Finalmente, y después de lo que pareció una eternidad, Andrés llegó al quinto piso del hotel. Apuradamente y apenas aguantando el aliento, caminó por el pasillo alfombrado, contando las habitaciones, una por una, buscando el número 567. Apenas y podía pensar con claridad, y no tenía idea de lo que iba a encontrarse. Deseaba con todo su corazón no encontrar a Carla ahí, y si lo hacía… Eran ya las 12:30.
Carla estaba finalmente donde debía estar, donde siempre perteneció; la cama de Francisco. Recostada a su lado, con su hermoso cuerpo desnudo orientado hacia él, la bella chica lo besaba con pasión. Él por su parte, disfrutaba finalmente de su premio; tal y como esperaba, la chica a la que había estado seduciendo en los últimos días, volvía a él, sola, desvistiéndose en frente suyo, lista para entregarse. Tenerla desnuda en su cama, acariciar su dulce piel, sus suaves senos, era una total delicia. Estaba dispuesto a poseerla por completo.
-Te dije que te haría mía esta noche -le dijo a Carla entre besos. Ella sonrió y se abrazó de él con más fuerza.
Carla, sabiendo lo mucho que le encantaban, acercó ella misma sus dos perfectos frutos a los labios de su amante. Sin dudarlo ni un momento, Francisco comenzó a darles tiernos besos, embriagándose con su aroma a mujer. Sus labios se posaron sobre sus pezones, ahora duros, haciendo a Carla cerrar sus ojos y llevándola al más puro placer. Su lengua los recorrió con curiosidad, de forma juguetona los envolvía en sus labios, los jalaba suavemente para luego soltarlos y seguir lamiendo con amor. Disfrutó a gusto de sus dos hermosos senos, hasta que Carla pudo notar el efecto que aquello generaba en su herramienta viril.
Sus ojos se abrieron como platos al ver el gran tamaño y la firmeza con la que se erigía el gran pene de Francisco. Jamás pensó que un miembro podría verse tan… hermoso, tan bello. El más natural instinto de mujer la hizo llevar su mano hasta él, posándola con ternura alrededor de su carne.
-Está hermoso -le dijo a su amante, mirándolo a los ojos, antes de entregarle sus labios de nuevo.
La hermosa Carla comenzaba a masturbarlo suavemente, recorriéndolo con sus dedos de arriba abajo, disfrutando su dureza, su textura suave, sus palpitaciones. Era lo más increíble que hubiera sentido jamás. Los besos tan apasionados de Francisco eran la única guía que necesitaba para saber que hacía bien su trabajo. El hombre se aferraba suavemente a sus pechos, los besaba y acariciaba, jugaba con ellos, mientras ella lo introducía más y más al placer con sus manos.
Sus suaves manos lo estaban llevando al límite, pero él quería guardar lo mejor para más tarde. Tomó su mano para detenerla, y la recostó sobre las almohadas. Se acurrucó con ella y la besó. Posó su mano sobre su cuello, acariciándola tiernamente, y comenzando su recorrido por sus pechos, bajando suavemente por su abdomen, en dónde dedico varias caricias, explorando su vientre.
Finalmente, deslizó su mano entre las piernas de la chica. Casi por instinto, estas se abrieron para permitirle el acceso. Francisco se encontró una vagina tan suave, tierna, y húmeda. Solo el roce de su mano la hizo gemir y aferrarse a él con fuerza. Él se divirtió acariciándola superficialmente hasta que ella se acostumbró a su tacto, para finalmente comenzar a acariciarla rítmicamente.
Con suaves movimientos circulares sobre su clítoris, Francisco llevaba a Carla a un éxtasis que jamás sintió. Era el más delicioso placer sexual que experimentaba, y no podía estar más feliz de vivirlo a su lado. Los gemidos femeninos inundaban la habitación, y Francisco los apaciguaba con sus besos. Cada vez más empapada, Carla comenzó a sentir su primer orgasmo, volviéndose loca de placer.
Su espalda comenzaba a arquearse sin control, y todo su cuerpo temblaba. Una sensación de placer, casi insoportable, la recorrió de punta a punta. Comenzó a retorcerse, y Francisco la abrazó, conteniéndola, protegiéndola de su propio goce. Habiéndola tranquilizado, continuaron besándose suavemente. Ella lo miraba con amor, con dulzura. Los ojos más bonitos, son los de la mujer enamorada.
El pene de Francisco estaba más duro que nunca. Estaba listo, no aguantaba más. Había estado esperando por poseer a la bella chica del traje de baño negro que conoció días atrás, y finalmente iba a cumplirlo. Ayudó a Carla a enderezarse, y una vez sentados en la cama, la acomodó para colocarse encima de él. Ella lo rodeó con sus piernas y brazos, para poder besarlo y mirarlo. Sentía su gran pene reposando sobre su ombligo. Bajó su mano tímidamente para acariciarlo.
-¿Me harás el amor esta noche? -le preguntó Carla sonriéndole, entre besos.
Andrés finalmente lo había logrado, llegó a la habitación 567. Una vez en la puerta, se dio cuenta de que no tenía idea de lo que debía hacer ahora mismo. ¿Debía tocar la puerta? ¿Golpearla? ¿Gritar el nombre de Carla? Estaba lleno de dudas, y toda la valentía que había reunido parecía no significar nada. O era tal vez que temía encontrarse con lo peor. Instintivamente puso su mano en la manija, y sin querer notó que la puerta no estaba cerrada, y se abría suavemente. Se quedó pasmado y dudó por unos momentos, hasta que tomó coraje para entrar, muy lentamente, haciendo el menor ruido posible.
“Me harás el amor esta noche?”, alcanzó a escuchar, en la dulce voz de su amada esposa. Su corazón casi se detiene, no podía creer lo que escuchaba. Se detuvo, no estaba seguro de qué hacer ahora, o si quería realmente continuar por el pasillo y encontrarse con lo que imaginaba estaba ocurriendo.
-¿Quieres que te haga el amor? -le preguntó Francisco en coqueteo.
-Sii… -le dijo ella besándolo más y más.
-Pídemelo -le dijo con firmeza.
-Hazme el amor… -le pedía la chica perdida en sus besos.
-Pídemelo-le ordenó de nuevo.
-Hazme el amor… por favor… ya hazme tuya… no me hagas esperar más -le rogó con mucho amor.
Andrés escuchaba a Carla rogándole por poseerla. No daba crédito; su mente se llenó de toda clase de emociones, tristeza, rabia, celos. Pensarla desnuda y con otro hombre, era algo que jamás imaginó antes. Lentamente daba un paso hacia adelante. Sus piernas apenas reaccionaban, llenas de dudas y ansiedad.
Francisco estaba listo para responder a las súplicas de la bella mujer casada. Tomó su pene con y lo apuntó hacia arriba. Con su otra mano, dirigió a Carla de su cintura, para que ella misma se levantara ligeramente y permitiera la entrada. Sin dejar de besarlo y abrazarlo, se preparó para sentirlo, para finalmente ser penetrada por él. Su gran miembro se posicionó en la entrada de su húmeda vagina, y Carla comenzó a dejarse caer, muy suavemente.
-Aaah -soltaba un fuerte gemido con cada centímetro que se adentraba en su interior.
Andrés estaba atónito. Por más que quería, no podía avanzar más rápido. Estaba tan cerca, aún podía detener toda esta locura. Pero cada duda que sentía era un milímetro de carne que rellenaba a su esposa.
Francisco disfrutaba como nunca. La vagina tan apretada de Carla la provocaba un inmenso placer. Su pene se adentró hasta lo más profundo de la chica, y la mantuvo ahí, para que se sintiera llena. La besó con amor.
-Ya eres mía-le dijo entre besos, para luego besar su cuello.
Le dio la señal con su mano para que intentara levantarse lentamente, dejando su pene salir, sin escapar totalmente. Una vez arriba, él la sostuvo con sus brazos, la miró a los ojos, quería admirar su cara de placer y lujuria. Se veía hermosa. Y una vez ahí, la dejó caer con suavidad, enterrándola por completo nuevamente. Carla soltó un gemido muy fuerte, y lo abrazó con fuerza. Casi parecía que sufría, aun cuando sentía el placer más inmenso de su vida.
Andrés se estaba muy cerca, mientras seguía escuchando los gemidos de su esposa. Por la frecuencia, sabía que la estaba penetrando poco a poco. Cada grito de Carla, significaba que ese otro hombre se adentraba con fuerza y en su totalidad dentro de ella.
Al fin, llegaba al final del pasillo, solo para encontrarse con la escena que tanto había temido. Su hermosa Carla, abrazada a Francisco, mientras él la llevaba de arriba abajo, volviéndola loca de placer. Su carita lo decía todo; sonriendo entre gemidos, besando el cuello de Francisco, pidiéndole más. Andrés se quedó congelado, escondido al borde del pasillo, observando como le arrebataban a su esposa.
Carla estaba en éxtasis, sentía más placer del que jamás hubiera experimentado, aun con Andrés. La deliciosa sensación del pene de Francisco rellenándola, entrando tan profundo, la enamoraba más y más de él. Solo al abrir sus ojos por un segundo, pudo notar que no estaban solos; notó una mirada, completamente familiar… era Andrés.
Carla no podía creerlo, su esposo la miraba haciendo el amor con hombre. Extrañamente, el placer era tan intenso, que no podía siquiera concentrarse en sentir nada más. Se miraban a los ojos, notaba la turbulenta angustia en la mirada de su marido, que contemplaba a su recién hecha esposa amando a otro. Cada vez que comenzaba a sentirse mal, el gran pene de Francisco le recordaba el dulce placer que estaba recibiendo, y sus pensamientos de culpa se convertían en algo más. “Estas son las consecuencias de apostar a tu esposa” pensó ella.
Sin pensarlo más, se apartó ligeramente de Francisco, dejando de abrazarlo por un instante, para mirarlo a los ojos, sonriendo, sabiendo que Andrés miraba todo. Sin bacilar ni un poco, se acercó para besarlo; un rico y largo beso apasionado. Sus lenguas se juntaban mientras Francisco aprovechaba el momento de descanso para acariciar el cuerpo perfecto de su amante. Carla abría sus ojos por momentos, asegurándose de que su esposo estuviera mirando.
-Soy tuya… -le dijo la chica entre besos.
Separándose de Francisco, acercó uno de sus hermosos pechos hacia su boca, para entregárselo de nuevo. Él comenzó a besarlo, sosteniéndola de cintura para levantarla y penetrarla nuevamente. Así, Andrés miraba a su esposa gimiendo histérica, mientras el hombre con el que había perdido disfrutaba de sus hermosos senos, los que tanto amaba.
Carla empujó a Francisco de forma juguetona, hasta que el quedara recostado, y así montarlo. Andrés observaba su hermoso cuerpo en todo su esplendor. No podía evitar pensar lo hermosa que se veía desnuda, aun cuando era otro el que la disfrutaba. No solo se dedicó a montarlo, quería asegurarse de que Andrés mirara el resultado de su pérdida, hasta las últimas consecuencias.
Su esposa se levantaba más y más cada vez que cabalgaba a su amante. Podía ver el pene de Francisco, de gran tamaño, mucho mayor que el suyo, desapareciendo completamente en el interior de su amada. “Por qué lo castigaría de esa manera? ¿Realmente disfrutaba de hacerlo sufrir así?”, pensaba, sin poder quitar los ojos de lo que veía. La mirada de Carla era penetrante; un rostro consumido por el placer, que nunca había visto antes. Ella lo miró a los ojos por varios segundos, gimiendo, apenas aguantando la mirada… hasta agacharse para besar a Francisco:
-Hazme tuya -le pidió, con una dulce y tierna voz, apenas aguantando los gemidos.
-Pídemelo -le exigió Francisco con cierta dureza, aguantando su propio placer.
-¡Hazme tuya! ¡Lléname! -le rogó la chica.
Francisco entonces, la tomó de su cuello para besarla y no dejarla ir. Con su otra mano sobre su cintura, comenzó a penetrarla más y más fuerte, apalancándose de su cuerpo, y haciéndola gritar de gusto. Cuando ya no pudo más, la penetró una última vez, hasta lo más profundo; la sostuvo de su cintura, y comenzó a inundar su vagina de abundante semen caliente.
Carla se sentía en las nubes; pequeñas lágrimas de placer salían de sus ojos mientras disfrutaba de su orgasmo, y sentía el calor de la esencia de Francisco llenando su vientre. Andrés no podía creerlo; su esposa se dejaba… preñar por otro hombre, aún frente de él. Sin poder aguantarlo más, se dio vuelta para salir del cuarto. Carla estaba muy ocupada besando a su amante como para notar que su esposo ya no los miraba.
-Me encantó -le dijo sonriéndole.
-Eres increíble -le contestó él.
Andrés llegaba a su habitación, vacía. Se recostó en la cama, sintiéndose derrotado. Se sentía en shock, sin poder creer la experiencia que había vivido, lo que había presenciado. Procesaba todo con tristeza, dolor, sentía los más grandes celos, pensar que otro estaba disfrutando de su amada esposa. Era una sensación un tanto insoportable, y que se mezclaba con la extraña sensación entre sus piernas.
Su propio pene, y sin ninguna explicación lógica, palpitaba, desesperado, bajó su pantalón. La ansiedad era muy intensa, y el muchacho no tuvo opción más que abrir y bajar su pantalón, dejándolo salir disparado, duro y semi húmedo. Con arrepentimiento, y sin poder controlarse, comenzó a masturbarse, sin sacar las escenas previas de su mente.
A Carla mientras tanto, le esperaba una noche de amor y placer. La bella chica disfrutaba del delicioso sabor del pene de Francisco en su boca, aún impregnado de su esencia masculina. Lo besaba y lamía con pasión, lo miraba a los ojos, le sonreía. Se sentía… en celo, sin poder controlarse.
Mientras Andrés se masturbaba, Francisco volvía a penetrar a su bella mujer. La besaba, recorría cada punto de su cuerpo con sus grandes manos, poseyéndola al completo. No era la primera chica casada o comprometida a la que llevaba a su cama, pero era sin duda su favorita. La sensación de robársela a su marido, le causaba un intenso placer. Y como nunca, quería hacerla suya y llenarla lo más posible.
Era imposible aguantar más, y Andrés comenzaba a soltar semen a chorros, sin control, sintiendo un orgasmo único. Por desgracia, el placer que era lo único que lo mantenía cuerdo, empezaba a desaparecer, dejándolo nuevamente con el pesar de haber perdido a Carla. Ella mientras tanto, disfrutaba de otra carga de esperma en lo más profundo de su interior.
Carla pasó la noche de su vida. No podía creer que tanto placer fuera posible, y menos en una sola noche. Hizo con Francisco lo que nunca había imaginado hacer con Andrés. Ya exhausta, la bella joven se recostaba en la cama, mientras Francisco pintaba sus senos hermosos con su última carga de esperma. Ella sonreía, mientras sentía el caliente líquido bañando sus pezones. Los volteó a ver, se miraban tan bellos. Con un dedo tomó una gota de líquido blanco y lo llevó a su boca, riendo tímidamente mientras miraba a su amante. Él por su parte, admiraba su belleza, y con su mano frotó el resto de su semen en sus pechos, cubriéndolos como si de una crema se tratara.
La recién formada pareja yacía ahora recostada. Carla se abrazaba de Francisco, mientras él la envolvía con sus brazos. Sentía el calor de su hermosa acompañante cubriéndolo. Sin duda un momento hermoso: una mujer durmiendo abrazada del hombre del que estaba enamorada, desnuda y recién llenada.
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Muchas gracias por leer esta historia hasta este punto, espero que la hayas disfrutado. Aún queda un quinto día de la apuesta de Carla, y podría continuar con la historia, pero reconozco que algunas veces es mejor dejar los finales tal y como están. Significaría mucho para mi saber su opinión. ¡Gracias!
Clamamos el quinto capítulo. Ver más del dolor de Andres y del amor que su mujer y su nuevo amante se profesan. Es lo más hermoso del mundo. Dolor, celos y pasión entre los amantes. Felicidades
Sería bueno que Andrés apareciera con otra mejor que ella mas guapa que conquistó mientras ella seguía el juego jaja
Continúa con la historia, es muy exitante…
Estaría bueno cerrar con broche de oro que paso con la pajera desde pues de eso
Lamentablemente es la moda de cornudos sin cojones… Muy bien escrito.
Lo mejor es seguir con la idea de finalizar el quinto día. Un epílogo sería bueno para saber el final de la pareja.