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El mejor viaje a España (P. 6): Mi último día en España
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Tiempo de lectura: 11 minutos

La última semana con Ashe fue maravillosa. El día después de que me sacó del Airbnb me despertó chupando mi verga, llevaba el pelo recogido en un par de colitas para que pudiera guiar el ritmo con facilidad hasta que me corrí. A pesar de que nos deseamos mutuamente, decidimos que no queríamos gastarnos cogiendo a cara rato, pero claro que era algo que hacíamos muy seguido.

Durante el resto de mi visita, Ashe me llevó a muchos sitios, lugares donde había crecido y se había enamorado de Canarias. Cada vez que podíamos nos besábamos, uníamos nuestras manos y nos tomábamos fotos. Como una pareja.

Un día Ashe fue a cortarse el cabello y me dijo que diera una vuelta para que pudiera comprar unos recuerdos del viaje. Cuando regresé vi que se había cortado el pelo hasta que le quedó cerca de los hombros, la veía se veía hermosa con ambos estilos: pelo largo o corto. Ese mismo día me llevó a comer con sus papás, desde luego que estaba algo nervioso por el evento, pero sus padres me recibieron con alegría y entusiasmo.

—Así que tú eres el Rodrigo que mi hija no dejaba de mencionar —me dijo su madre cuando llegamos.

—¡Mamá!

Ríe por el comentario pero mi mirada fue con su padre, tenía miedo de que el hombre se enojara conmigo. Ashe me tomaba de la mano y estaba pegada a mí, no faltaba ser un genio para saber lo que hacíamos su hija y yo. Para mi sorpresa, el papá de Ashe parecía no tener problemas conmigo, me hablaba como si fuera un miembro más de la familia.

La comida estaba demasiado rica, agradecí a la mamá de Asha por tan exquisita comida y ella me dijo que siempre era bienvenido en su casa.

La semana estaba pasando demasiado rápido, el día que tenía que regresar se avecinaba y el humor de Ashe baja un poco, el mio también un poco, eso no quitaba que nuestra pasión se volvía a encender cuando regresábamos a su casa y comenzábamos a besarnos, a desnudarnos y a hacer el amor. Ya no sólo cogíamos, podía sentir como Ashe se entregaba a mí en cada ocasión y yo a ella. Estaba completamente perdido por esta chica.

El día antes de mi regreso, estábamos los dos sentados desayunando, sin hablar. Este era nuestro último día juntos y no sabíamos que podíamos hacer.

—Ro —me dijo Ashe y la mire—. Hoy hay que ir a la playa, llevas aquí dos semanas y no has tenido esa oportunidad.

Era cierto, íbamos a ir con James y las chicas la semana pasada, pero después se montó la orgía y no pudimos ir.

—Tengo algo planeado, solo que necesito hacer una llamada —me dijo ella con una sonrisa—. Va a ser una velada para que la recuerdes para siempre.

—Todo el viaje lo ha sido —le contesté y tomé su mano para besarla—. Estar contigo ha sido lo mejor.

Ella me sonrió y me apuró a que me pusiera un traje de baño debajo de la ropa normal, ella se puso un bikini azul fuerte debajo de un vestido rosa bastante corto. La primera parte del día recorrimos la ciudad, en un momento nos detuvimos en un mirador y ella me pidió que nos tomáramos una foto. Mientras la tomaba, gire mi rostro para besarle la mejilla, luego ella volteó el rostro y me besó mientras tomaba otra.

La tarde comenzaba a caer y yo tenía la duda si iríamos a la playa, comenzaba a ser de noche y el frío aumentaba. Antes de que pudiera preguntarle a Ashe, ella me guio a la playa que estaba cerca de su casa.

La gente comenzaba a irse y unos, muy pocos, se quedaban a ver la puesta de sol. Ashe me llevó a un lugar apartado y me quedé sorprendido al ver lo que parecía un picnic al lado de una chimenea.

—Sorpresa —me dijo ella—. Conozco un negocio que hace este tipo de cosas. En la noche nos van a venir a encender la leña para que cenemos bajo las estrellas. ¿Te gusta?

—Me encanta —le dije.

Ella se mordió el labio con alegría, luego tomó el borde de su vestido y lo levantó lentamente, de forma tan sensual, luego lo arrojó donde estaba el picnic y salió corriendo al agua. Yo hice lo mismo y corrí tras ella.

Nos mojamos mutuamente, la cargaba sobre mí para luego arrojarla al agua, la besaba, la abrazaba. Ella me correspondía, me hacía cosquillas, se lanzaba sobre mí para tirarme en la arena. En fin, el mejor tiempo con ella.

Para cuando el sol comenzó a ocultarse, regresamos al pequeño espacio que habían preparado para nosotros. El fuego ya estaba encendido y nosotros nos sentamos sobre la toalla y miramos el atardecer mientras comíamos algo de la comida que nos habían dejado.

La playa quedó casi desierta. Sólo estábamos Ashe y yo acompañados por el sonido de la madera crepitando a nuestra espalda y el oleaje.

Ella tenía su cabeza sobre mi hombro y nos tomábamos de las manos, ninguno de los habló, disfrutando la presencia de cada uno.

—Me gustaría que esto durara para siempre —dijo y luego me miró—. Me gustaría que no te fueras.

—Igual que a mí. Estos días han estado… perfectos.

—¿Por qué no buscas trabajo aquí? Mudate.

Lo había pensado en los últimos días, era una posibilidad que había rondado mi cabeza casi a diario.

—Aunque quisiera, tendría que volver a mi país, tendría que dejar todo listo en mi casa, no puedo simplemente no volver.

Su expresión mostró tristeza y volvió a colocar su cabeza sobre mi hombro.

—No quiero tener una relación a distancia.

—¿Así que si tenemos una relación?

Ella me miró.

—Yo sí, estas dos semanas las considero como que eres mi novio… ¿tú?

Le sonreí.

—También.

Me acerqué a besarla y ella me devolvió el beso. Ella separó su boca un momento para susurrarme.

—Te amo.

Espere un momento antes de contestarle.

—Yo también.

Nuestros labios volvieron a juntarse. El calor del fuego no se comparaba con lo que ardía en mi interior, deseaba a Ashe como nunca lo había hecho en los últimos días. Mientras nos seguíamos besando, mi mano se metió en el sostén de su bikini para apretar su pecho. Un ligero gemido salió de su garganta, apagado por nuestro beso.

Amasaba su seno con delicadeza, jalando su pezón ligeramente, luego acariciaba su clavícula, subiendo hasta su cuello y su hombro, haciendo a un lado el tirante de su bikini. Regresé a apretar su pecho y ella se retiró un poco para mirarme con deseo. Mordió mi labio ligeramente y yo lo hice con su pezón.

Me empujó sobre la toalla y se colocó sobre mí, besándome con pasión. Nuestras lenguas se bailaban en nuestras bocas, su pelvis se movía sobre mi miembro que comenzaba a ponerse duro ante el movimiento de su cadera.

Besaba mi cuello, acariciaba mi pecho, todo mientras continuaba con su movimiento, dándole gusto también a mi pene.

Ninguno de los dos habló, nuestros gemidos eran bajos, pero al estar tan cerca el uno del otro los oíamos claro. Ashe se detuvo un momento para verme, yo mire esos ojos azules que me encantaban. Ella se bajó el otro tirante y llevó mis manos a sus pechos para que los tocara y apretara.

Ashe cerró los ojos mientras se movía en círculos sobre mí y yo continuaba con sus pechos. Verla en esa posición, dándole la luz de la fogata, me hizo verla tan bella, como nunca lo había visto.

—Quiero sentirte —me dijo deteniéndose un momento. Bajo mi bañador para sacar mi pene completamente erecto, hizo a un lado la braga de su bikini y puso mi miembro entre sus labios sin meterlo aun. Sus labios abrazaron el tronco de mi verga y Ashe se movió de arriba abajo, estimulándonos al mismo tiempo.

Yo miraba como su entre pierna se movía a un ritmo calmado. Sus gemidos aumentaron de tono. Coloque mis manos en sus caderas para ayudarla, ella me tomó de los brazos y continuó con ese vaivén que me estaba volviendo loco. Podía sentir la humedad de su coño cubriendo por completo mi falo. Ella continuaba con los ojos cerrados, disfrutando con una expresión de éxtasis.

Sin levantarme alce mi cuerpo para besar sus pechos, ella abrazó mi cabeza mientras alzaba el cuerpo y tomando mi pene con la mano. Lo introdujo lentamente, resbalando con tanta facilidad. Yo continuaba jugando con sus pechos hasta que llegó al fondo, luego alcé la mirada para verla, ella me sonrió mordiéndose los labios y comenzó a bajar y subir sobre mí.

Unidos en ese abrazo, podía sentir como mi verga llegaba hasta lo más profundo de ella. Ambos gemíamos de placer. El fuego continuaba quemándose a nuestro lado, el calor de la fogata junto con el de nuestros cuerpos rozándose entre sí era tan intenso que podía ver como Ashe comenzaba a sudar y podía sentir que yo también lo hacía.

Besaba su cuello y mordía su hombro, sus gemidos se oían como un canto en mi oído. Ella arañaba mi espalda con una mano y jugaba con mi cabello con la otra.

Abrace a Ashe por la cintura y la coloque en el suelo. Llevado por el fuego que tenía dentro comencé a darle con celeridad. Ella ya sin poder controlar el volumen, comenzó a gemir más fuerte.

Podía ver sus perfectos pechos moverse de arriba a abajo mientras continuaba penetrándola. Entrelazamos nuestros dedos y ella me sonrió. El sudor perlaba su piel, haciéndola ver tan hermosa, unos cuantos cabellos se le pegaron a la frente, pero a ella no le importó, ella tan sólo veía como mi verga desaparecía en su interior. El calor que sentía emanar de su coño mandaba descargas a mi cabeza y me hacía perder el control. Quería llegar más profundo, quería apagar el fuego que tenía dentro, tanto el de ella como el mío.

El orgasmo llegó de improviso, apenas logré sacar mi verga de ella para correrme sobre su coño y sobre su bikini. Ella tomó mi falo y comenzó a jalármela para sacar todo lo que tenía adentro. Gruñí de placer mientras lo hacía. Luego baje la mirada para verla, ella tan sólo me sonreía, acariciándose el coño.

—¿Y?

Baje el cuerpo para besarla, quería más, mucho más, pero escuchamos voces acercándose. Nos vestimos rápido justo en el momento en que los encargados del picnic llegaran por las cosas. Nos comentaron que nuestro tiempo de la renta había expirado y que tenían que apagar el fuego y llevarse las cosas.

Un poco decepcionado, acepté y ayudé a Ashe a tomar nuestras cosas para regresar a la casa. Dado el intercambio con los tipos de la compañía, en lo que Ashe les pagaba y regresábamos a la casa, mi erección bajó.

Ambos estábamos cubiertos de arena cuando entramos a la casa de Ashe.

—Me caería bien un baño —comenté.

—Está bien, sabes dónde está —me dijo ella mientras entraba a su cuarto para dejar su vestido la bolsa que traía.

Entre al baño y abrí el agua de la regadera. Cuando sentí que estaba en la temperatura adecuada me quite el bañador y me metí. Un gran cambio al agua fría del mar. Sentía la arena caer de mi cuerpo mientras me bañaba. Mientras me enjabonaba, escuche la cortina de la ducha moverse, giré mi cuerpo. Ashe estaba desnuda frente a mí.

Sin decir nada, entró conmigo, tomó el jabón de mis manos y comenzó a hacer espuma con él. Yo la miraba, igual sin decir nada. Sus manos comenzaron a enjabonar mi pene quien reaccionó casi con lentitud ante su contacto. Ella subía y bajaba su mano en mi falo mientras éste crecía y se ponía duro, todo sin dejar de verme. Utilizó el agua para lavar el jabón de mi miembro, continuó jalándomela un momento luego se agachó y se la metió en la boca. Me hice un poco para adelante para que el agua no le cayera en el rostro. Podía sentir el calor de la regadera en mi espalda mientras Ashe me la chupaba con lentitud. De vez en cuando se la sacaba para darle unos cuantos besos, lamerla de arriba abajo, golpear su lengua con ella y luego volverla a meter en su boca.

Yo sólo podía mirarla mientras lo hacía. Mis gemidos eran superados por el sonido de la regadera. Ashe metió hasta donde pudo mi falo, mandando descargas a todo mi cuerpo. Tuve que sostenerme de la pared para evitar caerme. Se la sacó y chupó mi glande. Luego sacó la lengua e hizo pequeños círculos en la punta. Sus ojos no se despegaban de mí mientras continuaba comiéndosela con deseo y lujuria. Sentí mi pene palpitar y ella se la sacó de la boca para pajearme.

Mi corrida salió con fuerza, cayéndole sobre la cara, su barbilla y sus pechos. Me hice para atrás para que ella entrara el agua y se pudiera limpiar los restos de mi semen. Ella se levantó y me sonrió antes de ofrecerme el jabón.

Lo tomé manteniendo la vista en sus ojos. Comencé a recorrer su cuerpo con el jabón, haciendo espuma en su perfecto cuerpo. Ella me miraba, mordiéndose los labios mientras recorría su cuerpo. La espuma del jabón cubrió sus senos, la acerque al agua para quitársela y vi sus pezones parados y duros, chupe sus botones con deseo mientras pasaba el jabón por su trasero. Luego hice que diera la vuelta y la lancé contra la pared para enjuagar el jabón. Mientras el agua caía por su trasero, comencé a darle un par de nalgadas, cada vez que lo hacía, Ashe gemía. Su piel se quedaba tan roja, dejando la marca de mi mano en su blanca piel.

La tomé por la cintura y la apreté contra mi pecho, volví a tomar el jabón y lo pasé por su entrepierna. Ella gimió en mi oído mientras mi mano acariciaba su coñito. Acerqué nuestros cuerpos al agua mientras metía mis dedos en ella. Ashe abrió las piernas para darme más espacio para trabajar.

Mientras exploraba su interior con mis dedos, mordía ligeramente sus hombros y besaba su cuello. Ella gemía fuerte y claro, dándome ánimos de que continuara. Mis dedos buscaban casi con desesperación el punto de G de Ashe. Ella giró su rostro, podía sentir su aliento en mi rostro.

—Sigue, sigue —me susurró mientras su cuerpo se movía y sus caderas buscaban con ahínco que mi mano continuara.

Su rostro me indicó que había llegado al orgasmo. Cerró los ojos con fuerza y abrió la boca. Ningún sonido escapó de ella, pero la vibración en su cuerpo me indicaba que había llegado.

Cuando su orgasmo acabó, tuve que sujetarla para evitar que se resbalara, pues relajó su cuerpo.

Ashe se volteó y me besó mientras el agua caía sobre nosotros. Nos separamos un momento y le quité el pelo de la cara para mirar su hermoso rostro.

Cerró la llave del agua y me jaló mientras continuamos besándonos. El agua caía de nosotros mientras ella me llevaba a su cuarto, mi erección había perdido su fuerza, así que necesitaba un poco de tiempo para recuperarme.

Gire a Ashe y la lancé a la cama, ella se quedó bocabajo, riendo. Sin darle tiempo a levantarse, me coloque sobre ella y comencé a besarle la espalda, ella se quedó quieta dejándose ser.

Baje mis besos hasta llegar a su trasero y lo abrí ligeramente. Su coño rosadito me saludó, lamí sus labios y Ashe se agitó por mi contacto. Alzó ligeramente su cadera para que pudiera comerle el coño un poco mejor. Mi lengua recorría toda su vulva. Olía dulce, combinado con el olor del jabón. Sus dedos acompañaron mi lengua mientras un gemido salía de su boca, tan puro, tan excitante.

Mi pene comenzaba a recuperarse, animado por los gemidos de Ashe. Penetraba su vagina con mi lengua y apretaba su trasero con mis manos.

—Sí, sí. Sigue, por favor —me decía con deseo.

Junte mis labios a su entrada y gruñí para hacerlos vibrar. El cuerpo de Ashe se agitó y podía escuchar como exhalaba varias veces, intentando buscar el aliento necesario para hablar, pero lo que estaba haciendo evitaba que lo hiciera.

Mi miembro recuperó su fuerza, volvía a estar completamente empalmado. Empujé de nuevo a Ashe sobre la cama y la aprisione con mi cuerpo. Apunté mi glande a su cuevita y entre lentamente. En esa posición su vagina apretaba mi falo tan rico que no pude evitar soltar un gemido mientras me perdía centímetro a centímetro en su interior.

—Dame, por favor —me rogó.

Empecé con un ritmo lento. Me encantaba tenerla así, a mi disposición, torturándola lentamente. Mi cuerpo comenzó a subir y bajar rápidamente. Con cada embestida nuestros cuerpos hacían ruido, acompañados por nuestros gemidos de placer.

Ashe intentaba voltear el rostro para poder besarme, pero apenas lo lograba dejaba de hacerlo para continuar gimiendo.

—Así, sí, dame. Que rico, Ro.

Continué unos minutos más antes de detenerme y tomar a Ashe por el cuello para hacer que levantara el rostro. Besaba su mejilla y su cuello mientras ella respiraba con agitación. Su cabello mojado se pegaba a mi rostro, su aroma era embriagante.

Las sabanas debajo de nosotros estaban más que húmedas, pero a ninguno le importó, queríamos seguir, sentir como nuestros cuerpos se rozaban una y otra vez.

—Quiero más —me dijo—. Dame más.

Saqué mi miembro de ella y la giré para que quedara boca arriba. Me coloqué entre sus piernas, tomé la derecha y la coloque sobre mi hombro, dejando su pierna izquierda debajo de mí. Ella me miró, interesada por lo que iba a hacer. Con mi glande jugué en su entrada, lo introduje de una fuerte embestida que le arrancó un grito de placer a Ashe.

Había visto esta posición recientemente, pero no la había practicado. Usando su pierna como soporte, comencé mis embestidas. Desde el principio, Ashe me miró con una expresión de sorpresa y excitación, parecía que la posición le gustaba mucho. Su boca se abrió por completo, formando una O perfecta, gritaba con cada embestida que le daba, cada centímetro que entraba en ella.

Por mi parte, podía sentir como mi falo entraba bastante profundo, sus paredes vaginales lo aprisionaban como no queriendo dejarlo ir. El calor de su interior me hizo aumentar la velocidad. Ashe gritaba, gemía, exhalaba, buscaba aire para continuar. Su cuerpo se movía debajo de mí, llevado por el ritmo que yo marcaba. Sus pechos se movían de arriba abajo. Sus manos fueron a las sabanas, agarrándolas con fuerza, intentando buscar algún soporte.

—¡Sí, sí! ¡No pares! ¡No pares! ¡AH! ¡AH!

La presión en mi falo aumentaba, sentía que Ashe estaba llegando al orgasmo y yo también.

—Ashe… —dije entre gemidos.

—Dámela, dame tu leche. Lléname por favor.

Con una última embestida me corrí. Podía sentir la vagina de Ashe cerrarse sobre mi pene, queriendo extraerme hasta la última gota. Ashe gritó. Su cuerpo se agitó una última vez, sintiendo como mi semen la llenaba por completo.

El orgasmo fue intenso y longevo. Mientras la sensación desaparecía, metía y sacaba mi pene de Ashe con lentitud. Solté su pierna y me desplome sobre ella. Ella respiraba de forma agitada, su pecho subía y bajaba, intentando recuperar el ritmo normal.

Sentí sus manos buscando mi rostro, me alzó y me encontré con sus ojos.

Nos besamos nuevamente. Satisfechos.

No sabía si era sudor o agua lo que recorría nuestra piel, pero mi mano resbalaba sobre su cuerpo con facilidad.

Al día siguiente, Ashe me acompañó al aeropuerto. Nuestras manos no se separaron incluso cuando estaban llamando mi vuelo para abordar.

—Última llamada para el vuelo 235. Última llamada para el vuelo 235 —decía el altavoz.

Me volteé a ver a Ashe, tenía una expresión triste en el rostro.

—Voy a extrañarte —me dijo, aun sin soltar mi mano.

—Oye —dije dejando mi maleta en el suelo y tomando su rostro entre mis manos—. Prometo venir a visitarte tan pronto como sea posible.

—¿En serio?

Le respondí con un beso.

—En serio.

Tome mis cosas y cruce el punto de control, sin despegar mi mirada de ella.

Continuamos hablando a larga distancia, tal como lo habíamos hecho antes del viaje, pero de forma más íntima. Ella me mandó una foto de su cuarto, mostrando que había colgado la foto que nos había tomado en el mirador, la que tomó cuando besaba su mejilla.

De vez en cuando me manda una foto de ella usando ropa sexy o incluso desnuda, yo le respondía de la misma forma. En Navidad recibí varias de ella vestida con una ropa interior vino, unas medias negras a juego y un gorrito de Santa, poco a poco se iba quitando una prenda hasta sólo quedarse con las medias y el gorro de Santa. “TU REGALO DE NAVIDAD” Rezaba la última foto.

De vez en cuando intentábamos llamarnos, algo complicado debido a los horarios diferentes, pero cuando lo hacíamos nos pasábamos horas hablando hasta que uno de los dos caía dormido por la hora. En más de una ocasión, en esas llamadas prendíamos la cámara y nos mirábamos mientras nos tocamos, susurrándonos las cosas que haríamos cuando nos volviéramos a ver.

Un día Ashe me sorprendió diciéndome que estaba ahorrando para venir a mi país a verme, lo cual respondí con alegría. Le dije que cuando viniera le tenía una sorpresa, pero preferiría esperar a que ella llegara para decirle.

No le había dicho que estaba hablando con una editorial española para poder publicar con ellos y parecían convencidos de hacerlo.

Quizá mudarme a España sería más fácil de lo que parecía.

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