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El seductor (parte 1)
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Tiempo de lectura: 10 minutos

En esta ocasión quiero narrarles otra de mi fantasías de infidelidad, una de mis favoritas. Y en esta ocasión, lo contaré con otra protagonista muy, muy especial, mi mamá, cuando era joven y recién casada. Me encanta imaginarla en una situación parecida, en donde el deseo se apodera de ella, pierde el control y se entrega a otro hombre.

Carla era la mujer más feliz del mundo. A sus 24 años finalmente se casaba con el hombre que era el amor de su vida. Había soñado con el día de su boda por mucho tiempo, y todo había salido perfecto. Su vestido blanco, elegante y sensual, se ajustaba a la silueta de su cuerpo en plena juventud, esbelto, curvilíneo, proporcionado. Con su largo y suave cabello castaño, sus ojos cafés claro y su piel blanca y suave, era la mujer más hermosa del momento. Y lo más importante para ella, era finalmente pasar el resto de su vida al lado del hombre que amaba (Andrés, mi padre).

Fue una boda de ensueño. El baile, los amigos, la familia, la comida. A altas horas de la noche, el auto nupcial llevaba a la joven pareja hasta el hotel donde pasarían su primera noche juntas. En esa cama, Carla se entregó finalmente y por primera vez al amor y la pasión de su esposo. El momento que ambos habían estado esperando finalmente se consumaba. Carla estaba en un sueño sin duda, haciendo el dulce amor con su esposo, sintiéndose mujer por primera vez, y durmiendo arrullada en sus brazos.

Al día siguiente comenzaba su romántico viaje de luna de miel. Como muchas parejas, eligieron un lugar paradisíaco donde pasarían poco más de una semana, disfrutando del mar, la arena, y de mucho sexo. Carla estaba más que lista para entregarse a su esposo cada noche, y Andrés no podía esperar por poseerla de nuevo.

Una vez registrados en el hotel, la joven pareja se acomodó en su habitación. Sin perder el tiempo, se fundieron en una deliciosa sesión de amor, antes de prepararse para salir y disfrutar de la alberca y de la playa. Carla se veía preciosa, usando un traje de baño de una sola pieza, de color negro, resaltando sus bellas piernas y un escote de lo más elegante y sensual. El contraste con su blanca piel habrían de llamar la atención de cualquiera con el que se cruzara.

Instalados en la playa, era imposible que Carla no atrajera las miradas; hombres jóvenes, mayores, solteros y casados, no podían evitar notar la belleza de la dama que acompañaba a Andrés. Más de uno habría imaginado lo afortunado que era su esposo por disfrutarla cada noche. Todos, a excepción de uno, habrían dejado que todo quedara en un simple pensamiento, una fantasía pasajera.

El hombre que era la excepción, no quitaba la mirada de Carla. Francisco era un hombre que ya se acercaba a sus 30s. De muy buen ver, atlético, castaño y bronceado, y con un don irresistible para atraer mujeres hasta sus sábanas, Francisco estaría determinado a conocer a esa bella extraña, casada o no, él disfrutaba de los retos.

Averiguando un poco más, supo que la pareja se hospedaba en su mismo hotel, y más tarde esa noche, se aseguró de estar presente en la misma discoteca donde ellos estarían festejando sus tan recientes nupcias. Carla lucía un vestido rojo de playa que la hacía ver encantador; sin duda, Francisco estaba más que dispuesto a conseguirla. Sutilmente logro acercarse a la pareja. Se presentó con cortesía, asumiendo que eran una pareja de recién casados, y se ofreció a invitar un trago a ambos.

Andrés por supuesto no estaba cómodo; un hombre como él acercándose así, no lo haría por nada, y sabía bien que su bella esposa era el objetivo. Carla por su parte, no pudo evitar pasmarse por un par de segundos al verlo, le dolía admitirlo, pero era quizás el hombre más varonil que había visto; su camisa negra ajustada y abierta, hacía lucir su pecho ejercitado, velludo, adornado con una cadena dorada. Lucía una barba corta y sutil, y tenía una mirada diferente.

Francisco comenzó a conversar con ellos, familiarizándose con la pareja, pero, curiosamente, intentando conectar con Andrés mayormente, casi al punto de ignorar a Carla. Una vez encontrando los puntos en común, fue fácil ganarse la confianza del joven. Carla se sentía desmotivada, pues la noche que prometía estar llena de baile y algo de alcohol, ahora consistía en escuchar a dos tipos hablando de fútbol, carreras, y cuánto más.

Pero Francisco descubrió el punto débil de Andrés. Su ego y su gusto por las apuestas. Muy listo, le ofreció jugar una partida de billar, en el que él no era para nada malo. Por el contrario, Andrés se sentía bastante seguro, y sería una oportunidad de impresionar a Carla. Su contrincante admitió no ser tan bueno, pero ofreció una muy buena oferta para apostar.

Con la excusa de que eran una pareja encantadora, ofreció la cantidad equivalente a 5000 dólares, que bien les serviría para disfrutar más aún su luna de miel. La idea era más que alentadora, tanto para Andrés como para Carla, pero sabían que el precio a ofrecer debía ser igual de alto, y muy seguramente no podrían costearlo. Francisco ofreció una alternativa interesante.

-No tienen que apostar ni un centavo, pero podríamos apostar, dejarme convivir con tu bella esposa por 5 noches… -dijo con atrevimiento y confianza.

Para Andrés era una locura. ¿A qué se refería con “convivir” con su esposa? ¿Cinco noches? Era disparatado. Carla por su parte se sorprendió muchísimo con la oferta. Por un lado, se estremeció al pensar que ese misterioso hombre estuviera tan interesado en ella como para apostar tal cantidad de dinero a cambio de su compañía. Por otro lado, estaba muy atenta de la reacción de Andrés. ¿Su esposo le pondría precio? Inicialmente ambos se negaron, a lo que Francisco replicó:

-No tienen de que preocuparse. Sólo pido que Carla pase las tardes conmigo; iremos a comer, a la playa, quizás a bailar un rato y al final de la tarde, e incluso en cualquier momento, ella podrá volver contigo siempre que así lo desee. ¿Qué les parece? -preguntó sonriendo, especialmente a Carla, de quien no quitaba los ojos de encima.

La idea comenzaba a sonar menos arriesgada en la cabeza de Andrés. Carla aún seguía atónita, especialmente al ver que su esposo se lo estaba pensando. Sin embargo, la idea tampoco estaba tan mal, sentía confianza en su esposo y, en el peor de los casos, pasar las tardes con un hombre como él no podía ser tan malo, al contrario.

-Es tu decisión… -le dijo Carla a Andrés. Lo retó, esperaba que desistiera de la idea, aunque muy en el fondo estaba tentada por la posibilidad de que no lo hiciera.

Finalmente, Andrés aceptó apostar a Carla. Se fueron a la zona del bar del hotel para comenzar el juego. Francisco se comportó como un caballero en todo momento, invitándoles otros tragos mientras jugaban. Carla observaba atentamente sentada en un banco cerca de la mesa. Tal y como esperaba, Andrés comenzó dominando el juego, lo que alivió a su mujer; quizás terminarían la noche con 5000 dólares. Le emocionaba lo que podrían hacer con el dinero. Andrés se sentía orgulloso y seguro, su victoria parecía cuestión de tiempo hasta que…

Francisco comenzó a mejorar sus tiros, y poco a poco comenzó a ganar terreno. Para el nerviosismo de la pareja, el juego continuó hasta la última bola negra. Andrés tenía la oportunidad perfecta para terminar el juego, pero un golpe nervioso hizo derrapar la bola blanca de forma equivocada. Era el turno de Francisco. Carla no podía creerlo, lo que nunca espero que pudiera pasar, estaba a solo segundos de ocurrir. Su corazón latía fuerte, no podía pensar con claridad, toda su concentración estaba en la bola negra que finalmente entró en el agujero. Francisco sonrió a la pareja:

-Fue un gran juego y bueno, un trato es un trato -dijo con picardía mirando a Carla. Ella no podía ni sonreír.

Andrés se quedó helado, sin poder emitir palabra. Humillado, derrotado, se daba cuenta que aquella apuesta fue una terrible idea. Francisco se acercó a Carla lentamente, sin dejar de sonreírle, tomó su mano y le dio un beso suave.

-Tu esposo no tiene de qué preocuparse, yo solo quiero conocerte y pasar un tiempo contigo. Él te tendrá toda la vida, y yo solo 5 tardes. Te veo mañana a las 5 pm en el lobby, vístete tan hermosa como lo estás ahora -enseguida se despidió de la pareja y se fue.

Carla y Andrés regresaron al cuarto, sin mediar palabra. Andrés no podía mirarla a los ojos, y no dejaba de pensar en lo que había pasado y peor aún, lo que habría de pasar. Carla por su parte se sentía decepcionada de su esposo con tan solo 48 horas de casados, él la había “ofrecido” a otro así de fácil. La pareja finalmente se atrevió a hablar, coincidieron en que no tenían opción, pero Carla era buena:

-Bueno, ya tranquilo. Iré con ese tipo en la tarde y regresaré contigo en la noche, todo estará bien. Además, él dijo que puedo irme cuando yo quiera -las palabras de su esposa tranquilizaron a Andrés.

Tras un dulce beso, pero sin hacer el amor, ambos se acostaron para dormir. Carla no paraba de pensar ¿Qué pasaría mañana? ¿Qué querría hacer Francisco con ella? Y ¿Por qué se sentía emocionada?

Primer día

Al día siguiente, después de pasar el día en la playa con su esposo, ambos casi se olvidan de la deuda que debían de pagar. Recordarlo parecía sólo romper con lo bien que la pasaban juntos. Como si de una cita se tratase, Carla se puso un vestido azul de playa, escotado, corto hasta media pierna.

-Tampoco tienes que arreglarte tanto… -le dijo Andrés con molestia.

-No es tanto, mejor cumplir con lo que dice y que todo termine pronto-le respondió su esposa, minimizando el hecho de que en realidad lucía hermosa.

Ambos bajaron al lobby, vieron a Francisco sentado esperando. Carla se estremeció. Volteó a ver a su esposo, lo besó y se despidió de él. Andrés se quedó ahí parado, viendo a su mujer caminando hacia otro hombre. Francisco tomó su mano, la besó, y la invitó a acompañarlo hacia la playa. Andrés por su parte, tenía la tentativa de seguirlos, pero algo se lo impedía ¿era miedo? ¿quería escapar de la realidad de su error? En su lugar, fue al bar a tomar un trago e intentar olvidarse de la situación, confiando en su dulce esposa y contando las horas para tenerla en su cama de nuevo.

Carla por su parte, estaba sorprendida de lo interesante que era Francisco. No sólo era atractivo, era también divertido, listo, y con un cierto encanto que era difícil de explicar. Él tenía la habilidad de hacerla reír en el momento menos esperado y tenía un tacto muy sutil hacia ella; tomaba su mano, se acercaba a ella, todo con tanta naturalidad que ella no lo podía creer. La tarde se acercaba a su fin, el tiempo se pasó volando y ella sentía que había pasado un rato increíble. Al mismo tiempo sentía alivio; su esposo era quizás un irresponsable por apostarla a un desconocido, pero al menos este hombre no era ningún psicópata.

Durante toda su conversación, Francisco no hizo más que hacerla sentir atendida, escuchada y muy hermosa. Antes de despedirse, Francisco le dijo que cada noche quería que fuese ella la que lo acompañara a su habitación. Una vez ahí, él le dio un dulce beso en su mejilla, y se encerró en su habitación. Número 567, leyó Carla, antes de dirigirse al cuarto con su marido.

-¿Qué pasó? ¿Cómo te fue? ¿Qué hicieron? -le preguntó Andrés ansioso.

-Calma, amor. No pasó nada, solo caminamos por la playa todo el rato… -lo tranquilizó ella.

-¿Y? -insistió.

-Fue muy agradable. Creo que no es un mal tipo. Me cayó bien… -le respondió ella sin mucho interés mientras comenzaba a ponerse cómoda.

Andrés la abrazó por detrás y le dijo lo mucho que le alegraba que estuviera de vuelta con él. Sus manos se posaron sobre su abdomen y comenzaron a subir hasta acariciar los suaves senos de Carla sobre su vestido, besando su cuello. Su esposa cerró sus ojos, suspiró, tomó sus manos y lo detuvo.

-Tampoco estoy muy contenta contigo. Lo mínimo que te toca hacer es esperar a que terminemos con la deuda… -le dijo volteándolo a ver, mirándolo con firmeza.

Andrés, decepcionado, no tuvo palabras para responder, y tuvo que aceptar las condiciones. Después de todo, todo esto era su culpa.

Segundo día

Al día siguiente, Carla se despertó sintiéndose algo ansiosa. Tomó una ducha caliente, se quedó sintiendo el agua masajeando su cuerpo, como si fueran un par de manos recorriéndola toda. Por un brevísimo instante no pudo evitar pensar que fuesen las manos de ¿Francisco? las que acariciaban su piel. De inmediato cerró la regadera y se dispuso a salir.

La pareja bajó al restaurante del hotel para desayunar. Al menos podrían pasar un rato tranquilo juntos y distraerse de todo lo que estaba pasando. Sin embargo, la pregunta tarde o temprano tenía que llegar…

-Y… ¿A dónde te dijo que irían esta vez? -preguntó Andrés.

-Me dijo que iríamos a cenar a uno de los restaurantes del hotel. Eso uno bueno, no está mal -le respondió Carla sonriendo.

-No me digas que lo estás disfrutando -le reclamó Andrés.

-Te recuerdo que tú me metiste en esto y sí la comida está rica, sí, lo disfrutaré, al menos la cena valdrá la pena -las palabras de Carla eran duras, pero lograban tranquilizar a su esposo.

La tarde llegó, y Carla nuevamente se preparó para su “cita”. Se puso un vestido negro, un poco más elegante, con un lindo escote. Miró su anillo de casada en el espejo, y no pudo evitar pensar lo irónico de la situación. Estaba usando toda la ropa que tenía planeado usar con su esposo, todo para verse con otro. Y no solo eso, cualquiera pensaría que ellos eran pareja. Lo encontró divertido, y se propuso a bajar.

Nuevamente, Andrés despidió a su esposa, viéndola irse hacia Francisco. Se saludaron con un beso en la mejilla, como si se conocieran de más tiempo. Vio como aquel hombre se llevaba a su mujer tomándola de la cintura. Nuevamente, se fue al bar para intentar matar el tiempo lo más rápido posible.

No solo la cena había estado deliciosa, sino que la conversación que Carla tenía con Francisco era aún más interesante que la anterior. Serían sus temas de conversación, o el hecho de que él coqueteaba con ella de manera un poco menos discreta. Fuera lo que fuera, ella se sentía más segura y en confianza con ese desconocido y más atraída, aunque quisiera negarlo.

-Eres muy hermosa, no creí que fueras tan divertida -le elogió Francisco.

-¿Te sorprendí mucho? -le preguntó ella, coqueta.

-No lo negaré -le respondió con un guiño.

Terminaron la noche y salieron del restaurante. Francisco puso su saco sobre los hombros de la joven, y aprovechaba la ocasión para abrazarla y acariciar sus hombros con suavidad. Como las reglas indicaban, ambos fueron hasta la habitación de él, 567. Allí se despidieron, esta vez Francisco tomo a Carla de su mejilla, con dulzura, y se acercó para besar la otra; no pudo evitar sentir mariposas.

Carla volvió con su esposo, que de nuevo estaba ansioso por saber lo que había pasado. Ella le contestó que la cena había estado deliciosa, un poco en burla en alusión a su conversación anterior. Nuevamente ella se negó a hacerle el amor, argumentando que ya solo faltaban 3 días más.

Tercer día

Carla empezaba a notar que las mañanas cada vez eran más largas y hasta un tanto aburridas. Empezaba a contar el tiempo, casi como esperando a la tarde y así poder pasar un rato diferente con…Francisco. Se sentía confundida y contrariada, cómo era posible que hubieran terminado en una situación así. Sentía la noche de su boda muy lejana, y su luna de miel no era como la había imaginado, y a pesar de todo, sentía que la estaba disfrutando.

Carla se puso otro vestido, ahora de colores más vivos; naranja, amarillo y rojo. Lucía una piernas espectaculares. Cada vez prestaba más atención a su maquillaje, a su peinado, a los detalles. Quería lucir bella, sin darse cuenta, para el desconocido que la esperaba. En esta ocasión Francisco quería llevarla a un bar tranquilo donde pudieran charlar y conocerse un poco más. Como siempre, Andrés despedía a su esposa y la veía alejarse, más bella cada vez, hacia Francisco, quien la esperaba de brazos abiertos y la saludaba cada vez más efusivamente.

En el bar, se sentaron en la barra, frente a frente. Pidieron un par de tragos y comenzaron a tener una charla encantadora, como de que costumbre. Francisco se aventuraba más con sus manos; acariciaba la mano de ella, rozaba sus piernas, acomodaba su cabello, y en cada ocasión, a ella no parecía importarle. Al contrario, respondía afirmativamente al contacto con él.

-Me parece una locura que estés aquí -le dijo a la bella chica.

-¿A qué te refieres? -le preguntó antes de dar un trago a su bebida.

-Una mujer tan hermosa como tú, pasando unas tardes tan maravillosas y recién casada, es una locura -le explicó sin mucho interés.

-Lo es, es una locura ser tratada como premio -le dijo sonriéndole.

-Es una locura que tu esposo aceptara, jamás pensaría ni por un segundo a arriesgar a una mujer como tú -le dijo mirándola de arriba a abajo, enfocándose especialmente en sus piernas. Carla se sonrojó.

Más tarde, Francisco y Carla salían del bar juntos. Como ya era costumbre, él la llevaba abrazada del él, y esta vez, ella pasaba su brazo por detrás de su espalda. Cualquiera pensaría que era la pareja perfecta. Camino a su habitación, Francisco se acercó a ella para darle un beso en la mejilla.

-Me encanta tu perfume -le dijo.

-G… gracias -le dijo sonrojada.

Al llegar a la habitación 567, Francisco la invitó a entrar. Le dijo que su habitación era un poco diferente. Y efectivamente, se trataba de un cuarto más lujoso. Era más amplio, con una cama grande y una vista increíble. Tenía un jacuzzi en el baño. Carla estaba muy asombrada, casi se olvidaba que estaba en la habitación de otro hombre mientras su marido la esperaba ansioso.

-¿Qué te parece? -le preguntó Francisco.

-Muy lindo… -le dijo ella mirándolo a los ojos.

-Creo que ya es tiempo de que te vayas, tu esposo debe estar preocupado -le dijo con ironía, pues él la había perdido en primer lugar.- pero antes de que te vayas, ten esto -y le entregó una de las llaves de su habitación.

-Pero… ¿por qué me das esto? -le preguntó confundida.

-Si en algún momento estás aburrida, si quieres charlar o algo más, no necesitas tocar la puerta, ya conoces el número de la habitación -le explicó con picardía.

Carla se sonrojó y sonrió. Asintió con la cabeza y le dijo que lo pensaría. Al dirigirse a la puerta, volteó por un instante al baño, observó el jacuzzi, y no pudo evitar imaginarse a sí misma disfrutando de un rico baño caliente, las burbujas masajeando su espalda, la espuma cubriendo sus senos y ¿acompañada de Francisco? Era una locura.

El misterioso desconocido se acercó a Carla y le dio un beso suave, más largo, justo en la comisura de sus labios. Carla cerró sus ojos instintivamente, sintiendo sus piernas temblar junto con una chispa pasando por su espalda.

Esa noche habría regresado más tarde a su habitación. No podía creer que Andrés ya estuviera dormido, ni siquiera la había esperado. Decepcionada, comenzó a prepararse para acostarse y dormir. Se miró en el espejo del baño, y no pudo dejar de observarse. Empezó a bajar su vestido muy lentamente hasta que sus senos, perfectos, blancos y suaves, quedaron al descubierto. Los miraba, se sentía sexy ella misma. Sentía eternas las noches sin haber hecho el amor con Andrés, pero lo que realmente pasaba por su mente era Francisco. Volteó a ver su bolso, recordando la llave que le había dado, habitación 567.

Continuará.

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