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El pasado de Ale
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Tiempo de lectura: 23 minutos

Recuerdo la cara de Ale en aquel momento. Su mirada, sus ojos completamente abiertos como platos, sus cejas arqueadas hacia arriba, su boca medio abierta. Nos miraba fijamente desde el otro extremo de la habitación, incrédula. Unos segundos después su expresión se rompió, comenzó a llorar y se fue, apartando a la gente que estaba alrededor. Fue la última vez que la vi en muchos años.

Alejandra, Ale, había sido mi compañera de clase desde niños. Se sentó en el pupitre de al lado desde pequeños hasta el último curso del colegio. Me sorprendió que eligiese la rama de ciencias como yo en los últimos cursos ya que a ella se le daba mejor las asignaturas de letras. Ale siempre parecía buscarme, con su enorme sonrisa, esos ojos claros y juguetones. Era una niña guapa, pero nunca me había fijado en ella como algo más. Yo la vi siempre como una amiga, mi compañera de clase del pupitre de al lado. Según crecimos otras chicas empezaron a vestir de forma más adulta, pero Ale nunca intentó ser así. Era más discreta, tímida. Con el tiempo, ya en mis 20, me di cuenta de que Ale siempre había estado tratando de llamar mi atención, pero sin éxito.

Mientras que yo elegí realizar una carrera de ingeniería, Ale eligió Administración de empresas. Creo que seguirme a una carrera de ingeniería hubiese sido ya demasiado para ella, aunque seguimos en contacto y quedando con el grupo de amigos los fines de semana. Hasta entonces ni yo ni ella habíamos tenido pareja. Yo si había tenido ligues, pero por alguna razón no quise que Ale se enterase. Ya entonces yo era consciente de que le gustaba a Ale y no quería dañarla. Por su parte ella empezaba a levantar pasiones dentro y fuera del grupo de amigos. Sin vestir de forma muy sensual, había desarrollado una belleza natural con su melena castaño claro, una cara bonita con una boca amplia de labios algo gruesos, una expresión innata de sus ojos muy sexy.

Sin embargo rechazaba toda proposición. Todos sabían que estaba loca por mí.

A finales del segundo año de carrera, ya casi en verano, se organizó una fiesta en la casa de un amigo a la que fuimos todos invitados, incluida la que por aquel entonces era mi flechazo, una amiga de amiga llamada Diana. Ale también estaba en la fiesta.

Gente, buen ambiente, música, bebidas, viernes noche. Diana y yo estuvimos tonteando toda la noche. Yo me di cuenta de que Ale nos observaba de vez en cuando. La noté molesta, pero con las bebidas y Diana simplemente me olvidé de ser discreto.

Diana y yo nos acabamos besando en un lado de la habitación. Ale estaba al otro extremo y yo la podía ver perfectamente. Como he comentado al principio, se fue de la casa y no la volví a ver en muchos años.

Me bloqueó en redes sociales, bloqueó mi número de teléfono. Yo comencé una relación con Diana que duró siete años, hasta los 27. Como dije al principio, nunca había visto a Ale como algo más que una compañera de clase. Seguramente fui muy frio e insensible, pero no traté de contactar con ella durante el tiempo que duró mi relación con Diana. Simplemente no me importó.

Ale dejó de salir con el grupo. Supe de su vida a través de amigas en común. Alguna noche de borrachera tuve una de esas conversaciones profundas con amigas y me contaron lo que sufrió tras aquel día, incluso durante años. La rompí el corazón, aún más con el tiempo cuando vio que yo no intentaba contactarla al menos para intentar hablar. En el último año de carrera empezó a salir con un compañero de su universidad, Carlos. Iniciaron una relación que dura hasta hoy en día.

En un desliz su mejor amiga me dijo que no me había olvidado y que inició la relación con Carlos para intentar quitarme de su mente.

Como he comentado, rompí mi relación con Diana tras siete años. Digamos que se había cansado de mí y otra persona apareció en su vida.

Junto con un par de amigos que quedaban solteros empecé un periodo de desenfreno, ligoteo, y por qué no decirlo, nos divertimos alguna noche con mujeres de pago. Perdí el respeto por las mujeres y comencé a verlas como una diversión. También comencé a contactar con chicas que había conocido en el pasado simplemente por molestar, jugar, probar. Y me entró la curiosidad por ver cómo le iba a Ale. Seguía estando bloqueado en redes sociales y el número de teléfono, seguramente Ale se había olvidado de que me había bloqueado tras tantos años. Había visto alguna foto de ella en algún post de amigas en común hace ya unos años. Siempre había sido guapa, y aunque nunca salía en primera línea noté que había empezado a vestir de forma más elegante.

Poco a poco me entraron ganas de hablar con ella, de quedar con ella a tomar un café y de que me contara cómo le iba la vida. En el fondo sabía que me había portado mal.

Decidí abrirme perfil en Instagram, que todavía no tenia, y buscarla. Habían pasado casi dos años desde que Diana rompió conmigo y casi nueve desde que vi a Ale por última vez.

Reuní valor y la envié una solicitud para seguirla. Tras un mes sin que Ale aceptase la solicitud ya pensaba que no lo iba a hacer. Pero un sábado por la mañana descubrí que la había aceptado y podía mirar en su perfil.

Sinceramente y sin exagerar, me hice una paja en la cama viendo sus fotos. En qué pedazo de mujer se había transformado. Fotos en bikini en la playa donde se veía las tetazas que siempre había tenido, pero nunca antes había querido enseñar, fotos en vaqueros ajustados que le quedaban impresionantes, alguna foto haciendo yoga en unas mallas que le hacían un culo perfecto, y en todas ellas la misma cara bonita que siempre había tenido con un tono ahora de madurez que los 29 años que tenía le daban. Ale había perdido la timidez de su juventud y se mostraba ahora radiante y sin complejos.

Por desgracia también vi una foto de hacía un año vestida de novia abrazando a su ahora marido Carlos. Yo había perdido contacto con sus amigas y solo me escribía con su mejor amiga una vez al año, lo típico de felicitar el cumpleaños, por lo que no sabía que se había casado.

Casualidad o no, tres días después de que me aceptase en Instagram colgó un post en el que anunciaba que estaba embarazada de tres meses.

Me entraron celos. Sin ser consciente de ello siempre había tenido a Ale como de mi propiedad. No la quería, pero era mía. De nadie más. Le eché valor y decidí contactarla con un mensaje privado para felicitarla. Creo conocer a las mujeres y sobre todo a Ale y su pasado, por lo que la tardanza de dos semanas en responderme me la tomé como una intención por su parte de dar poca relevancia a mi mensaje después de tanto tiempo sin contactarnos. Pero tuvo el efecto contrario.

Ale respondió de forma cariñosa, casual como si fuese un antiguo amigo y no su primer amor y la persona que más daño la había hecho en su vida. Tras un intercambio de mensajes me decidí a preguntarla si le apetecía quedar a tomar algo para ponernos al día. Contaba con que ella pensaría que si se negaba poniendo cualquier excusa daría a entender que realmente no quería quedar conmigo porque todavía me recordaba, así que no le quedaba otra opción que aceptar.

Quedamos un miércoles después del trabajo en una cafetería del centro. Yo llegué pronto, siempre lo hacía, odiaba la impuntualidad. Estaba sentado ya en una mesa con mi café cuando la vi entrar por la puerta. El corazón me empezó a latir fuertemente. Venía vestida con un pantalón marrón claro ajustado y una camisa roja algo suelta que dejaba ver una camiseta interior blanca con algo de escote dejando intuir las buenas tetas que tenía. Ya iba a cumplir el cuarto mes de embarazo, pero con la camisa roja suelta no se podía notar.

Mientras giraba su cabeza buscándome me quedé mirando su bonita cara. Tenía el pelo algo más claro de lo normal, podría decirse que era casi rubia. No aparecía así en su último post. Se acababa de teñir el cabello? Y por qué justo ahora?

Finalmente me vio y detecté un ligero gesto en su cara que no pude descifrar que inmediatamente disimuló con una sonrisa de su amplia y sensual boca. Tenía todavía esa expresión sexy en sus ojos claros.

Me levanté y la saludé con un beso en la mejilla. El perfume que llevaba olía muy bien. Llevaba ahora siempre perfume o se lo había puesto solo hoy? Nos sentamos y empezamos a hablar mientras pedimos otro café. Aunque Ale intentaba aparentar estar tranquila, indiferente y casual, sí noté cierto nerviosismo o incomodidad en algún gesto y al hablar de vez en cuando. Hablamos de los últimos años, pero no de lo que pasó en aquella fiesta. Acabé preguntándola cómo iba el embarazo y que se veía estupenda, no se le notaba nada.

– Bueno, es un truco – dijo sonriendo.

Se levantó ligeramente la camisa para dejar ver. La camiseta blanca más ajustada que llevaba debajo no podía ocultar esa ligera tripa ya de embarazo de casi cuatro meses. Se acarició instintivamente la tripa como una madre y sonrió, por primera vez una sonrisa de verdad, de felicidad. Hablar del embarazo parece que la distrajo de mi presencia.

Ver a Ale embarazada me puso a mil. La ruptura con Diana y los dos últimos años de lujuria me habían convertido en un pervertido sin ningún pudor. Un mecanismo dentro de mí se había activado y no tenía freno. Sería capaz de intentar acercarme a Ale? Y hasta dónde?

De momento no haría nada, esta era la primera vez que nos veíamos en nueve años, tenía que ser un encuentro amistoso. Tras unas dos horas en la cafetería nos despedimos antes intercambiando números de teléfono para seguir en contacto. O más bien, antes desbloqueando por su parte mi número que llevaba nueve años bloqueado. Se hizo la sorprendida como si no se acordase de haberlo bloqueado, a lo que yo sonreí. Mi última acción antes de perderla de vista fue echar una mirada a ese precioso culo apretado por el pantalón.

No perdí la ocasión al día siguiente de escribirla para decirla lo mucho que me había gustado verla, a lo que ella respondió con iconos de sonrisa y unos labios como un beso al final de la frase.

Vaya empalmada. Cómo me puso este mensaje. Me hice una paja otra vez en la cama mirando sus fotos. Cómo no me había fijado antes en ella. Me paré a mirar las fotos en las que hacía yoga, en el tremendo culazo que tenía. Iba a reventar, que ganas tenía de follármela. Si no hubiese notado nada en la cafetería daría la batalla por perdida, pero la realidad es que la vi nerviosa, incomoda, me había quedado claro que tenía algún sentimiento de algún tipo, bueno o malo, todavía por mí. Y me iba a agarrar a esto. Me daba igual que estuviese casada y embarazada. Se me había metido en la cabeza.

Intentar quedar con ella otra vez iba a ser muy descarado, y esta vez probablemente se negaría poniendo cualquier excusa. El sábado decidí escribir a Laura, su mejor amiga. La escribí de forma casual. Aunque nos hablábamos ya poco, pero siempre me llevé bien con ella, era la típica persona con la que hablas como si la hubieras visto ayer. Y ella se sentía igual conmigo. Fue ella la que me contó que Ale empezó con Carlos para tratar de olvidarme. Empezamos hablando de temas banales y pasé luego a hablar del pasado, del grupo de amigos que ya no quedábamos. No mencionó en ningún momento mi encuentro con Ale en la cafetería por lo que pensé que simplemente no se lo había contado. Así que lo había hecho en secreto sin decírselo a nadie. Otro punto a mi favor.

– Por cierto, sabes que Ale está embarazada?? – me escribió alegremente.

– Qué dices!! Ale? Y va a ser la primera del grupo que tenga un bebé? – dije haciéndome el sorprendido – Bueno esto tenemos que celebrarlo! – seguí haciéndome el inocente.

– Pues tienes razón! Deberíamos reunirnos todos para celebrarlo, el primer bebé del grupo! – dijo. Había picado en el anzuelo. Una sensación de entusiasmo me llenó, había conseguido que al menos se intentase celebrar una reunión y ver a Ale sin proponerlo yo.

– Pero una cosa – seguí – estás segura de que Ale querrá venir estando yo? Ya sé que ha pasado mucho tiempo, pero bueno, ya sabes lo que me dijiste…

– Olvídate de eso – escribió como algo incomoda – Ale es muy feliz con Carlos y no tendría problema en que estuvieras ahí. De todas formas no le diré nada de que he hablado contigo, simplemente le propondré hacer una fiesta en mi casa en el que estaremos los del grupo.

Me había salido el plan que ni lo hubiese soñado.

Laura abrió un grupo nuevo en Whatsapp para organizar una fiesta en su casa a las afueras para el siguiente sábado. Solo los del grupo, no se aceptaban parejas. Tenía que ser un encuentro solo nuestro, los de los viejos tiempos. Alguno se desmarcó ya que tenían planes, pero confirmamos la asistencia 14. Ale también, ya que era el centro de la celebración. Me pregunto si dudó en aceptar, si se lo pensó dos veces. Pero aceptó. Iba a ser una fiesta a mediodía, no iba a ser por la noche, era en casa de su mejor amiga y con el resto del grupo. Supongo que pensaría que no tendría que estar conmigo a solas. No sé si Ale habló con Laura para preguntarla por qué me invitó. Y si lo hizo en cualquier caso al final aceptó ir a la fiesta. Era una fiesta para ella, estaba de alguna forma obligada.

El sábado llegué a la casa de Laura. No había estado nunca allí, era un chalet amplio con jardín y piscina. Sabía que Laura tenía un buen trabajo pero no sabía que pagaba tan bien. Cuando llegué Laura me recibió. Era el primero en llegar, ya he comentado que soy muy puntual. Laura me dijo que su marido se había ido todo el día a jugar al golf. Me enseñó la casa, el sótano donde tenía una sala de fiestas y donde íbamos a ir después de tomar algo en el jardín. Me enseñó el piso bajo, con la cocina y salón, el primer piso con tres habitaciones (entendí que tenía planeado una familia numerosa en el futuro) y el segundo piso que constaba solo de una habitación espaciosa para invitados con un baño grande y moderno al lado. La casa tenía tres baños, uno en cada planta.

Empezó a llegar más gente. A algunos no los veía desde hacía años, otros habían sido mis compañeros de juergas locas desde que rompí con Diana.

Ale llegó de las últimas. Me dejó mudo. Preciosa, despampanante, en un bonito vestido de color azul claro que le llegaba hasta por encima de las rodillas, de tirantes sin mangas con un ligero escote. El embarazo la estaba poniendo unas tetazas. Estaba ya pasada el cuarto mes y se notaba, no era tripón, pero se veía claramente el tamaño de la barriga.

Fue saludando a la gente y cuando llegó a mí no mostró ninguna sorpresa esta vez. Había estado entrenando, pensé. O quizá estaba yo loco y realmente Ale pasaba ya de mí, con su vida hecha. Ya lo veríamos.

Empezamos bebiendo en el jardín. Todos menos Ale, por razones obvias, empezaron con vino o cerveza. Al ser mediodía muchos pensaron en beber lo más posible pronto para poder volver por la tarde-noche ya en buen estado. Conociendo a mis amigos, poco se iban a controlar, pensé. Sobre todo en una ocasión como esta en la que nos reuníamos por primera vez en años.

Ale tomaba zumo y yo la observaba con discreción mientras hablaba con amigas. Poco a poco me fui acercando a ella, pasando de una persona a otra. Me di cuenta de que me miraba de vez en cuando, cuando se pensaba que yo no la veía. Cuando estaba ya lo suficientemente cerca me llevé una sorpresa al ver que fue ella quien decidió abandonar su conversación para venir a hablar conmigo.

– Hola! – me dijo, con una tremenda sonrisa y brillo en los ojos. Casi me derrito

– Hola! – respondí tratando de ocultar mi nudo en la garganta. Me temblaban las manos…cómo podía ser? Pensé que tenía el control de la situación y resultó no ser así.

“No le mires las tetas, no le mires las tetas!” me repetía en la cabeza una y otra vez. No era misión sencilla, el ligero escote dejaba ver lo suficiente como para imaginar lo perfectas que eran. Y además embarazada, seguro que eran una pasada, me moría de ganas por verla desnuda.

– Como te va? Qué ha cambiado en tu vida desde hace una semana y media? – sonrió

Qué tranquila se la notaba, ni un ápice de nerviosismo como en la cafetería. Es como si hubiera estado practicando durante la semana. Estuvimos hablando un rato de cosas sin importancia.

Llevábamos ya más de una hora en el jardín cuando Laura nos invitó a todos a pasar dentro a la sala de fiestas. Había más de uno que ya se le empezaba a notar contento. Pasé detrás de Ale y aproveché para mirarla el culo. El vestido azul volaba alrededor de sus muslos según caminaba, pero se ajustaba perfectamente a su cadera y culo. Me estaba poniendo a 1000. Al pasar a la casa y con el contraluz de las ventanas me pareció distinguir la silueta de un tanga perfectamente acoplado a su magnífico culo. Me iba a dar algo, mis instintos más primarios estaban trabajando a todo gas, mi polla estaba despierta y me empujaba contra el culo de Ale. No podía dejar de mirarlo. De repente según caminábamos y sin detenerse Ale se giró para mirarme y echarme una sonrisa preciosa. Casi me pilló mirándola el culo. Yo sonreí igualmente. Qué había sido eso? Para que se giró y por qué me sonrió?… me dio algo de miedo. Ale estaba casada y embarazada, qué diablos realmente esperaba que pasase? La posibilidad más remotamente optimista que pensé que podría tener era un recuerdo de sus tetas en algún descuido agachándose, como material para mis pajas.

En la sala de fiestas había más bebidas y cosas de picar. Laura había elegido este sitio ya que podíamos poner música sin molestar a los vecinos. Ale y yo seguimos hablando, cada vez más cómodos el uno con el otro. Me sorprendí a mí mismo cuando empecé a hablarla como hablaba a las chicas que acababa de conocer en un bar e intentaba ligar con ellas, aunque sin llegar al mismo descaro. Ella se lo estaba pasando bien, puede que llevase tiempo sin que alguien la prestase tanta atención, y si era yo incluso mejor.

Una media hora después ya quedaban muy pocos que no estuviesen contentos, incluso alguno ya iba muy pasado. Yo había aguantado todo el rato con una bebida, no quería ponerme borracho estando Ale allí. Entonces vimos al otro lado de la sala a un amigo que se empezó a liar con otra amiga. Fue un poco sorpresa ya que él estaba casado, pero habían sido pareja en el pasado y supongo que algo quedaba.

– Esto me recuerda a algo – dije instintivamente. “Mierda!” pensé inmediatamente, no tendría que haber dicho eso. Esperaba que Ale no lo hubiese oído.

– Sí, aunque esta vez me sorprende menos – dijo tras un momento de silencio. Dirigió la mirada hacia el suelo y su cara cambió a un ligero gesto avergonzado según respondió.

– Lo siento, lo he dicho de forma inconsciente. Nunca te pedí perdón – dije

– No tenías por qué, no éramos novios. Hiciste lo que cualquiera hubiese hecho. Yo fui tonta por molestarme así – dijo ya repuesta de la emoción.

Seguimos hablando unos minutos en tono algo más profundo. Me contó lo mal que lo pasó durante tiempo. Nada que no supiese ya pues me lo había contado Laura.

Había metido la pata, pero había desencadenado un tipo de conversación más profunda entre nosotros, de cierta forma esos minutos nos unieron otra vez y creo que a ella le hicieron sentir otra vez una chica adolescente hablando con su amor juvenil. La pregunta que me hice fue, qué voy a hacer ahora con este momento de debilidad de Ale? Tendré el valor de aprovecharme? Dentro de mí se estaba luchando una batalla cruel. Por un lado la mente me decía que la dejase en paz, que no la volviese a herir. Por otro lado mi polla me empujaba brutalmente hacia ella, hacia sus tremendas tetas, hacia ese culo duro entrenado en yoga. Llevaba más de dos años dejando que mi polla tomase las decisiones y ahora era muy difícil decirle que no.

Ale y yo éramos los únicos que estábamos sobrios. La gente bailaba, bebía, y subía las escaleras para usar los baños. Cuando vi que subieron un par, le dije a Ale:

– Voy al baño arriba. Tú no tienes que ir? Todavía no lo has usado, las embarazadas no tenéis que ir al baño constantemente?

– Sí que tengo que ir… – dijo mostrando una sonrisa avergonzada.

Subimos los dos. Se oía gente arriba. Eso es lo que buscaba, llevar a Ale a algún sitio donde hubiera más gente para que no se preocupase o sospechase. También sabía que al menos los dos baños de la planta baja y primera estarían llenos. No tenía un plan, de hecho no sabía ni siquiera si iba a intentar algo. El pecho me apretaba solo de pensar el momento en el que me lanzaría. Cómo reaccionaría Ale? Y si en realidad me rechazaba y las cosas no salieran de la forma ideal que me había construido en mi cabeza? En qué lío me metería… quizá lo mejor sería no intentar nada. En el momento de la verdad me estaba acojonando. Y era lo mejor, acabábamos de retomar el contacto, qué tipo de gilipollas pensaría que una mujer casada y embarazada cedería ante los encantos de un tío por mucho que fuera su primer amor. Por primera vez pensé razonablemente. Era una estupidez que me había montado en mi cabeza. No intentaría nada.

Al llegar al baño de la planta baja estaba una amiga esperando a que saliese alguien. Le dije a Ale que en la segunda planta había otro.

– Vamos! – dijo – ahora que estoy pensando en ello me estoy haciendo pis y las embarazadas no aguantamos nada!

Subimos a la segunda y otra vez estaba ocupado, esta vez dos amigos esperando, cada uno más borracho que el otro, tan borrachos que ni nos vieron.

Sin pensarlo ni preguntarla, cogí a Ale de la mano y la llevé hasta el fondo del pasillo donde empezaban las escaleras hacia el último piso. Por qué hice esto? A pesar de que me había dicho a mí mismo al subir que no intentaría nada, la cogí de la mano para que me siguiese. Laura solo me había enseñado la casa entera a mí por lo que ninguno conocía la existencia de un tercer baño. La llevé de la mano hasta la puerta del baño. El contacto con su mano era suave, su piel era fina y agradable al tacto.

Cuando llegamos se quedó parada sin decir nada, pero su cara lo decía todo. La había cagado. Esto es precisamente lo que no quería que sucediese. Se había molestado o avergonzado.

– Vamos entra! No decías que tenías prisa? – dije intentando salir de la situación, a pesar de tener el corazón latiéndome fuertemente en el pecho.

Murmuró algo que no entendí y pasó dentro cerrando la puerta, pero sin cerrojo, entiendo que por el estado de confusión en el que había quedado.

Me quedé ahí esperando. Mi idea era no intentar nada más y hacer como si cogerla de la mano no tuviese una intención secundaria, para que Ale se tranquilizase y no pensase mal. Escuché cuando terminó pero tras un minuto no había salido del baño. No oía nada, ningún ruido o movimiento. Llamé a la puerta y pregunté si estaba bien.

– Entra – escuché finalmente en un tono de voz algo lejano.

Entra? Quería que yo entrase? Qué significaba esto? Me decidí y entré. El baño era moderno, enfrente de mi había un mueble de madera largo y amplio que contenía cajones y cubierto por encima por piedra de color oscuro. Contenía dos lavabos. Encima en la pared un espejo enorme. Apoyándose con sus manos en la mitad de este mueble estaba Ale, de espaldas al espejo y frente a mí. Estaba con la cabeza agachada, respirando agitada y visiblemente. Al entrar yo levantó la cabeza y observé esa mirada a punto de echarse a llorar que vi aquella vez hace nueve años.

Estuvimos unos segundos mirándonos sin decir nada. Ale seguía respirando de forma nerviosa, mirándome a los ojos con esa expresión rota. Estaba increíble, su pelo castaño claro tirando a rubio, esa boca grande, esos ojos sensuales, esas tetas que pedían salir del vestido, incluso esa pequeña barriga de cuarto mes de embarazo me parecía sexy. Era el momento en el que estaba más guapa de su vida. Era verdad que las embarazadas se ponen aún más guapas.

Súbitamente me di cuenta de que era ahora o nunca. Eché el cerrojo, me acerqué y ella rompió el silencio.

– No! – susurró, soltando finalmente una lágrima que cayó por su mejilla.

No la hice caso, me puse frente a ella, la acaricié la mejilla limpiando la lágrima que caía con la palma de mi mano. Más lágrimas cayeron por sus mejillas y giró su cara para tocar totalmente con ella la palma de mi mano.

– No! – volvió a susurrar – no me hagas esto por favor – dijo en voz baja.

Estaba en el punto de no retorno. Acerqué mi boca hacia la suya, manteniendo su cara firme con mi mano. Opuso algo de resistencia, pero no lo suficiente. Mi otra mano se dirigió a su cadera. Me acerqué y mis labios tocaron los suyos. Por primera vez Ale y yo nos estábamos besando. Cuando nuestros labios se juntaron, Ale soltó una gran expiración. Su cuerpo temblaba fuertemente. Bajé la mano de su cara para colocarla en la cadera. Ahora la tenía sujeta con ambas manos por la cintura. Mis labios besaron los suyos con suavidad. Tenía unos labios carnosos, suaves. Sus labios temblaban también, tanto como su cuerpo. No me había apretado contra ella, pero noté su incipiente vientre rozándome. Era una sensación extraña, pero me gustó. Yo era media cabeza más alto que ella, y su embarazada barriga rozaba mi bajo vientre. Todavía sus labios temblando, sentí que su boca se abrió ligeramente y aproveché para meter la lengua cuidadosamente. Toqué su lengua con la mía y Ale volvió a soltar un suspiro. Esta vez lo sentí entrando en mi boca. Con mi lengua ya totalmente dentro de su boca, empecé a besarla con más pasión. Con las manos sujetando su cadera, la apreté contra mí tirando de ella. Su barriga se clavó en mí, sus muslos se juntaron con los míos, y a pesar del pequeño obstáculo que representaba su embarazado vientre, sentí el tacto de sus tetas contra mí. Ella seguía con sus manos apoyadas en el lavabo pero noté que empezó a besarme y no solo a ser la receptora de mis besos. Entonces noté un ligero tacto de su mano sobre mi brazo que estaba sujetando su cintura. Muy poco después noté su otra mano haciendo lo mismo. También empezaba a besarme con más rapidez y noté que empezaba a mover ligeramente su cadera intentando acercarse aún más a mí. Su barriga se clavaba más aún en mi bajo vientre y sus tremendas tetas se acostaban más aún sobre mi pecho. Me encantaba sentir sus tetas contra mí, era una sensación única. Ahora mismo Ale tenía sus dos manos ya sujetando mis antebrazos sin ningún reparo, apretándose lo más posible contra mí, mientras yo la sujetaba de la cadera. Ya me besaba al mismo ritmo que lo hacía yo, nuestras lenguas se entrelazaban con velocidad. Era verano y yo llevaba un pantalón de material ligero por lo que notaba bien que su entrepierna se estaba calentando. Nos estábamos ya besando apasionadamente y Ale movió sus manos para rodearme el cuello.

Se había calentado en un momento tras el temblor y miedo inicial. Se notaba que lo llevaba deseando mucho tiempo. Además siempre se dice que las embarazadas se ponen cachondas enseguida, seguro que eso también ayudó.

Con el paso que acababa de dar Ale, no tuve dudas en que tenía que dar otro paso yo. Empecé a tirar del vestido hacia arriba hasta dejar sus piernas al descubierto, pasé mis manos por dentro y las coloqué en su culo. Efectivamente llevaba tanga, como había intuido, mis manos sintieron su culo desnudo, y también bastante fuerte fruto de las sesiones de yoga. Cuando sintió mis manos en su culo, Ale dio un pequeño respingo y dejó de besarme.

– Espera! – dijo como saliendo de un hechizo.

Sin responderla agarré su culo y la levanté para sentarla encima del mueble entre los dos lavabos. La metí la lengua en la boca y no la dejé continuar hablando. Sentada ya y con mis manos en su culo, metí mi cuerpo entre sus piernas que colgaban acercando mi entrepierna a la suya por debajo de su ligera barriga. Me incliné sobre ella besándola locamente y Ale se olvidó de sus reparos. Siguió con sus brazos alrededor de mi cuello y comenzó otra vez a besarme. Yo pasé a besarla el cuello mientras sentía su boca suspirando agitadamente cerca de mi oreja. Si existía alguna forma de ponerla aún más cachonda, era esta.

Solté mi mano derecha de su increíble culo para pasarla a su hombro. Llevaba toda la tarde preguntándome si llevaría sujetador ya que no se le notaba ni se veía ningún rastro de él. Deslicé el tirante de su vestido por su brazo. Pareció no haberse enterado así que hice lo mismo con el otro tirante. Los dos tirantes del vestido estaban sobre sus brazos que me agarraban el cuello. Así no iba a poder bajar el vestido, cogí sus brazos y se los bajé a mi cintura. Me miró como sin entender por qué. No parecía haberse enterado de que le había quitado los tirantes de los hombros. De todas formas se agarró a mi cintura y empecé a besarla otra vez. Ahora podía deslizar los tirantes hacia abajo. Antes de hacerlo, Ale me sorprendió al agarrarme fuerte de la cintura con sus manos y subir sus piernas rodeando las mías mientras nos seguíamos besando. Ahora era ella la que parecía querer acercar su entrepierna a la mía. Se había juntado todo. La lívido de una embarazada, un deseo reprimido durante toda su vida ahora desencadenado, el calor veraniego.

El vestido se mantenía en su sitio, las tetas hacían de tope. Cogí los tirantes que reposaban sobre sus brazos y tiré de ellos hacia abajo. Al tirar de los dos lados, el vestido cedió hacia abajo deslizándose despacio por sus tetas. Poco a poco iba teniendo una visión mayor de ellas. Primero la parte superior más blanda, más voluminosa, se fue descubriendo. Dejamos de besarnos, quería mantener toda mi atención en lo que estaba a punto de ver. Ella seguía agarrada a mi cintura con manos y sus piernas agarradas a las mías. Se quedó mirándome a los ojos mientras yo tiraba de los tirantes. Era una mirada de deseo, de aceptación, como si me estuviese diciendo con los ojos, adelante, te dejo, descubre mi secreto, quiero que seas tú quien lo haga.

Todavía no había ni rastro de sujetador, estaba convencido de que no llevaba. Se veía ya el canalillo separando sus dos tetas. Tiré más de los tirantes y vi hasta la mitad de sus tetas. O tetazas debería decir. El siguiente tirón dejaría ver sus pezones. Estaba absorbido por sus tetas, no podía mirar otra cosa. Tiré finalmente para dejarlas totalmente al descubierto. El vestido no bajó más de ahí, quedó encima de su barriga. Tenía unos pezones de color marrón típicos de mujer embarazada. Una maravilla. Un monumento. Me lancé a tocarlas, a sobarlas, a disfrutarlas. Acaricié sus pezones, las cogí con ambas manos sin poder cubrirlas por completo. Ale empezó a suspirar echando su cabeza hacia atrás. Le daba placer que tocase sus tetas y pezones.

Yo ya no podía más, tenía la polla como una lanza. Me bajé el pantalón dejando los bóxer a la vista con un bulto importante a centímetros de Ale. Se quedó mirando mi paquete en silencio como sorprendida. No dudé un segundo en bajarme el bóxer hasta los tobillos. Mi polla gorda empalmada acompañada por mis huevos y entrepierna depilados y bien cuidados la dejó boquiabierta. Ahora era ella la que no podía quitar sus ojos de una parte de mi cuerpo. En mi desenfreno no esperé y subiendo mis manos por sus muslos por debajo del vestido llegué a alcanzar los extremos de su tanga, el cual agarré con fuerza y tiré hasta sacarlo hasta las rodillas. Seguí tirando hacia abajo hasta sacar el tanga color blanco del todo. Me coloqué entre sus piernas, ella sentada sobre el mueble, apoyada con ambas manos en él ligeramente echada hacia atrás. Mi polla erguida apuntando sin complejos hacia su coño, que estaba tapado por el vestido azul. Estaba ido, poseído por la lujuria, no pensaba en otra cosa que en meter mi polla dentro de Ale. Ella seguía mirando absorta mi polla. Notaba su desnudo pecho bajar y subir agitadamente, sus tetas moverse al compás. Fui acercando poco a poco mi polla hacia su coño del que separaban pocos centímetros. Por fin levantó su mirada para mirarme a los ojos. Era una mirada llena de amor. Esta era la peor pesadilla de Carlos, o de cualquier marido. Su mujer embarazada a punto de ser follada por otro hombre mientras ella le miraba totalmente entregada.

Ale extendió su mano y ante mi sorpresa y gran placer, rodeó con sus dedos la base de mi polla para atraerla y recorrer los escasos centímetros que la separaban de su coño. Con su otra mano levantó el vestido para dejar ver por primera vez su precioso y depilado coño y el comienzo de su incipiente embarazada barriga.

Colocó la punta de mi polla en la entrada de su coño y levantó otra vez su mirada para posarse en mis ojos. A partir de aquí era trabajo mío. Movió ambas manos para ponerlas sobre mis hombros. El vestido azul cayó sobre mi polla ocultando lo que ocurriría ahí debajo. Su boca se abrió ligeramente y su cabeza hizo un movimiento casi imperceptible como de consentimiento para que yo empujase. Poniendo mis manos en su cintura para agarrarme, empecé a empujar hacia adelante.

Mi polla comenzó a abrirse paso entre las paredes de su coño. No resultó complicado, Ale estaba lubricando contundentemente. Cuando la punta de mi polla entró en su coño, Ale soltó un gemido profundo. Por suerte la gente estaba ya borracha y además en el sótano la música retumbaba y se oía por toda la casa. Seguí empujando lentamente hasta que la mitad de mi polla estuvo dentro. Ale cerró los ojos de placer, de liberación. Saqué la polla hasta la punta para volver inmediatamente a meterla, a la misma velocidad pero esta vez hasta el fondo, hasta los huevos. Estaba completamente dentro de Ale, mi entrepierna tocando la suya, sintiendo su tripa totalmente contra la mía, sus muslos apretando con su cara interior mis piernas, sus piernas entrelazadas contra las mías, sus manos sobre mis hombros. Con mi polla totalmente dentro me acerqué para besarla en la boca. Nos fundimos en un beso. Empecé entonces a sacar la polla y meterla a más ritmo mientras seguíamos besándonos. Ale dejaba de besarme de vez en cuando para soltar suspiros y gemidos con sus labios pegados a los míos. Soltó sus manos de mis hombros para quitarme la camiseta, quedando mi torso desnudo. Se agarró a mi cuello y se acercó contra mí mientras seguía follándola a un ritmo cada vez más fuerte y ruidoso. Sentí el tacto de sus preciosas tetas contra mi pecho desnudo. Su magnífico culo sobre el mueble, sus piernas alrededor de las mías, sus manos alrededor de mi cuello, sus tetazas contra mi pecho y su tripa contra la mía, mi polla entrando y saliendo dentro de ella continuamente mientras nos besábamos pasionalmente. Estábamos desbocados. Mi polla entraba y salía sin ningún problema, su coño lubricaba constantemente. Entraba hasta el fondo y salía. Mis manos seguían en su cintura ayudándome a mantener el ritmo frenético. Llevábamos ya unos cuantos minutos follando, Ale gemía sin ningún pudor ya. En mi mente una voz lejana me decía que hiciésemos menos ruido, pero en esa situación era difícil hacerla caso.

Reduje el ritmo y moví una mano de su cintura a sus tetas. Me encantaban, quería tocarlas y sobarlas. Me entraron ganas de morder sus pezones. Saqué mi polla de su coño y me abalancé a lamerle las tetas mientras las seguía sobando con ambas manos. Mordí sus pezones con cuidado, los lamí, me metí sus tetas en la boca, las apreté con las manos. Ale estaba apoyada con una mano en el mueble echando la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados, mientras con la otra mano acariciaba la parte de atrás de mi cabeza. Lo estaba disfrutando tanto como yo.

Tras casi un minuto en el que yo no me cansé de sus tetas, Ale tiró levemente de mi cabeza y mirándome a los ojos me dijo:

– Levántate, córrete en mi boca.

Ale me estaba pidiendo que me corriese en su boca. Aunque era difícil, me puso aún más cachondo. Me imaginaba el tremendo placer de esa boca alrededor de mi polla. Pero yo tenía otros planes. Ale era mía, de nadie más.

Sin dejarla bajarse del mueble, la mantuve sentada y cogiendo mi polla la volví a colocar en su coño, empujando inmediatamente. Me miré en el espejo, me vi a mí de frente y Ale de espaldas a mi merced. Ale dio un pequeño salto de sorpresa y placer, abrió su boca completamente y soltó un gran gemido. La agarré con ambas manos por la cintura y comencé un movimiento veloz y brutal sacando y metiendo la polla hasta los huevos. La estaba follando tan fuerte que mi entrepierna chocaba con la suya y producía un golpe y ruido fuerte. Me la estaba follando como si no hubiera un mañana. Volvió a rodear mi cuello con sus brazos, sus piernas se entrelazaron contra las mías, puso su boca contra mi hombro ahogando gritos de placer contra él. Notaba sus dientes mordiendo mi hombro cada vez con más fuerza. No paré, me la follaba como nadie se la había follado antes. Mi polla recorría completamente la profundidad de su coño una y otra vez. Mi cuerpo se estaba ya preparando para descargar, lo sentía. Pasé mis manos de la cintura a su culo por debajo del vestido. Me quería correr mirándola a los ojos. Quería que ella me mirase a la cara mientras me corría. Quería que su mente estuviese concentrada en mi cara, que se diese cuenta de que era yo y nadie más el que se corría dentro de ella.

Al agarrarla del culo tenía menos sujeción, por lo que Ale se tuvo que soltar de mi cuello y volver a apoyar con sus manos en el mueble, echándose algo hacia atrás. Mi entrepierna seguía golpeando fuertemente contra la suya y sus tetas rebotaban cada vez que lo hacía. Su ligera barriga embarazada cubierta todavía por el vestido. Era una visión perfecta. Mi polla y mis huevos se calentaron, lo sentía. Toda la fuerza que tenía en mi cuerpo empezó a abandonarme para concentrarse en mi polla. Mis huevos querían explotar. Yo lo sentía y Ale también. Empezamos a gemir los dos al mismo tiempo mientras seguía penetrándola. Sus ojos ahora puestos en los míos. Mis huevos se contrajeron, sentí una presión enorme en ellos como nunca antes había sentido. Me iba a correr brutalmente. La presión de los huevos se trasladó a la polla, sentí que empezó a hacer movimientos espásmicos de bombeo, sentí el esperma salir disparado de mi polla dentro de Ale. Toda la fuerza de mi cuerpo se concentró en bombear todo el semen que tenía en mis huevos en el coño de Ale, por lo que el resto de mi cuerpo se quedó sin energía. Las piernas me temblaron, mi cuerpo se tambaleó e inclinó sobre Ale, la besé en la boca lentamente saboreando sus labios mientras mi polla expulsaba los últimos trazos de semen dentro. No sé cuánto me había corrido, se sintió como eterno.

Había marcado mi territorio. Ale estaría embarazada de otro hombre pero yo me acababa de correr potentemente dentro de ella, llenándola por completo.

Ale quedó exhausta, respiraba profundamente agotada. Mi cuerpo recuperó la fuerza y me reincorporé. Saqué la polla poco a poco hasta que salió totalmente. Su vestido estaba por encima de la cintura y su coño se veía claramente. Acariciando ahora suavemente sus muslos con mis manos, sus piernas completamente abiertas alrededor de las mías, apoyada con sus manos sobre el mueble, respirando aceleradamente, sus tetas preciosas subiendo y bajando, sus ojos mirándome penetrantemente, un rastro de semen empezó a deslizarse fuera de su coño unos segundos después de sacar mi polla. Vaya si me había corrido… no dejaba de salir semen. Me aparté y ayudé a bajarse a Ale mientras ella cubría su coño con su mano para que el semen no cayese por todos lados. Se limpió y comenzamos a vestirnos. No dijimos ni una palabra. La excitación había terminado y solo quedaba el recuerdo de lo que había sucedido y la realidad de nuestras vidas.

Salimos del baño, yo iba con cuidado cerciorándome de que nadie nos viera bajar. Dije a Ale que bajase primero mientras yo salí al jardín. Volví al sótano unos diez minutos después que Ale. En el jardín me encontré con algunos desperdigados no en el mejor estado. Abajo quedaba la mitad de la gente, los que no estaban totalmente borrachos. Nadie parecía habernos echado en falta. Ale estaba en un sofá sentada, Laura al lado de ella hablando casualmente como si no hubiese notado nada. Ale y yo no volvimos a hablar el resto de la tarde, era mejor así, aunque nos echamos miradas constantemente. Ale sonreía, pero no como antes. Creo que estaba preocupada, avergonzada. Quizá arrepentida.

Al cabo de una o dos horas, los que ya estaban más o menos sobrios se fueron, incluidos Ale y yo. Los que estaban totalmente planchados se quedaron a dormir en casa de Laura.

Tardé bastante en dormirme. Estuve en la cama mirando las fotos de Ale y recorriendo con mi mente lo que había ocurrido. No me imagino por lo que estaría pasando ella. Estaba de vuelta en su vida de futura madre, en su casa con su marido.

Por la mañana me desperté y lo primero que hice fue mirar el móvil. Quería escribir a Ale pero no podía, no me atrevía. Ella llevaba desde la tarde anterior sin meterse en WhatsApp.

A media tarde recibí un mensaje de Laura que se pasaba por mi casa a que firmase la tarjeta que habían preparado para Ale, que yo había olvidado firmar. No recordaba que hubiesen pasado ninguna tarjeta. Un rato después sonó el timbre de la puerta. Abrí y vi a Laura. Qué rapidez en llegar, por qué tanta prisa. Sin mediar palabra me soltó un bofetón que a día de hoy es el más doloroso que me han dado nunca:

– Pedazo de hijo de puta, cómo has podido follarte a Ale!!! – me dijo gritando desde el marco de la puerta.

Me quedé sin palabras con una mano cubriéndome la mejilla.

– Pensabas que nadie se enteraría?? Subo al único baño que pensé que estaría libre y qué me encuentro? El jaleo de dos personas follando como locos haciendo un ruido tremendo, y qué sorpresa al esperar escondida en el piso de debajo cuando os veo pasar a los dos bajando. Eres un desgraciado, como puedes follarte a una embarazada! A Ale! Quieres volver a destrozarla la vida?

Seguí inmóvil en la puerta, no podía decir nada.

– He quedado esta mañana con Ale a primera hora en un café – prosiguió algo más calmada- Está totalmente confundida, no sabe qué hacer. Ha pasado una noche horrible, no soporta haberle mentido a su marido. La he convencido para que no haga una locura, que olvide lo que ha sucedido, les pasa a muchas mujeres cuando se comprometen, y que se dedique a su familia al 100%. Y otra cosa, te ha vuelto a bloquear en todas partes, tu número, tus redes, todo. Me he asegurado de ello. Tú, maldito hijo de puta, no vas a intentar contactar con ella en tu vida, has entendido?

Rompí mi silencio para soltar un leve sí mientras seguía doliéndome de un lado de la cara.

Parecía que Laura se iba a ir cuando de repente me soltó otro bofetón igualmente brutal en el otro lado de la cara.

– Esto para que no se te olvide nunca lo que acabas de prometer – dijo, dando media vuelta y esfumándose.

Aturdido, cerré la puerta. Miré mi móvil y vi que no podía ver la foto de Ale en Whatsapp, algo que por la mañana sí podía. En Instagram ya no podía acceder a su perfil.

Quizá en el fondo era lo mejor. Ale me pertenecía y yo era su amor platónico. Pero yo fui un idiota y me di cuenta demasiado tarde. Cualquier tipo de relación con ella ahora solo sería un problema.

Solo me quedaría la memoria de lo que vivimos en ese baño. De sus tremendas tetas, del tacto de su perfecto culo, de su mirada, de la corrida más brutal y sensible.

Y también, por qué negarlo, me quedaría el recuerdo de las hostias más grandes que me habían soltado en mi vida.

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