Nota: En “Los increíbles”, la ropa normal de Violeta no se vuelve invisible con ella, solo lo hace su supertraje. Sin embargo, para que esta historia pueda funcionar, aquí toda ropa que lleve puesta se vuelve invisible con ella.
Ser adolescente y tener el poder de volverte invisible no es la mejor combinación.
La madre de Violeta siempre le había dicho, desde pequeñita, que estaba mal utilizar su poder para espiar a la gente. Además de para robar, para colarse en el cine… la verdad es que casi todas las cosas para las que su poder era útil estaban mal. Aun así, Violeta había sido capaz de ser una niña buena durante la mayor parte de su vida, pero la curiosidad sexual despertada por sus hormonas se lo había puesto demasiado difícil…
Además, la primera vez que se había portado mal había sido casi por accidente. Estaba llorando en el baño de las chicas del instituto después del cruel comentario de una compañera sobre sus pechos (o la falta de ellos), invisible para asegurarse de que nadie la molestara, cuando una pareja de un curso superior entró al servicio. Ajenos a la presencia de Violeta, los jóvenes (bastante atractivos, por cierto) tuvieron una apasionada, aunque breve, sesión de sexo. La inexperta muchacha los contempló con suma atención y fascinación, prácticamente olvidando la tristeza que la acongojaba, aunque no pudo evitar fijarse en que la chica tenía unas tetas envidiables.
Esa misma noche Violeta descubrió por primera vez los placeres de la masturbación, y en las semanas siguientes su interés por el sexo en general y por el sexo opuesto en particular empezó a desbordarse. Empezó como empiezan muchas adolescentes normales: valiéndose de Internet para investigar y encontrar inspiración para sus sesiones de onanismo, fantaseando con los famosos de turno… pero pronto surgió la tentación de volver a utilizar sus poderes para saciar sus instintos. Y poco después desistió en sus intentos de resistirse a ella.
Empezó a frecuentar los baños del instituto, especialmente el masculino, pero apenas tuvo suerte y casi siempre tenía que conformarse con ver a los chicos mientras meaban, visión que no le resultaba especialmente estimulante. Alguna vez cazó a alguno haciéndose una paja, pero siempre solía coincidir que estos eran chicos poco atractivos. Le empezaron a despertar mucha curiosidad las grandes diferencias de tamaño entre los penes de los chicos, y la poca influencia que la edad tenía en ese sentido. ¿Cómo podía ser que adolescentes que apenas acababan de entrar en la pubertad estuvieran mejor dotados que algunos profesores? Luego se dio cuenta de que no era tan raro, al fin y al cabo ocurría lo mismo con los pechos de las mujeres… no podía evitar preguntarse si los suyos crecerían algún día.
La inseguridad de Violeta con su propio cuerpo evitaba que tuviera el valor de intentar buscar el contacto sexual o sentimental con los chicos, y esto a su vez repercutía en que tuviera que recurrir más y más a sus clandestinas técnicas de observación. Con el tiempo se dio cuenta de que el simple hecho de estar viendo algo prohibido la ponía muy cachonda de por sí, y unas cosas y otras la empujaron a llevar su voyerismo más allá: una noche se coló en el dormitorio de sus padres, y lo que presenció fue… bueno, increíble.
Su padre no es que destacara mucho físicamente, pues las dimensiones de su barriga eran considerablemente más voluminosas que las de su pene, pero la fuerza que era capaz de imprimir a sus embestidas durante el acto era asombrosa, y Elastigirl no tenía ningún problema en recibirlas gracias a la flexibilidad de su cuerpo. Flexibilidad que también le era de lo más útil para todo tipo de maniobras que le hubieran resultado imposibles a una mujer normal, como poder besar a su marido mientras este la penetraba a cuatro patas o incluso utilizar sus elásticos brazos como cuerdas para asumir un rol dominante.
La verdad es que Violeta sentía envidia. Aunque su poder le servía para observar a otras personas a escondidas, le daba la sensación de que le sería completamente inútil a la hora de tener sexo de verdad. No podía estirarse de formas imposibles, ni tenía una capacidad física asombrosa… estaba segura de que incluso Dash podría darle un uso sexual a su supervelocidad cuando creciera.
Esa línea de pensamiento la llevó a acordarse de Lucio, el mejor amigo de su padre… No creía que sus poderes de hielo pudieran ayudarle a complacer a su mujer. De hecho, tal vez incluso fueran peligrosos. Aunque era un hombre negro, y si Internet le había enseñado algo era que ellos tenían su propio “superpoder”. Violeta no pudo resistirse a comprobarlo, y la próxima vez que Lucio vino de visita ella se quedó esperando en el baño, confiando en que en algún momento Frozono hiciera uso de él. Tuvo suerte y, tras poco más de una hora esperando (por suerte tenía el móvil para entretenerse mientras tanto), pudo atestiguar que el mito era cierto: aquella polla negra era la más grande que había visto hasta ahora, al menos en estado de flacidez. Aquella noche, Lucio protagonizó sus fantasías.
Violeta era consciente de que lo que hacía estaba mal, y de que la forma en la que estaba descubriendo su sexualidad no era sana para ella, pero le resultaba extremadamente difícil salir del círculo vicioso en el que se había metido. Los chicos se fijaban en ella tan poco que parecía que fuera invisible todo el tiempo, y había llegado un punto en el que también le costaba sentirse atraída por la mayoría de ellos, habiéndolos visto a todos en sus momentos de mayor vulnerabilidad.
Cuando, de cara a cursar el bachillerato, tuvo la oportunidad de cambiarse de instituto, para ella fue una bendición. Se prometió a sí misma que en el nuevo centro dejaría de espiar a la gente e intentaría socializar como una chica normal.
Durante un tiempo le funcionó. Cuando llegó al nuevo instituto, Violeta era una de las pocas estudiantes recién llegadas a su clase, por lo que estuvo un par de semanas experimentando la desconocida sensación de ser el centro de atención. No se volvió una chica popular, ni muchísimo menos, pero trabó buena relación con algunas compañeras y empezó a dejar de lado algunos complejos, aunque no llegó a abandonar del todo su timidez.
Y, además, estaba Tony. Tony Rydinger era un chico muy mono y bastante simpático aunque, como ella, no tenía un gran don de gentes. Era algo torpe y se veía a la legua que no tenía mucha experiencia con las chicas, pero estos rasgos le resultaban adorables a Violeta, que se sentía menos intimidada por él que por otros chicos. Aún así, ambos eran introvertidos, lo que provocaba que no se dirigieran la palabra tanto como a ella le hubiera gustado. En cualquier caso, cada vez que hablaban Violeta se sentía cómoda y feliz, y pronto Tony Rydinger pasó a protagonizar la gran mayoría de sus pensamientos y prácticamente la totalidad de sus fantasías sexuales.
Por supuesto que, más pronto que tarde, surgió una vocecilla en su cabeza que la instaba a espiar a su nuevo objeto de deseo. Tony no tenía un físico imponente, y de hecho pasaba bastante desapercibido en ese aspecto, hasta el punto de que su nombre nunca salía a la palestra cuando las chicas del curso hablaban sobre el sexo opuesto (conversaciones que Violeta escuchaba con atención pero en las que rara vez participaba). Sin embargo, Violeta se moría de ganas de descubrir más sobre la anatomía del chico. Aún así, estaba decidida a no espiarle. Tony no solo la atraía, le gustaba de verdad, así que respetaría su intimidad.
Y así fue durante meses. Su relación con él progresaba sin prisa pero sin pausa. Cada vez hablaban con más frecuencia, aunque Tony no daba ninguna señal de corresponder los sentimientos de Violeta. Claro que ella procuraba tampoco ser muy evidente. Conforme se acercaban las vacaciones de verano, la cada vez más encaprichada adolescente empezó a plantearse declararse a su amado. Pero el destino es caprichoso y, cuando aún no había terminado de decidirse, sucedió algo que trastocó sus planes por completo.
Cuando Violeta decidió que no espiaría a Tony (ni a nadie) supo que tendría que resistir sus impulsos sexuales, pero no fue hasta un tiempo después que surgió una tentación con la que no había contado. Así como las chicas solían hablar de chicos cuando estos no estaban delante, resultaba bastante evidente que ellos harían lo propio, pero a Violeta ni se le había pasado por la cabeza que podía utilizar su poder para escuchar esas conversaciones, sobre todo porque tenía asumido que no versarían sobre ella. Hasta que un día, mientras toda la clase trabajaba por grupos durante la lección de Educación Física, le pareció oír su nombre entre los cuchicheos provenientes de un grupito conformado por cinco chicos… entre ellos Tony.
Violeta se giró para mirarlos y, aunque ellos disimularon, le pareció percibir que acababan de apartar la mirada de ella. También notó como uno de ellos le daba un no demasiado discreto codazo a otro, como recriminándole por algo. En cuanto a Tony, Violeta notó que su rostro tenía un color más rojizo de lo normal, pero supuso que estaba acalorado por el esfuerzo físico realizado durante la clase.
Intentó convencerse de que no debía prestarle mayor atención a lo ocurrido, y si ella fuera una chica normal lo habría conseguido. Pero tenía poderes de invisibilidad y, por lo tanto, no tenía ninguna necesidad de quedarse con las dudas.
Al finalizar la clase, Violeta se apresuró en cambiarse de ropa (las normas del instituto dictaban que debían llevar ropa de deporte durante esa asignatura y el uniforme reglamentario el resto del tiempo) y, al abandonar el vestuario femenino, se hizo invisible y se encaminó al masculino, con la esperanza de que los chicos hubieran retomado la conversación que sospechaba haber protagonizado.
Antes de entrar en ese lugar que le estaba prohibido, reflexionó durante unos segundos y estuvo a punto de arrepentirse. Hacía mucho tiempo que había abandonado ese tipo de comportamiento. Sin embargo, en esta ocasión sus intenciones no eran perversas. De hecho, esperaba no ver ningún pene, pues no había ninguna necesidad de que los muchachos se cambiaran de ropa interior. Decidida a averiguar lo que decían sobre ella, y con la esperanza de descubrir la opinión de Tony, Violeta se adentró en el vestuario. Los chicos siempre dejaban la puerta entreabierta (a diferencia de las chicas, que eran mucho más cuidadosas con su privacidad), así que pudo cruzar el umbral sin ningún problema.
Una vez dentro, su excitación se disparó mucho más rápido de lo que esperaba. Se vio rodeada por cuerpos masculinos, la mayoría de ellos en ropa interior, y unos cuantos muy apetecibles. Violeta, a raíz de sus experiencias pasadas, siempre había tenido cierta fijación por el aparato reproductor masculino, pero ahora empezaba a preguntarse por qué nunca había usado su poder para poder contemplar de cerca pectorales, abdominales y bíceps al desnudo, como hacía ahora.
Se estaba poniendo cachonda, pero tenía que centrarse en hacer lo que había venido a hacer. Había bastante algarabía en el vestuario, pues había unos 15 alumnos en su interior, así que decidió que lo inteligente era acercarse a donde estaba Tony, para así poder discernir si hablaba con alguien. Lo cierto es que tardó unos segundos en localizarlo, pues era de los chicos menos voluminosos de la clase, y también de los que menos ruido hacía.
Se encontraba en un rincón charlando con un par de compañeros de los que habían formado grupo con él durante la sesión de hoy. Uno era Paul, un chico gordito que parecía ser su mejor amigo. El otro era Jackson, un muchacho guapo y atlético que era de los más populares del instituto, tanto entre los hombres como entre las mujeres. Violeta se acercó a ellos y se agazapó en una esquina, donde no entorpecería el paso a nadie. Aparentemente, los tres estudiantes estaban tan distraídos hablando que aún ninguno había empezado a cambiarse, y Violeta no pudo evitar sonreír al pensar que presenciaría como Tony se desvestía. Aunque en aquel momento su atención se vio inmediatamente atraída por las palabras que decían los muchachos.
Es mucha mujer para ti. – le decía Jackson a Paul con tono burlón.
Le gusto, tío. – se defendía él. – A los dos nos mola el anime, la hago reír y ya nos hemos visto un par de veces fuera del insti. La tengo en el bote.
Con esa descripción Violeta supo inmediatamente a quién se refería, y también supo que el pobre Paul se estaba haciendo demasiadas ilusiones. Hannah era una de las chicas más guapas de la clase y además tenía un cuerpazo. Y sí, le gustaba el anime y Paul le caía bien, pero a ella le iban más los tíos como… Jackson. Violeta estaba casi segura de que se habían acostado alguna vez, y asumió que ese era el motivo de que el guaperas estuviera tan convencido de las escasas posibilidades de su amigo.
Para llevártela al Salón del Manga a lo mejor, pero a la cama lo dudo. – rió Jackson, justo antes de decir la frase que lo cambiaría todo. – Tendrías que hacer como Tony y aspirar a algo más asequible.
¿A Violeta? Pero si no tiene tetas. – protestó el gordo.
Durante un par de segundos Violeta se sintió ofendida por el comentario, pero ese fue el tiempo que necesitó para comprender lo que aquel comentario implicaba. ¡Tony se había fijado en ella!
¿Qué sabrás tú de tetas? – volvió a burlarse Jackson.
Más que este. – replicó Paul, señalando con la cabeza a un Tony que se mantenía callado, cabizbajo y algo ruborizado. – Yo al menos he tocado alguna.
¿Sin recibir una bofetada después? – Jackson enarcó una ceja.
¡Eso solo pasó una vez!
Los dos chicos rieron, e incluso Tony esbozó una sonrisa. Violeta, por su parte, se había quedado con el detalle de que el chico que le gustaba nunca había tocado un pecho femenino. Le pareció adorable e incluso tranquilizador. Al fin y al cabo, ella tampoco había tenido nunca contacto íntimo con un chico.
¡Chicos, venga, que las chicas ya están listas y hay que salir al recreo! – se escuchó la voz del profesor desde la entrada.
Eso espoleó al trío de amigos y, por fin, empezaron a desvestirse. Violeta se mordió el labio, ansiosa por descubrir el cuerpo de Tony. Los tres se quitaron la camiseta de deporte casi al unísono. Ella ignoró por completo el seboso y peludo torso de Paul y observó con interés el de Tony, delgado y lampiño. Y entonces sintió como sus ojos se desviaban, sin ella quererlo, hacia el tercero en discordia. Jackson tenía los músculos muy desarrollados y, aunque tampoco tenía apenas vello en el cuerpo, Violeta sospechó que en este caso esto era producto de una depilación. Tenía brazos fuertes, un pecho firme y unos abdominales muy marcados. Estaba tan ensimismada mirándolo que ni se percató de que Tony ya estaba cambiándose de pantalones, algo en lo que solo reparó tras el siguiente comentario de Paul.
Bueno, lo que está claro es que Violeta y tú haréis buena pareja. – dijo, riendo.
Cuando ella se giró a mirarlos enseguida comprendió a que venía el comentario. Tanto Tony como Paul estaban ya en calzoncillos, y si la parte superior de sus cuerpos contrastaba de forma notoria, la inferior no se quedaba atrás. Bajo la prominente barriga de Paul se percibía claramente un bulto que rellenaba su ropa interior. No era un bulto impresionante, pero era imposible no verlo. En cambio, en los calzoncillos de Tony no se percibía nada.
Violeta había visto bastantes veces a un hombre bajarse los calzoncillos, y sabía que esa notoria ausencia probablemente significaba que Tony no estaba muy bien dotado. Dejó escapar un silencioso suspiro de decepción, pero enseguida se dijo que no tenía importancia. Como Paul había insinuado, la carencia de tamaño era otra cosa que tenía en común con ella. Seguro que en el pasado también se habían burlado de él, y estaba convencida de que podrían subirse la autoestima el uno al otro.
Entonces Jackson se bajó los pantalones. Al igual que había ocurrido cuando se quitó la camiseta, el gesto atrajo inmediatamente la mirada de la chica, que en esta ocasión no pudo sino tragar saliva ante lo que vio. Bajo el bóxer de Jackson se intuía una polla descomunal, que aún en su flacidez se extendía a lo largo de la parte superior de la pierna, de tal forma que casi amenazaba con salirse por el borde inferior de la prenda. Violeta se preguntó si era más grande que la de Lucio.
El tamaño no lo es todo. – se defendió, por fin, Tony, aunque sin elevar casi la voz. – Estoy seguro de que las tetas de Violeta son preciosas.
Esas palabras ilusionaron tanto a la chica que empezó a sentirse extremadamente culpable por no poder apartar la vista del paquete de Jackson. Le gustaría coincidir con la primera aseveración de Tony, pero había visto muchos penes de todos los tamaños y era innegable que los grandes le llamaban mucho más la atención. “Pero es solo una cuestión estética.” – se dijo a sí misma. – “Seguro que el sexo es igual de placentero.”
Y yo estoy seguro de que tu pilila es una monada, pero eso no te va a servir para hacer que se corra. – parecieron leerle la mente.
Por un segundo Violeta pensó que Paul era el autor del hiriente comentario, pero había sido Jackson. Le sorprendió, porque hasta ahora el atleta había demostrado una actitud más madura y respetuosa.
Eso es, a las tías les mola un buen rabo más que ninguna otra cosa, ¿a qué sí, Jack? – insistió en el tema Paul, divertido.
A Hannah desde luego sí. – contestó el otro con suficiencia.
El gesto de Paul se ensombreció.
¿Te… te la has tirado? – tartamudeó.
Está buenísima, claro que me la he tirado. – fanfarroneó Jackson, que de pronto parecía estar disfrutando en demasía de su superioridad física sobre los otros dos.
Paul se enfurruñó, se terminó de vestir rápidamente y se marchó. Violeta se percató de que Tony y Jackson ya eran los únicos que quedaban en el vestuario.
Entonces… – habló tímidamente Tony cuando se hubieron quedado solos. – … ¿de verdad crees que le gusto a Violeta?
Estoy convencido de ello. – aseguró Jackson.
Violeta sonrió, tan entusiasmada que incluso consiguió apartar la vista de Jackson para volver a fijarse en Tony. Aunque ayudó que ya se hubieran puesto los pantalones del uniforme.
Pero has dicho que no podré… bueno… – murmuró Tony, cabizbajo de nuevo.
¿Satisfacerla? – Jackson sonrió con sorna. – Bueno, una cosa no quita la otra. De todas formas, Violeta es una cría, seguro que es virgen. Y quien no conoce a Dios…
Tony forzó una sonrisa. Estaba claro que no era la respuesta que quería oír, pero por lo menos mantenía las esperanzas de tener algo con Violeta. Esperanzas completamente fundadas, pues ella estaba más que dispuesta a dejar pasar el pequeño problema del chico.
Gracias, tío. – dijo Tony tras terminar de vestirse.
Ve tirando, ahora te alcanzo. – respondió el otro, que había sacado el móvil de su pantalón y se estaba entreteniendo mirando algo, aún sin haberse puesto la parte de arriba del uniforme.
Tony se marchó y Violeta se dispuso a ir tras él, cuando oyó algo a su espalda que la hizo detenerse en seco.
Es mono, ¿verdad? Qué pena que esté tan mal dotado… – dijo Jackson con sarcasmo.
Violeta se giró, confundida. Lo primero que pensó fue que quedaba alguien más en el vestuario y por algún motivo no lo había visto, pero no era el caso. Lo siguiente que se le ocurrió fue que Jackson estuviera hablando por el teléfono, pero no tenía sentido.
El chico rio, guardó el móvil y se encaminó hacia donde estaba Violeta, todavía invisible. La chica lo esquivó antes de que se chocaran, permitiendo a Jackson llegar hasta la puerta y cerrarla.
Sé que estás aquí, zorrita. – afirmó por fin. – ¿Qué eres, invisible?
Violeta sintió cómo se le encogía el estómago. ¿Cómo podía saberlo?
Así que es eso. – confirmó Jackson, satisfecho. – Deja que te vea, anda.
Violeta estaba paralizada. No se movió, no dijo nada y, por supuesto, no desactivó su poder.
Venga, no te hagas de rogar. – prosiguió él y, para sorpresa de Violeta, volvió a desabrocharse los pantalones. – Por esto estás aquí, ¿no? ¿Te gusta ver pollas?
La chica volvió a quedarse embobada contemplando el enorme bulto en los calzoncillos de Jackson. Para más inri, ahora su polla estaba empezando a crecer.
Te gusta, ¿no? Déjame verte y te enseño lo que hay debajo.
No entendía lo que estaba pasando y nunca había estado tan asustada, pero llegados a estas alturas era inútil alargar más la situación. Violeta, temblando, se hizo visible.
¡Ahí estás! – Jackson sonrió y se acercó a ella. – No tengas miedo, preciosa, no voy a hacerte daño.
Eso no la tranquilizó. Ni siquiera era eso lo que más la preocupaba, sino el hecho de que hubiera sido descubierta. ¿Y cómo?
¿Qué pasa, te crees que eres la única con superpoderes? – preguntó él mirándola fijamente.
Otra vez se sintió como si le hubieran leído el pensamiento… y entonces lo comprendió. Eso era exactamente lo que estaba ocurriendo.
Veo que lo has entendido. – Jackson sonrió. – ¿Sabes? Tu mente siempre me había parecido un coñazo. Tony por aquí, Tony por allá… Pero menuda bomba escondías ahí dentro.
Violeta no era capaz de articular palabra. Y tampoco hacía falta. En cuanto un pensamiento cruzaba su cabeza, Jackson lo leía y respondía en consecuencia.
Así es, sé que estás coladita por él desde principio de curso. Qué pena que justo ahora que se te va a declarar hayas descubierto lo poco hombre que es.
La carcajada de Jackson ofendió a Violeta. Se estaba burlando de Tony a sus espaldas, a pesar de que lo trataba como a un amigo. Pero lo peor era que tenía razón. Jackson era mucho más masculino que Tony, y Violeta no podía evitar sentirse atraída por él. El atleta volvió a sonreír, y Violeta se dio cuenta de que acababa de confesarle, sin quererlo, lo que sentía por él. Era imposible evadirse de sus pensamientos. Su cerebro era completamente vulnerable al poder del otro.
Reconozco que mi físico ayuda mucho, pero sí, la verdad es que saber a tiempo real lo que genero en vosotras me facilita mucho el trabajo. – Jackson extendió un brazo y acarició el rostro de la chica, provocándole un escalofrío. – Entonces, ¿has venido a ver pollas? Es la primera vez que te percibo aquí dentro.
Violeta no quiso responder, pero lo hizo.
Ah, así que venías a cotillear. Pero seguro que alguna vez has espiado a algún chico, ¿a que sí? – Jackson amplió su sonrisa al leer la respuesta en la mente de Violeta. – ¿Y cómo te gustan los rabos? ¿Grandes?
Ella no pudo reprimir un suave gemido. Se estaba excitando, tanto por la situación como por el efecto que las caricias del chico, que ya abarcaban su cuello y sus hombros, tenían sobre su cuerpo.
Como a todas. – prosiguió Jackson la conversación en la que solo él emitía sonidos. – Ha debido ser una decepción descubrir lo que el pobre Tony tiene entre las piernas. La verdad es que tiene la autoestima por los suelos. Cada vez que estamos juntos en el vestuario veo lo inferior que se siente. Tú sabes lo que es eso, ¿a que sí?
En ese momento, la mano de Jackson se posó sobre el pecho de Violeta y empezó a magrearlo con suavidad.
A Tony le da pavor la idea de que yo pudiera querer follarte, ¿sabes? Está convencido de que no tendría ningún problema para conseguirlo.
Tony tenía razón. Y ahora Jackson lo sabía.
La verdad es que no me lo había planteado nunca, pero si me lo pones así…
Jackson tiró del elástico de su bóxer hacia abajo con una mano y, con la otra, presionó uno de los hombros de Violeta en la misma dirección. No hizo falta nada más.
Violeta, arrodillada, practicaba una torpe pero entusiasta felación sobre el erecto miembro de Jackson. A este le congratuló comprobar que ya no había hueco para Tony en la mente de la chica.
Fue guiándola un poco y, aunque no consiguió grandes progresos, le dio igual que Violeta no supiera chupar una polla. No eran sus habilidades sexuales lo que la hacían interesante.
Jackson se pasó toda la mamada haciéndole preguntas subidas de tono, y lo mejor era que ella no necesitaba interrumpir lo que estaba haciendo para responder. Bueno, eso y que, aunque no quisiera, tenía que responder con la verdad. Asi, Jackson descubrió todo lo que Violeta había hecho con sus poderes, incluyendo ver follar a sus padres. La tal Elastigirl parecía toda una fiera en la cama, y Jackson se hubiera planteado hacerle una visita si no fuera porque no le parecía buena idea hacer cornudo a un tipo con superfuerza.
Cuando se cansó del interrogatorio (de la felación se cansó mucho antes), Jackson agarró a Violeta y, con un facilidad pasmosa, la hizo apoyarse en uno de los bancos del vestuario y procedió a desvestirla.
Violeta, por su parte, estaba fuera de sí, excitada y asustada a partes iguales. Iba a perder la virginidad en el vestuario del insti con un tipo que ahora conocía todos sus secretos, eso la asustaba. El tipo en cuestión estaba buenísimo y estaba claro que sabía cómo dar placer a una mujer, eso la excitaba. Y además tenía una polla enorme… lo que la excitaba y la asustaba por igual.
Jackson fue cuidadoso. Colocó a Violeta a cuatro patas y, mientras agarraba con una mano sus pequeños pechos, con la otra guió su pene hacia su virginal vagina. La penetró suavemente, pero ella estaba tan húmeda que la penetración fue más rápida y fácil de lo previsto. Pronto pudo empezar a embestirla en condiciones, e incluso se permitió azotar un par de veces su culo respingón mientras le tiraba con no demasiada fuerza del pelo.
Violeta no tardó mucho en alcanzar el orgasmo, y aún tardó menos en saber que no le sería fácil encontrar a otro hombre capaz de proporcionarle tanto placer.
Jackson hubiera seguido follándosela mucho más tiempo, pero el sonido del timbre le recordó que acababa el recreo y pronto llegaría otro grupo de alumnos al gimnasio. Así que, a su pesar, tuvo que forzarse a acabar, por lo que sacó su polla del interior de Violeta y se corrió copiosamente sobre su cuerpo.
La chica quedó empapada de semen, y en ese momento su excitación se evaporó y el miedo se apoderó por completo de ella. ¡La iban a pillar!
No seas boba. – rió Jackson mientras se vestía, leyéndole el pensamiento. – Hazte invisible y vete a casa a limpiarte.
A Violeta le entró una risa nerviosa, sintiéndose estúpida. Era una buena idea, aunque le daba rabia tener que perderse clase.
No te preocupes, seguro que tu novio te deja los apuntes encantado. – se burló Jackson. – Porque le vas a decir que sí, ¿no?
Violeta meditó unos segundos. Era plenamente consciente de que Tony no podría darle lo que acababa de recibir de Jackson. También era consciente de que necesitaba lo que Jackson le podía dar. Y también era consciente de que eso no impedía que adorara a Tony, y ahora sabía que él la correspondía. Violeta supo que su relación estaría basada, en parte, en una mentira, pero le daba igual. Además, por fin se le había ocurrido qué utilidad tenía su poder a la hora de tener sexo: seguro que le facilitaba practicar el sexo prohibido que tanto iba a anhelar.
Sí. – respondió finalmente, usando su voz por primera vez desde que entró al vestuario.