No sabía que ella estaba estudiando donde el hacía clases, hasta el día que la vio de lejos, dos semanas ya comenzado el año académico, en ese Instituto de Educación Superior, ubicado en las cercanías de puente Lusitania, en la Ciudad Turística de Viña del Mar.
Él estudió en la Universidad de Playa Ancha de Valparaíso, Dibujo y Diseño Industrial y ya llevaba trabajando como docente en esa Institución dos años y se sentía muy agradecido de ella, pues le había dado oportunidades académicas, para desarrollar innovaciones en los currículos de las asignaturas que impartía a las alumnos y alumnas y que presentaban algún desfase en cuanto a la modernización de los contenidos. Se llama Francisco Javier, tenía 26 años, era hijo único de una familia acomodada y vivía con sus padres en el sector de Recreo, pues todavía era soltero y sin ningún compromiso formal. Era mino, se sentía mino y le decían que era mino. Es decir buen mozo, buena pinta. Alto, 1,82 cm, ojos verde claro, cabello oscuro, nariz pequeña y bien formada. Su piel era blanca. Cuerpo atlético debido a que era un deportista destacado en el voleibol. Sabía que las mujeres y en especial las alumnas se fijaban mucho en él y eso siempre fue un problema desde el inicio del ejercicio de sus prácticas como estudiante, haciendo clases en un colegio técnico medio de mujeres, en la ciudad de Valparaíso. Tuvo que ejercitar mucho su temple y voluntad para no caer ni ceder a la tentación de involucrarse con alguna de esas alumnas que eran todas menores de edad, aunque cursando cuarto medio, en la calle con otra ropa distinta al uniforme, se veían mayores de 18 años.
(21-3-2021) No obstante lo anterior Francisco Javier, desde que estaba haciendo su práctica final de su Carrera, de un semestre de duración, como profesor en un colegio (Particular) técnico de Valparaíso, tuvo varios encuentros sexuales. Uno de los que más recordaba, era el de la Directora de ese colegio donde comenzó a hacer su práctica. Ella se llamaba María Pía, era profesora de Matemáticas y tenía un Magister en Educación obtenido en la Universidad Católica de Valparaíso. Era Directora en ese establecimiento desde hacía dos años y había ganado el concurso fácilmente por su currículo y por la rigurosidad de principios en la Educación. Prometió al sostenedor hacer de ese colegio técnico el más prestigioso de la ciudad y lo estaba logrando. Un reglamento severo tanto para docentes como alumnos en todas las áreas y aspectos relacionados con el que hacer educacional y personal y aplicado de manera rigurosa, fue la principal estrategia que ocupase para hacer cumplir la promesa hecha al dueño del establecimiento.
Todo comenzó una tarde cuando él se quedó revisando unas pruebas hasta tarde en el colegio y sin darse cuenta estaba solo en el colegio, suponía el, por lo hora que ya era. Las 20:00 horas. Pero apareció María Pía en el frontis, con su presencia formal y severa. No obstante esta vez sonrió al verlo tan concentrado revisando pruebas. Le gustaba mucho ese chico. Ella tenía 42 años y él 22 años. Sin embargo era demasiado peligroso hacer cualquier movimiento en el colegio así que ideo algo.
-Hola Francisco Javier!… Aun trabajando? Como tan trabajólico un chico tan joven como tú, sin nada que hacer en el atardecer de un día viernes? -señaló María Pía.
Él se sorprendió mucho al oírla y se sobresaltó, lo que produjo una sonrisa amplia en ella.
-No es problema para mi María Pía, me gusta lo que hago y me comprometí con este curso a tener las notas subidas al sistema computacional este fin de semana, así que debo esforzarme, respondió el.
-Vaya que bien. Me alegro mucho por tu compromiso. Y aprovechándome de eso quiero pedirte un favor.
-Dime en que puedo ayudarte. Lo hago de inmediato María Pía.
-Mira Francisco Javier, necesito llevarme a casa para revisar de manera urgente unas 5 cajas de documentos, pero son muy pesadas y ni siquiera puedo levantar una. ¿Me ayudas llevándolas a casa? Te lo agradecería con cualquier cosa que desees y lo miro directamente a los ojos.
-El titubeo ante las últimas palabras de su pedido y respondió de manera torpe.
-Este… si…c laro no será molestia – los ojos bajos- dime dónde están esas cajas para llevarlas a tu camioneta.
Se demoraron como media hora desde que le hizo el pedido hasta llegar a su casa ubicada en el sector de Recreo en Viña del Mar. Era una casa grande que obtuvo para ella en su divorcio de un prestigioso abogado de la Región de Valparaíso, con el cual estuvo casado 20 años. Desde los 20 a los 40. Llevaba 2 años viviendo sola. Los mismos desde que era Directora del Colegio. Ocupar ese puesto le ayudo mucho a superar la infidelidad de él, el no haber tenido hijos porque él no quería y por el tiempo perdido. 2 años en que tampoco había tenido relaciones sexuales de ningún tipo. Es decir, para ser exacto a la realidad, no había tenido un orgasmo en 2 años.
Cuando Francisco Javier dejó la última caja en el segundo piso de la casa donde estaba ubicado su home oficce, él estaba realmente agotado. Cada caja debe haber pesado unos 20 kilos cada una y estaba sudando y se sentía incomoda. Por eso cuando ella le ofreció que se duchara el acepto de inmediato.
María Francisca era alta. 1,76 cm y con sus zapatos taco alto bordeaba de manera fácil el 1,80 cm. Piel mate, ojos celestes, labios carnosos y grandes, pelo oscuro, liso y largo. Le llegaba a la cintura. Se mantenía muy bien físicamente. Tenía tiempo de sobra para eso en casa y su cuerpo era muy elástico y bien formado en su totalidad. 80-65-95 era sus medidas. Resaltaban siempre sus potentes nalgas, que por más que intentara ocultarlas con ropa holgada, se adivinaba cuando esta se pegaba a su cuerpo por algún motivo. Su andar era seguro, posesivo y dominante.
Por eso espero de pie en la habitación donde estaba la ducha que estaba usando Francisco Javier, en ropa íntima. La que le gustaba usar siempre debajo de esa ropa formal de su trabajo. Sostenes de media copa de fino raso, calzón tipo tanga con un hilito introducido entre sus nalgas y apenas tapando su línea vagina, absolutamente rasurada. (Lo hacía todo los meses… depilarla). Portaligas y medias. Toda esa ropa en color blanco que hacia relucir de manera extraordinario su bello y sensual cuerpo. Y esa impactante imagen se vio reflejada en los ojos de Francisco Javier cuando entro a la habitación cubierto hasta la cintura con una toalla blanca y con otra secándose su cabello y la vio.
El no tuvo tiempo de salir del estado de shock que le produjo la imagen de María Pía, pues ella, lentamente se acercó a él, le quito la toalla de sus manos y elevo su rostro hacia ella y empezó a besarlo suavemente. 5 minutos de besarse intensamente de pie. Ella se sacó los tacones para estar un poco más abajo que él. Y empezó a sentir como crecía en tamaño y dureza el pene de Francisco Javier.
Cuando ella se animó a sacarle la toalla, lo alejo un poco para ver lo que estaba sintiendo y quedo boquiabierta. Era demasiado grande su pene, muy grande para ella. No entraría nunca por su vagina semivirgen. Él no le dio tiempo a reaccionar y la tomo bruscamente y girándola y doblándola y poco al mismo tiempo mientras su pene se alojaba entre sus nalgas a lo largo, le susurró al oído.- No temas, entrara todo. Yo me encargare que tu dolor sea solo placer. Y eso la excito de una manera increíble que comenzó a hacer que su vagina empezara a emitir jugos como nunca le había sucedido.
Se tomó 20 minutos. La beso por todo su cuerpo… con mucha delicadeza cuando descubría puntos inexplorados por ella en el placer. Se detenía ahí y estaba un tiempo prudente para seguir el viaje por la anatomía de su cuerpo. Cuando llego al clítoris abriendo sus virginales y rosados labios, solo con soplar suavemente sintió que ella ya estaba lista para introducirse en su cuerpo, pues pudo oír primero sus gemidos de placer aumentado de manera gutural y vio además como escurrían sus líquidos lubricantes de manera copiosa.
Volvió a subir. La miró. Le sonrió con mucho amor. Ella lo agradecía con una temblorosa sonrisa. Y le dijo… – Ahora iremos a unirnos…
La abrió al máximo de sus piernas. Apoyo su glande en la entrada de su vagina… podía sentir toda la energía que emanaba de ella. Pero también percibió que temor ante el tamaño que recibiría y sabía que sus musculatura estaría tensa, muy tensa. Sería muy cuidadoso y paciente.
Ella sentía su corazón galopar de tanta excitación y temor al mismo tiempo. Desconocía muchas de las sensaciones que le hizo sentir hasta ese momento Francisco Javier y con mayor razón desconocía lo que vendría después. Solo podía sentir el calor que emanaba de esa gran cabeza de su miembro, que espera poder entrar en ella hasta el fondo de su matriz. Tenía temor, pero también quería ser de él, quería estar unido a él, quería ser de él. Lo deseaba desde el primer día que llegó a su Colegio.
Sintió como acomodo su glande a la entrada de su mojadisima vagina y empujo suavemente. Ella se tensó y se cerró. El espero y la empezó a besar suavemente metiendo con ternura su lengua dentro de su boca, mientras estiraba con ternura pero de manera constante sus pezones. Sin darse cuenta, mientras la besaba, el empujo fuerte e introdujo la cabeza en su vagina. Ella se contrajo queriendo expulsarlo y el hizo fuerzas para no salirse y volvió a besarla pero ahora con más pasión y deseo y eso la desconcentro de la invasión que había sufrido.
5 minutos besándose como locos y logro ir lentamente pero seguro introducir la mitad de su pene… cuando llego a ese nivel, él se detuvo un instante y la miro. Ella abrió sus ojos de una manera casi desorbitada y entendió. De inmediato el empujo con todas sus fuerzas hasta el fondo introduciéndose ella hasta la totalidad de su pene. María Pía no lo podía creer, no sabía que se podía sentir tanto dolor y placer junto, no creía poder estar dilatada vaginalmente a pesar de que sus músculos se contraían fuertemente, luchando titánicamente contra el invasor deseado. No pasaron 2 minutos de tener dentro suyo es inmenso pene, que nunca se movió, pero si latía con fuerza, hasta que ella empezó a convulsionar de una manera descontrolada. No podía impedirlo, no quería impedirlo. Su columna se encorvo apoyada en las caderas y los omóplatos al máximo hasta formar un semicírculo mientras se convulsionaba violentamente al ritmo de su primer orgasmo. Fueron 5 minutos de estar temblando sin control y con ese pene dentro de ella sin salir jamás. Él se aseguraba que así fuera, afirmándola con sus manos su cabeza y empujando fuerte hacia adentro su pene con sus caderas, para dejarlo alojado hasta el fondo en todo el momento que convulsionó. Vino la calma… la dejo descansar 3 minutos… cuando sus latidos estaban en 100 por minutos y sus músculos recién empezaban a relajarse, el saco la mitad de su miembro y empezó un mete y saca lento, empujando con la cabeza hacia la pared superior de la vagina. Ella no tenía idea de ese cambio. Lo quería todo adentro de ella llenándola. Pero al quinto mete y saca lo entendió… El punto de su vagina donde estaba frotando la cabeza empezó a cobrar vida y comenzó nuevamente el convulsionar sin control e inmediatamente él le ensarto su pene al fondo con toda su fuerza, para impedir que las fuerzas de las contracciones musculares lo sacaran de ese túnel caliente húmedo y paroxístico. Su segundo orgasmo nunca supo cuánto duro, cuanto dolió y cuanto placer le produjo, solo supo que se fue tal como llego… dejándola agotada y deseando que no saliera de ella ese bello pene que aún mantenía su dureza y calentura.
Fueron cuatro orgasmos más, seis en una hora en total. En el último orgasmo lloro de dolor y placer al sentir sus dos piernas como se agarrotaba del potente calambre que las capturaba. El desparramo su semen en ese último orgasmo de ella, haciendo que fueran el más violeto de todos, pues ella pudo sentir dentro de sus capas vaginales ese potente calor de la cantidad inmensa de semen que tiro el dentro de sus paredes. Quedaron ambos seminconscientes, ambos pegados el uno al otro, hasta que lentamente se separaron sus sexos. El siguió sobre ella respirando ambos al mismo son, hasta que se quedaron dormidos uno arriba de la otra.
Antes de quedarse dormido, Francisco Javier le dio las gracias en su pensamiento a su tío urólogo, por todas las clases y manejo de la musculatura pelviana y urinaria para demorar y/o retardar la eyaculación.
Efectivamente María Pía, fue el inicio de una serie de increíbles y maravillosos encuentros sexuales para él.
Ella se llamaba Francisca Ignacia. Lo conocía desde que tenía 10 años y el 18. Llego a su casa acompañado de su hermano mayor, pues había entrado a estudiar junto la misma Carrera profesional, en la Universidad de Playa Ancha. A los 12 años se transformó en su amor platónico, cuando se dio cuenta que le daba vergüenza y el rubor la inundaba, cuando él llegaba a casa y la saludaba con un beso en la mejilla y diciéndole siempre alguna frase jocosa que en vez de hacerla reír, la ruborizaba más y se obligaba a escapar de su lado. En esa época se sentía y veía poco agraciada de manera anatómica, en comparación algunas de sus amigas y compañeras de curso del Colegio Sagrados Corazones. Aunque era rubia y de cabellos largos, ojos celestes, preciosa nariz, color de piel blanca, alta para su edad, ella se consideraba que era muy delgada en toda su anatomía y eso a esa edad la hacía sufrir mucho.
Sin embargo era totalmente distinto a lo que ella creía de sí, lo que pensaba el resto de las personas. Mujeres y hombres que la veían y/o la ubicaban de cerca o de lejos, estaban de acuerdo que era una niña mujer muy bella y con una inocente sensualidad que generaba un arcoíris de sensaciones y emociones. Sus senos hermosos y sus nalgas potentes y proporcionadas, destacaban con fuerza a través de la sinergia de sus bellas y torneadas piernas. Amor u odio. Lujuria o castidad. Cerca o lejos. Amarla olvidarla. Con ella no se podía tener términos medios. Era un potente imán que atraía o repelaba.
Cuando vio por primera vez a Francisco Javier en su lugar de estudio, quedo estupefacta. Lo miro hasta que se perdió de su vista y de inmediato supo que tenía que hacer. Su húmeda vagina se lo estaba señalando. Fue al baño de mujeres, el más alejado de los que había en el establecimiento. Se aseguró y espero a poder entrar al cubículo más extremo y que ya no hubiese nadie. Entró, cerró la puerta. Se bajó los pantalones junto con su calzón y se sentó con las piernas lo más abiertas posible. Sintió el líquido pegajoso de su vagina escurrir por su vagina, mientras metía la mitad los dedos índice y medio de su mano derecha en ella, para inmediatamente doblarlo en garfio y empezar a empujar y soltar, estimulando así, su ya conocido y domado punto G. En 30 segundos su cuerpo estaba temblando de una manera descontrolada y su boca apretada hasta morder sus labios dominando los gemidos que surgían desde el fondo de su matriz y sus ojos en blanco cerrándose y abriéndose como una posesa. Siempre eran así sus orgasmos recordando a Francisco Javier. Desde la primera vez que lo hizo a los 13 años hasta ahora que tenía 18. Felicidad, pasión, semiinconsciencia, agonía y a la realidad. Era su religión masturbarse pensando en él. Ella era virgen. Se guardaba para él. Se lo había dicho en su cumpleaños de los 15. Él se quedó pasmado. Nunca más lo volvió a ver después de esa vez.
PD: Empecé este cuento el 16-9-2020 y recién hoy (21-3-2021) lo pude terminar. Espero y confío que ahora que estamos en Cuarentena total, pueda escribir algo más (Me sienta inspirado). Creo que me iré por los cuentos cortos. No más de una página de extensión. Veamos que sale. Gracias por sus comentarios