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El sirviente
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Lo primero que quería hacer, era presentarme para que conozcáis un poco de mi historia. Me llamo Lucas, tengo treinta años, con un cuerpo bien definido, y mido uno con ochenta. Quizás para muchos no sea muy alto, pero a mi ama le sacaba quince centímetros, lo que hacía que me sintiera más sometido a ella, de lo que ya estaba.

Era un abogado en un pequeño bufete antes de conocerla, y la verdad que considero que la conocí en el momento oportuno, ya que llegó cuando el bufete quebró, y su oferta me pareció un bote salvavidas. Me ofreció ser su sumiso, vivir con ella, servirla 24/7, y yo que era sumiso, sin dudarlo lo acepté. Quizás penséis que soy un aprovechado, al principio también lo creía yo, pero ahora, vivo para ella y por ella, no podría concebir una vida sin ella, había nacido para servirla en cuerpo y alma.

Y es ese momento el que hoy nos trae aquí, mi Ama Marta está a punto de volver del trabajo, sé que siempre vuelve bastante cansada y yo solo he de relajarla, pero hoy me había dejado un mensaje en el móvil, diciéndome que tenía que prepararla un baño relajante, su ropa de domina sobre la cama, y yo estar en posición en la mazmorra. No podía hacer ningún error, o si no sabía que tendría un castigo muy severo por su parte.

Ya llevábamos mucho tiempo juntos, sabíamos lo que el otro necesitaba, y como había que hacer las cosas. Yo era el sirviente personal de mi Ama, limpiaba, hacia las comidas, etc., y además luego era su perra para lo que ella quisiera. Le gustaba humillarme de todas las maneras posibles, y me tenía atado muy en corto, no vaya a ser que me escape, aunque no querría eso ni muerto.

Preparé la bañera con agua caliente y unas sales relajantes, la dejé el albornoz apoyado en uno de los laterales, y en la cama dejé su corsé favorito, uno granate de cuerdas con un bonito escote corazón, unas medias largas y trasparentes con un tono negro, que adornarían su bellos pies y sus bonitas piernas, unos zapatos altos de tacón a juego con el corsé, y una pequeña falda negra. Hoy me sentía algo pícaro, por lo que no la dejé el tanga que mejor le iría con ese atuendo.

Bajé a la mazmorra, abrí la puerta y me puse en posición, recolocando bien mi collar, y ofreciendo la correa que iba enganchada a él. La espera se me estaba haciendo algo larga, pero de repente oí como la puerta de la casa se abría y se cerraba, provocado que sintiera espasmos en mi polla, que me dolía al chocar contra la jaula que la contenía. Necesitaba que mi Ama me diese alivio, llevaba un mes sin dejar correrme, aunque bien merecido lo tenía, fue un castigo totalmente justo.

Oía como paseaba por la casa, supongo que viendo y evaluando todo lo que había hecho durante el día, porque si no había hecho suficiente o no estaba todo perfecto, me llevaría mi castigo, ya que mi ama no quiere un holgazán en casa. Ahora sabía que venía hacia mí, había llegado mi hora y la polla me estaba matando, no podía aguantarme.

M: Hola perra, se nota que hoy estás juguetón, me gusta, pero sabes que tus juegos tienen consecuencias, y hoy me apetece torturarte y humillarte. Levanta y ponte en la silla, ahora puta.

Sin tardar me levanté, y me senté en la silla, a la espera del siguiente movimiento de mi Ama. Se acercó a mí, y ató con muñequeras mis muñecas y mis tobillos a los reposabrazos y patas de las sillas. Estaba impaciente, la adoraba a ella y a todo lo que me hacía, soy suyo. Se acercó a la jaula de mi polla, la cual golpeó varias veces con la mano, dándome oleadas de dolor por la compresión de la polla, que provocaron un gemido teñido de dolor.

Sacó una llave de su corsé y abrió la jaula, ¡por fin mi polla era libre! Estaba dolorida, pero ahora ya no me dolería por esa opresión que le proporcionaba la jaula. Mi Ama se separó, fue a la estantería y cogió un gel que me extendió por toda la polla, yo estaba muy necesitado, así que enseguida se me puso duro como una piedra, siendo entonces cuando mi Ama se apartó. Dejó el bote de donde lo había cogido, y cogió una mordaza con forma de bocado, que me puso en la boca, supuse que sería para acallar mis gritos, pero no sabía que tendría otra función.

Cogió un palito metálico bastante largo y con cuidado lo metió por mi orificio de la orina, era extraño y algo doloroso, pero por ella aguantaría cualquier cosa. Puso un par de pinzas que tenían un cable sujeto a cada una, y cogió una especie de máquina, a la cual estaba sujetos los cables, ¿qué pretendía hacer?

M: Has sido malo, por ello aquí tienes tu castigo cerda. –Ahí descubrí para que servía todo aquello que me había puesto-.

Sentí la primera corriente eléctrica, era bastante suave y soportable, hasta me gustó, pero las siguientes corrientes no se andaban con miramientos. Apretaba con fuerza la mordaza, y los espasmos de dolor, hacían que mi cuerpo saltase en la silla, mi mente solo podía pensar en mi Ama, así que abrí los ojos que había cerrado por el dolor, y la vi disfrutando, vi cómo se relamía esos preciosos labios que tenía.

En ese momento mi chip cambió, ella estaba disfrutando y si ella lo hacía yo también, aunque las corrientes era un castigo por mi falta a la hora de no ponerle el tanga. De pronto las corrientes pararon, y abrí los ojos de nuevo al sentir como ese palo salía de mi polla. Estaba sudando por el esfuerzo, pero mi Ama tenía una sonrisa de oreja a oreja, así que ese dolor había merecido la pena. Además para mi sorpresa, mi polla seguía estando como una estaca de dura, ¿en el fondo me había gustado?

Me desató de la silla, y me sujetó de las muñecas a unas cadenas que colgaban del techo, apenas podía apoyar las puntas de los pies. Mi Ama cogió la mordaza y la cambió por una que dejaba totalmente mi boca abierta, y con una vara empezó a azotar todo mi cuerpo.

M: Eres una puta, una cerda que sólo sirve para servirme. Las zorras como tú, necesitan una mujer que les meta en vereda. Eres una perra en celo, cachondo todo el día como los animales, como las guarras.

L: Sí Ama.

M: ¿Quién te ha permitido hablar puta? –Sentí como los varazos se incrementaban y eran más fuertes, ¡escocían!

Cuando creyó que tenía la piel lo suficientemente roja, desató mis manos y me tumbó en el suelo, que al estar frío calmaba los varazos, pero el roce contra el suelo hacía que ese alivio durase poco. Quitó la mordaza y me puso una que estaba conectada a un tubo, y que me obligaba a tragar todo lo que por él metiesen.

Puso unas pinzas en los pezones, y a mi polla la metió en un tubo que no paraba de succionarla, y me estaba dando un placer increíble, ya apenas pensaba en el dolor que la vara me había producido.

M: Perra más te vale no correrte, o seguirás con otro castigo, y será algo que no soportas, así que cuidadín puta.

Estaba poniendo todo mi esfuerzo en no correrme, pero la verdad es que me estaba costando lograrlo, llevaba un mes sin correrme, necesitaba eso tanto como el aire, pero no quería decepcionar a mi Ama. Se puso donde el tubo que daba a mi boca, se lo acercó a su coño, y meó ahí dentro, haciéndome tragar toda su orina, me encantaba hacer de váter para ella, la servía al cien por cien, y en ese aspecto no iba a ser menos.

El momento más temido llegó, sin poder controlarlo me corí como la puta que soy, soy una cerda que no puede controlarse. Necesito que mi Ama me castigue por mi falta, soy una maldita perra. Mi Ama vio como me corría, me quitó la máquina de la polla y comprobó que todavía estaba dura.

M: Serás cerda, ahora vas a ver tu castigo, por puta. José entra. –No podía ser, ¿había traído a otro hombre?-. Quiero que mees en la boca de esta puta perra, que no sabe controlarse.

El hombre sin hacerse esperar, se sacó la polla y orinó en el tubo, lo cual hizo revolverme, pero mi Ama me tenía atado, por lo que no me quedó más remedio que tragarlo. Cuando mi Ama comprobó que ya no quedaba orina en el tubo me lo quitó y me colocó a cuatro patas sobre el suelo, pero enganchándome a unos tubos para que no pudiera moverme. Hizo una seña a aquél hombre para que se pusiera en mi cara, bueno, más bien su polla.

M: A pesar de correrte, eres tan puta que sigues cachondo, te gusta esto ¿verdad? Eres una cerda, mi cerda. Vas a chuparle la polla a mi amigo, y te tragaras todo su semen. –Me propinó un buen guantazo-. ¿Ha quedado claro?

L: Sí Ama.

M: Pues no sé a qué estás esperando puta.

Sin esperar más, me metí la polla de aquel hombre en la boca, y se la chupaba como hacía con el estrapón y los dildos que tenía mi Ama. Tenía un sabor asqueroso, no me gustaba nada, pero mi Ama así lo quería, y lo iba a cumplir. Mientras chupaba aquella polla, sentí como la mano de mi Ama se abría paso por mi esfínter para entrar en mi culo, ya lo había hecho antes, pero esa vez, se podía notar la brusquedad de sus movimientos, y a pesar de eso, lo estaba disfrutando, mi polla estaba a punto de explotar.

Sin esperar mucho más, metió su mano hasta el fondo, tenía hasta casi el codo metido en el culo, y no paraba de moverse, y mis gemidos eran ahogados por la polla que tenía hasta mi garganta. Abría y cerraba la mano, me estaba dando un placer infinito, pero cuando iba a correrme, sacó su mano de mí. Se podían oír mis gimoteos, pero un azote en mi culo dolorido, los acalló de golpe. Noté como un strapón gigante entraba dentro de mí y me perforaba con fuerza, lo que hizo que apretara más mis labios, y aquel hombre se corriera en mi boca.

Me tragué todo su semen, aunque no me disgustó demasiado, lo viví como un calvario, el tener que tragar semen de otro hombre, yo sólo quería a mi Ama, solo servía para ella. Las embestidas en mi culo continuaban a buen ritmo, pero cuando volvía a llegar al clímax, mi Ama paraba. Entonces me quitó las ataduras y me tumbó de nuevo en el suelo, no sin antes haber besado y lamido bien sus pies.

Estando boca arriba, y con la polla bien dura, se sentó encima de mi cara, por lo que sin tardar, le comí el coño y el culo cuando ella movía sus caderas. Se corrió en mi cara, tragando todos sus flujos. Se levantó, y se sentó sobre mi polla, ensartándosela hasta el fondo, produciendo que yo me corriera como la puta que soy, pero ella consiguió sacármela a tiempo para que todo el semen cayera en el suelo, que tirando de mi collar, hizo que me pusiera frente a él.

M: Puta, ya sabes que no puedes dejar nada sucio, así que limpia como las perras saben hacerlo. –Lamí todo mi semen, ya estaba muy acostumbrado, hasta me gustaba esa humillación-. Ahora dormirás aquí, y mañana veremos si te saco cerda. Para evitar que te comportes como la guarra que eres, te pondré la jaula de nuevo.

Cuando acabé de limpiar todo mi semen, me colocó la jaula en mi polla, me llevó a una pared, y allí encadenó mi cuello a ella. Sin girarse se marchó por la puerta, dejándome a oscuras completamente, así que me quedé dormido.

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