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El mejor polvo de mi vida fue con mi suegro
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Tiempo de lectura: 10 minutos

Estaba en pareja hacía varios meses con Facundo. Yo tenía 25 años y él 28. Nos habíamos conocido en el Banco donde ambos trabajábamos, y estábamos muy enamorados. Nos entendíamos en prácticamente todo, pero en la cama yo sentía que algo me faltaba. La pasábamos bien, había piel entre nosotros, pero Facu era muy tradicional en sus prácticas, y yo todavía no sentía tanta confianza para decirle algunas cosas que me gustaría hacer o que me hiciera. Su personalidad era espectacular, era un tipo muy divertido y gracioso, y compartíamos una visión muy parecida de la vida. Nunca me había pasado de encontrar a alguien con quien pudiera proyectar un futuro como con él.

Todavía no convivíamos, cada uno vivía en su departamento, pero yo pasaba mucho tiempo en el suyo, que era más amplio y nos quedaba más cerca del trabajo.

Él conocía a mi familia, ya que ansiosos por saber quién me tenía tan enamorada, habían propuesto una cena para conocerlos. Por el contrario, aunque yo ya conocía a mi cuñada y su pareja, todavía no conocía a mis suegros, que vivían en otra ciudad. Ellos sabían de mí, pero quedaba pendiente aún la presentación oficial. Yo sabía que eran padres relativamente jóvenes, o por lo menos más que los míos, ya que habían tenido a Facu a los 20 años, mientras que mis padres tenían más de 30 cuando yo nací.

Un día estábamos almorzando en su departamento, y Facundo me comentó que el fin de semana sus padres viajarían a nuestra ciudad para festejar el cumpleaños de su madre con él y su hermana, y que consideraba que sería la ocasión ideal para que nos conociéramos. Yo me entusiasmé, ya que no quería seguir postergando la presentación. Sentía que cuanto más tiempo pasara sin conocerlos, más aumentaría el misterio y las expectativas.

El sábado por la mañana, mi novio se levantó temprano y desde la cama le pregunté:

– ¿A dónde vas?

– A buscar a mis padres al aeropuerto. Los dejo en el departamento que alquilaron y vuelvo. No me tardo – dijo mientras se agachaba sobre mí para besarme

Me levanté de la cama, desayuné, y comencé a mirar en el guardarropa qué me pondría para la cena con mis suegros aquella noche. Quería ir linda pero no excesivamente arreglada. Separé un par de vestidos y algunas polleras, ya que era verano y esos días hacía mucho calor.

Al rato volvió Facundo y dijo que sus padres estaban ansiosos de conocerme, y que nos encontraríamos a las 20:00 en un restaurante elegante que se encontraba a poca distancia de donde estábamos.

A medida que se iba acercando el horario en el que debíamos salir, mis nervios comenzaron a aumentar y Facu me calmó.

– No te preocupes, amor. Mis padres son relajados y divertidos, y les encanta que esté en pareja porque me ven muy feliz. Te van a amar.

Después de probarme varias opciones, terminé optando por un vestido negro entallado, pero no demasiado apretado, que marcaba mi cintura y tenía un escote sensual pero no exhibía mis pechos en exceso. Eso con unas sandalias de plataforma, y listo. Soy bastante pequeña de estatura, y mi novio bastante más alto que yo, por lo que generalmente me pongo calzado que tenga cierta altura para tratar de equilibrarnos.

Llegamos al restaurante, que aunque era muy lindo y elegante, tenía cierto clima informal que yo agradecía. Una chica muy amable nos llevó hacia nuestra mesa, donde mis suegros ya estaban esperándonos.

Juan, el papá de Facundo, era un hombre de unos 48 o 50 años, pero que tenía cierto aire de juventud que me agradaba. No trataba de parecer un adolescente, pero sonreía y se manejaba de una manera que me hizo sentir muy cómoda. No parecía un señor amenazante, aunque sí daba la imagen de padre definitivamente. Llevaba el pelo corto y prolijo, castaño con algunas canas que no se preocupaba en ocultar, y que le quedaban muy bien. Vestía una camisa gris, y un vaquero que no era ancho, pero tampoco demasiado skinny. Lo que llevaba en los pies no llegué a verlo cuando se paró a saludarme.

Me saludó afectuosamente, con un corto abrazo y una seductora sonrisa.

– ¡Al fin te conocemos! Nuestro hijo te tenía escondida – bromeó

Yo sonreí y pasé a saludar a Elena, mi suegra. Elena era una mujer alta y esbelta, rubia, de una edad similar a su marido. La veía tan joven en comparación con mi madre. Estaba vestida demasiado elegante en comparación al resto de nosotros, y llevaba su rostro muy maquillado. Un delineado negro, bastante máscara de pestañas y los labios rojos prolijamente pintados. Lo primero que pensé fue lo incómodo que sería comer cuidando que no se le corriera el labial.

– Feliz cumpleaños, Elena – le dije saludándola con cierta timidez

– Muchas gracias, querida, qué placer conocerte finalmente – me respondió cariñosamente mientras me abrazaba.

Pocos minutos después llegó mi cuñada, Estefanía, con su novio Martín. Pidieron disculpas por el retraso, saludaron con un beso a cada uno, y abrazaron a Elena deseándole feliz cumpleaños.

La cena se llevó adelante de manera fluida, y fue menos incomodo de lo que creía que iba a ser. Me preguntaron acerca de mi familia, del trabajo, los estudios. Y siempre fueron muy amables conmigo, especialmente mi suegra.

Mi suegro, por su parte, se quedaba callado por momentos extensos y me miraba fijamente. Cuando nuestras miradas se cruzaban, no quitaba la suya, sino que la sostenía y emitía una leve sonrisa seductora, antes de seguir comiendo o hablando.

Esta situación me ponía un poco nerviosa, y al principio quitaba la mirada por reflejo al encontrarme a Juan mirándome. Pero a medida que pasaba el rato, cada vez le podía sostener más la mirada, mientras el resto de los presentes no parecían percatarse. Cuánto más lo miraba más atractivo me parecía. Esa mezcla entre figura paternal pero con ese aire relajado me parecía muy sensual.

Al finalizar la cena, salimos los seis juntos. Estefanía y Martín saludaron y se fueron caminando a su casa que quedaba muy cerca. Con Facundo saludamos luego a mis suegros.

– Muchas gracias por la invitación esta noche, la pasé muy lindo. Ah, y felicidades de nuevo – dije, saludando a Elena con un abrazo.

– El placer es todo nuestro. Gracias por venir – respondió ella

Me acerqué a Juan para saludarlo, y al abrazarme pasó su mano muy suavemente por mi cintura y apretó sutilmente. Sentí como algo en mi cuerpo tembló y un calor subió por mi cuerpo. No sabía si había sido real o yo estaba alucinando esa situación.

– Realmente es un placer conocerte – dijo susurrando en mi oído mientras me abrazaba.

Sentí su cálido aliento en mi cuello al hablarme y cómo los vellos se me erizaban. Definitivamente no era fantasía mía. Mi suegro estaba flirteando conmigo.

Ellos se fueron en el auto sin que nadie más se percatara de esa secuencia de hechos, y Facu y yo nos subimos a su auto. Yo iba muy callada en mi asiento.

– Amor, ¿estás bien? Te noto callada.

– Sí, Facu, estoy muy bien. Sólo un poco cansada. La pasé muy bien hoy.

– Yo también – me dijo mientras me sonreía y apretaba cariñosamente mi rodilla desnuda.

En ese momento, yo fantaseé con que fuera la mano de Juan la que me tocaba.

A la mañana siguiente, Juan salió alrededor de las 10 a juntarse con unos amigos, con los que jugaba un partido de fútbol. Yo me quedé durmiendo un rato más, ya que era domingo y era el día en el que aprovechaba para dormir un poco más.

De repente me despertó el timbre, pero no era el del edificio, sino el del departamento. Me levanté y sin vestirme me acerqué a la mirilla de la puerta (como hacía calor, dormía sólo en bragas y una remera muy grande y un poco larga, que me llegaba un poco más abajo del culo). Era mi suegro. ¿Cómo había entrado al edificio?

Abrí levemente la puerta escondiendo mi cuerpo semidesnudo tras ella, y dije:

– Hola, Juan. No sabía que venías. Facu se fue a jugar un partido.

– Buen día, perdón que venga sin avisar. Y perdón si te interrumpí mientras dormías. Un vecino me dejó pasar al edificio. Puedo volver en un rato.

– No hay problema, ya iba a levantarme. Si quieres puedes pasar.

– Si no es molestia, claro.

Abrí la puerta con un poco de vergüenza. Me miró de arriba a abajo con una cara que no pude descifrar.

– Perdón que te reciba así, es que hace tanto calor que duermo de esta manera. Voy a ponerme algo más.

– No hay problema, no es necesario que te mueras de calor por mi culpa… – me dijo con una sonrisa pícara

Me reí y sin responder nada más, me puse una bata arriba de lo que tenía.

– ¿Te sirvo un café? – ofrecí

– Por favor

Serví dos tazas y llevé unos bizcochos a la mesa.

Él estaba mirando alrededor todo, y cuando llegué se sentó.

– Facu no debería tardar demasiado en llegar – dije como disculpándome

– No tengo ningún apuro, además disfruto de tu compañía -dijo sonriendo mientras tomaba de su taza.

– ¿Están disfrutando su estadía en la ciudad? – pregunté porque no sabía qué decirle

– La verdad que sí, pensábamos quedarnos sólo el fin de semana pero nos han cancelado el vuelo. Así que parece que tendremos que quedarnos unos días más.

– Qué mal lo del vuelo

– ¿Quieres que nos volvamos? – preguntó bromeando

– No, para nada – respondí nerviosa

No paraba de mirar a este hombre que hoy vestía una remera de mangas cortas de algodón blanca, que resaltaba su cuerpo firme. Se notaba que mi suegro se ejercitaba de alguna manera. En las piernas llevaba una joggineta gris oscura, y zapatillas. Vestido informal me gustaba aún más.

– ¿Por qué me miras así? – dijo divertido

Yo, cayendo en la cuenta de que lo estaba mirando en silencio, dije:

– Así ¿cómo?

– Así, como te miraba yo a ti anoche.

– ¿Cómo me mirabas tú anoche?

– Contemplándote – dijo y acercó su silla a la mía – sé que no está bien, pero anoche me dieron ganas de haberte conocido antes que Facundo.

Dijo esto tomándome de mi rodilla suavemente, igual que había hecho mi novio la noche anterior en el auto. ¿Mi fantasía se estaba cumpliendo? Me miraba como midiendo mi reacción, como si no quisiera incomodarme pero a la vez supiera que a mí me pasaba lo mismo. En un impulso de calentura me acerqué lentamente y lo besé. Tenía una boca hermosa y una corta barba, prolija y medio canosa.

Nos comenzamos a besar lenta pero firmemente, él seguía con una mano en mi pierna, ahora la había subido a mi muslo, y con la otra me tomaba de la cara suavemente. Sentía su lengua jugando dentro de mi boca, sus labios entrelazándose con los míos, y no podía creer cuánto estaba disfrutando de ese momento. Por unos minutos creo que no fui consciente de que era mi suegro. Y para cuando lo noté, ya era tarde.

Me paré y sin dejar de besarme me desabrochó la bata, y me la quitó tirándola al piso. Sólo quedaba con mis bragas y mi remerón blanco, que hacía que se me notaran los pezones duros de lo caliente que me tenía Juan.

Me senté encima de él pasando mis piernas alrededor de su cuerpo y continué besándolo cada vez con más pasión.

Sus enormes manos se metían debajo de mi remera, acariciaban mi cintura con firmeza, y bajaban hasta mi culo donde apretaba con fuerza.

– No puedes estar tan buena – dijo

– Nunca me imaginé estar haciendo esto

– Yo tampoco

Comencé a moverme sobre mi suegro, me sentía muy caliente y bastante mojada ya. Situación que empeoraba (o mejoraba) al sentir la dura verga dentro de su joggineta gris, mientras mis labios vaginales la rozaban una y otra vez. Me quitó la remera y besó mis pechos, los lamió, pellizcó mis pezones mientras volvía con su boca hacia la mía. Nuestras respiraciones se agitaban, nuestros alientos se mezclaban. Y de repente tiró de mi pelo cerca de mi nuca, y mirándome a los ojos me dijo:

– Desde ayer que me muero de ganas de follarte

– Y yo de que me folles

Me arrodillé delante de su silla y comencé a acariciar su pene por encima de su ropa. Venía su cara de placer y sus suspiros me calentaban de manera inexplicable. Mirándolo a los ojos con la mayor cara de puta que pude poner, pasé mi lengua por encima de su joggineta. Quería volverlo loco.

Bajó un poco sus pantalones y su bóxer ajustado negro, agarró su verga y mirándome me preguntó:

– ¿Esto es lo que quieres?

– Todo esto quiero – dije mientras tomaba con mi mano su verga bien dura, de un tamaño perfecto. Los años no eran ningún problema para su erección.

Escupí su pene mientras lo masturbaba, y miraba cómo emitía un leve gemido. Pasé mi lengua por sus testículos, deteniéndome un rato allí, tratando de ponerlo cada vez más caliente. Luego lamí suavemente su verga desde la base hasta el glande, y allí la introduje en mi boca. Nunca pensé que podría llegar a tener alguna vez el pene de mi suegro en mi boca. Y mucho menos pensé que me iba a gustar tanto.

Comencé a chupar cada vez con más velocidad, haciendo garganta profunda por momentos. El sostenía mi cabeza agarrándome del cabello y la presionaba contra su miembro, le gustaba verme ahogada, le gustaba ver como mis ojos se humedecían y escuchar el ruido de mi arcada. A mí también me encantaba. Facundo era tan correcto que jamás me ahogaría con su verga, ni aunque se lo pidiera.

– Cómo me gusta que me la comas así, hacía tanto que no me la ponían tan pero tan dura.

Me agarró del cuello firmemente y me levantó del piso. Me besó con pasión, con urgencia. Sacó mis bragas. Quité su remera, que todavía llevaba puesta. Y él se sacó el resto de las prendas que le quedaban.

Lo miré por un instante, contemplando lo bueno que estaba mi suegro. Con ese cuerpo de cincuentón muy bien llevado. Cuerpo firme, un poco de pelo en el pecho pero no demasiado, piernas de alguien que realiza deporte, y un pene duro y grande, y lo mejor de todo: listo para follarme.

Me llevó hacia un espejo que Facundo tenía en su living, de esos espejos que van desde el piso hasta casi el techo, para mirarte de cuerpo entero. Me apoyo de cara al espejo, con mi culo apuntando hacia él. Yo podría verme y verlo por el espejo.

Comenzó a meter sus dedos en mi vagina completamente lubricada, muy mojada. Me miraba por el espejo, se chupaba los dedos y volvía a masturbarme. Pasaba por mi clítoris, y se arrodillaba para chupar mi sexo. Yo creía que iba a enloquecer de placer.

– Quiero sentir esa verga adentro mío, ahora mismo – le dije y él se paró y en un movimiento brusco, me la metió.

Se me escapó un grito de placer, y pensé por un instante en los vecinos de mi novio, que podrían saber que estaba con otra persona. Pero inmediatamente ese pensamiento desapareció, porque tenía a mi suegro a mis espaldas dándome durísimo. Me agarraba bien fuerte de la cintura y embestía con fuerza y ritmo. Creo que jamás la había pasado tan bien teniendo sexo con alguien. Ambos gemíamos y él comenzó a darme nalgadas mientras me penetraba. Yo gemía más fuerte.

– Te gusta así, ¿verdad? – decía Juan

– Me vuelve loca así, hazlo más fuerte

Juan me golpeaba con más fuerza en el culo, dejándome irritada la piel. Y yo disfrutaba como nunca. Luego me tomó del cuello con fuerza con una mano, ahorcándome, y con la otra estimulaba mi clítoris, todo mientras seguía follándome con fuerza. En mi oído sentía su respiración agitada y sus gemidos.

– Me vas a hacer venir cómo nunca – le dije

– Eso quiero. Que te vengas como con nadie. – Me respondió, y ambos sabíamos que hablaba de su hijo

Continuó penetrándome con ritmo, con su mano izquierda como collar en mi cuello, y su mano derecha tocándome. No tardé mucho en sentir los fuertes y descontrolados espasmos del orgasmo, que me hicieron volver a emitir un grito de placer.

Juan aminoró su ritmo, pero él no había acabado todavía.

Chupó su dedo y comenzó a acariciar mi ano. Cosa que me excitaba muchísimo, y que Facundo nunca hacía,

– Ahhh, me encanta – le decía mientras él metía suavemente su dedo en mi culo y seguía follándome muy lentamente para no venirse todavía

– ¿La quieres por el culo?

– Me encantaría, pero no tenemos lubricante aquí – dije dejando claro que "aquí" se refería a la casa de su hijo, porque en mi casa tenía lubricante, juguetes, miles de cosas que ya no usaba hace mucho.

– Otro día será… – me dijo, sacando su dedo de mi culo

– Por ahora, quiero que te vengas en mi boca antes de que Facundo llegue.

Parece que haber nombrado a su hijo en esos términos, lo calentó mucho más. Me recostó sobre el sillón, se puso encima de mí y metió su todavía dura verga entre mis labios, y comenzó a follarme la boca. La metía hasta el fondo, gimiendo, disfrutando de verme allí y así. Al poco tiempo comencé a sentir su semen caliente dentro de mí, lo tragué y parte de él se cayó por mis labios. Al salir de dentro de mí tomé con mis dedos el restante que quedaba en mi cara y lo lamí. Me miró con ojos destellantes.

– Eres la mejor nuera que podría haber pedido – dijo Juan bromeando

– Lo mismo digo, suegro. Con que te quedas unos días más…

– Sí… – antes de que pudiera decir nada más, sonó mi celular.

Era un mensaje de Facundo. “Amor, estoy llegando, voy con Felipe. En 5 minutos nos vemos. Te amo”.

Nos vestimos todavía agitados, con toda prisa. Teníamos ropa por todo el piso del living, el espejo estaba sucio, y yo tenía que buscar ropa para vestirme adecuadamente. Juan se vistió rápido y se sentó casualmente en el sillón, para que su hijo lo encontrara despreocupadamente allí. Yo me fui a la habitación y me puse un corpiño y un vestido. Me peiné, y estaba en el baño cuando escuché la puerta.

– Hola papá, no sabía que estabas aquí. ¿Te acuerdas de Feli?

– Sí, claro. Hola Felipe. Vine a contarte que me suspendieron el vuelo y me quedo unos días más en la ciudad.

– Me hubieras avisado y venía más rápido – respondió Facu

No hacía falta, llegué hace un rato y tu novia muy amablemente me ofreció un café.

Salí del baño luego de cepillarme bien los dientes para quitarme el gusto a semen, y saludé a Facundo con un beso. Con Juan nos miramos. Ya queríamos follarnos de nuevo.

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