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El probador (madre e hijo)
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Con el agotamiento habitual de mi reciente sesión de gimnasio, sumado mis 56 años, me dirijo a las duchas para el reparador baño. Mientras el agua corría por mi cuerpo, en mi cabeza daban vueltas mil cosas, el trabajo, el hogar, pero sobre todo mi encuentro hoy, con un compañero de trabajo. Pero más me urgía tomar la decisión de hablar con mi marido para decirle el final de nuestra relación, que él se encargó de destruir hace más o menos año y medio.

Pero más me carcomía los pensamientos lo que sucedería esta noche en este primer encuentro con Ángel, quien me invito a salir, según dijo, solo tomar algo, pero a mi edad y su edad, sabemos cómo terminaría eso, sumado a la falta de sexo que vengo teniendo.

Mientras elaboraba ideas, juro que sin darme cuenta, me encontré tocando mi vagina, húmeda, tanto por fuera como por dentro, no pudiendo controlarme, cerré la cortina de nylon y me aboque a la tarea de darme placer tocando mis labios inflamados y estimulando el clítoris, para que, en muy poco tiempo, surgiera ese orgasmo reparador.

Ya vestida, llame a mi hijo por el móvil para que me acompañe a comprar ropa y luego almorzar juntos, cosa que acepto de buen agrado.

Nos encontramos en la puerta de un negocio de prendas femeninas, lo veo llegar caminando a paso cansino y tranquilo como es el, con su metro ochenta y cinco de altura y enfundado en su remera que dejaba ver sus bíceps trabajados y bien abultados, como así su hermoso culo de gimnasio y su hermoso bulto, el que se apreciaba debajo de su pantalón deportivo.

Luego de un fervoroso abrazo y un gran beso que me dejo la mejilla colorada, ingresamos al comercio, debo reconocer que me tuvo paciencia, y mucha, mientras recogía la posible ropa a comprar. Lleve al probador vestidos, pantalones, remeras, medias y hasta zapatos y zapatillas, obvio sin olvidar ropa interior bien sensual, por lo que pudiera surgir esta noche.

Cada combinación de ropa, lo hacía pasar para buscar su aprobación, fue una hora de tortura para mi hijo, pero estoico, él me decía, esto sí o esto no, hasta que encontramos una combinación muy juvenil e informal, que combinaba con unas zapatillas tipo tenis blancas.

– Mama, da gracias que sos mi madre, si no te juro me caso con vos, sos hermosa, tenés un cuerpo espectacular y aparte destilas dulzura.

– Gracias, seguro lo decís porque soy tu madre.

– No es la realidad, aun con tu edad estas más buena que una de veinte o veinticinco.

– Hijo, que cosas decís…

La lisonja hizo que me mojara nuevamente, hacía rato que no recibía comentarios de ese tipo, pero… es mi hijo… ideas locas de mi cabeza, ¿pero no imposibles?

– Bueno mi bebe, hora me voy a probar ropa interior.

– Dale ma, yo te digo como te queda.

– Ahí no, como me vas a ver así.

– Mama, cuantas veces te he visto…

Se retiró sin más, comencé a probarme la lencería y nada me conformaba, no me quedo opción, lo llame a Julio.

Al ingresar al probador sus ojos se agrandaron como huevos fritos al verme con una tanga de hilo dental que se perdía entre mis glúteos y un pequeño trozo de tela que marcaba los labios en mi vagina depilada recientemente, vi como su miembro crecía progresivamente, mi libido se exacerbaba a la par, humedeciendo, visiblemente ese minúsculo retazo de tela mencionado, que la cubría, pero casi nada.

No hubo en ese momento, ningún segundo de dudas, nuestras manos buscaron esos objetos de deseo, nuestras bocas se unieron. Le baje un poco el pantalón junto con su bóxer permitiendo liberar el gran miembro que escondía julio entre sus piernas, el tanga cayó al piso, me dio bruscamente la vuelta haciéndome inclinar, con una mano tomo mi cintura y con la libre tapo mi boca para introducir de un solo empujón todo ese cuerpo venoso, largo y grueso que se perdió con facilidad dentro de la encharcada vagina; con vehementes empujones me hacía sentir su presencia en el interior, sentí como se inflamaba más ahí dentro, palpitando la inminente llegada del semen que impactaría en mis entrañas, primero acabo Julio, al sentir ese semen caliente, mi organismo no dudo e hizo lo suyo, haciéndole saber a mi hijo que mi orgasmo fue intenso, cuando mi boca se abrió en forma descomunal prodigándole una mordida a sus dedos.

Apenas terminábamos de vestirnos cuando la vendedora se asomó y con una mirada cómplice al ver nuestros cuerpos agitados y el rubor en el rostro dijo en tono pícaro.

– ¿Terminaron? ¿Ya se probó la ropa?

Tomando el tanga y el corpiño, dijo entre risitas y oliendo la prenda.

– ¿Lleva esta no?

Luego de pagar salimos tomados de la mano sin pronunciar palabra, algún beso que otro perdido por ahí, me hizo caer en la cuenta que no fue un sueño.

Coronamos el mediodía con el almuerzo prometido hablando de cosas rutinarias, sin mencionar nada de lo sucedido debido a la cercanía de la gente que estaba en mesas contiguas.

Debo reconocer, cada vez que Julio rozaba mi mano con la suya mi vagina volvía a palpitar, creo que se lo hice saber cada vez que mis ojos se ponían casi blancos de la excitación que me producía su cercanía y esa mirada esmeralda penetrante que tiene.

Subimos al vehículo y tomamos la salida del estacionamiento, el rumbo no era el que yo había hecho tantas veces, dio vueltas en varias esquina y tomo por una avenida por la que no transitamos muchas cuadras, pues en el primer letrero de hotel alojamiento giro a la derecha y estaciono en la cochera de una de las tantas habitaciones, justo la numero sesenta y nueve, (los vicios), más que sorprendida estaba excitada, mi vagina destilaba fluidos y, hasta humedecieron la entrepierna de mi pantalón y nuevamente su gran verga estaba en alto, orgullosa, gallarda. No quise perder la oportunidad, de un tirón baje un poco el pantalón y me zambullí para engullirla, cosa que me costó, nunca había tenido dentro de mi boca algo tan grande, lo escuche gemir por primera vez, sentir el sabor de su liquido pre seminal en mis papilas me hizo mojar aún más, pasaba mi lengua de su cabeza hasta sus testículos y volvía a introducirla, no con menos dificultad. Ya mi excitación era tal que la necesitaba dentro de mí, nos apresuramos a descender del vehículo para ingresar a esa habitación que sería testigo de nuestro consentido incesto.

Casi arrancándome la remera y el corpiño, fue besándome el cuello, bajando de a poco por mis laterales y abdomen, lo que hacía poner a mi piel totalmente erizada, que habilidad tuvo para desnudarme por completo y hundir su mano en mi chorreante entrepierna, me tomo de allí y mi espalda depositándome en la cama, sin dejar de besar mi piel se fue acercando a la entrada de la vagina, para comenzar a hurgar en ella con su lengua.

– Por favor Julio, que placer me estás dando, hacía tiempo que no sentía esto que pasa por mi cuerpo y mi mente ahora.

– Me alegro mama, disfruta al máximo.

Lo dijo sin separarse mucho de mi concha ardiente, su aliento cálido al hablar justo ahí, me provoco un orgasmo muy intenso, que por más que lo hubiera querido ocultar no lo podría haber hecho, creo que mis gritos se deben haber escuchado en varios cuartos contiguos.

No podía creer que la verga de mi hijo me estaba dando un placer que no lo había experimentado en mis años de actividad sexual.

Ya tenía unas ganas irrefrenables que me cogiera, se lo hice saber dejo de chupar mi concha y siguió por mis tetas, estaba feliz viendo la boca de julio succionar mis pezones, a la vez que su miembro hacia presión en la entrada, colabore abriendo más las piernas para que pueda entrar toda, sentí un poco de dolor mezclado con placer cuando se perdió toda en el interior

Gimiendo y nuevamente gritando le pedí…

– Cógeme duro mi amor, dale duro, quiero recuperar todo el tiempo que perdí, lléname las entrañas de tu semen, haceme sentir quien es mi hombre.

Comenzó con las embestidas duras, esas que a mí me gustan, sentí nuevamente la sensación del probador, su verga se comenzó a hinchar más, y con solo saber lo que vendría tuve otro orgasmo tremendo, casi al mismo tiempo que él, mi vagina se deshacía en contracciones y succionaba el miembro de mi hijo querido como queriendo exprimir hasta la última gota de su hirviente semen.

Tuvimos sexo hasta bien entrada la noche, solo nos faltó el anal, no me animé, aún, porque después probamos todas las posiciones que conocíamos.

A la salida del hotel y rumbo a su departamento, le pedí que se detuviera, cosa que hizo enseguida, tome mi móvil y le marque a Ángel.

– Hola Ángel, debo pedirte disculpas, esta noche no voy a poder salir con vos, me surgieron unos temas muy importantes con mi hijo, ya resolvimos dos, espero que en el transcurso de la noche podamos seguir resolviendo.

– Obvio mama, que sin dudas vamos a seguir resolviendo.

Nos mirábamos y reíamos en silencio como dos adolescentes.

– No te hagas problema, espero que los puedan solucionar, hay tiempo, queda pendiente la salida.

Colgué y nos fuimos a su departamento para “resolver” varios temas durante toda la noche.

Al otro día antes de irme, me dijo.

– Ma, fijate en la boleta de compra de las prendas, al reverso.

En la parte trasera decía con letra muy prolija.

“Sofía, (un número de móvil) cuando gusten…”

Pero esa, esa es otra historia.

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