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Llegué una tarde a una ciudad del sur de la provincia de Buenos Aires, después de muchos años (mas de veinte) desde la última vez que había estado. La encontré muy parecida a como la recordaba, los mismos sonidos, los mismos olores, me gustaba estar ahí…

Caminé varias horas por el centro, por sus galerías, tomé un par de cervezas y la tarde se empezó a ir, debo buscar un hotel me dije, y empecé a caminar.

Quien sabe porqué me dirigí con rumbo a la vieja estación, lugar donde se asienta la zona roja de la ciudad, todavía no oscurecía. Encontré un viejo hotel, paredes de ladrillo desgastado, un cartel pequeño, entre.

Una señora me recibió apáticamente, le pedí una habitación individual, tomó mis datos, me cobró por adelantado, me dio los detalles y me acompañó hasta la 216, abrió la puerta, me entregó la llave y se retiró.

La habitación parecía enorme, una cama de dos plazas, una estufa radiador encendida, y un baño con bañera que parecía lujo innecesario pero que me encantaba.

Después de descansar unos minutos, salí a buscar algún bar o pizzería para comer y tomar algo. Lo encontré muy cerca, ya la noche había llegado hace rato, la vida nocturna ya se paseaba por el barrio, el pub me esperaba en esa esquina. Entré, solo dos mesas estaban ocupadas.

Pedí una cerveza grande, y una napolitana chica, revisé el celular por costumbre y entonces note que alguien me observaba, miré muy lentamente y me encontré con su mirada clavada en mi, una sonrisa casi perversa que me hizo mirar hacia otro lado.

Era una chica trans, morocha, alta, de calzas negras, botas largas, y campera de jeans celeste, acompañada por otra chica trans bajita, de pelo castaño, linda, con mini engomada negra, bucaneras rojas y campera larga también roja.

Durante casi dos horas las escuché reírse, mirarme, me resultaban agradables. Antes de irme les invité una cerveza, les dije chau chicas, compré un pack de cervezas y salí rumbo a mi hotel.

Llegué a mi habitación, me saqué la ropa y me metí en la ducha, me bañé rápidamente y me metí en la cama, dejé una bolsa de cocaína en la mesa de luz, el sueño me alcanzó en muy poco tiempo.

Desperté sintiendo una respiración agitada en mi nuca, pensé que era un sueño, pero no, era muy real… la morocha de la pizzería estaba sentada en la cama tomando cocaína, en ropa interior, la otra, acostada detrás mío apoyaba su pene en mi cola.

Quise reaccionar, sorprendido enojado, pero la morocha, muy tranquila me dijo, te regalaste y perdiste, bebe, sentí el caño de una pistola acariciando mi nuca, su otra arma jugaba con la puerta de mi ano todavía por sobre el calzoncillo, la morocha pasaba una sevillana por mi ombligo, mientras su enorme pija asomaba de su bombacha roja.

Quise ser amable, decirles que por favor no lo hagan, pero solo conseguí que la morocha (Fernanda) me apretara con fuerza la cara y me escupiera en la boca insultándome. Noté que la chiquita (Camila) bajaba mi ropa interior y filmaba con su celular como su punta acariciaba mi puerta, mientras me apoyaba antes, sentí que era bastante gruesa, no adivinaba su largo, sentía su carne tibia y sin forro.

Fernanda la tenía enorme, demasiado gruesa para ser tan larga, ya la había dejado salir por un lado de su bombacha, negra, babeando y también sin forro, había acomodado su celular para captar cada detalle, para esa altura estaba paralizado por el miedo.

"Te vamos a llenar de leche" "te vamos a coger toda la noche" "jamás vas a olvidar este día" "y mañana también te vamos terminar de romper". Mientras Fernanda me decía esto, me escupía, me insultaba y acercaba su pene a mi boca, Camila ya metía un poco más que la punta, entrando y saliendo de mi ano, casi suavemente, La enorme pija de Agustina mojaba mis labios con su líquido pre seminal y entraba en mi boca, sin delicadeza, su cabeza tocó mi garganta y dejó más líquido ahí, después empezó a bombear rápido y profundo, ella parada al costado de la cama, yo de costado chupándosela, cada tanto acercaba su boca a la mía para escupirme dentro.

Cuando mi mente estaba tratando de convivir con esa humillación, Camila me la metió con fuerza y hasta el fondo, parecía que me llegaba hasta la columna, dolía, ardía… cada estocada parecía llegar más adentro. Se movía más rápido, apretaba mis nalgas y más dolía, jadeaba, me mordía el cuello, y filmaba todo.

Las dos me cogían duro y rápido y después de decirme "no desperdicies ni una gota putito" sentí como Camila llenaba mi culo de cantidad de leche tibia y cuando intente quejarme la leche de Fernanda se atoró en mi garganta, y lleno mi boca, no sacó su pija y me obligó a tragar hasta la última gota.

Después de unas cervezas y unas líneas Camila fue a bañarse.

Creí que ya terminaba todo, que estaban más tranquilas e intenté levantarme de la cama para conversar.

Sentí la mano morocha tomándome del pelo por detrás, arrodillado en la cama. De un empujón me tiro contra la almohada y me tiro todo su peso encima, junto mis piernas y sentí ese miembro gigante nuevamente duro, mi cola estaba lubricada con la leche de Camila, pero el dolor fue insoportable, parecía desgarrar las paredes, me cogia muy fuerte, quería lastimarme, me insultaba, me decía que siempre me iba a acordar de ella y se reía, rápidamente sentí sus chorros de leche adentro, acabo por minutos pero no salió, su pija seguía enorme. Camila recién bañada empezó a coger mi boca con mucho ritmo y Fernanda volvía a bombearme lentamente pero con fuerza, después de varios minutos Camila le dijo tengo la leche lista Fer, la morocha empezó a cogerme muy rápido mientras Cami filmaba de cerca, Fernanda entre gemidos e insultos volvió a llenarme y salió para ver la leche que quería salir y filmarlo, Camila tomó su lugar, me penetró, me mordió la espalda y me cabalgó por minutos hasta que sentí sus chorros llegando muy profundo.

Eran las 5 de la mañana y esto todavía no iba a terminar.

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