Otra vez llegaré tarde a la universidad, pensaba Milton.
Sin darse cuenta que enfrente de él estaba en inauguración una tienda.
El rincón de las fantasías, leía en voz baja. Seguido del versó. Donde tus fantasías son cumplidas. De bajo del título y más abajo, la frase. Síguenos en Facebook.
Como Milton parecía disponer de tiempo, decidió entrar en aquel sitio.
Alrededor se hallaban revistas de comics, dvds, cds, un estante con pulseras, brazaletes y casi a medio local una mesa con bisutería en variedad.
Nada nuevo para el joven Milton.
–Le puedo atender en algo joven? Alguna recomendación, o simplemente le puedo mostrar algo en particular? Sin compromiso alguno.
Decía un hombre a punto de terminar los treintas.
–Gracias. Sólo estoy matando tiempo; Verá, se supone que vería a unos amigos en la acera de enfrente, pero creo que llegué antes.
–Tengo todo lo que usted pueda necesitar; si a fantasías se refiere. Somos expertos en CUALQUIER fantasía. No hay nada difícil para nosotros. Muchos clientes nos avalan.
–Cualquier fantasía?
–Por supuesto. Cualquiera. Somos expertos.
Milton, ya vámonos! Se escuchaba en la calle, interrumpiendo la conversación.
–Le daré una tarjeta, por si se anima a visitarnos. No lo olvide. Somos expertos en realizar fantasías…
Decía aquel hombre, mientras le daba presuroso la tarjeta al chico.
–Que era ese lugar? Una sex-shop?
Decía Keyla, amiga y compañera de Milton.
–Pues no. Realmente no sé de qué era ese local.
Respondió.
–Ya dejen eso y saquen los libros para un último repaso. No quiero reprobar el examen.
Dijo otro compañero.
Por el pasillo de la Universidad, pasaba Yolanda.
Siempre luciendo su amplio trasero que se le remarcaba en esos jeans ajustados, su blusa escotada, su melena castaña clara ondeándose junto con su caminar. Sin duda, hipnotizaba a Milton; quien seguía aquel compás de esas caderas atentamente con la mirada.
El día había terminado. El examen era lo que esperaba.
Ya en su ordenador, leyendo algunos mensajes.
Recordó aquella tarjeta que ese amable hombre le dio.
Echando un vistazo a todos los comentarios. Encontró uno que le llamó la atención.
«Estoy muy agradecido por su atención. Pensaba que mi fantasía sería imposible de cumplir, pero, gracias a su ayuda, hoy estoy felizmente casado.»
Rodrigo 28.
Esta frase le llamó por mucho la atención a Milton; tanto que se preguntaba una y otra vez, si podrían ayudarle con su más grande fantasía. Yolanda.
Casi a primera hora, Milton se hallaba nervioso, esperando la apertura de la tienda. Rogando también que esto no fuera un truco como tantos usan para atraer clientela.
–Buenos días señor.
–Buen día mi amigo. Dígame. En qué puedo atenderle?
–Mire. En su página de Facebook leí un comentario que en verdad me llamó la atención y quisiera saber si se podría hacer conmigo algo parecido.
El encargado lo miro por unos segundos y contestó
–Se refiere al agradecimiento de la boda?
–Ese exactamente, pero… Mire. La verdad no deseo casarme.
–Amigo. No se preocupe, entiendo lo que usted quiere decirme. La chica en cuestión es su fantasía, cierto?
-Así es. Y me gustaría que fuera mía, aunque sea por una noche.
–Amigo. Para que quiere una noche con la chica de sus sueños, si la podría tener a su merced el tiempo que guste.
Milton quedo casi boquiabierto ante tal cosa.
–Será eso posible? La verdad ya dudo que pueda gozarla aunque sea una vez.
–Oh mi amigo. Acaso no le he dicho que somos expertos en realizar cualquier tipo de fantasía?
–Si… Pero…
–Amigo. Déjelo en mis manos. Cada fantasía está previamente garantizada.
Además. Que puede perder?
–Nada… Creo.
–Mire. Tan seguro estoy que si gustas no me pagues hasta que hayas cumplido tu fantasía, de acuerdo?
Al llegar a casa, Milton, repasaba una y otra vez la plática de hace una hora.
–Deberás de usar este aerosol bucal al momento de hablar con ella. Sólo podrás usarlo una vez. Otra cosa. Cuando hables con ella, Deberás mirarla a los ojos, para que su voluntad sea tuya. Sera tu esclava el tiempo que desees.
Mi esclava? Como podría ser eso? Se preguntaba una y otra vez.
El solo hecho de pensarlo le excitaba en gran manera; pues no sabría bien por dónde empezar.
Además de que por fin obtendría su venganza, porque el semestre pasado Yolanda lo ridiculizó ante sus amigos. Haciendo una apuesta con algunas amigas y amigos sobre quien de los más tímidos se dejaría mangonear a cambio de hacerle un placentero favor.
Su búsqueda no duró mucho. Ella había notado como la miraba con cara de idiota un muchacho flaco, de piel blanca, siempre vestido con pantalón y chaqueta de mezclilla negra, su playera siempre de algún grupo de rock.
Presa fácil para la bella chica.
Le pedía que le cargará su bolso, hasta que le hiciera la tarea, a pesar que algunas áreas no fueran de él.
Un día. Ella lo citó en un salón vacío para pagarle por los favores.
Acariciando su miembro, casi a punto de romper el pantalón. Comenzó por desnudarlo. Una vez hecho esto. De sorpresa abrió la puerta para que aquel crédulo joven fuera objeto de burlas.
–Juré que me las pagarías Yolandita.
Se decía mientras miraba el objeto que le fue dado.
El día y la hora había llegado.
Con las manos sudorosas por el nervio. Milton se aproximaba a su víctima.
Con la sustancia bucal lista, acompañada de su excitación. Sucedió.
–Hola Yolanda.
Al voltear la chica en cuestión.
Repitió
–Hola.
Clavándole la mirada, ella dejo caer sus libros, contemplando perdidamente a su compañero.
–No vas a recoger los libros?
Prontamente ella obedeció.
Milton, casi no lo podía creer.
Habrá resultado aquella pócima?
–Ahora eres mía y de nadie más. Entendiste?
–Si.
Quedando estupefacto. Milton le pidió una serie de cosas que la chica ni en sueños haría; tales cosas como gritar que lo amaba. Por ejemplo.
Siguiendo con el plan el joven citó a Yolanda en un hotel de la ciudad, haciendo que ella pagará el costo.
Entre las especificaciones, era que Yolanda se presentará en la habitación que ella había reservado, asegurándose que algunos amigos la vieran entrar.
Dos toquidos se escucharon en la puerta.
Al momento de que aquel joven abrió la misma.
Vio de arriba abajo a su visitante.
Minifalda negra, escote, presumiendo su piel de leche, sus piernas firmes, un tatuaje en forma de flor arriba de la rodilla izquierda y desde luego.
Su hermoso trasero.
–Toma asiento. Te ves hermosa.
–Gracias amor.
Era la especificación de cuando Yolanda se refiera a él.
–Vas a darme la mejor mamada que hayas dado.
Sin decir nada la compañera de universidad, acarició el miembro de aquel chico, para luego bajarle el zipper y así sacarle el falo.
Primero paseo la lengua a lo largo del miembro, besando el glande.
Milton, se quitó el pantalón, quedando semi desnudó para que Yolanda siguiera con su trabajo.
Pronto esos besos y mustias lengüetadas se convirtieron en unas mamadas que hacían que Milton pusiera los ojos en blanco, pues se oían rumores que su esclava era media golfa.
Estrujando los medianos pechos de la chica, el sabía que no sólo ese sería el único placer que obtendría.
Colocándola en cuatro, le bajó la tanga blanca que le pidió para luego devorarle sus agujeros.
Siguiendo este juego, optó por meterle dos dedos en su cavidad anal.
Para este punto Yolanda se encontraba gimiendo de placer.
Ahora, sin medir fuerzas y como pudo. Penetro el culo de la chica, haciéndole gritar de dolor momentáneo.
Tanto sus nalgas como sus muslos eran manoteados y estrujados por las manos de aquel flacucho hombre.
Luego, las piernas de la chica estaban en hombros de su compañero, recibiendo fuertes estocadas en su vagina a medio depilar.
Un dedo era frotado en su clítoris provocándole aullidos de placer.
Para terminar el medio tiempo que Milton había preparado, en la posición de misionero, entre besos y chupadas, tanto en los pezones, como en la boca de Yolanda. Milton terminó en ella.
–Desde ahora. Ufff. Vas a tomar anticonceptivos, porque, ufff. No me gustan los condones. Entendiste?
–Si amor.
Como todo un play boy, Milton encendió un cigarrillo; disfrutándolo mientras observaba el bello cuerpo desnudó de su fantasía.
Jugando con un mechón de vello púbico de la vagina de su ahora amante; decidió que quería otra mamada.
En un 69. Yolanda limpiaba aquel miembro con los residuos de los líquidos que ambos compartieron en el orgasmo.
Los dedos del amo, jugaban dentro del ano de la esclava, metiendo ahora cuatro dedos.
Los gemidos de la chica no se hicieron esperar; así que en posición de cuatro, la volvió a clavar.
Con mucho fervor, él se aferraba a sus pechos, mordisqueando sus hombros.
Después de un largo rato de hurgarle la vagina con los dedos; aquella pareja tuvo su segundo orgasmo.
El no quiso sacarle el falo del culo, pero la flacidez no le permitió conservarlo.
En la ducha. Él le ordenó darle otra mamada, para recordar así la primera de muchas noches, además de hacerle probar sus fluidos.
Ya en casa. Haciendo el resumen de lo ocurrido y de las nuevas órdenes giradas para la semana siguiente.
Milton, recordó la deuda con el vendedor, sacando tres billetes de 100; precio muy barato por haber hecho su fantasía realidad.
–Espero puedas recomendar mi negocio a tus amigos.
–Eso haré. Señor…
–Adam. Dime Adam.
Vladimir escritor.