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El fotógrafo, Josefa y Benigna
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Facundo era un fotógrafo ambulante que hacía fotos por las aldeas, debía tener unos 60 años, vestía con un traje gris, llevaba una boina francesa en la cabeza y calzaba unos zapatos negros. No era de extrañar que le gustara a las mujeres de las aldeas, ya que la mayoría de ellas vestía con vestidos de remiendos, y la que no vestía con remiendos vestía con un vestido remendado… Pero no tenían nada que hacer con a él, ya que le gustaban los culos, y no precisamente de las mujeres.

Entró a la casa de Josefa a eso de las cinco de la tarde con una Nikon F colgada del hombro y un álbum de fotos bajo el brazo. Iba a hacerle unas fotos que quería mandar a su marido que trabajaba en Alemania. Después de enseñarle unas fotos del álbum, Josefa, le dijo lo que quería. El fotógrafo le mandó que se sentase en una silla y que pusiese una mano en el respaldo, a esa siguieron otras, de pie, haciendo que cogía un plato en la alacena, barriendo… En todas las fotos ponía poses sexy, eran para su marido pero cómo ya le dolían los dedos de tanto pajearse quería excitar a un imposible… El fotógrafo le hizo más de veinte fotos, Josefa, enredadora cómo ella sola, al acabar la sesión de fotos lo invitó a queso y vino tinto. El fotógrafo se sentó a comer a la mesa, Josefa, de pie y con la cintura apoyada al fregadero, miraba a aquel hombre fuerte y bien vestido, y le dijo:

-¿Le gusta mi queso y mi vino?

-Sí, pero. ¿Sabes qué me gustaría más, Josefa?

Josefa, que tenía 22 años, era morena, de ojos azules, de estatura mediana y tenía buenas tetas y buen culo, no valía para adivina, le respondió:

-Más queso y más vino ¿A que sí? Lo hago yo.

-No, lo que me gustaría es hacerte un álbum de fotos artísticas. Yo no soy pintor, pero a ti te plasmaría en fotos cómo Bougereau plasmó a sus musas.

-¿Qué es una musa?

-Una mujer que inspira a un hombre.

-¿Quién era Bouguereau?

-Un pintor. ¿Quieres ver algunos de sus pinturas?

-A ver.

El fotógrafo abrió el álbum por la mitad y Josefa vio los cuadros: Atardecer -se persigno-. Bañista. Las dos Bañistas. La primavera. El retorno de la primavera y el Baño de Venus. La mujer cerró el álbum y no quiso ver más.

-Tu no quieres que sea tu inspiración, quieres que me vean cómo a una puta.

-No, lo que quiero es plasmar tu belleza en fotos.

-Lo que quieres es verme desnuda, para eso traías esas chicas desnudas. ¿No te da vergüenza querer mancillar a una mujer casada?

-Yo solo quería fotografiarte.

-Y follarme. Eso de que eres maricón es un cuento.

-No, no es cuento, me gustan los hombres.

Josefa, que ya se hiciera ilusiones de tener una polla dentro de su coño, se llevó una gran desilusión.

-¡¿De verdad?!

-De verdad.

-Con muchos cómo tú se acababa el mundo.

El fotógrafo parecía muy interesado en hacer aquellas fotos "artísticas".

-¿Quieres hacer esas fotos? Te podría pagar 1.500 pesetas.

-Tengo dinero suficiente.

-Que no puedes gastar, es de tu marido. Con el dinero que yo te dé te podrías comprar vestidos, zapatos, medias…

-A mi lo que me hace falta es otra cosa.

El fotógrafo bebió un poco de vino, y después le dijo.

-Ya me imagino lo que es. ¿Qué me dices de las fotos?

-¡Y vuelve el burro al trigo! ¿Y qué harías con las fotos?

-Venderlas en el extranjero. Por eso le pago a la modelo

A Josefa se le llenó el coño de humos.

-Modelo, esa palabra suena bien. ¿Y dónde me harías las fotos?

-Donde tú quieras.

-Ven mañana por la noche, por la puerta de atrás.

Al marchar el fotógrafo, Josefa, cerró la puerta de la casa, se fue a su habitación, se echó sobre la cama, levantó el vestido, metió una mano dentro de las bragas. Imaginó que el fotógrafo la arrinconaba contra la pared de la cocina y le arrancaba las bragas -se las quitó-, que le mordía las tetas por encima del vestido -las magreó y pellizcó los pezones,- que le rompía el vestido con sus fuertes manos, que la empujaba, que quedaba con sus brazos sobre la mesa y que se la metía en culo -se echó boca abajo sobre la cama, metió un dedo el culo y acarició su clítoris con los dedos de la otra mano. Follando su culo con el dedo decía: "Dame duro, maricón, dame!". Y se dio, se dio y se dio hasta se corrió cómo una perrita.

Llegó la noche. Cando el fotógrafo entró por la puerta de atrás se llevó una sorpresa al ver a otra mujer en la casa, era Benigna, una mujer casada con otro hombre que se fuera para Alemania con el marido de Josefa, Benigna era de la misma estatura de Josefa, de ojos negros, morena cómo ella, con unas tetas y un culo muy parecidos y un año mayor, tenía 23 años. El fotógrafo al ver a la mujer, le preguntó a Josefa:

-¿Y esta mujer que hace aquí?

-Se llama Benigna y también quiere ser modelo. ¿Puede?

El fotógrafo la miró y tuvo una idea para ganar mucho dinero.

-Claro, que puede.

Poco después estaban las dos mujeres de pie al lado de la cama y el fotógrafo les daba instrucciones.

-Desnuda a Josefa, Benigna.

Benigna empezó a desnudar a Josefa y comenzó la sesión de fotos. La fotografió al desnudarla. Fotografió sus grandes tetas con areolas rosadas y largos pezones, su coño peludo, la fotografió con los brazos en alto enseñando los pelos del sobaco. Después le tocó el turno a Benigna, que estaba tan buena o mejor que Josefa, ya que sus tetas eran más grandes, sus areolas marrones tenían el tamaño de una sombrilla, vale, exagero, pero eran muy grades, sus pezones parecían dedales y la mata de su coño era tan inmenso cómo el Amazonas antes de comenzar a talarlo, ya, ya, exagero, pero, ¡qué bosque tenía la condenada! Cuando estaban las dos desnudas, les dijo:

-Abrazaros.

Se abrazaron y se aplastaron las cuatro tetas

-Cogeos los culos

Las "modelos" obedecían al fotógrafo.

-Huele su coño, Josefa.

Josefa, se agachó y olió el coño.

-Dale un beso en el monte de Venus.

Josefa no sabía dónde estaba el monte de Venus y se lo dio en el clítoris. Benigna se estremeció y de su coño cayeron unas gotitas de flujo vaginal.

-Arrodillaros en la cama una frente a otra.

Subieron a la cama y arrodilladas se miraron la una a la otra con deseo. Si no estuviera allí el fotógrafo se comerían vivas.

-Darme una sonrisa, caramelitos, así, así… Tocaros las tetas la una a la otra.

Josefa le magreó las tetas a Benigna y Benigna se las magreó a ella.

-Juntar los labios, preciosas.

Al juntar los labios, Benigna, en un acto reflejo sacó la punta de la lengua, Josefa se la chupó y se enzarzaron en un largo beso. No había que ser muy listo para darse cuenta de que estaban perras. El fotógrafo siguió a lo suyo, quitar fotos que empezaron a ser más que eróticas.

-Pon tu lengua en un pezón de tu amiga, Josefa.

Josefa puso la lengua sobre el pezón y Benigna movió teta hacia los lados.

-Chupa y amasa

No hizo falta que se lo dijera dos veces, le chupó y amasó esa teta y sin decirle nada le chupó y le amasó la otra.

-Le toca a tu amiga.

Benigna le comió las tetas a Josefa mientras el fotógrafo tiraba fotos y más fotos.

-Volveos a besar.

Al besarse ya se devoraron las bocas. El fotógrafo ni se inmutaba, su polla seguía durmiendo el sueño eterno.

-Así, así, lindas… Tocaos el coño… -se acariciaron los coños.- Meteos dos dedos dentro -los metieron mientras se comían las bocas. Así, así… Masturbaos.

Josefa y Benigna se dieron dedo y se siguieron comiendo vivas hasta que el fotógrafo, les dijo:

-Sacar los dedos del coño y chuparlos.

Chuparon los dedos y saborearon los jugos. Josefa y Benigna estaban tan calientes que estaban viendo que les iba a pasar cómo a la leche, iban a hervir y a echar por fuera. El fotógrafo les dio la estocada final.

-Tú, Josefa, échate boca arriba en la cama, y tú, Benigna, sube encima de ella dándole la espalda, ponle el coño en la boca, saca la lengua y haz cómo si se lo estuvierais lamiendo.

No se pudieron contener, se lamieron los coños. En su puta vida habían comido un coño, pero tampoco hizo falta, con pasar las lenguas por ellos una veintena de veces, Benigna, sacudiéndose y jadeando cómo una perra se corrió cómo un animal… De su coño salió una plasta que al caerle en un ojo a Josefa casi la deja tuerta, y Josefa, poco después soltaba un pequeño chorro de meo, para después correrse echando por su coño jugos cómo el agua, aunque más espesos.

El fotógrafo había quitado las mejores fotos de su vida.

Al ponerse una al lado de la otra, le preguntó Josefa al fotógrafo:

-¿Cuándo vamos a cobrar?

-Cuando venda las fotos.

Josefa y Benigna nunca cobraron, pero desde ese día ya no pasaron ganas de correrse.

Quique.

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