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El joven y la dama
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Tiempo de lectura: 2 minutos

Entre a un nuevo trabajo, siempre me conversaban de una tal Rosa, que era buena para el carrete, que gustaba de las fiestas, etc.

Sin embargo yo no la conocía porque ella estaba fuera del trabajo por permiso médico, hasta que llegó el día en que retornó, nos presentamos, yo siempre muy cordial, muy caballeroso, pero con aquella sensación de que algún día iba a estar dentro de ella, nunca demostré nada, pero siempre tuve la curiosidad de que pasaría si pudiera poner en práctica todas las formas de amar que he ido adquiriendo por los años, fantaseaba mucho con poder hacerle de todo, que ella no tenga que mover ningún pelo, quería descubrir cual era el olor de su piel, cómo era la textura de sus pechos, realmente quería entrar en ella, tocar sus pies, lamer su entrepierna y pasar mi lengua por su ano.

Todo esto pasaba por mi mente, por la parte de ella, se notaban las miradas, yo creo que por los comentarios que podrían hacer las otras "señoras" del trabajo siempre intentó que pasaran desapercibidas, haciéndome preguntas por temas de pega de manera desinteresada, pero acercándose lo suficiente para que aquella electricidad que hace que el corazón latiera con fuerza, que hace que tú sangre fluya y que por la anatomía, el pene se enanche a tal punto de llegar a una erección tímida pero que con el mínimo de estímulo llegue a su máximo vigor en fin…

Los días pasaron hasta que empezamos a salir, obviamente acompañados de otros compañeros de trabajo en juntas separadas semana por medio, como es de costumbre, el alcohol, el cigarrillo y las risas, eran parte del ambiente que formaban aquellas salidas, era típico que los compañeros de trabajo iban desapareciendo uno a uno, como Rosa era de "tiro largo" y yo con mi juventud ni me preocupaba de la hora, nos quedábamos cerveza tras cerveza en el X bar, hablando de quizás que cosa.

En eso llegaron amigos de ella, nos dijeron que tenían un departamento cerca, seguimos con las cervezas, pero en una ida al baño yo tenía ese presentimiento de que ella también iba a ir, por lo que esperé en el pasillo que separaba ambos baños, en cuanto apareció, la miré a los ojos, la seguí con la mirada hasta la puerta del baño, cuando entró, se detuvo en la puerta e hicimos contacto visual sostenidos por 3 segundos, esos segundos que se hacen eternos, ella entró cerró la puerta y yo miraba la puerta como cual león espera a su presa, cuando ella salió, las intenciones de ambos eran claras.

Nos acercamos y nos comimos la boca a besos como si tuviéramos 18 años, ella gemía solo por mis besos, en mi vida había pensado que yo podía hacer eso, me sentía tan poderoso que solo quería besarla más y más, en ese momento nos acordamos de que sus amigos aún estaban en la mesa e intentamos bajar las revoluciones, ella peinándose con los dedos y yo quitándome de manera apresurada el labial con el brazo, acomodando la erección en la pierna para que no se notara.

Las cervezas no pararon y ni me acuerdo de la forma mágica en que nos teletransportamos a aquel baño del departamento de los amigos, en donde realmente pude sentir todo de ella, todo lo que había pensado en hacerle lo hice y aun así dando espacio para la creatividad, si hasta arriba del lava manos e inclusive en el suelo del baño la hice mía.

Los encuentros fueron varios, nos comíamos en cuanto lográbamos arrancarnos del grupo, siempre como una pasión "escondida" del resto, todos lo sabían, pero para nosotros era mucho más excitante pensar que lo hacíamos a escondidas, aunque si bien es cierto que los baños eran nuestras alcobas y que esos pequeños espacios hacían que pudiera ambos nos sintiéramos más vivos que nunca.

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