Cuando por la noche llegó su esposo a casa, cansado, maldiciendo, echando pestes sobre su jefe, Silvia se sintió mal. Sabía que ella había sido la culpable de que no hubiera podido venir a casa a comer, pues ella misma se lo había pedido al señor Gómez.
Después de cenar estuvieron un rato viendo la tele y ella no sabía como actuar. Deseaba compensar a su esposo por el día tan duro que había tenido por culpa de ella pero a su vez no deseaba tener sexo con él. Mateo varias veces intentó acariciarla pero Silvia paraba cualquier intento de su marido por avanzar en las caricias. Cuando él le acariciaba las nalgas por encima del pantalón del pijama, ella aún sentía el escozor en ellas debido a los azotes que el señor Gómez le había dado ese mediodía. Se preguntaba si aún estarían los dedos de ese señor marcados en su piel.
-Hoy la niña me ha dado bastante guerra – fue la única excusa que se le ocurrió decirle.
-Tranquila cariño, lo entiendo. Creo que me iré a dormir. – Mateo se levantó del sofá frustrado por sus inútiles intentos de intimar con su mujer.
-Cariño!!… – Silvia lo llamó antes de que desapareciera por la puerta y cuando la miró solo pudo decirle -Te quiero mucho.
-Y yo a ti cielo. Te quiero mucho. Hasta mañana.
Al quedarse sola tenía muchas ganas de llorar. Se moría de ganas por tener sexo pero le dolía sentir que no con su amado esposo. Su cuerpo le exigía ser tocado, le exigía placer. No quería masturbarse pero su sexo recordando todas las sensaciones estaba húmedo y le palpitaba. Metió la mano por dentro del pijama y se lo acarició pero aquellas caricias no eran suficientes. Lloró largo rato en el sofá, lloró al meterse en cama y sintió como su vagina lloraba también interminables lágrimas de flujo por el placer inalcanzado esa noche.
Se despertó por la mañana y Mateo ya no estaba en la cama. Se dio cuenta que las horas de sueño no habían aplacado ese ardiente deseo que su sexo sentía. Odió a su cuerpo por hacerla sentir así. Cogió el teléfono y le escribió un mensaje al señor Gómez.
“Buenos días. Puedo ir a su casa esta mañana?”
Cada cinco minutos miraba el teléfono para ver si el mensaje había sido leído y se desesperaba al ver que no era así. Una hora después recibió un mensaje y emocionada cogió el teléfono. Se sintió morir cuando leyó aquello.
“Buenos días Silvia. Hoy me será imposible. Tengo varias reuniones importantes. Debemos posponerlo para la semana que viene.”
“Ah, perdone por haberle molestado.”
No recibió ningún mensaje mas y triste se fue a dar una ducha.
Salió de casa y se fue a dar un paseo. Ni siquiera sabía si había sido ella conscientemente o la había llevado allí su cuerpo. Cuando se dio cuenta estaba sentada en el parque del otro día. Se sentía avergonzada de darse cuenta que miraba a cada persona que llegaba, con la esperanza de ver a aquel octogenario que había conocido aquella mañana.
Ya empezaba a darse por vencida que ese señor no aparecería cuando lo vio salir del quiosco que había pegado al portal donde vivía. Llevaba un periódico en la mano y se disponía a entrar en el edificio donde vivía. Silvia se levantó del banco donde estaba sentada y empujando la silla de la niña cruzó la calle y se acercó a él.
-Joaquín!!! – lo llamó nerviosa.
-Hola, buenos días!! – la cara de ese señor era de sorpresa y alegría al verla – Que sorpresa verte!! Que tal estás?
-Bien, he venido por si le veía.
-Me alegra muchísimo que sea así Silvia. Quieres que nos sentemos en un banco?
-La verdad es que preferiría subir a su casa – al decir esto se puso colorada.
Joaquín le ayudó a meter el coche de la niña en el portal, subieron en silencio a la casa de ese señor. Ya en el salón sentados él le ofreció un café que Silvia aceptó. Se miraban recordando lo de aquella mañana.
-Quería agradecerte lo del otro día – Joaquín rompió el silencio con voz entrecortada por los nervios – Eres una joven muy hermosa y que me permitieras acariciar tu cuerpo ha sido maravilloso.
-De verdad le gustó acariciarme? – el carácter tímido de ese hombre le gustaba y hasta sentía que la excitaba. Era totalmente diferente al carácter del señor Gómez.
-En mis ochenta y un años había acariciado un cuerpo tan hermoso.
La mente de Silvia le pedía seguir conversando con aquel caballero tan educado pero su cuerpo le exigía otra cosa. Mientras seguía escuchando como hablaba ella se levantó la falda y se bajó las bragas despacio. Separó sus piernas pues su coño le estaba rogando que se mostrara a ese hombre y él dirigió la mirada a su entrepierna.
-Tu vagina es preciosa. Nunca viera una así, sin ningún vello. – Silvia se desabrochó los botones de su blusa y se la quitó. Se deshizo del sujetador y sus tetas quedaron desnudas a la vista de Joaquín, sentía sus pezones totalmente duros – Tus pechos me gustan mucho.
Silvia se levantó de la silla y se quitó la falda. Le gustó la sensación de estar desnuda frente a ese señor. La miraba con admiración, con adoración. Se acercó a donde él estaba y le acarició su cara.
-Me gusta como mira mi cuerpo Joaquín – agarró las manos arrugadas de ese hombre y se las llevó a los pechos suspirando al sentir aquel contacto.
Aquel hombre le acarició los pechos como nunca nadie se los había tocado. Eran caricias tiernas que hacían que sus pezones alcanzaran una dureza extrema. Cuando aquellos dedos rozaron sus pezones ella gimió. Tuvo que morderse los labios cuando Joaquín al ver lo grandes que estaban los agarró con sus dedos y los estiró despacio.
Silvia deseaba sentirse follada por ese octogenario y le desabrochó el pantalón y se lo bajó con desesperación. Le bajó la ropa interior hasta los tobillos y al ver aquella polla totalmente erecta se sentó sobre él. Fue ella misma la que agarró aquel miembro endurecido y lo colocó en la entrada de su vagina. Fue ella la que se dejó caer sobre ese pene sintiéndolo llenar su ansioso coño. Fue ella la que comenzó a mover sus caderas follándolo.
Joaquín temblaba con lo que esa joven le estaba haciendo y ella gemía con la cara hundida en el cuello de él. No hicieron falta mas de dos minutos para que Silvia sintiera que comenzó a eyacular. En aquel salón solo se escuchaban los gemidos de ambos, el chapoteo de aquella polla penetrando su coño encharcado y el sonido de su liquido cayendo en el suelo. Joaquín se corrió dentro de su coño cuando Silvia sintiendo que eyaculaba otra vez comenzó a moverse rápido, muy rápido.
Se quedó exhausta abrazada a ese hombre, su cuerpo temblaba por los orgasmos que acababa de sentir. Al levantarse sintió que pisaba aquel charco del suelo con sus pies desnudos.
-Siempre te pasa eso? – Joaquín miró aquella cantidad de liquido sobre el suelo, nunca había visto a ninguna mujer que le pasara eso.
-A veces – ella se puso muy roja por la vergüenza – tiene una fregona?
-No te preocupes, ya lo limpio yo. Quieres darte una ducha?
-Si por favor.
Silvia se duchó, al enjabonar su sexo lo sintió totalmente sensible y comenzó a masturbarse. Que le estaba pasando? En que se había convertido? Apartó las manos de su coño hinchado y comenzó a llorar de desesperación y vergüenza.
-Joaquín!! – no era ella quien estaba llamando a ese señor, era su coño!
-Dime Silvia, necesitas algo? – cuando Joaquín entró en el baño la vio en la ducha apoyada en la pared y con las piernas abiertas y sus manos ocultando su rostro avergonzado.
-Por favor. Necesito que me bese el coño. – se sentía dominada por el deseo de su vulva.
Silvia gimió de placer cuando sintió la boca de ese hombre sobre su coño. La avidez de aquel hombre saboreando su íntima zona genital la volvió loca. Podía sentir la lengua de aquel señor introduciéndose en su vagina y como la punta de ésta rozaba puntos muy sensibles. Silvia bramó de placer al sentir sus labios vaginales rodear la lengua de ese hombre. Estaba fuera de si y agarró la cabeza de Joaquín y comenzó a moverse sobre esa boca. Empujó sus caderas adelante y atrás frotándose contra él, restregando su coño contra la cara de aquel hombre y gritó de placer al sentir que eyaculaba contra aquel rostro que la miraba fascinado.
Joaquín rodeó con sus brazos la cintura de ella acariciando sus nalgas y dando pequeños besos en su vulva que palpitaba. Le gustaba sentir aquellas caricias en sus nalgas. Eran caricias suaves y delicadas y recordó como el señor Gómez las había tratado tan diferente la última vez.
-Le gusta acariciar mis nalgas?
-Me gusta mucho Silvia.
Sin decir nada, ella se giró apoyando su cara contra la pared y mostrando su hermoso culo a aquel señor. Sintió como se las acarició con mucha delicadeza, aquel hombre agarraba con ternura cada nalga y suspiró cuando sintió como las besaba con ternura. Se avergonzó de nuevo, al sentir que al acariciarlas en algunos momentos ese señor las separaba un poco, de pensar que podía estar mirando su ano. Un estremecimiento recorrió su cuerpo cuando sintió que aquel hombre le daba un tierno beso en su tímido agujerito.
-No por favor, ahí no.
-Disculpa cariño. Me pudo la curiosidad.
-Es que eso es algo que nunca me hicieron y me da muchísima vergüenza.
-Es precioso Silvia.
-Mi ano?
-Si – el le separó un poco las nalgas mientras le hablaba – Es rosadito y muy suave.
-Pero me da vergüenza – Silvia gimió cuando sintió que Joaquín le daba otro tierno beso en su ano. – Usted es tan tierno conmigo…
-Quieres que pare cariño? – un nuevo beso en su agujerito la sorprendió por la sensación novedosa. – Me gusta darle besos.
-De veras le gusta darme besos ahí?
-Muchísimo Silvia.
No dijo nada cuando sintió un nuevo beso, dos, tres. Sintió como ese señor le empezaba a dar muchos besos llenos de cariño en su tímido agujero y le estaba gustando. Gimió cuando sintió la lengua de Joaquín lamer muy despacio su ano y un placer extraño se apoderó de él.
Sus piernas temblaron cuando sintió los labios de aquel señor alrededor de su agujerito y gimió avergonzada al sentir que se lo estaba chupando. Aquel hombre le estaba succionando el culo y lo peor de todo era que le estaba gustando mucho. Se moría de la vergüenza al sentir que su ano estaba sintiendo placer y lo notaba abrirse y cerrarse como entregado a aquella sensación. Gimió en alto al sentir como la lengua entraba un poco en él.
-No por favor, no haga eso.
-Quieres que pare?
-Es que… -sintió de nuevo como los labios succionaban su culo y al mismo tiempo la lengua lamia cada fibra nerviosa de éste. Gimió enloquecida – No por favor, no pare. Me voy a correr!
Y sintiendo aquella lengua entrar en su culo se corrió. Se agarró a la pared cuando sintió que su culo estaba sintiendo un orgasmo. Su ano se abría y cerraba como pez boqueando fuera del agua y ella se lo tapó con la mano para que aquel hombre no lo viera en ese estado. Silvia se giró y se arrodilló frente a Joaquín y lo abrazó.
-Gracias!
-Por qué me das las gracias? – él le acariciaba el pelo y las mejillas.
-Por lo que me acaba de hacer y no sentir escrúpulos.
-Escrúpulos? Nunca había hecho eso pero me ha encantado.
-Yo tampoco había dejado nunca a mi marido que me lo tocara y mucho menos besármelo.
-Mírame Silvia – aquel hombre sujetó con cariño las mejillas de ella para que lo mirara-Te ha gustado?
-Si, nunca creí que se pudiera sentir un orgasmo ahí atrás.
-Lo volveré a hacer cuando quieras Silvia. – Joaquín la abrazó con cariño.
Silvia se fue de la casa de ese hombre con la promesa de que volverían a verse. De camino a casa sentía una extraña sensación de placer en su ano cada vez que daba un paso.