Basta Teresa! —exclamó Jimena

—Tu belleza tiene el poder de dejarme sin palabras y hacerme soñar despierto, a veces pienso que eres un ángel que cayó del cielo —Dediqué a Jimena, esto causo que me viera con ternura.

—Oww, que bonito, mi amor.

—Discúlpate —le dijo a Teresa—. Carlos es el hombre de mi vida.

—Lo siento, joven Carlos —se excusó ligeramente.

Jimena con una sonrisa en el rostro, se agarró de mi brazo y nos fuimos al garaje. Donde se subió a un Mercedes-Benz.

—¿Iremos en el auto de tu madre? —le pregunté.

—Ahora es mío, mi madre se compró otro. Y este me lo dieron.

Me sorprendió que manejaba muy bien el coche. Le pregunté por Teresa.

—Teresa es una mujer muy guapa, supongo que ya tendrá pareja.

—No tiene, cuando le pregunte por esto me dijo que ella estaba muy ocupada en el trabajo y en su madre, no tenía tiempo para pensar en el amor —me respondió Jimena.

Esto se me hizo muy raro, aun no quería sacar conclusiones ya que me faltarían más pruebas. Así que lo deje por ahora. En el camino empezamos a platicar sobre música, discutimos sobre qué temas eran los mejores, estábamos disfrutando del momento mientras llegábamos al lugar. El auto se detuvo en un parque de diversiones. Ella pagó los boletos, a pesar de mi negación. Diciendo que ella me invito y que asumiría los gastos.

En el parque hay una buena cantidad de gente. Jóvenes y niños jugando, algunos adultos también. Varias parejas de enamorados esperando divertirse en los juegos mecánicos. Me doy cuenta de que nosotros pertenecemos a este último grupo. La belleza de Jimena no pasó desapercibida para los hombres, quienes le lanzaban miradas disimuladas, para que sus parejas no les regañen.

Decidimos entrar a los carros chocones, ella me confesó que era la primera vez que entraba a estos carros. Todo iba bien hasta que una pareja “hijitos de mama” se la ensañaron con Jimena, empezaron a chocarla constantemente, no la dejaban escapar del encierro. Ella estaba irritada al no poder manejar bien el carrito, mientras los pijos se reían. Fui a defender a Jimena, chocando con el chico rubio que la estaba molestando, la chica que esta con él, al parecer era su enamorada, y salió en su defensa. Nos pasamos el tiempo en aquella encrucijada.

Al salir de los carros, hubo cierta rivalidad entre ambas parejas. Ellos me miraban con desdén, eran los típicos chicos con dinero, a los que el hecho de nacer en cuna de oro, para ellos les daba el poder de hacer lo que quisiesen.

—Eh, porque no vienen a jugar al Laser Tag. ¿O arrugan? —nos retó, luego me vio y pareció reconocerme—. ¡Jimena, no me digas que sigues con el cornudo!

—¿Carlos, creo que es su nombre, así nos dijo Sebastián? —agregó la rubia que estaba a su lado.

—¡Mark, cuidado con lo que dices! —intervino Jimena— ¡Está bien, aceptamos ir al Laser Tag, si ganamos quiero que te disculpes con Carlos!

—Va, pues adelante —dijo Mark con una sonrisa.

Yo estaba furioso, empuñaba los puños para aguantar la ira, al parecer Sebastián se encargaba de hacerme conocido como el cornudo. Y Jimena, parecía una niñata que caía en la provocación, lo más probable es que perdamos, seguro que ellos ya tendrían experiencia jugando.

Ellos se acercaron primero al lobby, la rubia volteó a verme y me guiñó el ojo mientras sacaba la lengua, en señal de provocación. Luego hizo señales de cuernos con los dedos mientras se reía.

—Margaret, maldita zorra —espetó Jimena entre dientes, cuando vio los gestos de la rubia—. Carlos, no le hagas caso.

Trataba de ignorarla, pero aun así, me era difícil hacerlo. Después de todo la traición había pasado, y aún era temprano para olvidar. La infidelidad también es una cuestión de orgullo que lastimaría hasta al hombre más progresista y menos machista de la tierra.

El Laser Tag es un juego de competición donde dos o más equipos se enfrentan para cumplir una serie de objetivos, se podría decir también que es una competición de disparos laser donde es importante la cooperación, la comunicación y el trabajo en equipo. Para mi mala suerte entraron para completar los equipos niños de aproximadamente 11 años.

Yo, Jimena y tres niños más estaríamos en el equipo verde. El equipo azul lo conformaban Mark, Margaret y tres niños. La partida la ganaba el primero que eliminaba al equipo contrario.

Comenzó la refriega, los niños de mi equipo no hicieron caso a mis indicaciones de esperarlos primero y cubrir cada uno sus propias posiciones, y se lanzaron al ataque como si de rambo se tratase. Los niños del otro equipo hicieron lo mismo, pronto se observó los rayos laser en todas direcciones que indicaban los disparos a diestra y siniestra.

Nos miramos con Jimena y ambos sabíamos lo que teníamos que hacer. El resultado de la partida dependería de nosotros. Llevé la delantera mientras ella cubría mi espalda, avanzamos lo más sigiloso posible. Mark y Margaret seguro que harían lo mismo, pero cometieron un error, empezaron a disparar a los niños de mi equipo desde una posición casi atrincherada, hacían bien cubriendo cada uno sus flancos, a pesar de saber su ubicación, sería difícil sorprenderlos.

Jimena estaba a punto de disparar, pero le hice señas para que esperase a que se terminen sus balas y recargasen, si exponíamos nuestra posición ahora porque perderíamos el sigilo.

Solo quedaba un niño en nuestro equipo, y el de ellos no sufrieron bajas, necesitábamos actuar rápido, porque si no perderíamos el factor sorpresa. Entonces Jimena se acercó y me dio un cálido beso, y como si de una despedida se tratase, se lanzó al ataque. Veía que sabía jugar, disparaba y a la vez se cubría, no se exponía demasiado, pero a la larga se vería superada en número, y perdería.

Aproveché esta situación para acercarme de cuclillas hacia la posición de Mark y Margaret, que se empeñaban en disparar al lugar donde se encontraba Jimena. Cuando estuve cerca de ellos, observé que Mark sonreía al ver un punto ciego de Jimena, aproveché que empezó a recargar, y le disparé por la espalda vaciando mi cargador, disfruté viendo cómo se desconcertaba al ver su vida bajar rápidamente, sin saber de donde provenían los disparos. Finalmente su chaleco vibró dándole la información que estaba eliminado y fuera de la partida.

Margaret que estaba cerca, se dio cuenta de la eliminación de su compañero y empezó a dispararme. En respuesta me cubrí rápidamente, aun me quedaba 50% de vida. En el tablero sorprendentemente indicaba que solo quedaban en el juego 4 personas. Jimena se encargó rápidamente de dos niños del otro equipo. Recién entendí de dónde provenía la confianza que mostró al aceptar el desafío.

Empezamos a flanquear la posición de Margaret, que no pudo hacer mucho al ver los disparos que venían de ambos lados. El otro niño que quedaba no fue un problema ya que intentó escalar los muros para obtener mejor visión y fue descalificado.

—¡Somos la mejor pareja! —exclamó Jimena, mientras se acercaba a mi lado.

Nos abrazamos de alegría y nos pusimos a celebrarlo con besos y caricias. Al salir del lobby, observé que Mark le echaba la culpa de la derrota a Margaret. insultándola y diciéndole que era una tonta. Ella se defendía respondiendo que no era la única culpable y que él no sabía asumir la responsabilidad de su falla.

—Bueno, Mark ahora que perdiste… —dijo Jimena—. Será mejor que te disculpes con Carlos.

—Me disculpo por mi comportamiento infantil en los carros chocones. Pero no por la cornamenta que llevas, ya que es una verdad que todos sabemos.

—Mark no seas cínico —intervino Margaret—. Lucía nos contó que Jimena estaba drogada, y pues Sebastián se aprovechó de esto.

—Para mi no esta tan claro y aun así el engaño ocurrió, nadie la obligó después de todo —respondió Mark con una sonrisa—. La verdad solo lo sabes tu Jimena. Y Margaret, no quiero que me cortes de nuevo cuando estoy hablando.

Y empezaron a pelear de nuevo entre ellos. Quise responderles pero Jimena me agarro del brazo y me llevó a otro lugar, diciéndome que les dejara, que ellos solían a arreglárselas de ese modo. Pero a mí me vinieron más dudas a la cabeza, después de todo nadie me asegura si ella me contó la verdad aquel día, y también estaba claro que yo no la había perdonado.

Recordé unas palabras de don Quijote aconsejando a Sancho, cuando este va a partir hacia el gobierno de la ínsula:

Si alguna mujer hermosa

viniere a pedirte justicia, quita

los ojos de sus lágrimas y tus

oídos de sus gemidos, y

considera de espacio la

sustancia de lo que pide, si no

quieres que se anegue tu razón

en su llanto y tu bondad en sus suspiros

Subimos a la rueda de la fortuna, entramos a una cabina los dos. Jimena al verme un poco serio, trató de subirme los ánimos.

—Aunque sea difícil para ti, no les hagas caso —dijo Jimena haciendo alusión a los comentarios de Mark—. A mí también me afecta, pero no dejo que me siga haciendo daño.

—Tienes razón, no puedo negar que en un inicio te guardaba rencor, pero ya no me importa, nosotros…ahora solo somos amigos.

—Veo que lo sigues viendo así —mencionó Jimena, con un tono que denotaba desilusión—. Solo te pido una cosa, quiero que me des la oportunidad de recuperar tu amor.

Estábamos en el punto más alto de la rueda de la fortuna, tal vez a 40 metros de altura, la vista desde aquí es increíble y se ve gran parte de la ciudad. Tenía que estar seguro de una cosa, así que le pregunté a Jimena.

—Bien…pero ¿De verdad me quieres?

—Claro que sí. No solo te quiero, ¡Te amo! —me dijo agarrándome de la mano—. Eres el único que puede hacer latir mi corazón más rápido, mi cuerpo se desvanece cuando tú me tocas, y siento que mi mundo da vueltas entorno a ti. Eres el hombre de mi vida, y hoy lo confirmaste cuando me defendías en los carros chocones, después nos sincronizamos como dos almas gemelas para derrotar a Mark y Margaret. No dudes del amor que siento por ti.

En ese momento ella se acercó, pegó sus labios a los míos, un beso al principio tímido, que enseguida, al ver que no me negaba a su actuar, subió en intensidad, prologándonos durante unos segundos casi eternos. Sé que muchos pensarán que soy afortunado, al tener a una chica despampanante, con esos labios carnosos y gruesos, cuya mirada demostraba pasión mientras me besaba, pero yo no era la misma persona de antes, tal vez mi antigua personalidad con tan solo ver su rostro angelical, de no haber roto ni un plato, hubiera sucumbido a sus encantos rápidamente. Incluso me pondría a pensar ¿Qué pecado podría cometer tan bella mujer, y si lo cometió no debe pagar por su error, eso no, ya suficiente hace con deleitarnos con su hermosura?

Ahora mientras me besaba con ternura, cariño y con mucho amor. Lo que hubiera sido una escena perfecta para una película romántica, a 40 metros sobre la tierra, donde dos parejas están jurándose amor eterno. Tal vez, había un ligero fallo en el guion, imperceptible para los ojos de terceros, porque estaba en mi mente. Mis neuronas hacían sinapsis, y me ponía a pensar. ¿Si tanto me amaba, de verdad se arriesgó a perderme por unos minutos de placer, porque después de todo no la encontré precisamente llorando y siendo forzada, más bien se la veía disfrutar? ¿De verdad alguien podría ser tan osado e imprudente?

Me saco de mis pensamientos la voz del mecánico que nos decía que nos bajásemos, su mirada de envidia al verme con una mujer tan hermosa me trajo una idea. ¿Si bien, no siento amor por Jimena, tal vez después de tanto sufrimiento y traiciones que me dio la vida, no creen que sería justo aprovecharme de su situación?

—No te gustó —dijo Jimena refiriéndose al beso—. Estas muy serio.

—Creo que fue muy monótono —le mentí.

—Deberíamos hacerlo más seguido, para mejorar, ya sabes…—me respondió a modo de sugerencia.

—Quizá, si intentamos nuevas cosas. Nuevas experiencias. —le guiñé un ojo.

—¿Cómo cuáles? —me respondió de forma provocativa.

—Una felación —le solté rápidamente.

—Bien… por ti haría lo que sea. Pero debes saber que nunca lo hice.

—Ya sé con que aprenderás —le dije mientras le llevaba a una tienda de helados y chupetes—. Sígueme.

Compramos un chupete en forma de barra. Le fui dando indicaciones para que lo chupara, se notaba su inexperiencia pero después fue mejorando.

—Piensa que es mi verga —le susurré al oído.

Empezó a chupar el helado con más pasión que antes, mientras mantenía su mirada fija en la mía. No pude evitar reírme al ver que un señor que estaba a mi lado se quedó estupefacto al ver a Jimena chupando el helado obscenamente, su esposa, que estaba cerca, se dio cuenta y le dio un jalón de orejas.

—Será mejor irnos a otro lado —sugerí—. No estamos en el lugar indicado.

—Ahora, me falta practicar con uno de verdad —dijo Jimena mientras sonreía y miraba mi entrepierna.

Nos fuimos del parque agarrándonos de la mano, como si de dos novios que disfrutan de un amor apasionado se tratase, y están a punto de cometer una travesura.

Cuando estuvimos a punto de llegar al estacionamiento, observamos a una pareja peleando, enseguida el chico se subió a un BMW y se fue. Al verlos más detenidamente nos dimos cuenta de que se trataba de Mark y Margaret.

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