-¡No puedo perder la finca! –dijo tirándose en la cama.
La finca que tantos recuerdos le traían, recuerdos muy excitantes. Karen, muy tensa por lo que había pasado durante el día empezó a acariciarse. Vino a su mente Francisco el capataz y su enorme verga que tanto le gustaba recordar desde la primera vez que la vio cuando su tía Rosario se la mamaba.
Le vino a la mente aquella vez que vio por la ventana a Hortensia meterse a la cabaña de Francisco, Karen se salió de prisa por la puerta trasera para no ser vista por su tía. Rodeo la cabaña y por una abertura de la madera vio como el Capataz le mamaba las tetas a la sirvienta, los grandes pechos eran mordidos por el Francisco que estaba muy abrió. Y cuando él quiso desnudarla ella se zafo empujándolo.
-¡No, no! Solo vine por los platos que nunca me regresas. Tengo que regresar, deje todo listo para ayudar a bañar a la patrona.
-¡Seguramente se van a dar entre ustedes par de putas! –Dijo Francisco burlonamente.
-¡Estúpido! -dijo Hortensia molesta.
-¡Que se venga a bañar conmigo, acá tengo lo que a esa perra le gusta!
Y se sacó la verga y empezó acariciarla estirándola como si fuera de goma. Hortensia lo empujo tirándolo en la cama, tomo los platos y se salió rápido. Francisco no dejaba de reírse por lo ebrio que estaba.
-Jajaja ¡Ven Hortensia solo un rato! Mmm ya se fue.
Se acomodó en la cama y no dejando de hablar siguió acariciado su enorme polla que ya se despertaba.
-¡Hortensia! Ven a mamar esta verga. ¡Ven maldita puta! Que se bien que te gusta. Tráeme a la zorra de la patrona ¡Ah la patrona, que rica esta!
Y empezó a masturbarse salvajemente, ya la tenía bien erecta. Las piernas de Karen empezaron a temblar, su rajita se empezó a mojar como si naciera agua de sus entrañas, casi no parpadeaba, su vista estaba en ese enorme animal que parecía tener vida propia, por instinto sus dedos buscaron su vagina y se la empezó a frotar. Francisco seguía masturbándose y hablando solo.
-¡Jajaja, esta verga se le ha ido hasta el fondo a la patrona! Por la pepa, por el culo y por la boca.
A Karen le encantaba lo vulgar del tipo, sentía que sus palabras la excitaban más.
-La puta de Hortensia que culo tiene, que fundillo. ¡Las dos y no se acaban esta macana!
Francisco siguió masturbándose hasta que por lo ebrio se fue quedando dormido, dejando su verga al descubierto. Hortensia al salir de prisa dejo la puerta abierta. Karen lo más sigilosa que pudo entro a la cabaña, escucho los ronquidos de Francisco, se acercó lo más que pudo como a un metro de él, y la pudo ver ¡Era hermosa! Karen se estremeció, a pesar de no estar erecta las venas eran notables, por un momento quiso tocarla y chuparla como lo hacía Rosario y Hortensia y justo cuando se iba acercar más para tocarla, escucho la voz de su tía que la buscaba.
-¿Karen donde andas? ¡Karen!
Salió rápido de la cabaña y puso de pretexto a su tía que había salido a buscar a su gato.
-Voy a tomar un baño, súbete a tu cuarto a estudiar un poco, cuando esté lista la cena te llamo.
Se encerró en la habitación poniéndole seguro a la puerta, sus bragas estaban muy mojadas, se las quito para cambiarse, pero la imagen de la verga de Francisco hizo que se empezara a masturbar, estaba tan caliente que en el pie de cama tenían las esquinas un acabado donde sobresalía un tubo cromado, se encaramo en él y ensarto su vagina, y se puso a cabalgarlo, el orgasmo que obtuvo fue enorme.
-¡Bellos recuerdos! -dijo Karen en voz alta– hare hasta lo imposible por recuperar esa finca.
El recuerdo de Francisco la puso muy caliente, se levantó y entre sus cajones saco un vibrador, el cual lo puso a su máxima potencia de vibración colocándoselo en su húmeda vagina mientras que con sus manos se acariciaba los pechos, cerró los ojos imaginándose la enorme polla del Capataz entrando y saliendo de su caliente vagina.
-¡Ah, Francisco, Francisco!
Al otro día le fue igual, nadie le quiso prestarle. Nuevamente muy desmoralizada, regreso a casa.
-Voy a tener que rogarle a don Carlos que me espere más tiempo. En último caso no me importaría perder la casa, pero rescatar la finca -pensaba.
Ella sabía que ya no tenía opciones. Dependía ahora de don Carlos, tal vez lo podría convencer, hacer que se le ablandaba el corazón. Habría que esperar.
Llego el día, nuevamente Karen se esmeró en su arreglo personal, se colocó el liguero para sus medias negras, una falda beige combinada con una blusa azul marina, zapatillas y bolso de mano negras. El guardia la llevo hasta la puerta de la casa, donde el ayudante de don Carlos la paso hasta el vestíbulo, no tuvo que esperar mucho pues el viejo prestamista estaba ansioso de este encuentro. La misma chica de la vez pasada Elsa, salió a decirle que pasara, el guardia le indico que dejara su bolso sobre una mesa antes de entrar.
Don Carlos la esperaba sentado en su escritorio, se puso de pie para saludarla. Había estado con muchas mujeres pero había algo especial en Karen que lo prendía en fracción de segundos, tal vez por instinto el depredador intuía que a esa chica también le gustaba el sexo, sin embargo Karen nunca había estado con un hombre, se había metido sus dedos, sus desodorantes, el acabado cromado de su cama, zanahorias entre otras cosas y cuando dejo el convento para quedarse apoyar a su padre, por fin pudo adquirir un buen juego de vibradores, pero nunca esa vulva había probado una buena verga de carne.
-¡Buenos días señorita Karen! Siéntese por favor y dígame ¿En qué fecha liquida usted los siete millones de pesos que me adeuda?
Karen sintió que un escalofrió le recorrió todo el cuerpo. Estaba muy nerviosa, casi temblando.
-Don Carlos, quisiera pedirle por favor sea usted comprensivo, tuve que liquidar muchas cosas y la verdad no me queda nada, si usted acepta tomar la casa que está valuada en 18 millones y cuyo valor sobrepasa la deuda y me libera la finca estaré eternamente agradecida. La necesito por mi madre sabe usted.
Mientras Karen hablaba don Carlos recorría ese cuerpo que tanto deseaba, sus piernas envueltas en las medias le habían puesto la verga muy dura, había visto nuevamente ese par de nalgas que la falda resaltaba, las tetas que a pesar que la blusa era holgada se le podían notar firmes, sus labios rojos y su cara bien maquillada, el arreglo que le hizo a su cabello, su perfume. Cuando Karen termino de hablar, el depravado usurero supo que era el momento de dar el golpe, la tenía acorralada, sin respaldo de ningún banco, sin nada ni nadie que la ayudara. Su madre que necesitaba tratamiento especial y el deseo de rescatar su casa y sobre todo la finca.
-¿Está usted consiente que si no paga perdería todo? ¿Qué quedaría completamente en la calle? ¿Cómo le haría usted con los cuidados que necesita su madre?
Karen estaba consciente de su situación, sintió que su cuerpo perdía sus fuerzas.
-Mire Señorita Karen, negocios son negocios y dado que veo que no podrá pagarme yo procederé a tomar posesión de esos bienes.
Karen no pudo evitar que de sus ojos salieran unas lágrimas, nunca se sintió tan sola y tan mal, sin ninguna esperanza. Sintió que todo había terminado. Le aterro imaginar lo que le esperaba, y se vio un cuarto en las orillas de la ciudad, con su madre en una vieja cama dejándola encerrada para que ella pudiera trabajar, que si bien su madre no había desempeñado bien su papel como tal, Karen tenía buenos sentimientos y no la abandonaría.
-Pero le tengo una propuesta –dijo don Carlos al tiempo que se le colocaba frente a ella- ¿Quiere escucharla?
Karen sin levantar la cara asintió. El abusivo prestamista vio ese bello par de piernas en las medias negras, el bulto que hacia sus tetas, las imagino desnudas y metiéndoselas a la boca.
-Puedo ayudarla, si acepta esta propuesta. ¿Está usted dispuesta a todo? Y cuando digo a todo es a todo.
La mirada del usurero lo decía todo. De inmediato Karen intuyo a que se refería.
-¡Me quiere coger! –pensó.
-¿Sabe a lo que me refiero? –Dijo don Carlos- ¡Responda!
-¡Si! Estoy dispuesta. Dispuesta a todo.
Don Carlos volvió a sentarse, encendió un cigarro dándole una gran fumada, lo puso en el cenicero y con calma se sirvió un buen trago el cual tomo de un sorbo.
-¡Quiero que seas una de mis putas! ¿Ves a las chicas que me sirven? Ellas me complacen en todo lo que yo les pida, en cualquier momento están dispuestas y disponibles sin oponerse a nada. Si aceptas te ofrezco esto: me quedo con la mansión, para mí sería fácil venderla, me cobro mis siete millones más tres de intereses y te quedas con lo demás. Con eso puedes darle a tu señora madre la mejor atención.
Hizo una pausa para servirse otro trago.
-¿Y la finca? –pregunto Karen.
Con más calma don Carlos termino de servirse su copa y se acercó nuevamente frente a Karen.
-Si aceptas mi propuesta de ser una de mis putas –le enfatizo- aparte de lo que te acabo de comentar, la finca seguirá siendo tuya, te devuelvo las escrituras y los contratos firmados por tu padre. Esa finca bien administrada te puede dar buenas ganancias, a parte al estar sirviéndome recibirás un decoroso sueldo, y conmigo no te hará falta nada. Como ves mi propuesta es más generosa que lo que me trajiste hoy.
Karen vio una luz en medio de su desesperación. Y sabía que no tenía ninguna otra opción, no le importaba perder la mansión con tal de conservar la finca, tendría el dinero suficiente para solventar los gastos de su madre y también la protección del influyente don Carlos. A cambio estaría sujeta a los caprichos sexuales de su benefactor, pero eso en vez de espantarla la emociono, sintió como una euforia muy fuerte que le invitaba a decir: Si don Carlos, quiero ser su puta, gracias por su generosidad, seré la mejor ramera que haya usted tenido.
-¿Entonces? –pregunto el prestamista.
-¡Sí, acepto! Le doy las gracias por haber sido comprensivo conmigo, y me voy a esmerar en servirle lo mejor que yo pueda, por el tiempo que usted disponga.
-¿Entonces, si aceptas ser mi puta? –volvió a preguntar más fuerte.
-¡Si don Carlos! Acepto ser su puta.
Continuará.