Durante el resto del día estuve pensativo, me di un baño y a punto estuve de volverme a meter a la cama. ¿hacía cuanto que no cogía con locura? Diría que por lo menos unos 6 años, reflexioné y luego de secarme bien me paré frente al espejo de cuerpo completo que tenía a espaldas de la puerta de mi dormitorio. Me había crecido un poco la panza, aún mi cuerpo no estaba abandonado del todo así que animoso me vestí con ropa deportiva y salí a trotar un rato.
El parque cercano era concurrido a esa hora principalmente por chavales, corrían y hacían escándalo, pero por alguna razón ahora, mientras trotaba, me puse a mirar a las jovencitas de la zona, a mi parecer pocas se comparaban a mi reciente huésped. Hice algunos abdominales y regresé a casa, pensé en cosas que no había hecho, algunas que merecía hacer, el divorcio no necesariamente tenía que significar el final de mi vida feliz. ¡Rayos! Podía volverme un pipiléptico, un pájaro loco, un insaciable del sexo… como lo fui alguna vez antes de enamorarme y empezar a tomar las cosas en serio.
Con otra perspectiva de la vida regresé a casa con mi almuerzo y evité tomar por el resto del fin de semana, preparé con mayor espero mis clases. Me sentía inquieto, como un joven que ansía ir a estudiar para ver a su chica., Aunque me mantenía desconcertado la despedida de Daniela, esperaba poder volver a tener un poco de intimidad con ella, ¿me habría enamorado acaso? ¿era ella la luz de esperanza que necesitaba mi vida?, desterré nuevamente la idea de cualquier relación amorosa. Así, pensativo, terminó mi domingo y me fui a descansar.
En la oscuridad ella ingresaba a mi cuarto vistiendo una pequeña bata semitransparente, por alguna razón no me podía mover, cuando quería hablarle las palabras no salían. Ella en silencio sonreía, se acercaba a mi cama y se empezaba a desnudar, yo aún tendido la miraba expectante. La luz que se filtraba por la cortina iluminaba lo necesario para darle un aspecto mágico a su silueta. Sus pezones se destacaban parados, triunfantes sobre las redondeces de sus pechos firmes, sus pequeños bellos de la entrepierna le daban la apariencia de tener piel de durazno, su pequeña cintura exaltaba aún más sus anchas caderas y prominentes piernas. Agachándose me destapaba por completo y me bajaba el short, mi palo estaba tan duro que hasta dolía, ella lo tomaba con la mano, lo masajeaba un poco y lentamente se lo llevaba a la cara, se daba pequeños golpes en los cachetes con él, como recordando lo que le hice, luego abría un poco su boquita de labios carnosos y besaba el tronco. Mirándome a los ojos se lo metía en la boca hasta donde le cabía, lo sacaba para lamerlo de arriba hacia abajo, luego volvía a introducirlo a su boca, y empezaba a mover la cabeza rítmicamente mientras su lengua al interior también se movía generando aún más placer. Yo me limitaba a disfrutar de su golosa conducta, cuando la saliva ya resbalaba por mis huevos se detenía para pararse sobre la cama, ella con las piernas separadas a la altura de mi cadera se empezaba a agachar, aún sin doblar las rodillas se agachaba lo suficiente como para poner sus manos en mi pecho. Así su cara quedaba cerca a la mía, ella sonreía, me miraba ansioso, casi rogándole que clavara mi verga en esa cueva que tenía entre las piernas. Sin perderme de visa empezaba a agacharse, lentamente flexionaba las piernas marcando sus fuertes y apetitosos muslos, acercando su conchita que llenaría por completo; pero algo había cambiado en su mirada, la sonrisa tenía cierta malicia, cuando la cabeza de mi falo estaba por entrar ella se dejaba caer del todo, doblándome y quebrándome la verga de forma inhumana.
— ¡AHH! ¡MI PICHULA! —Me desperté gritando y dando un salto en la cama, mientras mi celular hacía sonar la alarma.
Estaba empapado de sudor, todo había sido un sueño, mi pene estaba bien, en su sitio y, como en todas las mañanas, erecto, pero bien, solo con su ligera curvatura a la izquierda característica de algunos hombres. Me reí de mí mismo, me di un duchazo y alisté mis cosas, desayuné y me encaminé a la universidad, ansiaba ver a mi pequeño demonio.
Llegué un poco antes de la hora, así que me dirigí a la sala de docentes. Todo estaba muy tranquilo, en la sala de docentes solo estaba mi colega Fiorella Bravo, era un par de años menor que yo. Ella hacía pocos meses había tenido a su primer hijo, aunque lejos de haber perjudicado su antes algo delgada figura, ahora portaba unos prominentes pechos que amenazaban con reventar el botón de su blusa, al verme ingresar me saludó con una leve sonrisa, yo le otorgué la mejor de mis sonrisas, eso la sorprendió, pues casi todos se habían acostumbrado a verme de malas o simplemente desganado.
— Buen fin de semana ¿he? —me dijo de inmediato.
— Si, casi no bebí y me ejercité un poco —le contesté colocando mis cosas en el casillero que me tenían asignado.
— Me alegra que lo estés superando Carlos, esa perra no te merecía —dicho esto volvió a lo que sea que la tenía entretenida.
La dejé hacer sus cosas, en mi trabajo casi todos odiaban a mi exesposa, personalmente quise evitar que se conociese mucho de la historia, pero la decana de la facultad de derecho tenía más larga la lengua de lo debido. Disimuladamente miré un poco más a Fiorella, era una mujer sobresaliente, una dura abogada si te tocaba enfrentarla en un tribunal, enseñaba derecho penal y en cierto modo nos habíamos comprendido. Su pareja la engaño mientras ella estaba embarazara, y lejos de amilanarse, ella terminó su relación y se encargó de todo. confieso que hasta cierto punto me intimidaba.
— Nos vemos, y gracias por el comentario —le dije antes de salir de la oficina.
— Para eso estamos campeón —me dijo llevándose un dedo a la frente y haciendo el ademán de saludo militar, todo ello sin separar la vista de su material de lectura.
Caminé por los pasadizos y atravesé el patio interno para dirigirme al salón que me tocaba, justamente el de Daniela, en el umbral me paré, sorprendido pues mi corazón estaba algo desbocado, como un jovencito enamorado. Ingresé y saludé iniciando mi clase, intenté por todos los medios no lanzar demasiadas miradas a mi pequeña, pero no pude evitarlo. Ella parecía estarme evitando, no cruzamos los ojos ni una sola vez, de cualquier forma, la clase me salió bien, entretenida y didáctica, los jóvenes también parecían alegres de tener a su profe de siempre.
— Bien jóvenes permaneceré un momento más en clase para quienes deseen hacer alguna consulta —dije. Esperaba que Daniela hiciese algo de tiempo muerto para poder hablar, pero para mi desilusión salió de inmediato de la clase.
Atendí a los estudiantes que permanecieron con sus preguntas, me dediqué a ver a mi alrededor, había jovencitas de todo tipo, cada una con su encanto, pero no se comparaban con Daniela. Ella me tenía hechizado, por lo que al ignorarme me causó un amargo dolor interno, el dolor característico del no correspondido.
Caminaba por el campus distraído, miraba por aquí y por allá, seguía deambulando, así uno de esos días por la tarde me adentré en el campo deportivo. La universidad tenía un campo con pista atlética, y a su alrededor e interior espacios destinados a distintos deportes, me entretuve fisgoneando los cuerpos atléticos de quienes destinaban su tiempo y esfuerzo a cultivarse en el deporte. Pero una figura llamó mi atención, una jovencita de baja estatura que corría como un demonio adelantando a otras chicas más altas, esa pequeña atleta movía sus gruesas piernas con notable fuerza y velocidad, ganando la tendida de cien metros. Las demás se acercaron y la felicitaron, ella sonriendo les agradeció. Cuando le vi la cara mi corazón se aceleró, era Daniela. ¡Claro! Eso explicaba el cuerpo que se manejaba, y esas piernas, que me perdone Dios, pero esas piernas eran la perfección, ni qué decir de sus glúteos. Me deleité mirándola, de un momento a otro una de sus competidoras pareció reconocerme y me señaló, yo me alerté girando y alejándome del lugar, aún sin entender el porqué de mi reacción.
Así pasé la semana, observando a toda persona que se me cruzaba. El estar divorciado me daba carta libre para hacer cuanto quisiera. Antes de casarme había sido un loco del sexo, hice cuanto pude en cuantas chavalas cayeron en mis redes, así que me puse el objetivo de cogerme a alguien, solo que no decidía aún a quién sería.
El viernes nuevamente me tocó dictar cátedra a la clase de Daniela, ingresé y por mucho que me esforcé volví a mirarla más de una vez. Hice una clase magistral, terminé con un latinismo que me generó aplausos. Finalicé la clase haciendo la invitación de permanecer a quienes tuviesen dudas, pero la escena de Daniela volvió a repetirse, salió de la clase sin apenas prestarme atención.
Dolido en mi yo interno atendí a mis estudiantes, fui guardando mi laptop, registros y libros del escritorio en el morral que solía cargar, pero al girar rumbo a la puerta del aula me encontré apoyada contra el marco a mi pequeña.
— ¿Profe no podría ser más evidente? —me preguntó notoriamente molesta.
— ¿Disculpa? —le contesté desconcertado.
— Me mira cada dos minutos, le hace preguntas a todos los que sientan a mi alrededor y lejos de verlos cuando responden me sigue mirando a mí, además se apareció como un acosador en el campo deportivo, mi amiga me dijo que me comía con la mirada.
— No quise generarte problemas pequeña, lo siento.
— Pues ya me los ha generado, y necesito de su ayuda —ahora me miraba a los ojos, con sus bellos ojos almendrados resguardados por sus cortas y seductoras pestañas, había cambiado su tono de voz y sus gestos de manera tan repentina.
— Claro, por supuesto, dime ¿en qué te puedo ayudar? —mi voz sonó suplicante, rayos esperaba que me dijera algo de volver a visitarme o a salir, o lo que sea mientras sea con ella.
— No puedo contarle nada aún, necesito de alguien más, así que hoy en la noche en el mismo lugar del otro día espero encontrarlo en la barra, que parezca casual por favor.
¡Rayos! ¡Eso quería escuchar! Yo estaba en modo adolescente cachondo, esa mujer era mi desintoxicante definitivo. Aún seguía apoyada en el marco de la puerta esperado mi respuesta.
— Buen ahí estaré mi pequeño bombón —eso se me escapó, realmente crucé lo que pensaba con lo que quería decir, ella abrió mucho sus ojitos, tenía puesto una blusa blanca ceñida al cuerpo, y unos jeans muy ajustados que permitían que se marquen sus bondades con todo detalle.
— Profe gracias, Ud. me encanta, de veras que me encanta, pero debemos cuidarnos ¿sí? —dijo casi susurrando, dio una mirada rápida a ambos lados del pasadizo y de un brinco me pegó un beso rápido en la boca, se volteó y caminando rápido se alejó del lugar.
Avancé un poco para seguirla con la mirada, sus nalgas subían y bajaban con cada paso que daba, llegando a la esquina ella giró la cabeza y al verme mirándola me hizo el gesto de no con el dedo. Apenado entendí que de nuevo estaba siendo evidente al comerla con la mirada.
Salí en sentido opuesto, rumbo a la sala de docentes, me crucé con un par de colegas, intercambiamos rápidas despedidas; al interior solo quedaba Fiorella terminándose una taza de café.
— Hola, ¿aún tienes pendientes? —le dije como para despejar la mente.
— Yo ya no, pero creo que tu si —me contestó, señalando mi entrepierna, en cuyo interior mi amiguito se había despertado por el pico que me dio Daniela, exhibiendo mi masculinidad. Sin poder controlarme me ruboricé, intentando taparlo con mi morral. Ella siguió hablándome — O es que te alegra verme — Bromeó Fiorella, sonriendo, moviendo sus pechos hacia adelante y a los lados para provocarme. Definitivamente se los vi, aunque antes solíamos bromearnos mucho, esta vez tuve que decirle algo un poco bochornoso.
— Este… verás… tu blusa se ha humedecido por tu… ya sabes —Su leche materna se derramaba, demonios si era una vaquita por donde la viera. Ella comprobó rápidamente lo que le acababa de decir.
— Rayos, pásame papel toalla por favor, está en el segundo cajón —me indicó.
— Claro, toma —le alcancé el papel toalla, ella se abrió un par de botones de la blusa, dobló el papel hasta tenerlo en un tamaño adecuado y sacando uno de sus grandes pechos acomodó el papel de forma que evite seguir humedeciendo su ropa, todo ello frente a mí, que incrédulo no había apartado la vista ni un segundo. Su tez blanca tenía ligeras venitas verdes por la enorme presión que debía soportar la piel, todo coronado con pezones rozados, de mediano tamaño, empequeñecidos por la redondez del seno lleno de leche materna.
— ¡Carlos! —me dijo casi gritando, yo me asusté —¡pásame otro papel! ¡con uno no alcanza!
— Si, toma… toma — le alcancé un segundo trozo de papel, ella repitió lo mismo, dobló el papel, sacó su otra gloriosa ubre y acomodó como pudo su ropa, hizo fuerza para poder abotonarse.
— ¿Te gustó el espectáculo? — me preguntó en tono sarcástico, pero aún sonriente.
— Lo siento, estoy un poco distraído últimamente —le conteste, sonando lo más sincero posible, pero pasando saliva de forma ruidosa.
— Hazme un favor —dijo acercándose un poco— consíguete una mujer, así estarás más tranquilo —Dicho esto, tomó su bolso y se dirigió a la salida —Nos vemos el lunes —dijo finalmente marchándose.
— Hasta el lunes —contesté con la voz ronca, aunque dudo que me haya escuchado.
Esperé un poco a haber calmado a mi fiera interna, cogí el auto y llegue a casa presto a alistarme, pensaba en cambiarme por algo más sofisticado, pero ella había dicho que sea como la semana anterior, y que evite llamar la atención, así que nuevamente fui con mi típica camisa y pantalón de vestir. Limpié un poco, esta vez alisté el edredón más grande y puse algunas bebidas en el frigorífico. Así salí caminando, vagué un poco por las calles pues era algo temprano, llegué al bar y el mesero que había tomado por costumbre verme todos los días me hablo con amabilidad.
— ¿Qué le sirvo? — me preguntó. Me puse a pensar si estaría bien que vaya pidiendo algo.
— Un whisky en las rocas por favor.
Mi bebida llegó enseguida, tomé un sorbo bastante pequeño, el licor me quemó un poco, pedí unas yuquitas como piqueo, aún no había cenado nada y mi estómago reclamaba un bocado.
Pasaron un par de horas, y unos cuantos vasos, cuando sentí una mano en la espalda, volteé esperanzado, pero me encontré una cara desconocida, una dama de unos ¿25? Tal vez me saludaba estirándome la mano, la sentí suave y fría al tacto.
— Hola me llamo Ángela, pero me puedes decir Angi, gusto en conocerte Profesor Carlos, Daniela me ha hablado mucho de ti.
Me quedé estupefacto, ¿Quién era esa mujer? ¿qué le habría dicho Daniela? ¿me habría metido en algún lío? Como vio que no le contestaba nada me volvió a hablar.
— Soy la mejor amiga de Daniela, no se preocupe, es solo que ella necesita de la ayuda de ambos, y le aseguro que soy una tumba de secretos —llevó sus dedos a su boca e hizo la seña de serrarla, como para darle mayor sentido a sus palabras, yo estaba nervioso, no esperaba a otra persona que no fuese mi bombón, aun así, intenté hablar para poder calmarme.
— El gusto es mío Angela —le dije.
— Llámeme Angi por favor.
No parecía tener malas intenciones, sus largas pestañas ocultaban unos ojos rasgados que transmitían inteligencia y sinceridad, tenía la nariz respingada, muy probablemente consecuencia de una operación, su tono de piel y complexión le daban cierto aire a ascendencia oriental o asiática, llevaba un vestido veraniego bastante suelto por lo que no podía distinguir sus formas femeninas con precisión, me animé a seguir con la conversación.
— Muy bien Angi, me alegra conocerte, pero te confieso que no comprendo bien lo que necesitan de mí.
— Verá profe ¿puedo llamarlo así? —al ver que no mostré incomodidad ni contesté de forma negativa continuó —Daniela, mi amiguita Daniela, tiene novio.
Mi vista se nubló un poco, así que era eso, de seguro nuestra aventura la había metido en algún lío, o nos habría metido, mejor dicho.
— Ya veo, no lo sabía —le dije.
— Si, y es un novio bastante complicado, por así decirlo, ocurre que uno de sus amigos vio salir a Daniela el fin de semana pasado de cierto condominio, así que los celos y malas ideas surgieron, ya se imagina.
— Claro que me lo imagino Angy.
— Pues bien, Daniela tiene un mundo de problemas, ya eso se lo contará ella.
— ¿Y Daniela vendrá? —pregunté esperanzado aún en poder verla
Angy hizo una mueca de no querer decir lo que tenía que decir y luego movió la cabeza de forma negativa. Mi pequeña no vendría, se me cayó el alma a los pies.
— Vamos no te desanimes, escucha lo que te tengo que decir porfa —me dijo en tono de súplica.
— Bien, bueno, al menos estoy bebiendo algo. Entonces ¿en qué consiste mi ayuda? —le pregunté.
— Te lo diré, pero por favor no te amargues, o si te amargas espera a escuchar hasta el final.
La escuche, ella quería que le preste mi departamento, casi me negué de inmediato, pero la dejé seguir hablando, solo necesitaba quedarse allí hasta el sábado por la noche. Habían planeado con Daniela contarle al noviecito que ambas se habían quedado juntas en mi departamento la semana pasada (la noche de nuestra aventura), y que el departamento supuestamente pertenecía a Angy. Convencerían al novio haciendo que Daniela visite a Angy el sábado por la mañana, Angy tenía que recibirla despeinada y en pijama para que todo pareciese más real.
— Bien, pero no quiero que nadie más suba al departamento, le inventarás una excusa al novio para que no suba, y el sábado en la noche si o si te marcharás, no quiero tener más problemas —mi humor había cambiado bastante, fui a ese bar preparado para otro desenlace, y terminé en este lío.
— Míralo de esta forma, mi amiga parece haber hecho “click” contigo, si todo sale bien tendrá carta libre para visitarte sin levantar sospechas —me dijo Angy, y eso cambió mi humor por completo. Tenía razón, y una visita femenina no vendría mal de todas maneras.
— ¡Te invito una copa entonces! —dije sonriendo.
— ¡Mejor que sean dos! —contestó mostrando una sonrisa de dientes pequeños y perfectos.
Conversamos un rato, no salimos a bailar, ella me confesó que también era una pésima bailarina, le pregunté por sus cosas y me señaló un pequeño maletín que tenía a los pies. Ella había venido preparada después de todo. Resultó ser alguien agradable para pasar una velada, no era escandalosa, más bien recatada y un tanto seria. Aún desconocía los detalles de lo que le había contado Daniela, dejé eso para después.
Decidimos ir al departamento, apenas se notaba el alcohol habíamos consumido, conversamos caminando y subimos sin contratiempos, yo le ayudaba con el pequeño maletín que había traído consigo.
— Antes de entrar quiero decirte algo —me dijo Angy — respeto el territorio de mi amiga, te confieso que, ahora que hemos hablado un poco, sé que eres un tipazo, y me gustas, pero quisiera que no pase nada entre nosotros, por lo menos por ahora.
La observé, también era una preciosura, a su manera ese vestido holgado le daba cierta sensación de misterio.
— Seamos amigos entonces —le dije, abriendo la puerta e ingresando al departamento —por lo menos por ahora — concluí regalándole una coqueta sonrisa.
Ya adentro charlamos un poco más, le serví una taza de café y avanzada la madrugada decidimos ir a descansar, el cuarto de invitados tenía la pequeña cama de mi hija, pero se le antojó suficiente para ella, que por cierto medía solo un poco más que Daniela.
Finalmente la dejé en su cuarto, me fui a asear y volteé al sentir pasos a mi espalda, ella había salido en su pijama de verano, un short de seda con un polo corto ombliguero, casi se me cae la espuma del dentífrico. Tenía una complexión fina, pero con un aura de sensualidad de esas mujeres a las que sigues con la vista cuando te las cruzas por la calle, sus pechos de mediano tamaño traslucían un poco en ese delgado polo, se notaba que no llevaba nada bajo su ropa. Le señalé el baño de visitas que tenía en la sala y ella se dirigió hacia allí, al voltear aprecié sus nalguitas, alargadas en sintonía con las piernas, parecía una avispa, la palabra sensual quedaba corta.
Me tumbé y descansé sin contratiempos. Un poco de escándalo me despertó en la mañana, salí de la habitación y me encontré a Daniela charlando animadamente con Angy en la sala, ella había bajado a recibirla tal y como habían maquinado y su plan venía funcionando a la perfección. Al verme Daniela se levantó, vestía un buzo deportivo, ceñido, perfecto. Se acercó a mi caminando y sin previo saludo me besó en la boca, no fue un beso tímido, fue un beso apasionado, prolongado, en el que pude saborear sus labios, hacer bailar a su lenga con la mía, acariciar su cabello mientras con la otra mano le agarré esa cola que me enloquecía.
— ¡Sigo aquí! —dijo Angy, interrumpiendo nuestra pasión.
— Lo siento —le dije, sin perder de vista a mi pequeña alborotadora.
— Hermana tienes que entender que lo he ignorado toda la semana, se merece un trato especial —dijo Daniela, pronunciando lentamente lo de trato especial. Yo estaba como un niño consentido.
— Bien, ¿Qué te parece si le dejamos una tarea a nuestro profe? —le propuso Angy a Daniela, parecía como si no estuviera en medio de ellas.
— Profe… profe ¿podrá alimentar a su preciada alumna? —Daniela se dirigía a mí con voz de niña.
— Oye enana no me excluyas —le dijo Angy.
— Bueno a ambas pues China… verá estaremos aquí todo el día con usted, no hemos desayunado, y la otra vez que quedé con las ganas de probar su sazón —completó Daniela, que de cariño le decía “China” a Angy, lo que iba de la mano con sus rasgos, y la trataba como su hermana, típico de mejores amigas.
— Ven, acompáñame mientras me cambio —dijo Angy jalando a Daniela al cuarto de invitados, dejándome allí parado con el miembro erecto bajo mi short.
Las escuché charlando, me di un duchazo rápido y con ropa ligera, por el calor que ya se sentía, me dirigí a la cocina, esta vez sabiendo que podría venir Daniela me había preparado mejor, saqué algunos ingredientes e hice huevos revueltos con tocino. Cuando salieron ambas vestían ropa deportiva, mallas de correr y tops a juego.
— Iremos a correr un poco, todo es parte del plan profe —dijo sonriendo mi pequeño demonio.
— No serán ni 15 minutos —acotó Angy, saliendo del departamento trotando.
La malla marcaba muy bien las nalgas de Daniela, ese culo redondito me ponía a mil. Seguí con mi cocina, serví los platos, nuevamente tostadas, un vaso de leche con chocolate e hice jugo de fruta, me estaba esmerando. Cuando terminé de servir el desayuno ambas regresaron riendo. Me contaron que, como imaginaron, se habían cruzado con uno de los amigos del novio a la vuelta de la esquina haciendo guardia, al verlas juntas este se abochornó y se marchó.
— Wao, todo se ve genial profe —me dijo Angy, ganándole la frase a Daniela que la miró algo molesta, aunque parecía ser una reacción de juego. Daniela tomó el vaso de leche y se lo llevó a la boca.
— Justo como usted sabe que me gusta ¿no? Leche fresca de mi profe —Daniela dijo esto y bebió un par de tragos, quedándose con un bigote blanco que me trajo muy frescos recuerdos. Bajo la barra tenía mi tremenda erección de nuevo.
Desayunamos mientras ellas bromeaban, Daniela era mucho más atrevida de Angy. Yo me sentía encantado de tener esa compañía, esperaba que pronto Angy se marchara para dejarnos solos y poder darle un verdadero desayuno a mi pequeña traviesa.
Para mi congoja se antojaron de ver una película, puse una de terror y ambas se acomodaron conmigo en medio en el amplio sillón de mi sala, el mismo en el que la semana pasada Daniela me había comido el pedazo.
Mientras veíamos la película Daniela me habló.
— Profe y ¿tendrá algo de tomar? para animar la peli.
— Claro, enseguida vuelvo —me paré, también estaba preparado para eso, así que les invité vino dulce a baja temperatura, ideal para refrescarse.
La película terminó y nos quedamos charlando. Me sentía en desventaja, así que saqué unos dados y les propuse jugar TODITO, respondiendo ellas emocionadas a la idea, solo que con la diferencia de que en la O podías obligar a alguien a hacer algo, eso o tomar una copa entera de lo que estuviésemos bebiendo.
La chispa ya estaba encendida, y ellas se unieron para atacarme cada vez que podían, pronto el vino se acabó, y saqué una botella de vodka, y otra de whisky, les di a elegir y eligieron el whisky, rebajado con hielo y soda. Pronto el juego se puso más interesante, cuando Daniela empezó a retar a Angy a que cuente cosas íntimas. Ambas estaban con las mejillas encendidas.
— Dime hermana querida, ¿alguna vez lo has hecho por atrás?, desde que te vi agachada en la ducha me quedó la duda —preguntó Daniela, ya con los efectos del alcohol.
— ¡Jajaja enana te pasas! —respondió Angy, tapándose la cara— si lo he hecho, aunque me dolió un montón —continuó con su respuesta, riendo en todo momento por su confesión, yo también reía, pero en mi mente estaba recreando la escena, imaginando cómo sería darle sexo anal a la jovencita de ojos rasgados, mi erección estaba en todo su esplendor, por suerte tenía un cojín sobre mi regazo para ocultarla.
— ¿Y usted profe? —me dijo Daniela.
— Si lo hice, dando por supuesto, y créanme mis queridas alumnas que todo depende de la preparación, y paciencia.
— No le creo —me respondió Daniela riendo.
Seguimos bromeando y tomando, las preguntas iban y venían, ellas hablaban con soltura de sus cosas, Angy retó a Daniela para que ella me haga un baile sensual y se lució, se paró en medio de la sala y acercándose a mi mientras frotaba su cuerpo con sus manos, masajeando sus pechos, lamiendo uno de sus dedos en tanto su otra mano la llevaba a la entrepierna, volteándose y agachándose para acercarme su culito como una invitación a hacerla suya, volteando nuevamente, levantando su pierna y haciedo saltar el cojín que tenía en el regazo, dejando a la vista mi verga parada, solo contenida por la tela de mi short. Ambas se detuvieron al ver la carpa que formaba con mi falo, y se echaron a reír.
— ¡Profe es un mañoso! —me dijo riendo Angy —ay no puedo más, voy al baño —dijo, alejándose rumbo a los servicios.
Daniela aún seguía parada frente a mí, levantó un poco su pie y lo puso sobre mi virilidad, tenía entreabierta la boca y con sus dedos intentaba sentir lo que escondía bajo la tela.
Me paré y levantándole el mentón la besé con pasión, ella recibió mi lengua en su boca y empezó a frotarme el bulto con sus manitos, como la vez pasada bajé un poco mi prenda y liberé mi verga, ella la tomó en sus manos extasiada, no teníamos demasiado tiempo. Ella seguía con su ropa deportiva, así que tomándola del cuello la obligué a ponerse en cuclillas y le acerque la cabeza de mi pene a los labios. Ella no dudó ni un segundo y empezó a mamar mientras pajeaba mi pedazo con fuerza, le levanté el tronco y, entendiéndome, me lamió de abajo hacia arriba como si de un helado se tratase, para luego volver a la cabeza y metérsela en la boca. Escuchamos el sonido del agua pasar y el lavamanos abrirse, le saqué el juguete de la boca y me tapé con el cojín sentándome de nuevo, ella se sentó a mi lado, con las mejillas encendidas, dándome un doloroso pellizco el muslo, en reclamo por quitarle la mamadera.
— Lo siento, ya volví —dijo Angy, caminando hacia nosotros mientras agitaba sus manos aún húmedas.
La siguiente lanzada de dados me salió favorable, y reté a Angy a que le diera un beso a Daniela, en la boca. Daniela abrió mucho los ojos, pues aún retenía el sabor de mi verga.
Angy sin saber de mi trampa se rio un poco y me dijo —un beso es algo fácil —levantándose y acercándose a Daniela, dándole no solo un beso rápido, sino uno sensual, deteniéndose un instante, Daniela le correspondió el beso para mi deleite. Cuando Angy se separó de ella la miró a los ojos, luego me miró a mí y moviendo la cabeza como si entendiese nuestra travesura y lo que acabada de ocurrir regresó a su lugar.
Con las siguientes tiradas todos tomamos, pero ahora le tocó a Angy ordenar un reto, y me eligió a mí.
— Profe háganos un baile sensual ¿sí? —me ordenó. Yo me deshice de la poca vergüenza que me quedaba y me paré frente a ellas, en mi torpeza olvidé mi erección e hice lo posible para simular a un estríper, me quité el polo y se lo arrojé a Angy, mi pequeña Daniela me estiró las manos, y solo me quedaba el short para dárselo, así que ¡AL DEMONIO! Me desnudé dándole el short, empezando a bambolear mi tronco frente a ellas. Daniela estiraba la mano intentando agarrármelo; Angy había dejado de reír y ahora parecía hipnotizada mirándome el pedazo.
Daniela logró agarrarme la poronga y directamente se la llevó a la boca, como desesperada por habérsela negado hace un rato. Angy por su lado seguía estupefacta, mirando como su amiga mamaba sin control. Tomé la decisión de arriesgarme, así que tomando de la orejita a Angy la acerqué a mi para que me besara, ella se dejó conducir, me envolvió el cuello y empezó a besarme, luego tomó la iniciativa y bajó a mi cuello, besando y lamiendo, luego a mis pectorales, deslizando su lengua por mi vientre se posicionó junto a Daniela, que no parecía dispuesta a compartir. Pero en vez de interrumpirla se acercó a ella y le empezó a lamer la oreja, a besársela y succionar su pabellón, eso pareció encantarle, soltando mi verga para besarse entre ellas. Calculé el momento adecuado e introduje la cabeza de mi polla entre ambas bocas, que se pusieron a lamer y mamar para mi deleite. Ambas subían y bajaban por mi pene, mientras una se metía la cabeza a la boca la otra lamía el tronco, luego paraban y se volvía a besar. Apenas y podía creer mi suerte. Angy tenía labios finos, con una manera peculiar de mamar, succionaba con fuerza, lo que me atormentaba el cerebro pues en cualquier momento me vendría, definitivamente era más experimentada que Daniela. Mientras ella succionaba, Daniela se entretenía lamiendo por donde podía. La cogí con delicadeza del cuello y la hice pararse a mi lado, con cuidado le levanté el top deportivo, liberando sus pechos, empezando a lamerlos de inmediato, hice succión en sus pezones justo como Angy me venía haciendo abajo, le lamí las tetas en toda su circunferencia, con cuidado le bajé un poco el elástico de la licra que tenía puesta, ella se la bajó dejando expuesto ese cuerpo perfecto de glandes glúteos y bellas piernas, le empecé a tocas el sexo, acariciándoselo, todo mientas me mamaban la verga y yo le comía los pechos, era una escena digna de un cuadro.
En una fuerte succionada de Angy sentí que me venía, alertado tomé por el cuello a Daniela y la acerque a la cara de Angy, casi haciéndola tropezar, sacándosela de la boca a la China me vine sobre su cara, Daniela hizo que apunte hacia ella y el siguiente chorro de leche le cayó sobre los cachetes, luego vinieron un par más que bañaron a ambas por igual, usé mi pinga para darles los golpecitos en la cara, expandiendo aún más mi leche por sus mejillas. Ambas jovencitas se miraron y, lejos de sentirse asqueadas, se pusieron a besarse y sorberse cuanto tenían al alcance, Angy no perdió tiempo y me volvió a dar una mamada con sus características sorbidas, sacándome todo cuanto me quedaba. Daniela empezó a desnudar a Angy, quien facilitó el trabajo quitándose sus prendas, tenía una piel beige muy bella y bien cuidada, que contrastaba con la piel morocha de mi pequeña Daniela, sus pechos eran del tamaño de dos naranjas, más grandes que los de Daniela, pero un poco más caídos, sus pezones eran grandes y oscuros con una punta pronunciada, su vientre plano invitaba a explorar su sexo, apenas visible desde donde me encontraba, sus nalgas eran la continuación de sus muslos, solo un poco más pronunciadas y alargadas, pero bellas en conjunto con el resto del cuerpo fino que tenía. Angy cogió del cuello a Daniela y la hizo acercarse para que la besara, la hizo descender, primero a sus pechos, luego a su vientre. Todo ello mientras se tendía en el sillón abriendo sus piernas, llevando la cabeza de Daniela entre ellas, empezando a gemir por los besos y caricias que recibía de mi pequeña. Esa posición obligó a Daniela a agacharse y arrodillarse en el sillón, dándome la vista más privilegiada que se pudiese pedir de su culito, estaba prácticamente en cuatro frente a mí. Llevé mis palmas a sus glúteos y le di una ligera nalgada, ella gimió y alzó un poco más la cola, invitándome a poseerla, pero quería jugar un poco más. Su fino afeitado permitía mirar todo cuando uno quisiera, tenía los labios muy bellos, separados, su vagina estaba humedecida, le introduje un dedo y empecé a masajearle el clítoris, ella agradecía con ligeras contorciones, le besé una nalga y la lamí ebrio de su perfección, llegué a la unión entre ellas y encontré su pequeño ano, era un asterisco impecable, completamente bien definido y hasta donde pude ver aún virgen, tome nota mental, pues si la vida me daba la oportunidad se lo estrenaría hasta hacerlo rebalsar de leche con mi verga adentro. Esa vista me dejó listo, me levanté y le puse la cabeza de mi mazo en su vagina, ella se alistó deteniendo sus caricias a Angy un momento. Lo siguiente fue brutal, la penetré de una sola jalada de caderas, ella gritó de placer, se empezó a contorsionar quebrando más su cinturita, yo la empecé a bombean con una tanda de metidas y sacadas bestiales, nalgueándola y abriéndola cuanto ella podía soportar, pronto la sentí acalambrarse y encogerse un poco mientras cruzaba sus piernitas formando una x mientras llegaba al clímax. agotada se dejó caer en el sillón, al ver esto la China se levanto y ocupó su lugar poniéndose en perrito.
—Aun no se canse profe, toca cambio de plato —me dijo volteando un poco a un lado para poderme ver, sin perder su pose.
—Me gusta la comida oriental —le dije agarrándome el pedazo, pero antes de acomodarle le di una mirada a su ojete, tenía un tamaño más grande de lo habitual, indicio de que ya había recibido visitas, tal y como nos había confesado en el juego. Aun no podía permitirme darle por ese camino, así que nuevamente puse la cabeza de mi verga en su vagina, se me antojó más cerrada, ella era más delgada y con la cadera más estrecha después de todo, y se la metí de un tirón, ella no estaba preparada, casi la levanté en el aire por la fuerza que le transmití. Lanzó un grito de dolor mientras que con las uñas de una de sus manos me agarró el muslo, apretándome. Me detuve, Daniela se levantó y agachada la empezó a besar y a susurrarle, poco a poco la tensión se fue perdiendo y empezó a dar ligeros movimientos con la cola, invitándome a seguir. Fui más amable con ella, le acaricié la espalda. Cuando se la metía toda movía mis caderas a los lados y en círculo para darle placer. Se me antojó voltearla, y allí boca arriba la volví a poseer, Daniela ahora tenía más fácil besarla y acariciarla, así que pronto ella también se dejó llevar y tuvo su orgasmo, presionando mucho sus piernas en mi cintura, por lo que apresurado salí y me vine sobre ella. Ambas estuvieron un rato más besándose y acariciándose, Daniela se acercó a mi y dejó que le diera cachetadas con mi verga, ese ritual parecía gustarle. Luego nos sentamos juntos para poder tomar aire y calmar nuestros sudorosos cuerpos.
—Profe… nosotras no solo vivimos de leche…—me dijo Daniela, con voz de inocencia. Yo no llegué a entenderla, por lo que intervino Angy.
—Se refiere a si vamos a pedir algo de comer, comida normal —aclaró.
—¡Claro! Pediré algo —dije levantándome a buscar el móvil— ¿les parece bien si pido un pollo a la brasa? —pregunté aún agitado.
Ambas coincidieron que estaba bien así que hice la llamada a un restaurante cercano. Ellas seguían tendidas en el sillón, acordamos turnarnos para darnos un duchazo, pues el baño no era especialmente grande. Sorteamos los turnos con un piedra papel o tijera, y yo gané, las chicas se quedaron charlando en la sala mientras que yo me duchaba con agua tibia, me froté y enjaboné todo el cuerpo, pues en el encuentro parte de mis fluidos salpicaron por todo lado, creo que el sillón se había llevado la peor parte, pero como era de cuero ya lo limpiaría a detalle más tarde.
Luego ellas entraron juntas al baño, les presté un par de toallas limpias y me cambié con un short deportivo y un polo holgado, empecé a recoger las botellas y copas de la sala. Durante nuestra acción habíamos desperdigado todo, hecho caer el whisky y arrojado los piqueos que apenas habían probado. En eso estaba cuando sonó el timbre, me acerqué a la puerta alistando mi billetera para pagar la comida, abrí y me topé cara a cara con mi exesposa allí parada.