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El nombre nunca importa (parte 1)
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Era una noche de agosto, la lluvia había cesado y había invitado al frio a hacer suyo el ambiente, las cosas para aquel triste zapatero estaban mejorando; el esfuerzo no era en vano, se levantaba todos los días con los primeros rayos del sol y comenzaba a alistarse para salir, se bañaba con agua muy fría pues los gastos no alcanzaban para agua caliente, sin embargo, aquel pobre zapatero usaba eso a su favor para poder despertar más fácil. El agua caía sobre su cabeza y bajaba por todo su cuerpo, haciendo que un escalofrío recorriera su cuerpo; sus pezones se ponían duros y sus testículos se escondían al contacto con el agua.

Salía a trabajar vendiendo sus zapatitos que el mismo hacía con aquella vieja máquina de coser que tenía en su cuarto. Los días pasaban y su vida comenzaba a mejorar, ya había conseguido poner un puesto más grande en un pequeño mercado de la ciudad y los clientes ya lo buscaban específicamente a él, el negocio florecía, pero el estrés y el cansancio se apoderaban de sus noches, aquellas noches frías y lluviosas, aquellas noches de agosto.

Ese día se había levantado, se había metido a la regadera y mientras el agua fría hacía ocultar sus testículos tomo el rastrillo y comenzó a rasurarlos; lentamente pasaba la navaja por su pelvis, bajando por su pene el cual contaba de una medida regular, así seguía por toda su zona sexual, hasta dejar liso y sin vellos todos sus genitales. Se puso una de sus camisas negras y entalladas, la cual dejaba ver su pobre musculatura, se puso su pantalón más nuevo y salió de su casa listo para tomarse un día de descanso. Se encamino a tomarse un café a una cafetería local, “Punto Final”, pidió un capuchino y se sentó a observar a las demás personas. Todos los que estaban en la cafetería venían acompañados, todos excepto una chica, una chica increíblemente sexy.

Una falda negra y una ombliguera dejaba ver demasiado de esa chica, unas piernas torneadas y blancas se mantenían cerradas impidiendo ver que escondía tras esa falda; el zapatero se puso a tratar de adivinar e imaginar que llevaría de ropa interior. Lo primero que imagino fue que llevaría un tanga, tal vez rosa o roja, la cual combinaría con la falda; sin embargo, era algo muy arriesgado que llevará una tanga y una falda tan corta, a menos que se dedicará a la prostitución y ella no tenía cara de prostituta. Lo segundo que pensó fue que podría llevar un cachetero de encaje, un cachetero negro de una marca muy buena, unos cacheteros que no necesitaban ser diminutos para poder encender a un hombre, que con solo marcar su figura conseguirían parar el miembro de cualquier hombre; pero era algo improbable, al usar esa ropa se merecía una lencería más pequeña, era obvio que le encantaba mostrar piel así que los cacheteros no sería la mejor opción. La única opción que restaba era el calzón, así que la mente del zapatero comenzó a divagar al imaginar sobre cómo sería esté; sería liso, sería de encajé, sería azul o tal vez rosa. Mientras su mente seguía imaginando su pene comenzaba a llenarse de sangre, comenzaba a ponerse erecto; el zapatero no se había percatado de ello, no se percataba que un gran bulto comenzaba a asomarse por aquellos pantalones de mezclilla, un bulto que parecía que abriría un agujero en el pantalón.

La chica comenzaba a darse cuenta de que alguien la observaba, una sensación de incomodidad le llegaba al cuello, así que comenzó a buscar a su acosador por toda la cafetería lo cual no le tomo mucho tiempo, pues solo una personaba la miraba fijamente, el zapatero, el hombre tenía una mirada muy fuerte una mirada que incluso quemaba al mirarla directamente; la chica se percató de algo un poco raro para ella, al bajar la vista de los ojos del zapatero vio como su bulto se encontraba algo erecto, la forma se marcaba en su pantalón pero aquella chica sabía que el hombre no tenía aún el pene en su máxima altura, ella intuía que no estaba suficientemente excitado; la chica estaba algo excitada por el hecho de poder causar eso en un hombre que solo la estaba mirando, el que solo con dejar ver sus piernas haya logrado poner de esa forma aquel desconocido prendió a aquella chica, nublo su mente y se dispuso a lograr poner a ese pene lo más erecto que se pudiera.

Sin embargo, la chica era lista y sabía que solo bastaría con una acción de ella para lograr eso, la excitación por hacerlo cada vez subía más así que lo hizo; comenzó a tocar su pierna lentamente, disfrutando de esa sensación. Comenzó por su rodilla y comenzó a subir por sus muslos, mientras subía sus dedos comenzaban a levantar la falda revelando todo lo que escondía debajo. Fue en ese momento que conseguiría lo que ella anhelaba, abrió sus piernas y revelo lo que el zapatero quería, le dio respuesta a la intriga que tenía en su mente… unos calzones morados de encaje se abrían paso a la vista del zapatero, solo fueron unos pequeños segundos, pero fueron suficiente para poner súper duro el pene del zapatero, grueso y palpitante; la chica comenzó a ver como se movía incluso por debajo del pantalón, como con esfuerzos el pene trataba de atravesar el pantalón, como se levantaba y estiraba la tela; la chica comenzó a excitarse de verdad y comenzó a sentir como se comenzaba a lubricar de una manera exageradamente rápida, como su calzón se comenzaba a mojarse tan rápido, como ese sentimiento de tener un pene entre las piernas la volvía loca; no podía tocarse enfrente de todos aunque el sentimiento la estaba comiendo viva, así que tuvo una idea desesperada.

El lugar donde vivía era peligroso y en más de una ocasión le habían asaltado, así que ella guardaba otro celular de baja calidad para emergencias o para usarlo como sustituto a la hora del robo; su mente estaba en otro lugar y la lujuria era el único pensamiento que estaba en su cabeza, así que copio la técnica que había visto en un video porno de su adolescencia (ella antes de perder su virginidad era demasiado adicta a la masturbación y había probado hacerlo de todas maneras, había usado un plumón, un cepillo, un peine, una almohada e incluso un mueble pues no tenía la edad ni la privacidad de comprarse un consolador; el porno la acompaño durante toda la secundaria, salía a las 2 pm y a las 3 pm ya estaba en su cama, había días en los que estaba tan desesperada que no tenía tiempo de quitarse la ropa solo se bajaba las pantis y ponía su celular en el primer video que apareciera, sus dedos iban directamente a la vagina sin previo aviso al minuto de haber comenzado ya estaba muy mojada y el primer orgasmo llegaba 4 minutos después, 3 orgasmos diarios era su rutina.

Pero un día había visto cómo utilizar su celular como un vibrador; jamás lo intento, pero la espinita quedo incrustada en su mente y hasta el día de hoy iba a poder sacar) así que lo hizo, tomo el celular y lo puso entre sus piernas, tocando la entrada de su vagina, mostrándole al zapatero lo que hacía, con una seña le indico que el celular que estaba tocando su ropa interior estaba en vibrador y que iba a hacerlo vibrar llamándolo con el otro. El zapatero lo entendió y al momento que vio que la pantalla del celular se prendía, vio como la cara de aquella chica cambiaba ella quería gemir, pero no podía, así que mordía sus labios para que no se le escapara ningún sonido, su cuerpo se ponía tenso y comenzaba a obligarla a moverse involuntariamente. La llamada acabo pero ella no, así que volvió a llamar y su cuerpo se volvió a retorcer haciendo que casi se cayera el celular; ella lo tomo con fuerza y lo presiono fuertemente a su vagina, ella estaba tan excitada que tuvo el primer orgasmo en ese momento; por lo general tardaba más tiempo pero aquella ocasión basto no más de 5 minutos para lograrlo, el placer era inmenso, su cuerpo se comenzó a relajar y en su mente recordó que estaba en una cafetería, que había más personas y rogo al cielo que nadie la hubiera visto, nadie excepto el zapatero, al cual ella volteo a ver.

El hombre se encontraba con la cabeza hacia atrás, con los ojos cerrados y tratando de respirar profundamente igual que ella, los brazos caían a cada lado de la silla, sin embargo, los ojos de la chica solo se centraron en la entre pierna de aquel hombre; el erecto pene que se marcaba comenzaba a bajar y una gran mancha se encontraba en aquellos pantalones, la chica había idealizado tanto la idea de que el la estuviera viendo que incluso dejo de prestarle atención a él, nunca se dio cuenta como él se había masturbado o si lo había hecho, lo había perdido de vista en el instante en que realizo la segunda llamada pero así como el zapatero había desaparecido también la chica se esfumo de aquel café, dejo el dinero de la cuenta sobre la mesa y una pequeña mancha en la silla que en 10 minutos ya no sería visible para nadie.

La chica llego a casa aún sin haber procesado todo lo había pasado, su mente aún no se encontraba en sintonía con la realidad, en su cabeza solo estaba la cara del zapatero llena de placer y de lujuria, una cara que no podía sacar de sus pensamientos. Al cruzar la puerta una figura masculina apareció inmediatamente sosteniendo unas flores y una caja negra de terciopelo que al verla de inmediato la chica supo que era de una joyería que le encantaba.

-Hola cariño. –El hombre la recibió con aquel saludo corto pero lleno de amor.- Te traje unas flores y un pequeño regalo que estoy seguro te encantará. -La chica aún estaba en shock y era evidente en su mirada que no tenía idea de lo que ocurría ni lo que había ocurrido.

-Pablo… hola… Aún no es enero, faltan 4 meses para nuestro aniversario ¿Acaso lo olvidaste? -La chica trataba de aparentar que todo estaba bien, pero era evidente que seguía pasmada, así que trato de usar la excusa del regalo para que su marido no notará que su mente y cuerpo aún divagaban en aquel café.

-No, no lo olvidé… claro que sé que aún falta tiempo, pero me encontré a tu amiga Jimena hace una semana y me hablo de que ustedes fueron juntas a la joyería de Mónica, Jimena no me quiso decir que habían visto ni que te había gustado, ya sabes cómo es ella. Así que fui directo a la joyería a hablar con Mónica y la convencí de que me contara que collar te había gustado y te lo quise comprar. También te traje unas flores de camino a casa, girasoles… tus favoritas. –Pablo sonrió y le entregó primero la caja negra, la chica la abrió y vio un collar de plata con las letras love en medio de este; era el mismo collar que había visto en la joyería, en aquella tienda también vendían vestidos y Mónica la había obligado a probarse uno negro el cuál combinaba a la perfección con aquel collar. Sin embargo, era un vestido anticuado para el gusto de la chica; le llegaba debajo de la rodilla, de tela lisa y con un pequeño escote que apenas resaltaba sus pechos de medida perfecta y bien formados.

Al voltear hacia arriba vio a su esposo con los girasoles en las manos y una sonrisa de revista, su esposo era lo que toda niña desea cuando es pequeña; un hombre alto, guapo, de un cuerpo tonificado, piel bronceada, cabello castaño, ojos avellana, una sonrisa perfecta y blanca. Era todo un caballero, sabía cocinar delicioso (la mayoría de domingos él se levantaba temprano para tenerle el desayuno listo cuando la chica se despertará, pues era el único día que descansaba y no tenía que ir a trabajar), era listo, trabaja de ingeniero en una empresa de metales donde le pagaban más que bien, le gustaba leer, no fumaba, nunca había probado las drogas y ella jamás lo había visto borracho, nunca le había levantado la voz, era refinado, elegante, sabía tocar el piano sabía cantar. Era un hombre casi perfecto, era como si un ángel hubiera bajado del cielo y estuviera en el cuerpo de aquel chico singular.

-¿Pero festejamos algo o por qué el regalo? -La chica, aunque aún tenía al zapatero en la cabeza, le intrigaba también saber que estaba pasando en ese momento porque estaba segura de que no había razón alguna para ese detalle.

-No, solo pensé en regalarte algo, estas 2 semanas he estado muy ocupado y casi no he tenido tiempo para ti, así que se me ocurrió salir a cenar esta noche solos tu y yo, sin tener que saber nada acerca del trabajo. –La chica solo pudo asentir y agarro las flores que su esposo traía.– Iré al autolavado en este momento, para llevar la camioneta, aprovecha para meterte a bañar y comenzar arreglarte, nos iremos a las 7 pm ¿ok? –La chica volvió a asentir, así que Pablo se acercó y le dio un pequeño beso de despedida y partió directo a la camioneta.

La chica pudo por fin caer en cuenta de que ya estaba en casa, que lo que había pasado en la cafetería fue real y eso era lo que más le excitaba de nuevo, la idea de que era real la volvía a prender; ella había soñado muchas veces con algo así, que un chico desconocido la mirará la volvía loca, por eso esa mañana había vestido así. Ella vivía en un mundo distinto, se encerraba todo el día en su fraccionamiento y los alrededores, no salía mucho pues las calles eran peligrosas incluso cerca de ese fraccionamiento algo lujoso. Dentro los hombres eran educados, vestían siempre elegantes, en las mañanas las calles las inundaban las mujeres que salían a platicar, unas pocas a correr y otras por el mandado; los únicos hombres a esa hora eran los jardineros y los guardias, sin embargo, ellos eran muy respetuosos pues en el pasado varias chicas de ahí los habían acusado de que las miraban de manera acosadora cuando salían a correr en esos diminutos shorts. Esto a la chica le causaba un poco de descontento, pues no entendía el por qué las demás mujeres usaban esos shorts tan cortos si no quería que nadie les mirara las piernas; ella decía que si no querían acoso deberían usar shorts más grandes, para ella esos shorts se debían lucir.

Ella salía todas las mañanas a correr, su ropa favorita era un short rosa que apenas le cubría toda la nalga y se le pegaba demasiado, y un top azul con detalles rosas que combinaban con el short, el top se le pegaba al cuerpo y dejaba ver su abdomen, remarcaba sus pechos y el color era tan llamativo que todas las personas volteaban a verla. Eso le encantaba a ella, que las personas la vieran; ella corría pasando siempre por los lugares donde sabía que estaban los jardineros o albañiles haciendo su trabajo, corría tratando de siempre remarcar su figura o que sus pechos le saltarán, daba una vuelta rápida como anunciando que ya había comenzado el espectáculo, sin embargo, la primera vuelta siempre la daba sin voltear a ver a nadie, sin detenerse y como si los audífonos la apartaran del resto del mundo. No obstante, la segunda vuelta era otra cosa en el juego, la segunda vuelta su cuerpo comenzaba a sudar, así que el paso ya no era tan rápido y comenzaba a jadear un poco, pero aun así no se detenía para nada, solo les dedicaba una mirada coqueta de reojo y una leve sonrisa al notar que ellos la estaban viendo sin prestar atención a su trabajo, sin excepción, alguna todos los trabajadores ponían su mirada en el culo de aquella chica que meneaba más apropósito para ellos, ella los podía escuchar murmurando sobre lo buena que estaba (siempre traía audífonos pero sin música para que las demás personas pensarán que podían hablar de ella), al oírlos hablar sobre sus piernas o su trasero ella comenzaba a prenderse, aun así, el verdadero show se daba en la última vuelta.

La última vuelta era la que más disfrutaba, ella ya estaba sudada y eso se podía ver a distancia. Las piernas le brillaban por el sudor y el short se le pegaba cada vez más revelando así su figura increíble; pasaba lo mismo con el top el cual ya dejaba ver los firmes que sus pechos estaban e incluso se marcaban sus pezones los cuales estaban demasiado duros y excitados. La cara se le veía roja y el pelo algo despeinado y fuera de su cola de caballo, el sudor le recorría todo desde la frente hasta la espalda y eso era algo que ella iba a aprovechar a su favor. Al doblar la esquina podía ver como los trabajadores se encontraban concentrados en su trabajo, eso era algo que no le parecía y estaba dispuesta a cambiar, la lujuria invadió su mente lo cual causo que ella quisiera invadir la de ellos. Al acercase ella comenzó a jadear fuertemente, tratando de simular los jadeos que recita durante el sexo; la mirada del primer hombre que voltea era la mejor de todas, su mirada es inocente pues aún que ya está un poco prendido no entendía que estaba pasando, la chica ya mantenía su trote lento pero aun así sus pechos saltaban pues al no traer bra y el top ser tan delgado no le daba el ajuste necesario, ella hacía como si estuviera cansada y se inclinaba hacia adelante marcando su trasero aún más y dejando ver un poco de nalga, la chica volteaba a ver a aquel hombre mientras estaba aún con la cabeza baja, sus ojos eran intensos y penetradores, ella aún jadeaba y el sudor recorría su cuello, su pecho, su abdomen y sus piernas.

Esa mirada, ese sudor, ese movimiento del pecho al respirar rápidamente, esos sonidos jadeantes te trasportaban directamente a la habitación más sensual que existía en la mente de cualquier persona, ya no era el jardín de una señora rica en un fraccionamiento, un martes a las 9 am, con un sol brillante y un cielo despejado; no, aquel hombre se había ido a un lugar en otra dimensión dentro de su mente, un lugar que por la mirada que le regalaba a la chica, estaba segura que la incluía a ella. Un motel a las afueras de la ciudad con sábanas blancas, un sillón sexual, una pantalla que solo funcionaba si pedías el motel a la recepción y todos los canales eran porno, con aquellas paredes de tabla roca tan delgadas que podías escuchar a los demás huéspedes como disfrutaban y que ellos podían escucharte mientras entregabas cada parte de tu energía y los gemidos se hacían más fuertes invadiendo seguramente los oídos en otras habitaciones, los sonidos generados por un buen trabajo (una de las cosas que más disfrutaba la chica, ser escuchada, le proporcionaba una excitación muy grande el pensar que a otras personas se prendían al escucharla al igual que ella se excitaba al escuchar a alguien disfrutar de cualquier acto sexual), pero que tal si ese hombre no imaginaba un motel, que tal si su mente siempre habría imaginado un hotel caro con sabanas negras y una luz violeta que inundara la habitación y provocará el deseo desde el momento de entrar y ver esa enorme cama, abrir las cortinas y ver la ciudad entera de noche percatarte de la aventura que tendrás esa noche en esa habitación, en un piso muy alto donde no importa si lo haces con los el cuerpo pegado a la ventana completamente desnudo tu puedes ver toda la ciudad pero la ciudad no te puede ver, como hacer el amor con un demonio pero en el cielo pudiendo observar sin ser observado poder portarse mal enfrente del mundo sin ser descubierto; o simplemente en su habitación de su casa una habitación pequeña donde apenas caben juntos, donde ellos tendrían que siempre estar arriba de la cama porque no hay más lugar o pegados a una pared, dando golpes contra algo con cada embestida provocada, donde él tendría que taparle la boca a la chica para que los vecinos no oyeran lo fuerte que la estaba penetrando, donde solo podrían enfocarse uno en el otro y no en las sabanas, no en la iluminación, no en la televisión, en nada más que el cuerpo de la otra persona.

El tratar de adivinar o imaginarse lo que le ocurría dentro de las fantasías que aquel hombre estaba teniendo con ella terminaba de ponerla cachonda y de mojarle todo por dentro, al igual que al hombre lo ponía erecto de tal forma que aquel pobre pantalón barato y delgado no podía ocultar; la chica al ver esto podía sentir como su vagina secretaba y más y más jugo, era el momento de terminar el espectáculo de motivación y pasar a la acción. Ella le dedicaba una sonrisa pícara desde abajo mientras lo miraba a los ojos y luego bajaba la mirada a su pene, indicándole que podía ver su erección; luego al ver que él se espantaba y se ponía rojo, ella volvía a sonreír y negaba con la cabeza como si se burlará de él, levantaba la mirada y se tiraba el resto del agua sobre sí misma como tratando de hidratarse; el agua recorría su frente sudada y baja por su cuello hasta sus pechos que con el top sudado se pegaba a su cuerpo, el agua llegaba hasta sus pezones marcándolos de una manera tan increíble casi como si no trajera nada, como si el top fuera parte de su cuerpo y la chica estuviera desnuda de la parte superior, ella se quedaba un par de segundos así sintiendo agua, el sol, su cuerpo, su vagina mojada y la mirada de aquellos hombres; los vio una última vez y con una sonrisa pícara emprendió su huida por esas calles calientes que solo reflejaban su propio sentir, un sentimiento de fuego intenso que apagaba al llegar a su casa donde no se detenía por nada.

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