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El joven y el pescador (parte II)
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Tiempo de lectura: 2 minutos

A través del parlante sonaba: Do you really want to hurt me, do you really want to make cry, a un volumen moderado. Samuel está acostado de lado desnudo y nervioso en la pequeña cama, a su espalda está Pedro, el pescador. Este con una lanza entre las piernas, intenta entrar en aquella pequeña puerta, da estocadas suaves en vaivenes cortos mientras pasa su lengua y apega su barba en el cuello del joven Samuel. El joven está dispuesto, pero los gestos de su cuerpo son contradictorios, genera una resistencia natural y también levanta su inmaculada cola, quiere recibir a aquel soldado armado y darle refugio en sus paredes contraídas y expectantes.

Samuel es virgen y a Pedro no se le hace fácil penetrar, además, no es de los que lubrican, es un animal que quiere entrar en su cueva. Samuel arquea su cuerpo, transpira, recorre con una mano el cuerpo de Pedro, lo lame como un animal herido, le reanima el pene jugando con sus bolas, va hacía el glande hinchado y lo llena de sus babas a más no poder. Con la otra mano toma un poco de crema que tienen el velador, se unta mucha en las nalgas y el ano, siente un cosquilleo, se sube arriba de Pedro y se sienta en el filón de carne que le brota del cuerpo. Desciende de a poco, siente enormes ganas de ir al baño, pero controla el dolor. Está muy excitado. Ambos quedan en esa posición. Pedro acostado apuntando su falo al cielo y Samuel clavando en él lentamente, como la pintura de la academia.

Samuel no decide a comerse de un solo tirón toda esa carne y Pedro, el pescador, se impacienta y toma la iniciativa. Embiste al joven Samuel, como un patrón a su criado. Sin embargo aún no es tiempo, aún hay que educar al joven cuerpo. A Samuel le duele y rechaza al invitado que intenta conquistarlo por dentro. El pescador lo toma con fuerza, lo pone de espalda en la cama, le levanta sus piernas como si fuera una muñeca de goma, se unta el pene en la crema y lo pone en la entrada del cerrado ano de Samuel, este levanta un poco la cara, justo en el momento y ve como dentro de él desaparece toda la pichula del pescador y siente un dolor enorme y placentero. Pero sin darle tiempo Pedro se deja caer sin considerar la inexperiencia de Samuel, como una tormenta, como un convicto; y lo perforo tan fuerte que lo hizo llorar. En el mismo instante en que Pedro le dejó caer todo el rigor de su pasión, Samuel se corrió y perdió el conocimiento. A Pedro no le importó y lo rellenó de fluidos. Samuel despertó y se quedó en silencio, Pedro se acostó y se quedó dormido en unos minutos. Samuel lo abrazó y se quedó pensando mientras le acariciaba la polla.

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