Hola, te escribo este mensaje porque aunque no lo creas me da pena contarte las cosas que me han pasado, pero que a ti parece que te gustan, no sé porque razón eres así, bueno, como te lo prometí trataré de contarte, aunque me da un poco de vergüenza de que pienses que soy fácil o que me vayas a malinterpretar, pero como me dices, “cuento y luego excito”.
Esto fue antes de casarnos, aunque ya éramos novios o apenas andábamos, hice algo que pienso fue como un accidente, algo que ocurrió y que de cierta manera no sé si estuvo bien o algo mal, pero trataré de no juzgar como me dices y sólo contar las cosas más o menos como ocurrieron.
Resulta que se trató del novio de mi amiga Fernanda, era un perro y descarado conmigo, pero tenía algo que siempre me ha gustado y era su exhibicionismo, varias veces buscaba que nos quedáramos solos en el salón o en coche y se sacaba su pájaro largo y cabezón y sólo se reía y lo guardaba rápido. En las fiestas pasaba muy cerca del nacimiento de mis nalgas sus dedos o manos, me acariciaba el antebrazo con un dedo se sacaba el zapato y me ponía sobre el sexo su dedo gordo, bailaba con su novia pero movía su lengua entre los labios al verme.
Ya sabes que siempre me ha gustado llamar la atención, pero a la vez escogerlos, no me gustaba ser la segunda, en ese caso pero a la vez me gustaba que tratara de seducirme, de cogerme y de desesperarlo. Empecé un juego en el cual yo también le empecé a enseñar, de manera rápida mis chichis al levantarme la blusa, o me jalaba la blusa para que se marcaran mientras exponía en clase o iba al baño y le regalaba uno de mis calzones.
Accedí a besarlo pero “sin manos”, él no podía abrazarme o tocarme pero yo sí. Le acercaba mi cuello, para que lo besara pero me gustaba más sentir su aliento, le restregaba mis chichis en su cara, me sentaba sobre sus piernas y le gemía quedito al oído. Me levantaba y me iba muy rápido, no le contestaba las llamadas ni mensajes. Alguna vez lo vi fajar con Fernanda, la besaba y la tocaba por debajo de la ropa pero era a mí a quien veía y hacía que ella se lo tocara para que yo se lo viera mientras le daba instrucciones para tocárselo o sacudirlo.
Siempre lo dejaba con ganas, le decía que me iba contigo o con alguien más. Fue con el accidente en la rodilla de Fernanda que las cosas cambiaron y avanzaron más rápido entre él y yo; me compraba películas, me regalaba revistas puercas, me dibujo la silueta de su pájaro en una hoja blanca. Después de salir de una de las fiestas del fin de semestre que accedí a irme al hotel con él, pero con mis reglas.
Al llegar nos quitamos la ropa pero lo esposé a la cama. Lo deje que me lamiera el cuerpo donde yo quisiera. Me senté en su cara y me lamió de una forma deliciosa todos mis hoyitos, dos veces me llevo al cielo. Después me senté sobre él pero no lo dejé meterlo, empecé a recorrerlo, a restregarlo, a untarme a lo largo de su pájaro, pude ver cómo su cara y sus ojos cambiaban y trataba de levantarlo para introducir al cabezón pero no lo dejaba, después me di la vuelta para que pudiera ver mi trasero recorrerlo y ahí se metió, casi me vengo pero ahí me dio miedo y ya no quise seguir. Esa frontera apenas atravesada por ese gran pedazo hizo que ya no quisiera seguir, supongo que ahí se acabó el juego. Sólo me gustaba frotado, esa es otra historia que luego te quiero contar.
Para mi gusto, comienzo a delirar cuando el cabezón se apoye en mi hoyuelo. Me encantaría leer la continuación de este relato.