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El sexo anal salvó mi carrera
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Sergio eyaculó sobre mis pies, me cayó toda su leche en el empeine y en mis dedos. Era muchísimo semen y estaba caliente y espeso, tanto que se empezó a escurrir y a meterse entre mis dedos. En ese momento experimenté la sensación más placentera de mi vida, y mi vagina estaba a punto de explotar.

Empecé a frotar mis pies y a embarrar toda la leche que tenía en los dedos. Mis pies quedaron completamente cubiertos de esperma y la sensación me volvió loca. Sentí un hormigueo que comenzó en la punta de mis dedos de los pies y me recorrió toda la pierna hasta llegar al interior de mi puchita. Al mismo tiempo sentí un hormigueo en mis manos y el hormigueo recorrió mis brazos hasta llegar a mi espalda. Arqueé mi espalda, levanté mis piernas, apreté muy fuerte los dedos de mis pies, y sin poder controlarme grité con unos gemidos que se escucharon por todo el pasillo.

Sergio se asustó porque pensó que podía llegar algún maestro en cualquier momento por culpa de mis gemidos. Se abrochó el pantalón y me dijo:

—¡Vámonos Paola, nos van a cachar! Agarra tus cosas rápido.

Me senté lo más rápido que pude pero mi vagina seguía palpitando. Me bajé del escritorio y traté de pararme pero las piernas no dejaban de temblarme. Le dije a Sergio que me ayudara y me agarró de la mano para ayudarme a caminar hasta la parte de atrás del salón donde estaban nuestras cosas. Caminamos muy lento mientras se me pasaba el orgasmo y poco a poco pude caminar bien. El suelo estaba frío y el semen en mis pies se quedó embarrado en el suelo mientras caminaba.

Agarramos nuestras cosas y me puse mis huaraches, pero como tenían unas cintas que van amarradas a las pantorrillas me iba a tardar mucho en ponérmelas, así que solo metí los pies en ellos, y cuando mis pies se deslizaron entre la división para los dedos, el semen se embarró por todo el huarache.

Me salí caminando con los huaraches desatados y cuando salimos del salón, todos los que estaban afuera se nos quedaron viendo muy extraño, porque sabían exactamente lo que estábamos haciendo ahí adentro (mis gemidos fueron demasiado evidentes). Y mientras caminábamos un maestro nos vio y nos gritó que nos esperáramos. Entonces empezamos a correr rápido por los pasillos para que no nos alcanzara y todos me veían los pies porque llevaba los huaraches con las cintas desatadas y las suelas de los huaraches pegaban en el suelo y hacían mucho ruido al correr.

Pero el idiota de Sergio me abandonó. Corrió mucho más rápido y me dejó sola porque yo no podía correr bien. El maestro me alcanzó y me tuve que parar. Me llevó a las oficinas de la coordinación y llamó al coordinador. Cuando llegó el coordinador cerraron la puerta y nos quedamos solo nosotros 3.

—¿Qué significa esto señorita Quintero? Sabe que está estéticamente prohibido realizar actos sexuales dentro de la universidad. Esto le va a costar la expulsión de la institución. Y no hay ninguna manera de que pueda apelar por su lugar en la universidad.

Tuve mucho miedo, no supe qué decir y solo me quedé callada. Entonces el otro maestro me dijo:

—Además es muy peligroso que ande corriendo así en los pasillos, más con sus huaraches así desatados, se pudo caer y tener un accidente…

Entonces el maestro y el coordinador voltearon a ver mis pies y se dieron cuenta de que los tenía húmedos y todavía se me notaban restos del semen de Sergio. A los dos les cambió la cara cuando me vieron los pies (mis patotas siempre causan esa impresión). Se quedaron callados unos segundos y entonces el coordinador con una voz más suave me dijo:

—Sí señorita, debe tener más cuidado… hmm… por cierto, con todo respeto, tiene unos pies muy bonitos.

—Con todo respeto —me dijo el otro maestro—, ¿De qué número calza, señorita?

—Calzo del 7, o talla 10 americana —le respondí.

—Oiga pero usted es muy chiquita para calzar de esa talla. ¿Cuánto mide?

—Pues sí. Mido 1,52 m. Siempre me han dicho eso de mis pies, pero me hacen sentir mal cuando me lo dicen…

—¡No, no, discúlpeme! No la quería ofender, al contrario, solo me sorprendió que sus pies son un poco más grandes de lo habitual en mujeres como usted, pero son muy bonitos, perdóneme si la ofendí.

Cuando noté que los dos maestros se enfocaron en mis pies, traté de distraerlos para que me dejaran ir. Así que me levanté el vestido un poco más para que se me vieran las piernas y me empecé a amarrar las cintas de los huaraches a las pantorrillas. Me las apreté mucho a propósito para que notara que también estoy muy piernuda, y funcionó a la perfección. Mientras me las amarraba les empecé a decir que lo sentía mucho y que estaba muy apenada y que de verdad no quería que me expulsaran, que solo fue una equivocación. Los dos maestros no me podían quitar la mirada de las piernas y de los pies. Entonces el coordinador me dijo:

—Perdóneme, señorita Quintero, son las reglas de la universidad y como coordinador no puedo pasarlas por alto. Está expulsada de la institución. Profesor —le dijo al otro maestro—, ya puede retirarse, yo me encargo de hacer los trámites para la expulsión de la señorita Paola.

El maestro se levantó y nos dejó solos al coordinador y a mí. Aproveché el momento y le dije con una voz coqueta:

—¿De verdad me va a expulsar de la escuela por portarme mal?

Crucé las piernas y empecé a jugar con mis pies y mis huaraches enfrente de él. Entonces me dijo:

—Déjeme ver si puedo hacer algo. Pero primero páseme la carpeta verde que está en aquella repisa, por favor.

Atrás de mí había una repisa con varias carpetas con información de los alumnos de la carrera. Entonces me levanté para agarrar la carpeta, me incliné sobre un escritorio que se atravesaba en medio y mientras me estiraba para agarrar la carpeta, me empiné a propósito para que el coordinador me viera el culo debajo de la falda y viera que no llevaba pantis.

Cuando me giré para darle la carpeta noté que el coordinador estaba sudando y noté que se le empezó a hacer un bulto en el pantalón. Me acerqué para darle la carpeta y me senté sobre su escritorio con las piernas cruzadas. Mientras él sacaba los papeles de la carpeta, yo empecé a jugar otra vez con mis pies para provocarlo y otra vez se me quedó viendo directo a ellos.

—¿Le gustaron mucho mis pies verdad coordinador?

—Es que están muy grandes y me sorprendieron mucho… pero es con todo respeto, grandes pero están muy bonitos Paola.

—¿Le gustaría sentirlos?

Entonces le empecé a frotar la pierna con uno de mis pies. Para ese momento el semen de Sergio ya se me había secado. Entonces me agarró el tobillo y pegó su nariz a mi pie para olerlo. Entonces le dije:

—¿Me va a ayudar para que no me expulsen? Si me ayuda, estos pies van a venir a visitarlo más seguido.

Abrí las piernas y le enseñé la vagina. Se quedó hipnotizado y le dije:

—¿Promete que no me va a expulsar?

—No se preocupe, yo me encargo de que se reciba con honores.

Inmediatamente se me acercó a la cuca y me la empezó a lamer. Su lengua entraba y salía de mi vagina y me empecé a mojar otra vez. Mientras me la chupaba también me acariciaba las piernas y de pronto me agarró los tobillos y me los levantó. Mi culo quedó levantado y vi que se empezó a chupar el pulgar. Entonces acercó el dedo a mí, y cuando pensé que me lo iba a meter en la cuca, empecé a sentir que me estaba acariciando el ano.

Al principio me asusté y me iba a quitar, pero después pensé que él tenía el poder para expulsarme de la escuela y ahora tenía que estar completamente a su disposición, así que me dejé. Poco a poco me siguió acariciando y tocando el ano hasta que se agachó y me empezó a mamar el culo. Aunque no era algo nuevo para mí, me tomó de sorpresa. Me metió la lengua una y otra vez hasta dejarme el culo completamente mojado.

Después se levantó, se empezó a desabrochar el pantalón y me dijo:

—Con esto nunca vas a necesitar volver a estudiar, ya tienes tu título asegurado, pero te tienes que dejar hacer lo que yo quiera.

Y yo le respondí: —Pues espero que valga la pena porque es la primera vez que lo hago por atrás (no era cierto).

Me quité el vestido y quedé completamente desnuda, sólo con mis huaraches puestos. Me agarré las piernas y me las abrí mostrándole mi culo, entonces el coordinador me escupió en el ano, se sacó la verga, me agarró de la cadera y me dijo:

—¡Quintero, está muy caderona! ¡Qué caderas tan anchas y qué piernotas!

Yo sólo me sonrojé. Me puso la cabeza de la verga en la entrada del culo, se me quedó viendo a los ojos y me dijo:

—¿Lista?

Me mordí el labio y asentí con la cabeza. Poco a poco su pene me empezó a penetrar. No era muy grande pero la tenía muy gruesa y se sentía mucho dentro de mi culo. Mientras más me la empujaba más se me abría el culo, y cuando iba a empezar a gemir, el coordinador me puso la mano en la boca para que no nos escuchara nadie. Me la empezó a meter más y más hasta que la tenía toda adentro.

Me empezó a coger con suavidad pero poco a poco me la metía y sacaba con más fuerza. Sus muslos chocaban contra mis nalgotas y hacían el típico sonido de aplauso. No me cogía rápido, pero me la metía con mucha fuerza. Mientras él me cogía por el culo yo me empecé a masturbar y a meterme los dedos en la vagina. Estaba mojada, pero no lo suficiente, así que decidí pedirle un favor:

—Coordinador, ¿no quiere sentir también mis pies?

Sólo asintió y me sacó la verga del culo, pero se la agarré con la mano y le dije:

—Pero todavía no me la saque, me gusta sentirla aquí adentro.

Y me la volví a meter al ano. Con su verga adentro y mis piernas abiertas, me empecé a desatar otra vez los huaraches. Cuando quedé otra vez descalza le puse uno de mis pies sobre la boca y le dije que me chupara los dedos. Él no tenía idea de que mis pies estaban cubiertos de la leche de Sergio, pero no se lo dije, y al parecer ni siquiera le importó porque me los empezó a chupar con mucha pasión.

Su lengua recorría cada uno de mis dedos por dentro y por fuera. Por momentos se metía todos mis dedos a la boca. Yo me empecé a mojar en serio y de pronto hizo lo que yo estaba deseando: me sacó el pene del ano y me agarró los pies para que lo masturbara con ellos. Se los acercó a la verga y yo empecé a mover mis dedos acariciando su glande. Con cada pequeño toque en su glande él se estremecía. Hasta que finalmente le sujeté la verga poniéndola entre mis dedos. Con mis dos pies le agarre la verga y se la jalé de arriba hacia abajo, primero suavemente y luego con más energía.

Lo que había sido una experiencia completamente nueva con mi amigo Sergio, ahora parecía como si fuera una experta en el arte del footjob. Mis dedos largos acariciaban y sujetaban la verga del coordinador con una habilidad que ni yo misma sabía que tenía. Y cuando pensé que estaba a punto de venirse, me detuvo y me dijo:

—Tengo una idea.

Me llevó a su sofá, se acostó en él y me dijo:

—Ahora móntame y sube tus pies a mis muslos.

Entonces me acerqué a él, me subí al sofá, me puse de espaldas a él y me agaché para sentarme en su verga. Me la volvió a meter en el ano y empecé a darme sentones sobre ella. Mis piernas estaban abiertas cada una a un costado de su cuerpo. Pero entonces me dijo:

—Sube los pies a mis muslos, párate en mis piernas.

Al principio no entendí lo que me quiso decir, pero después él me agarró los pies para guiarme. Primero me agarró el tobillo derecho y puso mi pie sobre su muslo derecho, entonces entendí la posición y subí mi otro pie sobre su muslo izquierdo. Me encantó esa posición y me siguió cogiendo el culo unos cuantos minutos. Hasta que finalmente se iba a venir. Me dijo que abriera la boca para aventarme sus mecos, pero le dije:

—No, mejor los quiero aquí.

Me puse en cuatro, levanté mis pies y le ofrecí las plantas de mis pies. Sin pensarlo dos veces se vino en ellos. Todo su esperma cayó en las plantas de mis pies mientras movía mis dedos y los abría para causarle más excitación. Antes de levantarme me dijo:

—Espérate, no te muevas.

Agarró su teléfono y le tomó una foto a mis pies todos llenos de su leche. Me volví a poner los huaraches con su semen en mis pies, y le agradecí por el favor de no expulsarme. Y me dijo:

—Cuando quiera, señorita Quintero, puede volver a venir a pedirme leche para esas ricas patas de puta.

Pasaron 3 días y de pronto empecé a escuchar que en la escuela todos hablan de una tal “Piesitos”. Cuando pregunté de qué hablaban me enseñaron una foto que estaba circulando en internet, era la foto de las plantas de mis pies llenas de semen, la foto que el coordinador me había tomado.

Continuará…

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Autor
PatonaQuintero
PatonaQuinterohttps://www.instagram.com/paopatotas/
IG: @paopatotas Mail: [email protected] Mexicana. 🇲🇽💕 Soy chaparrita y caderona, piernuda y nalgona. Me gusta hacer pajas con los pies y amo que se corran encima de ellos. También me gusta que me hagan tributos y que se vengan encima de mis fotos.

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