Había cumplido 18 años y mi tía Toti me había dicho que quería de regalo y le dije que pretendía dinero porque lo necesitaba, sin muchas más explicaciones. Estaba muy entusiasmado con un lugar del que me habían comentado mis amigos que se realizaban unas fiestas muy calientes.
Yo era una malcriado, por cierto, soy hijo único, y de parte de madre tengo que agregar que soy nieto único y también sobrino único.
Mi tía vive a solo unas cuadres de mi casa, donde yo habito con mis padres. De modo tal que tenía la llave de mi hogar, del mismo modo que mi madre tenía la del departamento de ella.
La fluidez de las relaciones entre mi familia cercana y mi tía eran muy estrechas y nos veíamos casi todos los días.
Mi tía era una mujer muy particular, tenía 52 años, era sotera y muy reservada, nunca tuvo un hombre al lado de ella, era muy cuidadosa en ese sentido, jamás hubo, ni siquiera una posibilidad menor, de saber algo de su vida privada.
Ella tenía una amiga, Lidia, una mujer morocha, de un metro sesenta, su cuerpo era bastante relleno, una gordita interesante, con curvas llamativas. Al contario de mi tía, era una mujer de cierta altura, un metro setenta y cinco, su cuerpo era más armónico, se destacaba por sus caderas bastante anchas, pero sus glúteos no eran prominentes, sino más bien comunes. Era bastante armónica a la vista.
Lidia y mi tía eran muy unidas, muy amigas, de modo tal que Lidia se convirtió en una mujer a la que yo llamaba también tía, y ella me aceptó como su sobrino putativo.
A mí me intrigaba, ciertamente, que mi tía fuera tan misteriosa y tan reservada, al punto de no hacer ninguna referencia al tema, con sus relaciones de pareja, aunque por momentos perdía interés en esos asuntos.
En una ocasión la fui a visitar a su departamento, estaba muy cerca de allí, había ido a visitar a un amigo que vive enfrente, tomamos un té y me dijo que la esperara un rato, que iba a tomar una ducha porque tenía que encontrarse con Lidia y unos amigos. Me quedé en el comedor terminando mi infusión, escuché que se prendió el calefón, y me fui hasta el baño para ver si podía ver algo, ni yo sé qué cosa podía ver. Pero la puerta no estaba correctamente cerrada, había una hendija por la cual se podía divisar el interior, claro no de una forma amplia, mi tía debía moverse para caer en esa rendija que me permitiera ver aunque más no sea algo; y, además, bastante difusa por el vapor.
De todos modos, pude verla desnuda, tenía una hermosas tetas caídas, acorde a la edad, y un monte de venus muy peludo, sus caderas no eran otra cosa de lo que se veía cuando estaba en pollera, volví a mi lugar en el comedor y esperé que saliera de la ducha.
Al salir y caminando hacia su habitación me dijo: y qué hiciste con la plata que te regalé, me interesa saber en qué terminó ese dinero porque se trata de mi regalo.
Si bien con mi tía había tenido ciertas charlas sobre sexo, cosa que no ocurría con mis padres, contarle lo que había hecho con mis amigos, en un lugar llamado Gótica Max, no era sencillo para mí, sobre todo porque tenía que elegir las palabras adecuadas para no pasarme de la raya.
Me apuró diciéndome: dale, contame, quiero saber.
-Bueno, le dije, fui con unos amigos a Gótica Max.
-Y qué es eso, me dijo con asombro.
-Y…, dudé un instante, es un lugar en donde se baila, hay poca luz, y van personajes de toda ralea.
-Podés ser un poco más preciso, me dijo con cierta vehemencia.
-Bueno… a los alrededores hay sillones y allí la gente se quiere…, hice silencio.
-¿Y?, me dijo.
-Bueno, es muy loco, hay de todo ahí adentro, sobre todo en cuanto a preferencias sexuales y al grado de exhibición que hay.
-¡¡¡Ah!!! Era eso, querés experimentar con tu sexualidad.
-No, le dije, solo tenía curiosidad de ver ese ámbito, nada más.
-Bueno, me dijo, me voy porque se me hace tarde, otro día seguimos con la charla.
-Bueno, contesté, y me fui para mi casa.
El jueves por la tarde mis padres se iban hasta la localidad vecina a visitar a una amiga de mi madre que hacía mucho tiempo que no veían, me quedaba solo en casa, estaba pasando por un mal momento en cuanto a mujeres, entonces decidí hacerme una buena paja, con una película porno que me había recomendado un amigo, trabajaba la Cicciolina.
Estaba en lo mejor del filme y ya tenía mi verga muy erecta cuando empecé a masajearla, por tanto, no escuché cuando abrieron la puerta de mi casa, en un momento determinado mi tía abrió la puerta de mi habitación y me vio con la pija dura y dándome placer. Me tapé con la sábana, lo único que tenía a mano y me puse coloradísimo, no supe qué decir, mi tía se sonrió y me dijo: ¡pajero!
Balbuceé, tía disculpame, no sabía que ibas a venir, así tan de imprevisto.
-No pasa nada, me dijo, se acercó a la cama, corrió la sábana y comenzó a acariciar mi verga, todavía estaba erecta, me acarició los huevos y empezó a chuparme… yo estaba enloquecido.
Se detuvo y comenzó a sacarse la ropa, quedó toda desnuda y me dijo:
-chupame la concha, yo estaba recostado con mi cabeza sobre la almohada, ella colocó sus rodillas a cada lado de mi cabeza y me puso su concha peluda en la boca, comencé a lamerla, y en un momento la empuje hacia adelante para chuparle el culo también…
Me dijo: me hiciste acabar cinco veces, nene.
Yo le dije: déjame chuparte las tetas…
Me puso las tetas en mi boca y disfruté chupando esos bellos pezones erectos con una aureola bastante grande. Con mi poca experiencia me parecieron enormes.
Yo seguía de espalda sobre la cama, ella se puso arrodillada se corrió hacia mi cadera y se metió la pija en la concha, empezó a subir y bajar, su argolla estaba muy babosa, gemía de placer mientras se acariciaba las tetas, yo le corrí las manos y comencé a acariciar sus tetas.
Luego le metí la pija en la concha en la posición tradicional, mientas le pregunté si me dejaba cogerla por el culo, y me dijo que sí. No dudé un segundo, la di vuelta y me dijo: pará un poco, serenate, poneme crema así entra más fácil. Hice lo que me pidió y le introduje la verga en el culo. Yo estaba exultante, no podía creer lo que estaba sucediendo… hasta que no pude contenerme y comenzó a salir la leche… me estremecí. Y quedé extasiado y extenuado al mismo tiempo.
Dejé que se aflojara mi pija en el culo de mi tía y ella me dijo: la próxima vez quiero la leche en la concha, sobrino.
-Bueno, tía, le dije. ¿Y cuándo va a ocurrir eso? Pregunté con ansia.
-Pronto, me respondió, yo te aviso.
-¿Te gustó?, me preguntó.
-Si, muchísimo, le dije.
-Bueno, ahora me voy. No quiero hacer esperar a Lidia que va a venir a casa a cenar.
Nos despedimos con un beso en la boca.
No podía dejar de pensar en lo que había ocurrido, desde que la había visto desnuda, aquella tarde cuando tomaba la ducha, en ocasiones tuve fantasías de poder cogerla. Por supuesto, que esa idea se me iba porque la consideraba muy loca.
Estábamos almorzando con mis padres cuando vino mi tía Toti, almorzó con nosotros, se charló de varios temas y cuando terminó la sobremesa, se despidió de mis padres y me dijo: vení y cerrá la puerta que me voy. En el trayecto me manifestó en voz baja: el jueves te espero en casa, a las seis de la tarde. No faltes. Y repitió: te espero.
-Claro, le dije con cierto asombro. Allí estaré. No te preocupes.
Me sonrió y se fue.
Me dejó muy intrigado, seguro que era para tener sexo, pero no me lo aclaró, de modo tal que podía ser otro pensamiento loco de mi parte. Era lunes, faltaban tres días para el jueves e ir a la casa de mi tía, días que pase con un nerviosismo que nunca me había experimentado.
Hasta que llegó el día tan ansiado por mí. Aunque tenía cierta calma porque podría tratarse de otra cosa y mi mente febril no se salía de un pensamiento que giraba alrededor de una tarde-noche de sexo furioso, caliente y sucio.
Llegué a su departamento. Toqué el timbre. Mi tía preguntó: ¿quién es?
Respondí: yo… tía. Eran exactamente la seis de la tarde.
La puerta se abrió lentamente, mi tía no se dejaba ver, me dijo: pasá.
Ingresé con paso lento, Toti me dijo en un susurro: seguí hasta la habitación y no te des vuelta, yo ya te sigo.
Le hice caso, la puerta de la pieza estaba cerrada, ella ya me había alcanzado y estaba detrás de mí, me tapó los ojos con un pañuelo de seda, me lo anudó sobre mi nuca. Escuché que abrió la puerta, me guio y me hizo sentar en una banqueta que se encontraba a los pies de la cama. Me dijo que me sentara y que esperara a que ella me dijera para quitarme el pañuelo.
Pasó un tiempo que no pude precisar hasta que llegó la orden, mi tía me dijo: sacate el pañuelo.
Desaté el nudo, y me lo quité de ms ojos, quedé muy estupefacto ante lo que veía. Mi tía y su amiga Lidia, se estaban dando unos terribles besos de lenguas, vestidas con baby-dolls de color negro y blanco respectivamente, en un momento ambas me miraron, yo ya estaba con la pija muy dura debajo del pantalón, y me sonrieron… Lidia me dijo, mientras se quedaba totalmente en bolas: bueno ahora te vas a coger a las dos.
Ahí estaba el gran misterio de mi tía, ella tenía una preferencia por las mujeres y su amiga era su pareja, aunque si bien tuvieron sexo conmigo, no puedo garantizar que lo hayan tenido con otros hombres.