"Más me cogía el culo en forma animal, más quería que lo siga haciendo. Fueron minutos y minutos de cogerme, y como lo hiciera en mi concha, cada vez con más energía. Yo gritaba de placer, un placer que nunca había sentido. Cuando acabó otra vez fue bestial, tomando mi cintura con ambas manos, haciendo que mis pies queden colgando, y llenando me por completo con su acabada."
Hola, mi nombre es Carla, tengo 20 años, soy de tez blanca, pelo negro largo, ojos verdes, y la naturaleza me dio un cuerpo muy hermoso, con buenos pechos, una cola redonda y sexy, y soy delgada. Punto en contra: mi altura, mido solo 1,55. Para tratar de disimular siempre ando con tacos, plataformas y cuando visto elegante, super tacos. A esta altura de mi vida he tenido tres novios, con los cuales creía haber tenido muy buen sexo.
Hace un mes empecé a trabajar en una empresa importante, que ocupa un edificio completo en el centro de Buenos Aires. Por suerte, con mis dos compañeras de piso rápidamente pude entablar una buena relación, normalmente almorzamos juntas. Ese día no fue la excepción. Nina, tiene 26 años, castaña, diseñadora industrial, muy linda mujer que tranquilamente podría ser modelo. Pato, de 30, casada, hermosa, y de un humor increíble.
– Vi que hoy saliste de paseo, ¿Dónde te mandaron? Me preguntó Nina.
– No me hables, tuve que llevar unas carpetas al quinto piso.
– Nooo… ¿en serio? ¿Lo viste al osito? Preguntó Pato.
– ¿A quién?
– A Carlos, el gerente del quinto, un hombre tremendo, casi dos metros y un físico… se me moja todo de acordarme nomas. A los cuarenta y dos, está re fuerte y coge como los dioses.
– Si, a ese. No tiene mala pinta, pero me pareció un baboso, por la forma en que habla. Empalaga.
– Mmm… pero cuando te habla al oído, en la cama, con una copa de champagne en la mano… Dijo Nina.
– ¿Te lo tiraste? Pregunté.
– Por supuesto, creo que todas hemos pasado por su cama. Un caballero, un dulce, un divino. Dijo Nina.
– ¿Vos Pato? Sos casada, supongo que vos…
– Supones mal, y te aseguro que es como dijo Nina. El hombre perfecto. En todo sentido. Dijo Pato haciendo el gesto del buen tamaño del pene.
Las dos se siguieron babeando un rato acordándose de sus andanzas y volvimos a la oficina. Era viernes y todos estábamos eufóricos que terminaba la semana. Faltaba media hora para irnos cuando se acercaron Pato y Nina a mi escritorio.
– Carla, esta noche vamos a bailar con los muchachos, Tony consiguió invitaciones para un boliche nuevo, toda la onda, lleno de gente famosa. ¿Venís? Pregunto Nina.
– Dale nena, así te terminas de integrar al grupo, vas a ver que son todos macanudos. Dijo Pato.
– Bueno, voy. ¿Cómo quieren hacer? Pregunte.
– Pasame por mensaje tu dirección, que yo voy a ir con el auto. Las paso a buscar. Dijo Pato.
Cuando salí de trabajar, fui directo a casa, me tiré un rato en la cama para descansar escuchando música, y después me di un buen baño. Cuando me empecé a vestir, elegí una tanga nueva, de encaje “por las dudas” se de algo interesante, una micro mini, un top elastizado, que me marcaban a la perfección mis pechos, me pinte las uñas, me maquille bien y me puse perfume. En la cartera guarde el labial y el perfume. Puntualmente me pasaron a buscar las chicas.
– Estás del infierno nena, que lomo tremendo que tenes. Dijo Pato.
– Gracias, no es para tanto. Uds. también están estupendas.
– Te digo que si me proponen un trio con vos, agarro viaje pendeja, estas muy fuerte. Dijo Nina guiñándome un ojo.
– ¿Hablas en serio? Pregunte sorprendida.
– Muy en serio… soy Bi.
– Me mataste con eso… siempre tuve curiosidad, pero nunca me animé o nunca se dio… Dije.
– Mmm, cuidado que Nina no jode. Lo sé por experiencia. Dijo Pato.
– ¿Vos también? Pregunté.
– Por supuesto. Hay que vivir la vida.
– Pato, ¿Te imaginas nuestra fantasía, pero ahora sumando a Carla?
– No seas desgraciada, que me mojo toda.
– ¿Me cuentan? Pregunté.
– Siempre jodemos de hacer un trio con el osito, las dos y Carlos. Dijo Nina.
– Muy empalagoso… Dije.
Llegamos al boliche y todo el grupo estaba en la puerta esperándonos. Por ser la nueva y por como estaba vestida, se quedaron mirándome cuando nos acercamos. Entre ellos Carlos, que estaba con un tremendo ambo y camisa sport.
Entramos y nos ubicamos en un patio, aprovechando que era una noche cálida, juntando dos mesas. Las chicas me presentaron a los que no conocía, y nos pusimos a charlar. Al rato, empezaron a volar indirectas de todo tipo, tanto de chicos como de algunas chicas del grupo. Hasta que salió el tema de como nos gustaba el sexo. Cuando fui a hablar, todos se callaron.
– No me gusta el sexo vainilla… es soso, tampoco me gustan los hombres empalagosos, hiper cuidadosos. Me gusta sentir a mi pareja.
Nina y Pato se sonrieron y miraron a Carlos, que no hizo ningún gesto. Algunas de las chicas sonrieron como asintiendo y otras se horrorizaron.
– Para hacer semejante afirmación debes tener una vasta experiencia. Me dijo Carlos con una sonrisa que no pude descifrar, si socarrona o sincera.
– No es necesario tener mucha experiencia para saber lo que me gusta… EL helado de vainilla no me gusta, tampoco los juegos como el chinchón.
– Entiendo. Dijo Carlos sin sacar su sonrisa del rostro.
Un rato después estábamos todos bailando, con los chicos o entre las chicas. No pudo decir por qué, pero constantemente lo buscaba a Carlos con la mirada. Él ni bolilla me daba, estaba en la suya, bailando siempre con chicas.
Cerca de las tres de la mañana, le dije a Nina de ir al baño. Dejamos de bailar, y fuimos las dos. Yo caminaba adelante y ella detrás. Entre al baño, y para mi sorpresa, una mano de hombre me tapo la boca con fuerza desde atrás, me apretó contra su cuerpo, y trabo la puerta del baño. Con una mano solamente, me levanto el top, trabando mis brazos sobre mi cabeza, y tapándome la cara al mismo tiempo. Grite, pero era imposible que me escuchen con la música a todo volumen en la pista.
Me hizo girar sobre mí misma, y me empezó a chupar con todo mis pechos, mientras me arrancaba mi hermosa tanga nueva y me acariciaba con todo mi concha. Quería que se detenga, pero la forma en que me chupaba, me tocaba, el morbo de hacerlo en el baño del boliche fue más fuerte y me calenté de inmediato. Estuvo varios minutos así, chupando y mordiendo mis pechos, a veces justo en el límite del dolor. Sus dedos entraban y salían de mi concha con facilidad ya que estaba totalmente mojada.
Quería destrabar mis brazos pero no podía, quería saber quién era el hijo de puta que me estaba poniendo a mil.
De pronto me levanto y me sentó en el largo mueble donde estaban los lavamanos, separo mis piernas con brutalidad, y sentí como me empezaba a chupar la concha, con y sin dedos adentro. Era un desgraciado, me tenía totalmente caliente, sus chupadas eran bestiales, como los mordiscos que le daba a mi clítoris, y los pellizcos a mis pechos.
Ya no daba más, empecé a tener orgasmos y a insultarlo. Cada insulto era respondido con un mordisco en mi concha. De pronto, me levanto las piernas y algo como nunca había sentido, por lo largo y lo grueso entro en mi concha para empezar a arremeter con todo. Mientras lo hacía, sus manos tiraban de mi cabello haciendo que tire la cabeza hacia atrás, y me besaba y mordía mi cuello, mis pechos, mis hombros.
Ese tipo era un animal desenfrenado, mis orgasmos eran tremendos, los temblores en mi cuerpo igual. Él no se detenía, al contrario, parecía que cada vez tenía más energía. Nunca esperé que me levante, sosteniéndome en sus brazos, y cogiéndome de esa forma, con su pija entrando totalmente en mi concha. Fue bestial, inhumano casi, pero totalmente excitante e increíblemente placentero la cantidad de orgasmos que me dio de esa forma.
De pronto, en medio de un grito gutural, sentí como me inundaba la concha con su leche. Pasaron unos segundos donde no se movió, soltó mis piernas, aunque sosteniéndome con sus manos. Las piernas eran dos flanes, y si no me sostenía, me caía. Di gracias que todo hubiera acabado, no daba más.
Pero, no fue así. Me hizo girar, y doblar, apoyando mi pecho en el lavamanos. Sentí como me separaba los cachetes y su lengua jugaba con mi ano.
– No, por favor, no doy más, estoy hecha mierda, y mi culo es virgen.
– Vos dijiste que no te gusta el helado de vainilla…
Era la voz de Carlos. Como pude, me terminé de quitar el top, y giré mi cabeza, pero no pude verlo. Su cara estaba en mi culo, y su lengua, entrando en mi orto. Me chupo un poco y me metió un dedo, haciendo que entre y salga con brutalidad. Mientras, tiraba de mi cabello y nuevamente a morder mi cuello.
– Como me gusta coger a las pendejas como vos, sabía que eras muy caliente. Me dijo.
– Me vas a hacer mierda guacho.
– Tengo el de basto, como habrás visto. Dijo haciendo alusión a su pija y a la carta de la baraja.
Escupía sus dedos y agregaba más a los que abrían mi orto. Hasta que sin soltar mi cabello, guio su pija y la apoyo.
– Ábretelo bien.
– Pero despacio.
– Seguro… Dijo.
Nada de despacio, empezó a meterla sin piedad. Yo sentía como entraba, me dolía, pero al mismo tiempo me volvía más loca sentir y saber como tremenda pija estaba entrando en mi culo. Cuando la tuve toda adentro, suspiré, y empecé a gemir como loca. Un fuerte golpe en mis nalgas, un “que hermoso orto”, su mano sosteniendo mi cintura, mientras la otra tiraba de mi cabello, esa tremenda pija entrando y saliendo sin piedad, me volvieron totalmente desquiciada.
Más me cogía el culo en forma animal, más quería que lo siga haciendo. Fueron minutos y minutos de cogerme, y como lo hiciera en mi concha, cada vez con más energía. Yo gritaba de placer, un placer que nunca había sentido. Cuando acabó otra vez fue bestial, tomando mi cintura con ambas manos, haciendo que mis pies queden colgando, y llenando me por completo con su acabada.
La sacó, como pude me agarré del lavamanos y por primera vez vi su rosto. Estaba sonriendo, aún tenía su saco puesto, guardaba su pija dentro del bóxer.
– Hijo de puta, que cogida me pegaste. Pude decir.
– Chau vainilla. Dijo y se estaba por ir.
– Espera, dame un minuto.
Busqué mi top que estaba en el suelo, lo que quedaba de mi tanga, y me metí en un cubículo. Él salió y varios minutos después, luego de secarme sus acabadas en mis piernas con la tanga, y ponerme el top pude salir. Me lavé un poco la cara, y volví donde estaba el grupo. Nina, Pato y creo que todos se reían de mi estado calamitoso, ya que apenas podía caminar.
– ¿Todo bien? Me preguntó burlona Nina.
– Hija de puta, me hizo mierda. Otra que osito, es un tremendo animal. Dije.
– Vos lo pediste… él te lo dio.
No podía mirarlo, aún estaba excitada, pero sentía su mirada, e imaginaba su sonrisa. Ese tipo, con 42 años, me había hecho mierda, y de la forma que a mí me gustaba. Un rato después, vi que fue a bailar con Nina. Yo pedí un whisky porque era lo que mi cuerpo necesitaba, algo fuerte. Cuando volvieron Nina se acercó a mí, y me dijo al oído.
– Carla, me voy con Carlos… ¿Queres venir?
– ¿Qué? ¿Cómo que si quiero ir? Pregunté, y lo miré a Carlos que me sonreía casi desafiante.
– Tengo ganas de chuparte bien la concha, y cogerte el culo mientras Carlos te revienta la concha.
Me imaginé la idea y me mojé nuevamente.
– Voy, y que sea lo que Dios quiera. Dije.
Cuando subimos al auto de Carlos, las dos nos sentamos en el asiento del acompañante. Yo en la falda de Nina. Sus brazos rodeaban mi cintura. De pronto, sentí como me besaba la nuca, y una de sus manos busco mi concha.
– Epa, no tenes tanga. ¿Qué pasó?
– Este animal, me la destrozó, lo mismo que a mi concha y mi culo virgen. Pregunta ¿Alguno no se enteró de lo que pasó?
– Nadie, todos se enteraron, hasta los chicos de la barra creo.
Llegamos a un lugar, y era el departamento de Nina. Ya en el ascensor, me pusieron en medio de los dos, y mientras Carlos me apretaba los pechos, Nina me sobaba el culo. Como pudimos entramos al departamento y en un segundo las dos estábamos desnudas. Carlos nos miraba y con toda tranquilidad se quitaba su ropa. Nina me tomo del cabello y me beso con todo. Era la primera vez que una mina me besaba. Era tal mi excitación que le devolví el beso y nos empezamos a tocar.
Cuando Carlos estuvo desnudo, fuimos al dormitorio, él se acostó y las dos nos pusimos a chuparle la pija, que para mi sorpresa estaba tan dura como cuando empezamos en el baño del boliche. Estuvimos un rato chupando, besándonos, acariciándonos, hasta que Nina se corrió y momentos después, estaba separando mis piernas, y metiéndose debajo para chuparme la concha.
– Hija de puta… Dije y seguí chupando.
Otra vez empecé a tener orgasmos, sin entender como mi cuerpo podía soportar tanto ajetreo. Estuvo un rato chupando, mordiendo mi clítoris, metiéndome dedos en mi concha y en mi culo, haciendo que tenga tremendos orgasmos.
Se corrió y sentí como separaba mis cachetes, apoyaba algo en mi orto y hacía fuerza. Miré y tenía puesto un arnés. Mi culo, con la cogida de Carlos en el baño, estaba super dispuesto, y ella me penetro con facilidad. Yo no paraba de chupar, era de locos, chupaba y estaba siendo cogida por el culo por una mina. Así estuve un buen rato, hasta que Nina me dijo:
– Movete despacio, y móntalo.
– No… me van a hacer mierda en serio.
Al unísono, Carlos me pellizco los pezones, y Nina me dio un par de chirlos en el culo. Como pude, gateando lo monté y me metí su pija en mi concha. Me quedé quieta, y ellos dos se empezaron a mover como locos. Mi concha, ya inflamada apretaba con todo esa tremenda pija, mi culo totalmente abierto, era penetrado sin piedad por el consolador que tenía el arnés de Nina.
Por momentos perdía la noción de todo, del lugar, del tiempo, del placer. ¿Cómo puede aguantar tanto un tipo? Pensaba cuando podía reaccionar. De pronto, Carlos me hizo correr, Nina salió de mi culo y fue Carlos el que me acomodó boca arriba, con la cabeza colgando de la cama. Nina me levanto las piernas y me penetro la concha. Carlos se paró junto a mi cabeza y abriéndome la boca, me la metió hasta la garganta.
Los dos me cogían como animales. Por suerte Carlos sabía cuando darme tiempo para respirar y escupir los kilos de saliva que generaba mi boca.
– Que hermosa pendeja Carlos, me encanta cogerla, y verte a vos así, que locura mi amor. Quiero probar algún día. Dijo Nina.
– Va a ser un placer…
Carlos acabó otra vez, ahora en mi boca, inundándola de leche. La trague toda. Entre las dos, limpiamos su pija por completo con nuestras lenguas. Yo casi no sentía mi cuerpo de tan hecha mierda que estaba. Recuerdo que con Nina nos besamos con todo.
– Chicos, me voy, necesito dormir. Dije.
– Tranquila, te llevo. Dijo Carlos.
Con Nina nos despedimos con un beso. Cuando subimos al auto de Carlos ya era de día. De inmediato me quedé dormida. Cuando desperté, estaba en una cama, pero no la mía, totalmente desnuda. Abrí los ojos y no reconocía donde estaba. En una mesa de luz junto a mí había una nota:
– Buen día. Estas en mi dormitorio, tranquila. Salí a hacer unas compras. Vuelvo enseguida, no te levantes. Descansa. Beso.
Me recosté y no podía creer la noche que había pasado. Me dolían todos los músculos del cuerpo, ni uno solo dejaba de dolerme. Que hombre, por favor. Cuanto placer me había dado, que potencia, que bestial.
Escuché que entraba al departamento, y como una tonta, me tapé con la sabana.
– Buen día. Me dijo entrando con una bolsa al dormitorio.
– Buen día para vos… Estoy hecha mierda.
– ¿Gozaste?
– Como nunca en mi vida, te lo aseguro.
– Me alegro. Toma, esto es para vos. Dijo y me alcanzó la bolsa.
– ¿Vos me compraste esto? Pregunté cuando saqué un conjunto de ropa interior finísimo, carísimo, y un remerón tremendo.
– Por supuesto, tenía que reponer lo que rompí. Y para que estés cómoda. ¿Queres ducharte primero y luego el desayuno?
– Dale.
– En el baño hay una bata de toalla.
Me di un baño bien caliente, relajante. Salí de la ducha y en el espejo vi mil marcas de mordidas en mi cuello, mis pechos, mi panza, los brazos. Sonreí recordando como me las había hecho, me puse la bata y salí del baño. Él me esperaba en el dormitorio. Se acercó, me abrazo y me dio un tremendo beso.
– Bueno, por fin un beso. Dije.
– Sos hermosa, realmente hermosa.
– Gracias.
Abrí la caja de la ropa interior, y era exactamente mi talle. Me puse el remerón y con el cabello aún mojado, me tomo de la mano y fuimos a desayunar a la cocina.
– ¿Por qué estoy acá? Pregunte.
– Por dos razones, la primera porque te dormiste como un tronco en el auto. Te tuve que cargar en mis brazos desde el auto.
– ¿Y la segunda?
– Porque quería desayunar con vos. Quería verte saliendo de la ducha, hermosa como sos.
Estábamos sentados uno junto al otro. Lo miré y me quedé pensando en que lindo lo que había dicho, simple, directo. Tomé su cara y fui yo la que lo besó. Con suavidad, haciéndole una caricia en la cara.
– ¿Vainilla? Pregunto Carlos.
– Una chica me dijo que hay que probar todo…